Jorge Enrique Robledo Castillo
Manizales, 26 de julio del 2000.
La sabiduría popular colombiana señala que una cosa dicen los candidatos y otra bien distinta hacen los elegidos. Y aunque no es exactamente así porque los candidatos de los sectores que han manejado al país emplean un discurso demagógico para el pueblo y otro para los linces de las finanzas y las agencias internacionales de crédito que se le oculta cuidadosamente al grueso de la población, sí es cierto que hay veces en que los cambios de posición sobre asuntos específicos saltan a la vista.
Como ya se sabe, en los próximos seis meses el gobierno buscará adoptar los diferentes compromisos adquiridos en el Plan Colombia y con el Fondo Monetario Internacional, entre los cuales están continuar con las privatizaciones, recortar el gasto público, hacer seis mil nuevos despidos en el solo gobierno central, reducir los ingresos de los trabajadores, alargar la edad de jubilación, disminuir el monto de las pensiones, mantener el dos por mil y hacer una nueva reforma tributaria que le subirá los impuestos a los pequeños negocios y a las gentes del común, en tanto se los bajará a los monopolios y a las transnacionales, todo con el propósito de mantener con vida el modelo neoliberal no obstante su evidente fracaso como política para generar producción y empleo en el país. Es tanto lo que se viene contra los colombianos, que Juan Manuel Santos, el nuevo ministro de hacienda de la administración Pastrana, ha anunciado más “sudor y lágrimas”, como si fueran escasos los ríos derramados por esta nación desde que empezó la apertura.
Y estas medidas las va a adoptar Santos a pesar de que contra algunas de ellas se pronunció por escrito. En efecto, en El Tiempo del 7 de enero del 2000, afirmó: “Una de las razones por las cuales el acuerdo con el Fondo Monetario no va a despertar euforia entre los inversionistas es que pactaron la misma receta equivocada… que agravó la crisis de Rusia y el sudeste asiático, y muy concretamente la combinación de una reducción drástica de la inversión pública con un nuevo aumento de los impuestos en medio de una recesión. Lo increíble es que en Colombia esa receta ya se aplicó el año pasado sin el FMI y ya vimos los resultados. Ahora quieren volver a repetirla. Sería la cuarta reforma tributaria en año y medio. Y sería una locura”.
La anterior afirmación del candidato Santos, que obviamente se contradice con lo que va a hacer como ministro, se explica porque es un lugar común del pensamiento económico universal –que se aplica sin excepción en los países desarrollados- señalar que las recesiones se deben enfrentar utilizando el poder del Estado para aumentar la inversión y generar empleo, es decir, para hacer exactamente lo contrario de lo que le impone el Fondo Monetario Internacional a Colombia. Y su voltereta obedece a que los tímidos reclamos de quienes dirigen a Colombia frente a las exigencias del capital financiero internacional nunca han pasado del papel, porque tienen como propósito principal hacer demagogia electoral.
Mientras la economía colombiana siga siendo manejada desde Washington, solo “sudor y lágrimas” podrán ofrecer presidentes y ministros, porque es bien sabido que ella se define no en favor de los intereses nacionales sino en beneficio de los extranjeros y de sus correveidiles criollos. Y mientras la nación colombiana no luche y logre un cambio de quienes gobiernan al país, el “sudor y la lágrimas” crecerán hasta ahogarla.