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Los graves errores de Peñalosa sobre el transporte

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Intervención del senador Jorge Enrique Robledo Castillo, Audiencia Pública “El mejor metro para Bogotá”, 15 de febrero de 2016.

El debate no debe reducirse a escoger entre el metro y el transmilenio. Transmilenio por la Caracas, la peor decisión técnica en la historia de la capital. Un transmilenio no hace lo mismo que un metro. Bogotá debe tener un metro de primera categoría. El de Bogotá, por la Caracas, elevado y con estaciones cada tres kilómetros, podría ser el peor metro del mundo. Peñalosa decide sin estudios. No a un metro privatizado y en beneficio de los dueños del Transmilenio. El sofisma de los menores costos. Que el gobierno nacional respalde el metro incluso por encima del 70 por ciento que autoriza la ley. Ya la práctica dio el veredicto.

Empiezo por darles mis especiales agradecimientos a todos ustedes que nos acompañan esta mañana aquí y a quienes nos escuchan en sus hogares o en sus sitios de trabajo a través de la televisión del Congreso. A los expertos que nos van a acompañar en la mañana de hoy, también mis agradecimientos. Este es un evento que hemos promovido con el representante a la cámara, también del Polo, doctor Germán Navas Talero, para promover un debate ilustrado sobre estos asuntos de los metros, los transmilenios y el transporte público en el país, pero particularmente en Bogotá. Es un panel de expertos. Si ustedes observan a la mesa directiva, lo que tenemos con nosotros son expertos, porque aunque es un debate con implicaciones políticas e ideológicas, eso no implica abandonar la experticia, los conocimientos, la técnica. Están entonces sentados en la mesa directiva los doctores Jaime Ortiz, Mario Noriega, Fernando Rey y Ricardo Salas, a quienes vamos a escuchar. Y hay en el auditorio otros expertos y además dirigentes políticos, a quienes también vamos a oír.

Dicho esto, voy a hacer algunos comentarios en mi condición de senador citante, pero también en mi condición de arquitecto y de profesor universitario, por ser un tema que algo he estudiado.

No es posible, empiezo por decir, pensar una ciudad que funcione bien con un mal sistema de transporte masivo. Es un absurdo, las dos cosas van juntas. Si tenemos un mal sistema de transporte masivo, tendremos una mala ciudad, entre otras cosas, porque está demostrado que la mejor manera de organizar la movilidad es con un transporte masivo de excelencia, tan bueno que incluso logre, como sucede en los países donde las cosas funcionan, que quien tiene carro particular prefiera dejarlo en su casa. Es la primera idea que quiero dejar sentada.

El debate, ¿entre el metro y el transmilenio?

Lo segundo es que esto se nos volvió un debate entre metros y transmilenios. No debería ser así, porque, en condiciones normales, en una ciudad debe haber de todo, peatones, bicicletas, vehículos particulares, buses, transmilenios, metros, cada uno jugando su papel. ¿Por qué ocurrió así en Bogotá? Porque en algún momento de nuestra historia a alguien se le ocurrió poner a los transmilenios a jugar el papel de metros y colocar a los transmilenios en la cúspide del sistema general del transporte, un absurdo tecnológico. No se puede. Y el primer episodio de un debate en el que ya llevamos años se concretó en un hecho a mi juicio gravisimo, y es que el doctor Peñalosa, en su primera Alcaldía, decidió que en vez de tender un metro por la Avenida Caracas, la arteria por excelencia de Bogotá, dada la morfología de la ciudad, tendió un transmilenio.

Y qué pasó. Lo que está pasando. No cabe la gente, es así de sencillo. ¿Por qué? Porque los transmilenios cargan menos gente que los metros y no logran hacer lo que hacen los metros. No hay medio malo de transporte. Lo que hay son medios mal utilizados. He afirmado incluso que la decisión del doctor Peñalosa en su primera Alcaldía fue la peor decisión técnica en la historia de la ciudad. Y digo la peor, porque resolver ese gravísimo error probablemente vaya a ser imposible o ser de una dificultad superlativa, con unos costos que podrían resultar impagables.

Con el doctor Peñalosa, en buena medida la persona con quien libramos este debate, también hay que decirlo con tranquilidad —y no se trata de pleitos personales, sino de asuntos que le interesan a la ciudad—, tenemos otros grandes desacuerdos. Él ha dicho: “Transmilenio hace lo mismo que un metro”. Me voy a detener un poco examinando la frase. Si un estudiante de urbanismo le responde en un examen a su profesor que un metro y un transmilenio son iguales y hacen lo mismo, saca cero. Se lo ratifica a ustedes alguien que fue profesor en la Universidad Nacional de Colombia. Primero, porque un metro puede cargar mucha más gente. Segundo, porque se desplaza más rápido, sin intersecciones que resolver, con sus propias vías y con estaciones más grandes. La gente, además, va mucho más cómoda. Y su impacto ambiental, tema bien importante en el debate, es infinitamente menor, si se hace bien. Y hay otro asunto también muy importante. El metro no les quita vías a los demás medios, una solución clave en este tipo de decisiones. En resumen, hay que entender el metro como un segundo piso que se le hace a la ciudad. Queda entonces muy mal el doctor Peñalosa cuando arguye que son iguales.

El otro debate planteado con el señor alcalde es una frase pronunciada por él el día de su posesión: Bogotá va a tener, nos dijo, “el mejor transporte público del mundo en desarrollo”, una manera de aducir que no contaremos con un transporte público de país desarrollado, sino de país subdesarrollado. En ese contexto, la frase significa que padeceremos un sistema mediocre de transporte, de segunda o de tercera categoría. Les pregunto a ustedes: ¿Bogotá debe construir el mejor sistema de transporte del mundo o uno de segunda o tercera categoría? Soy de los que piensan, y es el título de esta Audiencia, que Bogotá debe tener el mejor metro que sea posible instalar.

Hay unos países en desarrollo que están construyendo metros mediocres o haciendo transmilenios en mediocres condiciones, pero hay otros que están haciendo metros de primer nivel, justo lo que aquí debería hacerse. En estas circunstancias, no nos debería sorprender que el metro propuesto por el doctor Peñalosa, a regañadientes, sea un metro mediocre, de segunda o de tercera categoría. Primero, lo propone elevado, y no es que no pueda haberlos, lo que pasa es que por donde él lo propone no cabe un buen metro elevado y, además, sus impactos ambientales van a ser terribles. Si el tiempo nos alcanza vamos a pasar al final un video (http://bit.ly/1oAOJr1) que muestra lo que pasa con los malos metros elevados.

Debió admitir él mismo que por el deterioro urbano que causan, muchos metros elevados han sido demolidos en diferentes ciudades. Está además planteando que el metro sobre la Caracas será con estaciones cada tres kilómetros y no cada kilómetro, y él mismo añade “como suele hacerse”. Metro con estaciones cada tres kilómetros es por definición un metro mediocre, un metro de inferior categoría. Dice también el doctor Peñalosa que en ese metro por la Caracas, elevado y con muy pocas estaciones —estoy leyendo textualmente—, “la persona se baja al primer piso y sigue en transmilenio”. Él concibe el metro como una especie de alimentador de transmilenio, cuando es obvio que la técnica impone que ha de ser exactamente al revés, por las razones que ya he explicado. En resumen, el señor alcalde podría hacer de Bogotá el peor metro del mundo, ni siquiera igual a los de los países en desarrollo, entendidos como mediocres, sino mucho peores.

Decisiones a la topa tolondra

Y uno de los tropezones más graves de nuestra controversia con el alcalde es que él decide sin estudios. Algún amigo suyo reveló un día que él decide por 90 por ciento de inspiración y 10 por ciento de técnica, infidencia demostrada hasta la saciedad por los hechos. Y por supuesto, debería ser al revés.

El doctor Peñalosa tomó la decisión de archivar los estudios más grandes que se han hecho en la historia de los metros: diseños en detalle, miles y miles de metros de planos elaborados por los mejores especialistas nacionales y extranjeros y que costaron más de 130 mil millones de pesos. Y el doctor Peñalosa los archivó sin un solo estudio, con una explicación falaz, porque arguyó que el metro carecía de estudios, y si algo tiene, son estudios. Peor aún. Un periodista le pregunta: “Cuál es el estudio que respalda su propuesta” (la del metro elevado). Y él contesta tan fresco: “No hay ningún estudio que la sustente”. ¡Ya esto sí es la tapa! Insisto, se trata aquí de un debate técnico, porque un metro es asunto complejo y muy costoso, atañe a toda la ciudad en su conjunto, es de alto diseño urbano y arquitectónico y de intrincadas relaciones sociales y económicas. Y resolverlo sin estudios es terrible. Por último, también sin estudios, nos anuncia muy frescamente que transmilenio será el que opere el metro. Felices deben de estar los dueños de transmilenio, otro negociazo para ellos. Metro privatizado quiere decir además pasajes mayores, más costosos e inferior calidad, porque de alguna parte deberán salir esos mayores costos que hay que cargarle al metro.

El sofisma de los menores costos

Cuando uno estudia con detenimiento las posiciones del alcalde, al final su “gran argumento”, entre comillas, es que el transmilenio y el metro elevado son más baratos que el metro subterráneo, el metro por excelencia y el que puede funcionar en circunstancias técnicas impecables. El señor alcalde saca como una especie de as, de bala de plata: son menores los costos.

No voy a negar que el argumento de los costos debe tenerse en cuenta. Aquí ahora el doctor Aurelio Suárez va a hacer una comparación de costos de pasajes entre el metro de Medellín y el transmilenio de Bogotá, para examinar el asunto en forma minuciosa. Tampoco dudo que si se hace caso omiso de otras muchas circunstancias, resulta más costoso un metro que un trasmilenio, aun cuando sean temas que se pueden relativizar de muchas maneras. ¿Cuál es aquí el problema? Que no siempre se puede decidir teniendo como único criterio el costo. Nos lo enseña la sabiduría popular. En muchas circunstancias, nos dice, lo barato sale caro. Y creo yo que es justamente el caso. Por ejemplo, a quién se le ocurriría que la torre de control del aeropuerto Eldorado no fuera de primerísima categoría, porque resulta más costosa una buena que una mala. Otro ejemplo: por fuerza, las estructuras de los edificios en Bogotá han de ser como las de Nueva York y Tokio, con los mismos niveles de sismorresistencia o aún más, si es el caso, así resulten más costosas. La sabiduría de los pobres nos enseña el camino. Los pobres suelen hacer sus casas por autoconstrucción. Empiezan con un lote y van poco a poco y a lo largo de muchos años levantándolas ladrillo por ladrillo. Y todas con una sabiduría y es que los cimientos se hacen para casas de varios pisos. Así el tercer piso nadie sepa cuándo llegue, ellos son conscientes de que están haciendo una casa para el futuro. Otro ejemplo: a nadie se le ocurre tender un acueducto con tubos diseñados para cinco o seis meses, a la barata, sino que se diseñan a 50 y cien años, aun cuando inicialmente toda la cantidad de agua no sea la requerida. Señalo entonces como gravísimo el error del alcalde de Bogotá, doctor Enrique Peñalosa, hoy tambien asumido por el presidente Santos y el ministro Cárdenas, ambos expertos en disparates, que se están montando en la misma teoría de que hay que hacer un metro de tercera categoría por el problema de los costos.

Aquí la solución es, primer criterio, buscar un metro de primerísima categoría, tan bueno como los mejores, y por supuesto, sin lujos ni despilfarros, porque no se trata de hacer un metro en mármol pero sí en condiciones técnicas de primera categoría. Y que el gobierno nacional respalde con sus recursos ese metro hasta donde haya que respaldarlo, incluso por encima del 70 por ciento que autoriza la ley, en el entendido de que ese metro de primera calidad no puede desbaratar las finanzas de Bogotá ni cargar tarifas impagables sobre los ciudadanos y debe funcionar bien. Bogotá tiene el derecho de exigirle al presidente Santos que la capital sea respaldada con toda seriedad. Porque, entre otras cosas, la verdad sea dicha, el aporte de los bogotanos al progreso de Colombia es inmenso. No hay tiempo para dar cifras, pero sin duda que los bogotanos han contribuido con el progreso de Colombia de muchas maneras. Y esta es la hora en que Bogotá reciba del gobierno central el respaldo que debe recibir.

En ese sentido, estamos diseñando un proyecto de ley de metros y transmilenios, a fin de presentarlo con firmantes de distintos orígenes, un proyecto con el acuerdo de distintos sectores y con los criterios aquí señalados.

A esta audiencia invitamos a la gente que más sabe de metros en Colombia, o algunos de los que más saben, para abrir un debate técnico, razonado, con base científica, que examine en detalle todas las variables para darle a Bogotá el mejor sistema de transporte, en dos palabras, un metro de primera categoría. Espero no haberme extendido demasiado, pero quería hacer un esbozo de los elementos que van a tratar cada uno de nuestros especialistas, por supuesto, con toda libertad. Ellos harán ahora los énfasis que consideren pertinentes y los análisis que sean del caso.

Conclusiones de la Audiencia Pública

Empiezo por agradecerles muy especialmente a quienes han participado en este evento, a quienes nos han acompañado de cuerpo presente esta mañana, a quienes nos escuchan en sus casas y que seguramente en próximos días podrán ver la repetición en diferido y, por supuesto, a los especialistas que han aportado con sus luces tanto elemento valioso para defender la idea resumida en el lema “Por el mejor metro para Bogotá”. Y agradecer también a la televisión del Congreso, a todos sus funcionarios, porque sin ellos esta exitosa reunión no habría sido posible.

Varios puntos, a modo de resumen. El primero, hay suficientes análisis técnicos con base científica y de detalle que indican cuál es el metro que debe construirse en Bogotá. Un hecho tan de bulto no nos lo pueden birlar con falacias como las aquí denunciadas y menos con improvisaciones. Los estudios, resultado de muchos años de trabajo serio de especialistas nacionales y extranjeros, llegaron a la conclusión de que el mejor metro posible es el diseñado en los años anteriores a la administración de Enrique Peñalosa, un metro subterráneo y que cuenta con los planos suficientes.

En segundo término, resulta una falacia del señor alcalde argüir que un metro y un transmilenio hacen lo mismo. Lo llamo a respetar la inteligencia de los colombianos. Afortunadamente, el doctor Suárez comparó los dos sistemas para que no quede la menor duda de que no se parecen en nada. Resalto un solo ejemplo, las estaciones de los metros son enormes, larguísimas, con muchas puertas, y entonces se cargan y descargan con una gran facilidad, cosa imposible de resolver en el sistema de buses.

En un juego de palabras, el doctor Peñalosa dice que un transmilenio puede cargar un poco de gente. Es verdad. Pero lo que no puede es traspasar sus propios límites. Y algo fácil de entender. Un automóvil resulta suficiente mientras yo no me pase de cinco pasajeros. Lo mismo un bus, si no me paso de 30 pasajeros. En este caso, un bus hace incluso lo mismo que un metro, porque no necesito todo un metro para solo 30 pasajeros. Tampoco puedo poner dos buses pegados a jugar el papel de un bus, y lo mismo les pasa a los transmilenios con los metros. Parte del respeto en los debates es no pensar que los otros son bobos y que no tienen los conocimientos suficientes.

Y recordemos, por si fuera poco, que a este debate ya le dio un veredicto la práctica misma. Aquí se nos dijo que un transmilenio hacía por la Caracas lo mismo que un metro y el propio doctor Peñalosa ha tenido que aceptar en la práctica su error, porque cuando él aduce que hay que meterle un metro elevado a la Caracas convertido en un alimentador de transmilenio, lo que está reconociendo es que su transmilenio fracasó. Si desde el principio se hubiera construido un metro por ahí, no andaríamos metidos en el problema que él ha debido reconocer.

Inaceptable también la tesis de que Colombia y Bogotá deben instalar unos sistemas de transporte apenas apropiados para un país en desarrollo, entendido país en desarrollo como solución mediocre, como solución de segunda o de tercera o de quinta categoría. Podrán aceptar esta filosofía solo quienes nunca van a montar en un metro. No aceptamos entonces la tesis de poner a los transmilenios a jugar de metro.

Otro asunto también demostrable es que la idea del metro elevado es la idea del metro mediocre, de tercera categoría, el metro que le causa graves daños a la ciudad. Y no son exageraciones de arquitecto, sino realidades. Cada vez que en las ciudades se hacen diseños urbanos o planteamientos urbanísticos o arquitectónicos que no responden bien a todas las variables ambientales, hay una especie de venganza de la ciudad en contra de ellos. Un túnel, un parque, así parezcan estar muy bien diseñados, se terminan volviendo un desastre. Cuando un metro se hace como no es, la metrópoli sufre mil impactos, muy difíciles de corregir. Que no nos pongan a los colombianos a hacer un ridículo global convirtiendo el metro en un simple alimentador de transmilenio. Que no sea Bogotá la única ciudad del mundo donde disparates de este calibre reciben plena carta de ciudadanía.

Y la otra variable clave es que el metro no puede ser privatizado, porque funciona mal. Si es que se quiere hacer, se necesita que el Estado aporte recursos inmensos, “a fondo perdido”, entre comillas. No nos dejemos meter los dedos entre la boca. La educación de las escuelas y de los colegios no es rentable en los términos del neoliberalismo, y nadie protesta, porque es apenas lógico. Las viviendas subsidiadas que se hacen para pobres o clases medias son subsidiadas y nadie protesta por eso. Aquí protestan es para ciertas cosas cuando se les da la gana, dependiendo de las conveniencias. Nosotros no entendemos el Estado como un casino de negocios privados, sino como una entidad al servicio de la ciudadanía.

Se mencionó también, y no es cosa de poca monta, que aquí estamos librando una batalla con los grandes negociantes de los buses. Uno de los problemas más graves que afrontamos es que hay inmiscuidos enormes poderes nacionales e internacionales, muy cercanos algunos a los afectos del doctor Enrique Peñalosa, que va a hacer todo lo que sea para imponernos el sistema de los transmilenios, así no funcione. Les importa un pepino que no funcione. Además, porque parece que la solución que están planteando el presidente Santos y el doctor Peñalosa fuera que los reclamos de los los ciudadanos se resuelvan con Esmad y fuerza pública. Idea con la que yo no puedo estar de acuerdo de ninguna manera.

Le queda al doctor Peñalosa y al gobierno nacional un solo argumento: que la inversión inicial puede ser superior en el caso de un metro que en el de un transmilenio. Pero es una manera absurda de plantear las cosas, porque no puede ser la única variable, como resulta fácil de demostrar. La solución no es estrangular a Bogotá ni disparar las tarifas a unos niveles impagables, sino lograr que el gobierno nacional aporte más. Se puede demostrar que este es un proyecto que redituaría mucho más que casi que cualquier otro proyecto de obra pública.

El problema que tenemos es la posición del alcalde, de toda una terquedad inimaginable. Entonces no nos queda sino una opción, la movilización. Cuando digo movilización digo muchas cosas, esto de hoy, por ejemplo, reunirnos a hablar del tema, lo considero movilización. Movilización civilizada, pacífica, democrática, siempre lo insisto, pero movilización. Porque lo cierto es que hay intereses demasiado poderosos que le quieren imponer a Bogotá que actúe contra lo que la ciudad necesita. Pienso que de esta manera resumo, no todo, pero algunos de los elementos principales. Nuevamente agradecerles a ustedes, a los panelistas, a los bogotanos que nos escuchan. Mil gracias.