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¿UNA NUEVA GRAN MIGRACIÓN?

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Hace unos días hubo ruido en los medios de comunicación por las largas colas que formaban en las puertas del Ministerio de Relaciones Exteriores quienes tramitaban sus pasaportes para poder salir del país. El comentario se centró en la inoperancia burocrática, ineficiencia que seguramente existe. Pero hubo un medio que fue más allá, que les preguntó a los viajeros y encontró que no los movía viajar por turismo o estudios sino “para emigrar del país”, es decir, para abandonar a Colombia e irse a vivir a otra parte.

Aunque no hay cómo precisar lo que puede estar ocurriendo, dado que muchos de los que migran a trabajar irregularmente los hacen como turistas, resulta llamativo que el tema languidezca en medio de pocos comentarios, como si fuera un asunto menor para el país y las propias vidas de esos compatriotas.

Porque un porcentaje alto de estos migrantes no pueden catalogarse como personas a las va bien en Colombia y deciden abandonar su tierra aunque nada los presione a hacerlo, sino que suelen ser auténticos desplazados económicos y sociales –además de los que saca la violencia–, compatriotas expulsados por la amarga realidad de que aquí no encuentran oportunidades laborales que les permitan realizarse satisfactoriamente. Y es obvio que no se desplazan por ser sean incapaces de proyectarse con éxito como personas, porque la propia audacia de dejar el cobijo que les brinda lo propio los muestra como gentes capaces de luchar por abrirse un camino en la vida.

Así fuera solo por los muchos dramas que se disparan con estas migraciones –parejas destruidas, familias disgregadas, niños criados por sus abuelas–, debe debatirse sobre sus causas y cómo remediarlas. Y porque el gran desplazamiento del pasado fue causado por el fracaso del modelo económico aplicado en Colombia, que hizo que desde 1995 a hoy los migrantes pasaran de 893 mil a cinco millones, cifra que puede dispararse nuevamente.

Como todo progreso económico y social de un país proviene del trabajo, mucho conspira contra dicho progreso que los habitantes tengan que desplazarse a producir riqueza en otros países, a los que, en faenas simples y complejas, les aportan lo que no pudieron aportarle a la tierra que los vio nacer. ¡Cuánto desperdicio de recursos nacionales! Aquí nacieron y con costos pagados por todos los colombianos los llevamos a su edad productiva y, cuando están preparados para retribuirle a su país, unas orientaciones económicas, sociales y políticas inicuas los expulsan muy a su pesar y los condenan a generar progreso en otras tierras.

Es fácil establecer que las grandes migraciones nacionales, verdaderas expulsiones de ciudadanos de los países, han sido el resultado de profundas crisis económicas y sociales –incluidas las causadas por guerras– y que, por el contrario, los países con economías exitosas no solo no expulsan a sus ciudadanos –aunque haya unos pocos que emigran por razones particulares–, sino que atraen a los de otras naciones en grandes cantidades, porque ellos saben cuánto se benefician en razón de que los seres humanos tenemos la capacidad de producir más riqueza que la que somos capaces de consumir, característica que está en la base de toda acumulación de riqueza social y de todo progreso de la humanidad.

Coletilla: el exagerado aumento de los precios de los alimentos y los insumos industriales importados hizo trizas la falacia neoliberal de que en todos los casos es mejor importar que producir.

Bogotá, 12 de diciembre de 2021.