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Colombia necesita un cambio en los TLC: Mayer

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TOMADO DE EL TIEMPO: https://www.eltiempo.com/economia/sectores/charla-con-jimmy-mayer-sobre-los-tlc-en-colombia-548943



Más de medio siglo lleva involucrado el industrial Jimmy Mayer en el desarrollo empresarial en Colombia. Fundador del Grupo Sanford, critica los tratados de libre comercio e insiste en que el país debe seguir el modelo usado en el sureste asiático para salir adelante. EL TIEMPO lo entrevistó.

Es así. La verdad es que creo que el país no anda bien y esa percepción la tengo desde antes de la pandemia. Mi preocupación está relacionada con el lento progreso que hemos experimentado y a pesar de eso seguimos apegados a un modelo que posee muchas fallas. Dicho de otra manera, nosotros no podemos alegar que estamos bien cuando medimos nuestro ingreso per cápita y miramos la ventaja que nos llevan otras naciones, que hace 60 años mostraban un nivel de desarrollo similar al nuestro. Y ahora, con esta pandemia, vemos a muchas personas pasando hambre, literalmente.

¿A qué se debe su apreciación?

A que no hemos entendido que mientras no apoyemos a la industria y el agro como fuentes de riqueza, gracias a su capacidad de generar empleo y oportunidades, no vamos a salir de esta situación.

No faltará quien diga que usted está abogando en causa propia…

Es verdad que en nuestro grupo tenemos una decena de empresas, pero la verdad es que nos va bien, y nos va bien, relativamente, porque somos exportadores. No dependemos en forma mayoritaria del mercado nacional. De manera que aquí no se trata de buscar ventajas en primera persona, sino de hablar sobre lo que más conviene al país.

¿Cuál es su planteamiento?

El concepto de libre comercio, como principio, es extraordinario y todos los países se matricularon en él sin pensarlo. Colombia no fue la excepción: nos lanzamos al agua alegremente con la teoría de que al firmar tratados con medio mundo nos íbamos a volver una potencia exportadora. Pero no pasó ni va a pasar. El hecho de que existan esos TLC sin una protección adecuada para nuestras industrias ha desestimulado totalmente el hacer proyectos en el país. La ilusión de que exportaríamos más no va a suceder, porque no tenemos mucha oferta y no existe ninguna ventaja en instalarse en Colombia. Mi punto es que esos acuerdos hay que renegociarlos, porque así como están no nos convienen. Peor aún, algo que pocos conocen: Colombia hoy enfrenta demandas –apoyadas en esos tratados– por miles de millones de dólares.

Pero ustedes, como grupo industrial, siguen aquí a pesar de eso…

Porque tenemos un compromiso que va más allá del interés de hacer dinero. Pero si alguien me cuenta que quiere montar una compañía en Colombia, le digo que lo piense dos veces. Va a pagar impuestos altos, por encima de los de muchos vecinos; se va a encontrar con una burocracia impresionante, que pide permisos y exige trámites que a veces no tienen razón de ser; el servicio de energía es caro e incierto; el costo de los créditos es alto; y tenemos líos de seguridad. Debemos ser realistas y encarar el hecho de que en el mundo de hoy casi todos los países, inclusive los europeos, ofrecen ventajas para la creación de empresas. Para no ir muy lejos, un competidor nuestro se instaló en Costa Rica, donde goza de una exención de impuestos por diez años.

Dejar de cobrar impuestos suena inviable aquí…

No soy ingenuo y sé que enfrentamos un grave problema fiscal. Pero ya comienzo a oír que viene otra reforma tributaria. ¿A quién van a gravar más? Si es a los ricos, la mayoría ya se fueron. Siete mil colombianos renunciaron a la ciudadanía en los últimos años y lo hicieron por el nivel de tributación. Si es a las empresas, sería un gran error porque el peso recae principalmente sobre los trabajadores.

Una aberración que padece nuestro código tributario es que fija una tasa muy baja a los dividendos y castiga enormemente a las sociedades. Es un claro desestímulo a la capitalización y el crecimiento de las empresas en Colombia.

Entonces, ¿qué se debe hacer?

Sugiero que entremos en un estado de emergencia, renegociemos los TLC y apliquemos un arancel extraordinario del 15 o 20 por ciento a las importaciones. Con esto recaudamos recursos importantes y les ayudamos a las empresas que deben competir con los productos importados. Acepto que el riesgo de la idea es que eso encarecería numerosos artículos, razón por la cual el Estado tendrá que apoyar a los menos favorecidos. Sin embargo, esa es una estrategia de corto plazo.

¿Y cuál es propuesta en el largo plazo?

Copiar lo que hicieron en Asia. No hay de otra sino exportar. Esto es algo en lo cual nuestro grupo ha sacado un doctorado. Vender al exterior no se hace de la noche a la mañana como el Gobierno a veces cree, cuando piensa que “vamos a devaluar y con eso ya”. Exportar productos manufacturados con alto valor agregado no es lo mismo que exportar bienes primarios. Exportar manufacturas implica salir al exterior, contactar clientes potenciales, convencerlos de nuestra buena calidad y de que entregaremos los pedidos a tiempo. Lo último que entra en discusión es el precio.

¿Son necesarios los estímulos?

Sin duda, pero no necesariamente los de antes. No soy amigo de los subsidios, y el Cert, que fue útil en su momento, era en el fondo un subsidio. Preferiría ver un esquema que le permita a la empresa descontar parte de lo que paga en impuesto de renta, basado en su nivel de exportaciones. De alguna forma constructiva amarraría tal descuento a mayor capitalización y crecimiento de la empresa. Tomará tiempo, pero con un esquema tal podremos mejorar notablemente el nivel de empleo y los ingresos de nuestros trabajadores.

¿Por qué?

Porque no es justo ni moral que basemos nuestra competitividad como país sobre la base de la pobreza de nuestra gente ni de los bajos costos laborales. Tal como dije antes: el peso del impuesto a las sociedades recae principalmente sobre los trabajadores.

Ninguna empresa se monta sin la expectativa de un retorno razonable. En la medida en que el fisco exprime más, queda menos para los trabajadores. Estoy gritando esto de viva voz y espero poder convencer a las centrales obreras. En Colombia, cuando sumamos renta, ICA, predial y otras contribuciones, estamos hablando de cargas cercanas al 50 por ciento. Contrastemos esto con Europa donde el promedio del total es del orden de 24 por ciento.

¿Tenemos alguna ventaja frente a los demás?

Nuestra gente, en Colombia, es excepcional. Pocos países cuentan con personas tan capaces y tan dedicadas al trabajo y a su progreso personal.

¿Por qué en Colombia, con el talento que menciona, estamos tan rezagados? ¿No es responsabilidad también de los empresarios?

Desde mi experiencia, el éxito que tuvimos dependió de la decisión de reinvertir cada peso que nos ganamos, no de repartirnos lo que se pudiera. Hoy es cada día más difícil, debido a las cargas que nos pesan. Ciertamente, la responsabilidad de crear empresa recae sobre los empresarios, pero el Estado tiene la responsabilidad de abonar el terreno.

¿Qué pasa si seguimos haciendo las cosas igual?

Los países no se acaban, pero no me gusta que se arrastren. El argumento de Colombia no puede ser que la mano de obra es barata. Lo importante es que abunden los puestos de trabajo y que estos sean bien remunerados.

Se habla mucho de que a raíz de la lucha entre las potencias, miles de fábricas podrían construirse de este lado del Pacífico…

La confrontación entre Estados Unidos y China es un hecho. Para Colombia es una gran oportunidad, si la sabemos aprovechar. Deberíamos utilizar esa coyuntura para impulsar el asentamiento de empresas aquí con el fin de llegar a ese mercado. A Trump no le falta razón al querer equilibrar las cargas. La tecnología fabril nace en la fábrica, no en los laboratorios, y permitir el cierre de tantas fábricas norteamericanas en aras de una supuesta eficiencia fue un error. Estados Unidos diezmó su clase media en beneficio de China.


¿Y cree que la relocalización de plantas pueda darse y nos beneficie?

Pues si hay firmas que quieren instalarse en Colombia, bienvenidas. Pero con los impuestos que se cobran ahora, no creo que muchos le jalen. Si nos olvidamos de ideologías fracasadas e implementamos esquemas prácticos para alentar la inversión, el progreso de Colombia no tendrá límites.

Cuando se miran las estadísticas, aquí el recaudo tributario está por debajo del promedio de América Latina, para no hablar de los países más ricos…

Porque el Estado es inepto e incapaz de cobrar. Hay un 40 por ciento de evasión, dicen los estudiosos, pero eso no se arregla clavando a los que pagamos y respetamos la ley. Si alguien me dice que la empresa pague el 20 por ciento de impuesto de renta, lo haríamos con gusto y nos dedicaríamos a crecer y montar más empresas. Así, creando empleo digno y bien remunerado.

Sus ideas van a ser rechazadas por más de uno. ¿No le parece?

Es que siguen los mismos con las mismas. El problema de que sea el mismo grupo, es que se aferran a ideologías de escritorio y no quieren ver la realidad. ¿Qué el libre comercio es un éxito? Basta mirar los números. El déficit acumulado que tenemos con México, Estados Unidos o la Unión Europea es enorme y creciente. Y si miramos bienes manufacturados, dan ganas de llorar.

¿Qué otro error hemos tenido?

Creo que el habernos recostado sobre la venta de productos básicos fue un error. Hay numerosos escritos sobre la “maldición” de los bienes primarios.

¿Cuál es su percepción sobre lo que puede pasar en la política colombiana?

Creo que sin duda iremos hacia la izquierda. Y temo que sea una izquierda irresponsable, con esquemas populistas y probadamente fallidos. Con las penurias que está pasando nuestra gente, cualquier cosa puede pasar. Mi única esperanza es que si ese es el caso, llegue al poder alguien sensato. Para que quede claro: no me preocupa la izquierda, mientras sea una izquierda ilustrada.

¿Cómo la representada por quién?

He hecho una buena amistad con el senador Jorge Robledo, de quien me he llevado una gran sorpresa. Mis amigos me decían: “cuidado que es un marxista”. Mi respuesta es que más marxista soy yo. Es un hombre honesto, de gran integridad, muy preocupado por el bienestar del país. Su mantra es que Colombia tiene que crear riqueza, porque si no crea riqueza, no hay nada que repartir. No dudo de que en nuestro país haya personas de talla similar, pero hablo del senador Robledo, porque es a quien conozco.

¿Cómo ve a Colombia en los años que vienen?

Depende de lo que decidamos hacer. Miremos la tasa de crecimiento de nuestra población, que es cercana al 1,2 por ciento anual. Si crecemos nuestro PIB al cinco por ciento anual duplicaríamos nuestro ingreso por habitante en casi 20 años y si lo hacemos al siete por ciento lo lograríamos en 12 años, pero la verdad es que ninguna de esas cifras es factible hoy. Conseguirlo solo se logra defendiendo lo nuestro, que es diferente a proteger a los ineficientes.

RICARDO ÁVILA
Especial para EL TIEMPO