Jorge Enrique Robledo
Bogotá, 4 de febrero de 2011.
La ley de reforma política que está para la sanción de Juan Manuel Santos modificó el censo electoral. Y lo hizo estableciendo que el nuevo censo lo integran los que votaron en “las últimas elecciones” –las del 20 de junio de 2010–, más los que se inscriban luego u obtengan cédulas nuevas. La decisión saca del censo a los miembros del Polo Democrático Alternativo, partido que, con todo derecho, llamó a abstenerse de votar por Santos y Mockus. Si los polistas que sí sufragaron el 30 de mayo pasado quieren votar en las próximas elecciones, tendrán que volverse a inscribir, imposición que atenta contra sus derechos constitucionales y dejará por fuera a centenares de miles que ni siquiera saben –y no hay cómo hacérselo saber– que los sacaron del censo.
Vargas Lleras y el santo-uribismo o el uribo-santismo –los términos son intercambiables– también redujeron el censo para los referendos, incluso todavía más. Lo conformaron solo con los que votaron en el referendo de 2003, comicios en los que tampoco participaron los polistas ni millones de colombianos más. En adelante, será bien fácil para el gobierno ganar un referendo, pues los umbrales bajarán de unos 7.5 millones de votos a la mitad o a menos. Pregunta que nadie del gobierno contestará: ¿qué piensa aprobar Juan Manuel Santos mediante referendos?
Santos también dejó en la dirección del DAS a un acusado de perseguir al Polo. ¡Y el gobierno habla de garantías al único partido de oposición en Colombia! El Polo Democrático Alternativo le solicitó al presidente Santos objetar por inconveniente e inconstitucional la reducción del censo electoral. Pero se quieren hacer los locos.
Reconocer a Palestina. En las últimas semanas, Brasil, Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú y Uruguay reconocieron al Estado palestino, país que es colonia de Israel porque así lo quiere Estados Unidos. La norma fue que lo reconocieron con las fronteras definidas por la ONU en 1967. Antes lo habían reconocido Costa Rica, Cuba, Nicaragua y Venezuela y pronto lo harán México y El Salvador. Ya son 110 países los que reconocen al Estado palestino y que condenan horrores como los cometidos por Israel en Gaza.
Como era de esperarse, el gobierno de Juan Manuel Santos anunció que no reconocerá al Estado palestino, posición que también tiene –qué casualidad– Estados Unidos. Pero en cambio Colombia sí enviará soldados a Afganistán bajo las órdenes norteamericanas y de las demás potencias que colonizan a esos países. Otra prueba de que el que Santos no les grite a los Presidentes vecinos no significa que no gire en la órbita de Washington.
De verdes y anaranjados. En la disputa interna por la candidatura a la Alcaldía de Bogotá, la cúpula de los verdes confirmó que son muchas más las cosas que los unen con Uribe y con Santos que las que los separan, hasta el punto de que Peñalosa podría ser el candidato de todos ellos. Que Peñalosa era muy uribista y que Uribe era muy peñalosista, dijo Luis Eduardo Garzón. Por su parte, Peñalosa recordó que, durante la campaña, Mockus le ofreció a Uribe que desde la Presidencia le cuidaría los “tres huevitos”. Al final, es posible que no se unan en un solo candidato, porque tener el derecho a decidir quién firma los contratos y las nóminas oficiales puede separarlos. Pero sí es muy positivo que se abra paso la verdad sobre las cosas y que dejen de ganarse indulgencias con penitencias ajenas.
El mal viaje de Angelino. Pocos en Washington le creyeron que en Colombia había cambios importantes en derechos humanos, cuento que echó tras el TLC que tanto dañará al país. No convenció porque el informe que Human Right Watch distribuyó durante su estadía prueba que la violencia contra los sindicalistas sigue y porque son muchos los que recuerdan que el hoy vicepresidente ya estuvo en Estados Unidos diciendo lo mismo, pero de la mano de Álvaro Uribe. Santos no habría escogido a Angelino si este no hubiera sido sindicalista. Pero tampoco lo habría nombrado si Garzón no hubiera cambiado de bando, el precio que pagó por el ministerio que le dio Andrés Pastrana. Lo que Santos le premia no es su fidelidad a la causa de los trabajadores, sino su abandono. Pero lo tiene para que diga que es el mismo de antes y embellecer al Presidente. Astutos.
Ojalá el cambio de estilo de esta columna, luego de más de 20 años, sea para mejor.