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GASOLINA MÁS CARA QUE EN ESTADOS UNIDOS

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Jorge Enrique Robledo

Bogotá, 02 de junio de 2005.

Lo usual es que las cosas sean más costosas en los países desarrollados que en Colombia. De esa manera se expresa que allá las gentes tienen ingresos mayores y que también son más altos sus niveles de vida. No obstante, el galón de gasolina corriente cuesta en Bogotá 2,28 dólares, en tanto que en Estados Unidos ronda por los 1,81 dólares. ¿Cómo explicar diferencias tan notorias, que deberán aumentar según la decisión oficial de eliminar los llamados “subsidios” a los combustibles? ¿Es cierto que, como suele decir el ministro de Minas, los combustibles a precios menores favorecen es a los “ricos” del país?

 

En el acelerado incremento de los precios cuenta el alza internacional del petróleo, pero porque el gobierno decidió cobrar los hidrocarburos que se producen en Colombia a los precios de Estados Unidos, a pesar de que, como se sabe, el país es autosuficiente y cuesta bastante menos producir un barril de petróleo aquí que allá. Pero que en este primer sablazo no está toda la explicación de lo que ocurre lo demuestran las diferencias de lo que pagan colombianos y estadounidenses.

 

Comprender lo que pasa exige saber, además, que el gobierno también decidió cobrar los combustibles como si Ecopetrol los importara del Golfo de México, por lo que los pone al precio de allá, les agrega los fletes y seguros de su supuesto transporte hasta Colombia y luego les impone los gravámenes y el arancel como si los hubiera importado. Y a estos costos descaradamente inventados para esquilmar a los colombianos les agrega los impuestos (IVA, sobretasa y global), los cuales son del 38 por ciento para la gasolina y del 28 por ciento para ACPM.

 

Que los mayores recaudos para Ecopetrol y el gobierno nacional se hayan multiplicado por catorce desde 1998 ilustra el calibre de la exacción y conduce a denunciar otro horror de la política petrolera nacional: que no obstante las enormes sumas de más recaudadas, el uribismo alega que es por falta de recursos que Ecopetrol dejó a la Oxy de socia del petróleo de Caño Limón que le revertía en el ciento por ciento a la nación, a pesar de que producir y transportar hasta el puerto un barril de ese yacimiento apenas cuesta 3,73 dólares, suma que tanto contrasta con lo 36 dólares a que se vende. E igual sucedió –y con el mismo pretexto, pero en beneficio de la ChevronTexaco– con el gas de La Guajira que debía quedarle en su totalidad a los colombianos al finalizar el 2004. ¿Manejarán así sus negocios privados?

 

De otra parte, esta política no puede sustentarse con el cuento oficial de que es a los “ricos” a quienes benefician los combustibles más baratos, pues, afirman también, son ellos los que tienen carro. Porque los vehículos de uso privado consumen el 24 por ciento del total de la gasolina y el ACPM del país y el resto lo gastan buses, camiones, taxis, motos, generación eléctrica, etc., que son consumos que en la casi totalidad paga el pueblo. No hay, por tanto, palabrería populista contra los “ricos” y contra unos “subsidios” que no existen que sea capaz de ocultar la naturaleza regresiva de los impuestos indirectos, como son estos a los combustibles, diseñados para castigar más a los débiles que a los poderosos. Y tampoco les sirve de máscara que parte de la exacción se la gasten en clientelismo que motejan de “gasto social”, dado que el debate de fondo es que el gobierno, porque se le antoja, decidió cobrarles a los colombianos la gasolina más cara que en Estados Unidos, a pesar de que su ingreso per cápita es veinte veces menor y que producirla cuesta bastante menos.

 

Además, ¿cualquiera que tenga carro particular es un rico? Con cuánto populismo neoliberal se clasifica como “ricos” a todas las familias de estratos 5 y 6, a las que en este caso les suman a otras muchas estratificadas en 4 y hasta en 3 que poseen vehículo para su uso personal. Que los carros privados sean dos millones comprueba que definir a sus propietarios como “ricos” constituye una falacia que apunta a ocultar a los pocos magnates que sí lo son, al igual que a esquilmarlos como a quienes andan en bus.