Por Jorge Enrique Robledo / @JERobledo
Voy a insistir en la idea de que en Colombia nunca ha habido una política de industrialización, nunca, absolutamente nunca, ni en la ciudad ni en el campo, porque el campo también se debe industrializar. Y afirmo que de 1990 hacia acá ha habido una decisión deliberada de desindustrializar al país, de desagrarizar al país, y de especializarlo en minería, como si estuviéramos en los días de la Corona española.
Por eso, antes de desarrollar la idea que acabo de mencionar, voy a hacer un comentario muy breve, y es que, ante la barbarie de quienes nos gobiernan, toca volver a explicar cuál fue la gracia de la Revolución Industrial y por qué es que es importante la industria. Porque aquí nos han metido la mentira de que un país se puede desarrollar exportando materias primas agrícolas y mineras.
La Revolución Industrial partió en dos la historia de la Humanidad, en un antes y un después. Después de la industrialización, tenemos un mundo que ha creado más riqueza en los últimos siglos que en todos los milenios anteriores, que el nivel de vida ha aumentado infinitamente más que en todas las épocas anteriores, que la esperanza de vida ha aumentado en proporciones inmensas. Estamos hablando de una revolución que en cierto sentido es la que empieza a humanizarnos de verdad.
En qué consiste, muy brevemente. Antes de la Revolución Industrial había trabajadores, había herramientas y había hasta máquinas, aun cuando muy elementales, y las fuerzas motrices principales eran la fuerza humana y la animal, muy limitadas, más las no menos limitadas del viento y las caídas de agua. Qué es lo que sucede con la Revolución Industrial. Que aparecen poderosísimas fuerzas motrices, la máquina de vapor y después los motores de explosión y los eléctricos y hasta los nucleares. La capacidad productiva del trabajo de los seres humanos se multiplica en proporciones descomunales. Imagínense que antes de la Revolución Industrial lo que veíamos era lo que alcanzaba a ver, solo, el ojo humano, y la fuerza más potente era la de un buey o una mula. Ahora estamos hablando de cifras que no nos caben en las cabezas. La ciencia, estrictamente hablando, solo aparece después de la Revolución Industrial. Después de la Revolución Industrial es cuando aparece la idea de que todos los seres humanos deben aprender a leer y a escribir y desarrollar todas sus potencialidades por medio de la educación. Muchos países, antes colonias de las grandes potencias, conquistaron la soberanía nacional. Y apareció la democracia moderna.
Solo se desarrollan, salvo excepciones, los países que se industrializan. Toda esta barbarie en la que vivimos, incluida la profundísima corrupción y la estupidez de quienes nos gobiernan tienen que ver es con el atraso de Colombia. Está absolutamente demostrado que los países donde la corrupción es menos generalizada son aquellos que han logrado desarrollar más sus fuerzas productivas.
Si desde un satélite se le saca una foto a un país desarrollado, ¿qué ve? un océano de modernidad, de todo tipo, incluida la menor corrupción y la menor estupidez en los gobiernos, y unos cuantos islotes de atraso, de barbarie, de pobreza, en suma, un océano de modernidad y unos cuantos islotes de atraso. Si le sacamos la misma foto a Colombia, ¿qué ve? Al revés, un océano de atraso, de pobreza, de idiotez, de corrupción, de abandono y unos islotes de modernidad, o que se parecen a la modernidad. No sé, el Parque de la 93, una que otra fábrica, ese es el país que tenemos.
El atraso se demuestra matemáticamente: el producto per cápita de Colombia es de 6.400 dólares y el de los países desarrollados está por encima de 30 mil y hasta 60 mil dólares. Nosotros en materias primas agrícolas y mineras, y ellos en alto nivel de desarrollo científico y tecnológico.
En el campo de la industria, realmente Colombia, tal vez con unas cuantas excepciones, no produce nada complejo, de pronto ensambla cosas y algunas incluso se logran producir. Pero, en general, el atraso industrial de este país es abrumador. Aquí tengo a mano las cifras de consumo de electricidad, por ejemplo, o de combustibles, no las voy a dar para no alargarme. Y en el sector agropecuario, y nos dicen que Colombia es un país agrario, presenciamos el mismo atraso. Tenemos 21 millones de hectáreas de tierras agrícolas de buena calidad y apenas se cultivan 7 millones. Lo que predomina en el campo es la ganadería extensiva, como lo explicó Hernán Echavarría Olózaga hasta la saciedad, y esto explica en parte por qué nunca ha habido una política de industrialización. Es que el negocio de la ganadería no es la ganadería, son las rentas, es la valorización del suelo, lo explica con mucha precisión Echavarría, un estudioso del tema.
Entonces, un país de rentistas cómo va a desarrollarse, qué interés va a tener en desarrollar la industria. Y si ustedes miran el resto del agro, ¿dónde ha estado el éxito en Colombia? En café, banano, flores y palma, todos intensivos, no en mecanización y en capital, sino en mano de obra barata. Lo que exporta Colombia es miseria, pobreza. Si los campesinos cafeteros comieran bien, no exportaríamos nada. Ese es el país que tenemos, es la triste realidad que estamos padeciendo.
Y si se miran las exportaciones, petróleo y carbón, materias primas como cuando este país era una colonia, y café, banano y flores. Intensivos todos en mano de obra. Porque la otra ecuación que nos tienen montada a escala global es que nos obligan a especializarnos en ciertos productos y nos los pagan a precio de miseria. ¿A cómo está pagando Nestlé el café colombiano? Vale menos el café de las cápsulas de café, las de Nexpreso, que la misma capsulita.
Y todo este atraso que viene desde hace mucho rato se empeoró con la apertura. No voy a dar las cifras, ya las han dado acá. La apertura fue un desastre absoluto y lo sigue siendo, pero aun con la evidencia que nos estalla en las narices, los gobiernos no cambian la política, porque les importa un pepino el resultado de la práctica. Yo fui profesor en la Universidad Nacional durante muchísimos años, y sé que todas las teorías son respetables, pero hay una conducta de mínima honradez académica, y es que cuando usted compara su teoría con la práctica y la práctica le niega la teoría, usted debe cambiar la teoría. Llevan treinta años fracasando, sistemáticamente. Muéstrenme en qué hemos tenido éxito. En nada. Quítenle el petróleo, quítenle el carbón, quítenle las remesas, 7 mil millones de dólares de remesas de los colombianos que se fueron de aquí porque los echaron de Colombia por falta de oportunidades de trabajo, como a los venezolanos, quítenles eso, ¿y cuál es el éxito exportador de Colombia? Nada, absolutamente nada. Esa es la triste realidad del modelo que estamos padeciendo.
Primero nos ganamos la lotería del petróleo y con eso sacaron pecho diez años, como si fuera gracia de ellos, lotería que malbarataron en clientelismo y politiquería todos los gobiernos. Se hundió la tal bonanza, y entonces dispararon la deuda externa. Y desnacionalizaron la economía, con el cuento de que nos va a salvar el ahorro externo. Según ellos, las grandes potencias andan por el mundo buscando países qué salvar, y entonces se la pasando diciendo, sálvenos, sálvenos, sálvenos. Y resulta que la inversión extranjera es una forma de deuda, técnicamente hablando. Así se considera en las cuentas nacionales. Me pregunto, ¿nos vamos a salvar endeudándonos más? ¡Por favor!
Han engañado al país y por eso la pregunta es pertinente y es lo primero que hay que resolver. ¿Los colombianos queremos que haya industria, sí o no? ¿Los colombianos queremos que haya agro, sí o no? Porque si no queremos, listo, apague y vámonos. Porque la historia de los países que han tenido éxito en la industrialización demuestra que se parte de una decisión política, fijada como un propósito nacional. Conozco más o menos de cerca la historia del desarrollo industrial de países como Corea y China, los dos últimos grandes desarrollos industriales del mundo, con situaciones bastante distintas en lo político y en lo demás. En ambos casos hubo una decisión deliberada del Estado coreano y del Estado chino de industrializarse pase lo que pase, porque es el Estado el que arma la industrialización. ¿Qué país del mundo se ha industrializado sin el Estado llevándolo de la mano? Cuál. ¿Inglaterra? Paja. Alemania, tampoco. ¿Estados Unidos, China, Corea? Hoy todavía el Estado los lleva a todos de la mano.
Hay una frase de Chamberlain que no olvido, cuando fue ministro de Hacienda inglés antes de ser primer ministro. Decía: “ningún gobierno puede permanecer impasible mientras se le quiebran sus principales empresas”. Ah, Chamberlain no conocía a los gobernantes de Colombia, porque aquí celebran que se cierre la industria. Es la historia de todo el siglo XX y XXI en Colombia. Muéstrenme un gobierno, uno, también lo he estudiado con cuidado, que haya tomado la decisión de industrializar a Colombia. Pero se las pongo más fácil: siquiera de desarrollar el agro, de sacarlo de la ganadería extensiva y el rentismo.
Aquí la gran genialidad de los años 30 fue dejar las tierras planas y fértiles para las vacas y subir a los seres humanos a sembrar con escopeta a las montañas. Esa es la economía cafetera y fue una de las grandes genialidades del siglo pasado. Y con eso se pagaron, claro, las importaciones para que unos cuántos tuvieran carro último modelo, tuvieran casas que parecían traídas de Inglaterra y en los clubes se ufanaran diciendo qué modernidad la de este país, que maravilla de país, mientras que los colombianos se morían de hambre y ni siquiera había mercado interno. Estoy hablando del abecé de la economía. No soy economista, pero he estudiado lo suficiente para responder la pregunta: ¿es posible construir un país sin desarrollar el mercado interno, la capacidad de compra nacional?
En una asamblea de la ANDI les dije a los asistentes que Colombia era el único país del mundo en el que los industriales, los empresarios, aplaudían cuando el gobierno cogía el mercado interno y se lo entregaba a los extranjeros. Su propio mercado, porque ese es el mercado de los empresarios. Y no solo lo entrega en los TLC, sino que lo regala. Se han perdido 600 mil empleos industriales en los últimos años en Colombia, casi todos de mujeres en las confecciones, por las importaciones de productos asiáticos, países con los que no tenemos TLC y, por lo tanto, no estamos obligados con ellos a mantener un nivel de aranceles tan bajo. Protestan los confeccionistas, a quienes el presidente Duque les juró cuando era candidato que les iba a subir los aranceles. Pues les puso conejo, se fue para China muy orondo y, en vez de reclamarles a los chinos por lo que está pasando y protestar ante el dumping con el que nos tienen inundados de mercancía textil china, el doctor Duque, parecido a otro estadista colombiano, dijo que no importaba porque nos iban a comprar unos cuantos aguacates. No creen aguacates.
Aquí se han hecho unos ciertos esfuerzos, no de industrialización sino de desindustrialización. López Pumajero y Olaya Herrera fueron capaces de firmar un TLC con Estados Unidos para que nos desindustrializara cuando todavía no había industria. En serio, sucedió en los años 30 y 34 del siglo pasado. No había industria y López firmó un TLC con Washington para sacrificar la industria nacional a cambio de que nos comprara bálsamo de tolú, ipecacuana y aceite de ricino. Está en los libros. Cómo sería el horror, que en 1947 Ospina Pérez tuvo que echar atrás el acuerdo. Y nos salvó la Segunda Guerra para algún tipo de desarrollo. Como los gringos estaban encartados, algo se puedo hacer en Colombia. Después vienen las agencias internacionales de crédito y nos imponen lo que sabemos, y hubo un poco de industrialización por una decisión deliberada del Estado colombiano de hacer sustitución de importaciones. Una decisión de Estado: vamos a sustituir unas cuantas importaciones y Colombia avanzó. Y después llega el 90 y toman la decisión de acabar con la industria y el agro nacionales.
Les repartieron a ustedes unos artículos que escribí, uno de 1989 y tres de 1990, en los que expliqué en detalle lo que iba a pasar. Por desgraciada, tuve la razón, y pasó. Lo advirtió Adbón Espinosa Valderrama, y lo advirtieron no sé cuántos empresarios de esos días. En sus propias palabras, Darío Múnera Arango, el presidente de la junta directiva de la ANDI advirtió que nos iba a pasar lo mismo. Y ahí estamos, y sigue pasando y no se modifican las cosas.
Entonces sí cabe la pregunta de si queremos industria o no, y la haría extensiva al agro. Es sí o no. Lo poco que está quedando está amenazado de muerte. En el agro el azúcar queda, pero está amenazado de muerte. Apenas lo desprotejan, lo liquidan. El arroz, hoy, lo están liquidando. La palma, el día que la desprotejan la liquidan. Con cierta gracia decía Claudia López que la gran política de desarrollo nacional consiste en que los ministros de Hacienda se la pasan como esperando un milagro a ver si encuentran un nuevo campo petrolero o sube el precio del dólar.
¿Qué hacer? Para mí está claro que los mismos con las mismas no están por desarrollar a Colombia. Tengo de ello absoluta certeza y nadie ha conseguido probarme lo contrario en un análisis objetivo. Porque no puede ser que usted haga una cosa y falle y falle y falle, y la conclusión sea que hay que seguir haciendo la misma cosa hasta que nos muramos. Lo que pasa es que aquí hay unos cuantos que se han enriquecido con estas políticas. Aquí los verdaderos ricos de Colombia aparecieron con la privatización, que fue parte de la carnada que les tiraron a estos países con el cuento de que en la globalización neoliberal nos íbamos a desarrollar. Y como unos pocos ganan, no importa que aquí se muera de hambre todo el mundo.
Eso que está proponiendo la ministra del Trabajo es inconcebible. Lo comentábamos con Cecilia López. Para ellos, la única solución es hacer más pobres a los pobres. Faltan también a la verdad cuando dicen que así vamos a desarrollar la economía. No es cierto que a punta de hacer más pobres a los pobres Colombia pueda desarrollar ni su agro ni su industria. No es cierto. Estamos hablando del desarrollo del capitalismo que requiere mercado interno, necesita trabajadores más o menos bien pagos, exige modernidad. Y a todo eso se está renunciando. Ni nos vamos a desarrollar poniendo en cero las tasas de tributación de las grandes empresas. Tampoco es cierto. Es un debate que hay que hacer a fondo. Lo que pasa es que en Colombia no hay debate económico, porque aquí los medios de comunicación sobre economía simplemente informan, sin debate. Y nos dan el divertimento de hablar de política, y con eso nos entretienen a todos.
Qué hay que hacer. Primero, reconocer que nos enfrentamos a un desastre deliberado, calculado, porque es una decisión tomada, no por un solo gobierno, sino por todos, que siguen siendo igual de malos. Y han empeorado desde que las trasnacionales se los tomaron y decidieron qué hacer con este país. Fue entonces cuando se juntó todo lo peor que nos podía suceder, todos los defectos propios del atraso de este país y de esta barbarie económica y política, más las trasnacionales, tomando decisiones en su beneficio, y unos cuántos colombianos beneficiándose.Qué hacer. Hay que plantear una política de unidad nacional, no la de Juan Manuel Santos, y que el país se ponga en la tarea de hacer los acuerdos necesarios para industrializar a Colombia, tanto en sus zonas urbanas como en sus zonas rurales, con el Estado a la cabeza, tomando