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OTRO MUNDO Y OTROS PAÍSES PUEDEN Y DEBEN SER POSIBLES

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Un gran debate público, nacional e internacional, será lo primero positivo que puede salir de la inmensa y dolorosa crisis de salud, económica, social y seguramente política que provoca y provocará el Covid-19. En ese debate se alinearán, de un lado, quienes creen que los cambios nacionales y globales necesarios –cuya necesidad nadie se atreverá a negar– deberán asegurar que nada de importancia cambie, de forma que todo lo principal siga igual, como lo explicó el astuto protagonista de El Gatopardo. Y del otro, quienes creemos que sí deben darse modificaciones de importancia en las relaciones entre los países y dentro de cada país, con el propósito, entre otros, de reducir las abismales diferencias de ingresos de los unos y los otros y la falta de oportunidades para crear riqueza y emplearse y para acceder a la educación, a la ciencia, a la salud y al mejor medio ambiente, al igual que a relaciones políticas más democráticas.

Un argumento clave en el debate de quienes creemos que otro mundo y otros países sí son deseables y posibles, para todos quienes vivimos en ellos, nos lo ofrece que los seres humanos, sin excepción, vamos por la inmensidad del universo en el planeta tierra, la nave cósmica que todos debemos cuidar, no obstante las diferencias.

La siguiente reflexión de Carl Sagan, luego de que en 1990 el Voyager 2 dejó Neptuno para salir de sistema solar y tomó, a seis mil millones de kilómetros, la más lejana fotografía de la tierra –ese pequeño “punto azul pálido”, como la llamó– contribuye a darle perspectiva correcta al debate.

Tomado del libro de Carl Sagan, Un punto azul pálido, 1994

“Mira ese punto. Eso es aquí. Eso es nuestro hogar. Eso somos nosotros. En él, todos los que amas, todos los que conoces, todos de los que alguna vez escuchaste, cada ser humano que ha existido, vivió su vida. La suma de todas nuestras alegrías y sufrimientos, miles de religiones seguras de sí mismas, ideologías y doctrinas económicas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y padre, niño esperanzado, inventor y explorador, cada maestro de la moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y pecador en la historia de nuestra especie, vivió ahí, en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol.

La Tierra es un escenario muy pequeño en la vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores, para que en su gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables crueldades cometidas por los habitantes de una esquina del punto sobre los apenas distinguibles habitantes de alguna otra esquina. Cuán frecuentes sus malentendidos, cuán ávidos están de matarse los unos a los otros, cómo de fervientes son sus odios. Nuestras posturas, nuestra importancia imaginaria, la ilusión de que ocupamos una posición privilegiada en el Universo… es desafiada por este punto de luz pálida.Nuestro planeta es una solitaria mancha en la gran y envolvente penumbra cósmica. En nuestra oscuridad –en toda esta vastedad–, no hay ni un indicio de que vaya a llegar ayuda desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos. La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga la vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar. Visitar, sí. Asentarnos, aún no. Nos guste o no, por el momento la Tierra es donde tenemos que quedarnos. Se ha dicho que la astronomía es una formadora de humildad y carácter. Tal vez no hay mejor demostración de la locura de los conceptos humanos que esta distante imagen de nuestro minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos mejor los unos a los otros, y de preservar y querer ese punto azul pálido, el único hogar que siempre hemos conocido”.