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Saludo de bienvenida de parte de Clara Giraldo: Bienvenido, Jorge Enrique Robledo, qué gusto y qué emoción que hoy quiera compartir con nosotras, escucharnos, poderlo escuchar y compartir uno de muchos espacios, porque espero que de aquí en adelante podamos trabajar de la mano con nuestro compromiso de apoyar esa campaña de principio a fin. Bienvenido, Jorge Enrique Robledo.
Jorge Enrique Robledo: Muchísimas gracias, Clara, por ese recibimiento cariñoso. Se lo agradezco muy especialmente. La felicito por el grandísimo esfuerzo que están haciendo y lo bien que vamos en Dignidad, en general, pero en particular en este trabajo de mujeres. Saludar a Jennifer Pedraza, a Sara Abril, y saludar a Juan Manuel Ospina, nuestro presidente, un presidente de lujo que tenemos.
Y felicitar hoy a Alba Luz Pinilla, nuestra querida vicepresidenta del Partido. Porque cuando ella estuvo en la Cámara de Representantes, y lo hizo muy bien, le jugó muy duro allí a una ley de salud mental y logró coronarla. En este momento la ley sigue avanzando. Jorge Gómez, representante de Dignidad a la Cámara, ya logró que esté aprobada en segundo debate para crear la Dirección de Salud Mental del Ministerio de Salud. Si hay una salud mal atendida en Colombia, es la de la salud mental, es horroroso el abandono del sector. La ley da entonces unos fundamentos y el desarrollo a partir de ahora va a ser muy importante. Nuevamente, Alba Luz, mis felicitaciones por todos sus esfuerzos.
Desde hace muchísimos años estoy convencido de una frase muy bonita que dice que las mujeres sostienen la mitad del cielo. Una manera poética de hacer ver que por lo menos la mitad, y puede ser más, de todo lo bueno que hay en el mundo tiene que ver con el papel de las mujeres. No sólo por las características biológicas, sino además por sus decisivos aportes a la sociedad. Y con una advertencia. Los aportes de la mujer al desarrollo social y económico de la humanidad, con toda su enorme potencialidad, apenas están empezando. Porque la primera característica de la situación de la mujer en la historia del mundo hasta hoy es un estado de maltrato, de violencia y agresividad en su contra, de discriminación, que les ha impedido desplegar toda su inmensa potencialidad, que es grandísima, precisamente por estos factores de la discriminación, el maltrato y la violencia.
Yo sí quisiera ver algún día cómo va a evolucionar su papel, cuando cada vez más las mujeres ganan con su lucha un espacio en la sociedad y están pudiendo desplegar muchas posibilidades antes reprimidas. Lo señalo porque el debate empieza aquí. Si bien es cierto que las mujeres son biológicamente diferentes a los hombres, por una ley de la naturaleza, resulta un completo absurdo justificar de ahí una actitud discriminatoria y en cierto sentido racista en contra de ellas. No hay ningún estudio serio de carácter biológico que pueda demostrar que las mujeres son inferiores a los hombres. Es pura basura ideológica, prejuicios, carreta, mentiras para confundir a la gente y justificar todo tipo de canalladas y atrocidades en contra de las mujeres.
La supuesta inferioridad de la mujer carece de sustento científico. Es lo que se conoce con el nombre de creencias. Quien abriga la creencia de que la Tierra es plana la defiende a rajatabla, pero no puede demostrarla. No fue que la Tierra se volviera redonda. No, es que nunca fue plana. Lo que pasa es que la verdad sólo se acabó reconociendo hace relativamente pocos años. Parecido nos pasa con la creencia absurda de mujeres son inferiores a los hombres. La lucha nuestra se encamina entonces a que la mujer consiga desplegar toda su inmensa potencialidad para aportarle a la humanidad muchísimo más de lo que ya han aportado. E insisto en que sostienen la mitad del cielo.
Lo segundo que quiero señalarles es que la mujer sufre por un doble maltrato. Es importante tenerlo en cuenta, porque hay que relacionar una cosa con la otra y para que la lucha que libramos, ustedes y yo, porque yo estoy también metido en este paseo, la hagamos con la mejor comprensión, porque los adversarios que pretenden cortarnos el paso no son nada fáciles, cómo vamos a verlo a lo largo de esta charla.
En qué consiste el doble maltrato. El primero, por su condición natural, porque son mujeres y el mundo ajusta milenios de lógica patriarcal y machista, casi desde el origen de la humanidad o por lo menos desde muy temprano. Desde que aparece la esclavitud empiezan el maltrato, la discriminación y la violencia contra la mujer. Sufren por ese lado y ahora vamos a ver que el problema es mucho más difícil de resolver de lo que parece. Y por el otro lado, las mujeres sufren por ser ciudadanas. En Colombia, por ser colombianas, en Estados Unidos, por ser norteamericanas, dependiendo de las circunstancias socio-económicas de cada sitio. Es muy importante establecerlo, porque son dos causas diferentes de los muchos sufrimientos que padecen.
Veámoslo un poco en detalle. Desde hace milenios se impusieron unos regímenes económicos y sociales de naturaleza patriarcal –originados en la explotación de la mujer–, el otro nombre del machismo. Los machos hemos sido entonces como los reyes de la sociedad y las mujeres los peones, medio esclavas de los machos que han controlado la sociedad. No voy a entrar a explicar por qué sucedió. Pero digamos que es un hecho completamente demostrable.
Y así, la vida de la mujer a lo largo de la historia ha sido la del maltrato y la discriminación. Les voy a dar datos ciertos que parecen increíbles hoy. Las relaciones en el propio seno del hogar han sido muy semejantes a las de los esclavos. Anticipémoslo desde ya. Uno de los sitios más peligrosos para la mujer, desde siempre y hoy en Colombia, es su hogar, su propia familia, sus padres o sus hermanos e incluso sus hijos, una situación tremendamente complicada.
Demos datos. Durante centurias, cuando las mujeres heredaban de su padre, no podían administrar sus propios bienes, porque los administraba el esposo, que tenía, en razón de la costumbre y de las relaciones económicas y sociales y jurídicas, un poder tutelar sobre la mujer. La mujer seguía siendo una subalterna, sin importar que la herencia hubiera sido por vía del padre de ella. No gozaron hasta hace relativamente poco en Colombia de la patria potestad sobre los hijos, y quien decidía legalmente sobre ellos era el esposo, como otra forma de discriminación que padecieron las mujeres. Son muchas más, pero hoy estoy dando unos cuantos ejemplos. El derecho al voto es relativamente reciente. Data apenas de 1957, con el mismo plebiscito que creó el Frente Nacional.
Hay un derecho que a mí me pone los pelos de punta, un derecho que duró milenios y que en Colombia aparecía incluso regulado en el Código Penal, según el cual la mujer infiel podía ser asesinada por su esposo en virtud de un estado que se llamaba “ira e intenso dolor”. Si el caballero, el macho, se sentía, digamos, entre comillas, irrespetado en las relaciones con su señora, la podía asesinar. Y salía libre en cosa de horas, casi que ni había proceso. Ahora, por supuesto, el derecho no existía al revés. Si era la esposa la que sentía ira e intenso dolor por algún comportamiento del caballero, que no se atreviera a matarlo porque la justicia le metía mínimo 24 años de cárcel. Bueno, es el mundo en el que hemos estado.
Pero la cosa no termina ahí. El maltrato en el terreno de la cultura es infinito. Yo me crié oyendo y lo he escuchado decir toda la vida que las mujeres son animales de pelo largo y corta inteligencia, un estigma para poderlas sojuzgar y oprimir y maltratar de tantas maneras. Bueno, muchas religiones han puesto a la mujer a encarnar el mal y sus escrituras sagradas han llegado a afirmar que el demonio se expresa a través de la mujer. ¡Háganme el favor, el ataque que tal creencia entraña en el terreno de la cultura!
¿Qué tal la ablación del clítoris? Existe en países africanos y, atérrense, existe en Colombia, ejercida con la más cruda brutalidad para negarle a la mujer el derecho al goce sexual, ahí sí que reduciéndola con el mayor descaro a ser simplemente una especie de máquina reproductora que le garantice al macho y señor tener los hijos que puedan heredar lo construido por él.
¿Qué tal el tema de la esclavitud doméstica? Esto sí que me tocó vivirlo a mí. Lo digo con franqueza, porque, claro, todos somos seres de nuestro tiempo. Los hombres en la cocina huelen a rila de gallina, se nos decía desde niños. Y entonces los hombres no podíamos entrar a la cocina a hacer nada, porque era función de la servidumbre de las mujeres, fuera una doméstica contratada, que eran siempre mujeres, o fuera la madre o fueran las hermanas. La responsabilidad exclusiva de los niños, de los ancianos, de los enfermos, era y es una carga que recaía y recae en la mujer, además de otras muchas cargas, obligaciones de las que no queda eximida de ninguna manera si además trabaja para aportarle al hogar o para mantenerse a sí misma. Aquí hay todo un lastre cultural que sigue pesando sobre la mujer en Colombia y en el mundo entero, en unos países más y en otros países menos. Son realidades abrumadoras.
Es bien importante comprender que el machismo trae aparejado mil causas culturales, pero tiene una base material. Yo les llamo a ustedes la atención sobre esto, compañeras. En general, los fenómenos culturales tienen bases materiales, o sea, alguien gana con ellos. Un servicio doméstico gratuito es una ganancia para los machos que controlan las relaciones domésticas. Ser esclavas sexuales, como lo son muchas hoy en la pareja, particularmente en los matrimonios en que la mujer no comparte una rica vida sexual con el ser que quiere, sino que es literalmente sometida a cualquier tratamiento indigno e incluso aberrante, como esclava sexual, y obligada a satisfacer al macho, así lo odie.
¿Qué me dicen de la prostitución? Si hay una situación durísima y dolorosa contra las mujeres y que demuestra que el machismo es un negocio con el que muchos se enriquecen es el de la prostitución, a la que le han intentado crear una leyenda rosa. Pero de rosa no tiene nada, nada tiene de rosa. Prostitución es sinónimo de trata de blancas, de drogadicción, de tortura, de brutalidad, de asesinatos. Es un súper negocio que mueve en el mundo sumas astronómicas.
Y hay un cierto refinamiento en el maltrato a la mujer. Porque claro, la mujer en sus luchas, ante las que hemos sido solidarios quienes creemos en su verdadero papel en la sociedad, ha logrado muchísimos avances en la ley, por ejemplo, ese que dice que a trabajo igual, salario igual, aunque hasta ahora no se cumpla. Pero entonces miren los refinamientos de la cultura y de la dominación y del machismo. La sociedad ha ido creando lo que se llaman “trabajos típicamente femeninos”. Por ejemplo, se montó el mito de que son mejores las maestras que los maestros y entonces hay en Colombia muchas más maestras que maestros. O la teoría de que la delicadeza de sus manos les permite hacer mejor el trabajo de las flores. Y en general, el que el trabajo de la salud, sobre todo la parte más dura, lo hacen también mejor las mujeres. Bueno, son manipulaciones que conducen a pasarse por la faja la idea del salario igual para trabajo igual. Porque claro, si aparece un “trabajo típicamente femenino”, se le pueden bajar los costos salariales al conjunto de la labor sin violar la ley. Son formas refinadas de dominación sobre la mujer y que se ejercen de muchas maneras. Aquí podríamos detallar mucho de lo que se sufre por la condición de ser mujer y todo lo que han derivado de allí las relaciones sociales y económicas entre los seres humanos.
Pero hay otra parte en la que quiero insistir, porque a veces se pierde de vista algo que a mi juicio es determinante. Es que las hijas del pueblo y de las clases medias sufren no solo como mujeres, porque también aquí hay una diferencia. No es idéntica la condición de la mujer en las familias más adineradas, ni ahora ni nunca, que la de las familias en los sectores populares. Ni es lo mismo ser mujer en un país desarrollado y avanzado, con una serie de condiciones laborales de distinto tipo, que ser mujer en un país como Colombia. Ni es lo mismo ser mujer en una nación más avanzada que en otra menos. No es lo mismo la pobreza de unas y de otras, no es lo mismo la relación con la salud de unas y de otras, no es lo mismo ganar más salario o ganar menos salario. Hay diferencias que son específicas y concretas y que deben ser tomadas en cuenta. Porque en buena medida reducir estas desigualdades depende de la lucha social, que se expresa de muchísimas maneras.
Y todas han sido agravadas por el neoliberalismo y la pandemia. Los datos son muchos y no me queda tiempo para dar todos los que en mi oficina me pasaron, con detalle de números, para preparar esta charla. Pero si algo resulta bien notorio es que la pandemia ha aumentado la desigualdad y las dificultades laborales de la mujer. El número de empleos perdidos y el aumento del desempleo, evidente en todos los sectores, es más cierto en las mujeres, porque por norma las crisis tienden a golpearlas más a ellas.
Decía que no es lo mismo ser mujer en Colombia que en Francia, o en Alemania o en Estados Unidos, donde tampoco las cosas son perfectas. Y quiero resaltar que no es lo mismo ser mujer en un país con altas tasas de desempleo que con bajas tasas de desempleo. No es lo mismo ser mujer en un país con altos niveles de desarrollo científico-técnico que con menores avances o sin ninguno de ellos. No es lo mismo ser mujer si se gana un salario alto que si se gana un salario bajo. Las anteriores diferencias dependen del tipo de país en que se vive. Lo quiero enfatizar. Es muy importante, compañeras, no perder de vista que el fenómeno del machismo, la discriminación, la dominación patriarcal, se presenta en todas las sociedades, pero no igual en unos sitios y en otros. No es lo mismo como se expresan las distintas formas de dominación en sociedades culturalmente más avanzadas, con mayores niveles de alfabetización, con mayores niveles de acceso a la universidad y a la educación.
No es que quienes gobiernan a Colombia –los mismos con las mismas, como los llamaba Jorge Eliecer Gaitán, y los de antes son iguales a los de ahora– no sepan estas cosas. Sí las saben. Lo que pasa es que les gustan así, porque son beneficiarios de ellas. Es más, hay una política entre los mismos con las mismas para insuflarles a las mujeres que los rodean concepciones y criterios machistas. Me tocó ver a alguna colega en el Senado justificando el caso de algún famoso que agredió a una mujer a la salida de un restaurante, y la senadora se limitó a decir, algo estaría haciendo esa señora cuando se hizo acreedora del golpe.
Todo el avance de la humanidad tiene que ver con su lucha por el progreso social. Es una idea que he venido planteando con fuerza. Acabo de dar un debate de una hora con unos personajes amigos míos explicando la importancia del paro en tal sentido, aun con todas las dificultades que ha enfrentado por parte del gobierno y con todo lo que no ha debido suceder en nombre del paro, porque, como ustedes saben, nosotros no compartimos la violencia, pero les llamaba a mis amigos la atención sobre cómo todo el progreso social tiene que ver con las luchas sociales. Y por eso en todas las Constituciones de los países que se dicen democráticos, aun cuando no lo sean, aparece el derecho al paro, a la protesta y a la movilización, aun cuando después lo escamoteen las mismas autoridades.
Todo progreso social ha sido el resultado de que alguien en algún momento dijo yo no estoy de acuerdo. Alguien en algún momento dijo no estoy de acuerdo con que el emperador les tire los cristianos a los leones y ahí empezó un cambio importante que condujo al fin de la esclavitud. Lo mismo ocurrió con la segunda ola de la esclavitud, la de millones de africanos. Y claro, hubo que dar luchas, porque las cosas no cambian tan fácilmente.
Los avances de la mujer son inmensos por sus luchas sociales. Si uno mira cómo se ha modificado la ley en los últimos cien años en Colombia y en el mundo entero en relación con los derechos de la mujer, el salto es descomunal. Luchas fundamentalmente dadas por la mujer en medio de condiciones en extremo difíciles. Me atrevería incluso a afirmar, y puede haber imprecisión y aspectos discutibles, que en términos de los derechos democráticos de la mujer, están prácticamente ganados todos en Colombia. Pero también advierto que como los derechos son creaciones sociales, se pueden crear más y se están creando.
Somos los seres humanos quienes creamos los derechos. Entonces aquí se está abriendo camino lo que seguramente va a terminar convirtiéndose en un derecho y es el relacionado con la economía del cuidado, una realidad desconocida hasta ahora. Siempre se ha asumido que el trabajo durísimo de la mujer en el hogar es una especie de deber definido por el cielo y que ellas se lo tienen que aguantar como sea, así se convierta en la peor de las esclavitudes. Pues bueno, ya empieza a aparecer la discusión de que no debe ser así y se comienzan a planificar políticas públicas para enfrentar con la economía del cuidado ese tipo de circunstancias.
El avance legal es entonces inmenso. Seguramente falta mucho por lograr y seguramente dentro de mil años habrán aparecido nuevos derechos. Pero hay un punto en el que me gusta detenerme siempre que hablo del tema, la parte si se quiere más compleja, y es el problema cultural implícito en la dominación patriarcal y en el machismo, el cemento ideológico, la fuerza de la rutina, las ideas metidas en lo profundo del pensamiento, de las costumbres sociales y de las relaciones familiares. Todo partiendo del negocio del machismo, de que a algunos les conviene el machismo. Tan complejo es el problema que inclusive hay mujeres machistas o parcialmente machistas o que justifican costumbres machistas, aun cuando sean contra ellas mismas. Entonces aquí toca además luchar muy duro en este frente. En buena medida es la lucha clave, relacionada con dos tareas, una, luchar contra la base material que genera esas costumbres, esa cultura. Y dos, luchar contra la cultura misma, contra la fuerza de la cultura, porque cambiar ideas es supremamente complicado.
Sobre el tema de la base material, uno de los avances más eficaces en la emancipación de la mujer y en la lucha contra el machismo está en que logren romper la dependencia económica frente a su pareja. En ese sentido, el capitalismo es una revolución, porque logró vincular a las mujeres a la producción como obreras o en otros empleos. La independencia es importantísima en la forma como ella se relaciona con su pareja, porque la subordinación económica es una de las peores expresiones del machismo. Entonces, en este sentido, la lucha contra el machismo y contra la dominación patriarcal nos debe impulsar a luchar por unas relaciones económicas modernas en Colombia, las más modernas que podamos tener, lo cual implica que las mujeres se vinculen a la producción, para que con mayor facilidad le puedan decir al macho cualquier día, sabe qué, me mamé, me voy de aquí, que usted por plata no me va a tener aquí esclavizada. Es un punto súper clave y guarda relación con la batalla contra el neoliberalismo y el libre comercio y contra todos los males que estamos sufriendo.
Y el otro aspecto es el de la fuerza de la costumbre. Como a casi toda la gente de mi generación, a mí me tocó criarme en un hogar donde predominaban muchísimas concepciones machistas, pues en mis tiempos juveniles estas ideas que ustedes están planteando, compañeras, eran en Colombia muy exóticas. El número de mujeres en la universidad era entonces prácticamente insignificante. La fuerza de la costumbre, por supuesto, me afectó, pero con esta advertencia. Mi madre fue una luchadora impresionante, en una población pequeña en donde nosotros nacimos y nos criamos, una realidad que a mí me ayudó cuando empezaron a darse estos debates, y yo empecé a oír a gente que decía, lo que pasa es que las mujeres no trabajan y son brutas y todas estas cosas del machismo. Y yo me acordaba de mi mamá, que fue una súper dura, y me dije, no, a mí ese cuento no me lo van a echar. Otra cosa podrán decir de las mujeres, pero a mí no me echen ese cuento. Sin embargo, tengo que reconocer aquí con todo cariño que no eran pocas las concepciones machistas que había en mi casa, muy expresadas en torno al cariño, a lo mucho que nos quería a los hombres de la casa. Cosas tan simples como la que ya mencioné, no se podía entrar a la cocina, cosa que por supuesto nos encantaba a mi papá y a mi hermano y a mí, porque nos relevaba de esas funciones, a pesar, repito, de las calidades de luchadora que distinguieron a mi madre.
Dentro del tema cultural quiero poner un punto al que le vengo echando cabeza para que lo miremos, Clara y Sara y demás compañeras, y nos orientemos correctamente. Las mujeres no son las únicas discriminadas y maltratadas en esta sociedad. No, aquí hay otros sectores en condiciones semejantes. Por ejemplo, los maltratados por el color de la piel, los negros o los afros, como se quieran llamar. El color de la piel es simplemente otro hecho natural, pero con él se ha montado una teoría racial y un cuento, por el que los maltrataron legalmente toda la vida y ahora culturalmente de todas las formas. Lo mismo a los indígenas. A los LGBTI, la misma cosa. A los niños, porque la nuestra es una sociedad que maltrata horriblemente a los niños. El caso de los ancianos, maltratados simplemente por sus condiciones naturales. Ya decía hace un momento y lo repito, uno de los sitios más peligrosos para la mujer en Colombia, si no el más, es su hogar. Una sociedad tan enferma que se tuvo que crear el delito del feminicidio, cuando alguien mata a la mujer por el simple hecho de ser mujer. Es inaudito, pero es así.
Entonces, les sugiero a todas ustedes, que empecemos por plantearnos esta pregunta en Dignidad, ¿podríamos ganar muchísimo más allá de lo que ya ha ganado la sociedad colombiana y la lucha de las mujeres sin mejorar las condiciones socio-económicas, laborales, de empleabilidad? Creo que no. Es un obstáculo que afrontamos. No quiero decir que no luchemos por los derechos específicos de la mujer, pero digamos que es un lío que enfrentamos aquí, a diferencia de los países desarrollados, que les crean a sus ciudadanos mejores condiciones.
Pero yo pregunto, podríamos el día de mañana, con el paso del tiempo, lograr una igualdad perfecta y de respeto hacia las mujeres, si se mantiene la discriminación, el maltrato y la violencia contra los negros o si se mantiene contra los indígenas o si se mantiene contra los pobres, porque también hay discriminación o maltrato contra los pobres por el solo delito de ser pobres. ¿Sí sería posible de lograr? Me temo que no. Voy a poner una que va más allá. Si hay países en el mundo que se arrogan el derecho a avasallar a otros, a esclavizarlos, a causarles todo tipo de daños y la humanidad lo tolera como algo normal, ¿por qué va a ser anormal lo que les pasa a las mujeres, pregunto yo? Aquí hay un sistema de causas y efectos que se encadenan y el problema es mucho más difícil de lo que parece.
En algún artículo que escribí en La Patria hace un par de años sobre el tema de la mujer, planteé una idea: por qué no se unen todos los discriminados en Colombia, mujeres, indígenas, afros, etcétera, cada uno hablando de lo suyo, pero todos atacando el mismo objetivo. Por qué no promover un día en Colombia, el Día de la Antidiscriminación. Le mandé el artículo a alguien a quien conozco, una mujer muy avanzada en estos asuntos del feminismo, y me dijo le había gustado todo el artículo, menos esa parte. Soy respetuoso de las posiciones, pero me llamó la atención y se lo dejo aquí a ustedes como una inquietud.
Dignidad y su lucha antidiscriminación
Sé que no agoto el tema y aquí se quedan mil temas. Pero miremos un poco la posición de Dignidad frente al tema. El mal del machismo y del patriarcalismo, como otras tantas patologías sociales y culturales, se dan en cualquier grupo social, porque allí finalmente se reflejan las realidades del mundo. Es puro cuento eso que uno oye de que en mi familia no pasa nada, de que todos somos perfectos. No hay familia donde no haya, por ejemplo, actos de corrupción. Lo que pasa es que, claro, no es lo mismo una familia donde hay actos de corrupción a una familia de corruptos. Son cosas distintas. Y eso sucede también en las universidades y en la política y en las organizaciones y en todas partes.
Si ustedes revisan los estatutos de Dignidad y su composición, hay discriminación positiva a favor de mujeres, a favor de afros, a favor de jóvenes, a favor de LGBTI. Significa que gozan de unos derechos un poco superiores frente a otros sectores. En Dignidad hay una sección, un conjunto de compañeras, cuyo frente de trabajo consiste en luchar contra la discriminación, el maltrato y la violencia contra las mujeres, o por razones de género.
El hecho parte de reconocer que nadie está exento de problemas, porque las sociedades son complejas, los atavismos muchos, y en la cultura no es fácil manejarlos. Y en Dignidad existe un documento, un protocolo contra la violencia basada en el género. Dignidad parte de reconocer que el fenómeno se puede presentar y para atenderlo diseñamos un protocolo, porque quienes hemos estudiado un tema tan difícil de manejar, y yo lo he estudiado, sabemos que hay complejidades de todo tipo, empezando por el de no revictimizar a la víctima, una de las tragedias que viven tantas mujeres en Colombia.
Dejo hasta aquí. Sé que se me quedan muchas cosas. Espero haber resaltado lo principal y que mis puntos de vista les resulten interesantes para entender mejor cómo pensamos en Dignidad y como pienso yo, particularmente.
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Propuestas específicas para mujeres en 2022.
Una propuesta que es importante plantearla, y aquí ya paso a referirme al tema específicamente de las mujeres, es más discriminación positiva en la administración pública. Es una táctica correcta. Hay avances en Colombia en discriminación positiva, y hay que seguir avanzando. Los detalles se irán construyendo, porque se trata de que construyamos, entre todos y todas, este programa de gobierno.
Todas las propuestas están muy vinculadas a lo anterior y a la atención de las mujeres en muchísimas de sus circunstancias. Hace cuatro años lo planteé y lo quiero reiterar: en mi gobierno serán cuatro años de una campaña cultural antidiscriminación, maltrato y violencia contra mujeres, indígenas, contra todos los sectores discriminados y violentados durante muchos años. Durante cuatro años, todo el aparato del Estado –porque haré esfuerzos para que lo hagan las gobernaciones y los municipios– a educar en este terreno. A la batalla en el terreno de la cultura: Vamos a poner a los machistas y a los machitos contra las cuerdas en el debate ideológico y en el terreno de la cultura.
Hay un asunto sobre el cual Claudia López ha venido avanzando mucho en decisiones ejemplares, que es el desarrollo de lo que tiene que ver con la economía del cuidado, criterios que ustedes manejan muy bien. Que en lo fundamental se refiere a que el Estado no puede ser pasivo ante todo el sufrimiento que se da en torno a la discriminación y el maltrato en el seno del hogar, particularmente, en asuntos que tienen que ver con el cuidado. Hay unos ejemplos que están muy bien planteados en el Distrito de Bogotá. Ese es un acierto grande de la Alcaldía de Claudia que hay que reivindicar, a pesar de las condiciones difíciles en las que le ha tocado adelantar esta política. La idea es que en mi gobierno haya una política nacional de economía del cuidado, utilizando la influencia del Presidencia de la República para lograr que en todos los departamentos y ojalá en todos los municipios se definan estrategias y financiación para atender esta política. Porque es necesario financiar una serie de tareas y de trabajos y de recursos y de infraestructura, etc., que tengan que ver con que se reconozca esa discriminación y que se atienda de la mejor manera.
Por último decirles que cuando planteé mi nombre en febrero del año pasado expresé que mi propuesta programática y mi propuesta conceptual era un gran acuerdo nacional que había que construir. Un acuerdo nacional sobre los intereses nacionales, no para montar una pandilla para mamar y quedarse con todo, mientras el país se hunde, que es la historia de los acuerdos nacionales que ha habido en Colombia. Y ese acuerdo debe ser el resultado de una serie integral de acuerdos parciales, por ejemplo, en agro, en industria, en salud, en educación, en mujeres. Mi campaña tendrá la iniciativa, pero se trata de hacer acuerdos, que nos sentemos con los industriales y veamos qué cambios le vamos a hacer a la política industrial colombiana, es un decir, porque aquí no hay política industrial. Y lo mismo habría que construir con las mujeres. Dejo aquí planteadas unas cosas, pero la idea es que nos sentemos con toda Dignidad, pero no solo con Dignidad, con todos y todas a construir un programa que nos permita desarrollar estas políticas.
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