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Un auténtico defensor del Agro

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En el bellísimo púlpito de la capilla del templo San Antonio de Padua, a pocos metros de la ceiba centenaria del parque principal de Gigante, hoy desaparecida, escuchamos por vez primera al profesor Jorge Enrique Robledo; su visita formaba parte de la cruzada nacional que se propuso para proteger la caficultura nacional amenazada de muerte por el rompimiento del pacto internacional del café que había terminado con la garantía de precio y se había entregado el mercado al apetito de los especuladores de bolsa que remuneran la rubiácea, no en atención a los costos de producción, sino a su desenfrenada ambición de utilidades. Los menguados ingresos y el abandono por parte del gobierno y la institucionalidad cafetera tenían a miles de productores al borde del embargo por parte de las entidades financieras a quienes no se les había podido cumplir con el pago de las deudas.

El encanecido dirigente, venía del viejo Caldas en donde con el apoyo de la curia y líderes cafeteros de la región habían constituido la Unidad Cafetera en contravía de los pregoneros de una supuesta modernidad que se tomaron el mando del gobierno para promover la destrucción del agro nacional y convertirnos en consumidores de productos importados.

Su visita propició la organización de los productores en el Huila que terminaron agrupándose en la Asociación Agropecuaria del Huila bajo la dirección de destacados dirigentes como Orlando Fernández, Mercedes Lizcano, Antonio Vargas, Daniel Velázquez, Luis Edgar Gutiérrez, Gildardo Vera, Floresmiro Cerquera y todos ellos a una sola voz, convocaron a los productores a la carretera y apostados los huilenses en la rivera del rio Pata y los demás en sus respectivas regiones lograron que el gobierno aprobara la ley FONSA que recogió buena parte de las obligaciones  vencidas y más de cien mil cafeteros salvaron sus parcelas de los abogados de los bancos.

Años después, con las investidura de Senador de la república, lo volvimos a encontrar con los arroceros en las vías taponando las oscuras intenciones del gobierno de turno de acordar el ALCA con los Estados Unidos para terminar de liquidar la producción agraria sobreviviente a la apertura de Gaviria, continuada por Pastrana y Samper, acuerdo que al final se sustituyó por el TLC bilateral, negociado por Uribe y firmado por Santos, todos verdugos de la producción nacional y adalides de los negocios de las multinacionales a las que sirven.

En compañía de Lázaro Salazar, Julio Villanueva, Rafael Trujillo, Jhony Rodríguez, Víctor Rodríguez, dedicados productores de arroz se convocó, bajo la orientación de la Asociación Nacional por la Salvación Agropecuaria, otro logro de Robledo, a una consulta que preguntaba a los agricultores su opinión sobre la inclusión del cereal en la firma del TLC con los Estados Unidos, lo que de manera unánime se rechazó; al final el gobierno gracias a la presión de los labriegos negoció una cuota creciente de importaciones con una desgravación progresiva, lo que resultó en una muerte anunciada que está en proceso de culminación.

Muchos otros escenarios han sido tribuna para que Robledo persista en su preocupación por la suerte del agro nacional; las formidables movilizaciones de marzo y agosto de 2013 en la que cafeteros y campesinos de las zonas frías le taparon la boca al presidente que con desparpajo anunció que “ese tal paro no existe”, tuvieron la compañía y la atención de Robledo. Desde entonces con su profundo conocimiento de la problemática agraria viene proponiendo la revisión de los TLC para ofrecer a los productores condiciones que garanticen la viabilidad de su actividad y la seguridad alimentaria de los colombianos, hoy a merced de las importaciones.

El templo del encuentro inicial es una estructura de más de 160 años, hoy está a punto de desplomarse como ha venido ocurriendo con la economía y la vida de la mayoría de los colombianos en estas últimas tres décadas, repararlas requiere a hombres como Robledo en la dirección del Estado.