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Apartes del libro: El Café en Colombia, un análisis independiente

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Señor Doctor

ANTONIO MELO

El Nuevo Día

Ibagué

 

Apreciado Antonio:

 

La gente de La Patria me pidió un texto sobre el libro que voy a publicar en febrero o marzo sobre el tema del café y quisieron que tuviera que ver con las últimas cifras aportadas por la Encuesta Nacional Cafetera 1993-1997, las cuales son, la verdad sea dicha, desastrosas.

 

Y como el Tolima aparece 55.520 productores y es el segundo departamento en área sembrada, con 106.000 hectáreas, se me ocurrió que podría ser de su interés, aunque es un poco más largo que mis colaboraciones habituales. Usted, con toda tranquilidad, decide si lo publica.

 

El libro se llamará El Café en Colombia, un análisis independiente. Lo publicará en febrero o marzo El Ancora Editores y es un texto de unas 200 páginas. En ese libro hay un capítulo, La estructura productiva, que es del que se sacan los apartes que le envío.

 

Al final van un par de cuadros, que pueden usarse o no.

 

El título sugerido para el artículo en La Patria es:

 

 

AUMENTA EL EMPOBRECIMIENTO DE LA CAFICULTURA

 

De acuerdo con la Encuesta Nacional Cafetera 1993-1997, varios de los principales indicadores de la caficultura han empeorando bastante entre 1970 y 1997, a pesar de que antes tampoco eran buenos. Como la extensión total de las zonas cafeteras pasó de 4.464.311 a 3.622.091 hectáreas en ese lapso y el área cultivada con café bajó de 1.070.430 a 869.157 hectáreas, en tanto que los cafeteros aumentaron de 302.000 a 566.230, la extensión promedio de las unidades productivas[1] pasó de 14.8 a 4.16 hectáreas y la de los cafetales de 3.5 a 1.53 hectáreas (Ver Cuadro Nº 1).

 

El problema del minifundio, que ya era grave, creció bastante. 194.808 propietarios, el 34 por ciento del total, poseen menos de una hectárea de tierra, con un promedio de 0.44 hectáreas. El 26.6 por ciento, 151.553, tiene entre una y tres hectáreas, con un promedio de 1.76 hectáreas, lo cual significa que el 60.6 por ciento son minifundios típicos, un porcentaje que supera en 22 por ciento lo que ocurría en 1970. Pero estas cifras pueden ser peores, porque en las zonas cafeteras también pueden considerarse minifundios aquellas propiedades con un área de entre tres y ocho hectáreas en las que los cafetales ocupen menos de cuatro hectáreas, de acuerdo con los análisis de Junguito y Pizano. Y entre tres y cinco hectáreas hay 67.517 caficultores, el 12.6 por ciento, con un promedio de 3.82 hectáreas de tierra, de donde se concluye que el 72.4 por ciento de las unidades de producción son menores de cinco hectáreas. Y llama la atención que este fenómeno de la reducción del área también se dé en las mayores propiedades. Mientras en 1970 las de más de 100 hectáreas constituían el 2.1 por ciento de las explotaciones y el 32.6 por ciento de la superficie total, hoy representan el 0.5 por ciento de las propiedades y el 16.1 por ciento de la superficie, con un área promedio de a 199.4 hectáreas (Ver Cuadro Nº 1).

 

Si se analiza el área de los cafetales[2] la situación es peor, sobre todo si se tiene en cuenta que el ingreso por café suele ser, de lejos, el principal de casi todas las unidades productivas localizadas en las zonas cafeteras, como se deduce de que entre el café (con el 24 por ciento del área), los pastos (con el 33.94 por ciento)[3] y el monte (con el 31.79), ocupen el 89.7 del total de la superficie de las fincas. Aunque parezca un error estadístico, lo cierto es que el 88.8 por ciento de los cafetales colombianos, 536.446, tiene menos de tres hectáreas y que los inferiores a una llegan 343.088, el 60.5 por ciento del total. Entre tres y cinco hectáreas hay 32.776, el 3.87 por ciento, con lo que los menores a cinco hectáreas llegan a 536.446, el 94.7 por ciento. La extensión promedio de los de menos de una hectárea es de 0.42 hectáreas, mientras que la de los localizados entre una y tres alcanza 1.66 hectáreas y la de los de tres a cinco hectáreas llega a 3.87. En este aspecto también se han deteriorado las cifras, porque en 1970 los plantíos de menos de una hectárea representaban el 33.6 por ciento, con una extensión promedio de 0.5 hectáreas. En 1970 los cafetales de menos de una hectárea tenían el 4.7 por ciento del área total; hoy tienen el 16.86 por ciento, al tiempo que los de una a tres hectáreas contribuyen con el 30.69 por ciento y los de entre tres y cinco aportan el 14.6 por ciento, para un gran total del 62.1 por ciento del total de la caficultura por debajo de cinco hectáreas (Ver Cuadro Nº 1). Sin duda alguna, la principal tendencia de la caficultura nacional es hacia el minifundio y la proletarización, con la pobreza y la miseria que esas realidades implican.

 

Y también han disminuído los cafetales de mayor extensión. Hoy apenas existen 57 de más de cien hectáreas, el 0.01 por ciento, con un promedio de 143.6 hectáreas. Y de más de 50 hectáreas hay 382, el 0.06 por ciento, en tanto que en 1970 había 1.178. Estos ocupan el 3.4 por ciento del total del área cultivada y los de hace 27 años ocupaban el 9.4 por ciento, lo cual significa que el área promedio pasó de 85.5 a 77.4 hectáreas (Ver Cuadro Nº 1).

 

La Encuesta sacó a la luz otro hecho que podría calificarse de sorprendente. El 20.67 por ciento de las unidades productivas cafeteras, 117.274, son “parcelas” con café, el nombre que se le dio a la “parte de finca usualmente bajo explotación de otra persona diferente al propietario” (Ver Cuadro Nº 1). Aunque por lo que se conoce del estudio no se sabe de que tipo de arrendamiento se trata, nada tendría de extraño de que se estuviera ante formas precapitalistas de acuerdos entre los propietarios y los “parceleros”, pues no se tienen noticias de alquileres capitalistas en las zonas cafeteras similares a los que se dan en las tierras que abastecen de caña a los ingenios azucareros, donde se pudo resolver el problema relativamente complejo de alquilar por dinero áreas para cultivos permanentes.

 

El otro aspecto en el que tampoco sale bien librada la tan mencionada “civilización cafetera” de acuerdo con las últimas cifras es en la tecnificación de los cultivos. Todavía hay 260.009 hectáreas de cafetales tradicionales de bajísimas productividades, el 29.9 por ciento del total, los cuales producen en unas condiciones bien parecidas a las de principios del siglo. Y que el 71.1 por ciento restante pueda presentarse como “tecnificados” o “modernos” (Ver Cuadro Nº 2) exige explicaciones. La Encuesta Nacional Cafetera muestra que las variables densidad de siembra y exposición al sol no son las mejores, advirtiendo de antemano que son los cafetales a pleno sol los que alcanzan las mayores productividades. De las 609.148 hectáreas de cafetales en variedades caturra y Colombia -en las que suelen estar los “tecnificados”- hay 79.130 hectáreas a la sombra, el 12.9 por ciento, 239.786 a la semisombra, el 39.6 por ciento, y 290.231 al sol, el 47.7 por ciento. Y el número de cafetos por hectárea, tan lastrado por las fuertes pendientes de los terrenos en los que se hallan muchos cafetales y por los escasos recursos de capital de tantos productores, deja más que desear aun. Hay apenas 12.427 hectáreas de café, el 1.43 por ciento, sembradas a la mayor densidad que registra la Encuesta: más de 9.750 cafetos por hectárea. En los mismos rangos de densidad de siembra en los que se encuentra la casi totalidad de los plantíos tradicionales está el 12.7 por ciento del área “tecnificada” y apenas el 16.6 por ciento de ésta tiene más de 5.751 palos por hectárea.

Y la producción cafetera nacional tenderá cada vez más a la baja de no renovarse una extensión significativa de los cafetales, dado su notable envejecimiento. El 37.82 por ciento del área total tiene 10 y más años de sembrada, cifra que se explica porque 88.28 por ciento de los plantíos tradicionales, el 24.44 por ciento de los sembrados con variedad caturra y el 3.15 por ciento de los de variedad Colombia se hallan en esta circunstancia.

Desafortunadamente, la Encuesta Cafetera no publicó cifras sobre la producción y la productividad de la caficultura nacional. No obstante, se sabe que la productividad por hectárea del año cafetero 1996-1997 es la muy baja de 6.4 cargas por hectárea, si se tiene en cuenta que fueron 10.8 millones de sacos recolectados y 893.445 hectáreas de cafetales, teniendo en cuenta los plantíos de los departamentos donde no hay comités departamentales de cafeteros[4].

Una caficultura tan débil en su estructura de tenencia de la tierra, en los recursos de capital de sus productores y en la calidad de sus cafetales tiene que tener una mala infraestructura para la parte del procesamiento del café que se hace en cada unidad productiva. Solo 11.787, el 2.08 por ciento, poseen silos o guardiolas para secar el grano mediante procedimientos mecánicos. Y ni siquiera las otras instalaciones elementales las tienen todos los productores: el 58.6 por ciento no tiene patio de secado y el 58.1 por ciento no posee tanque de fermentación.

Hay otros dos factores productivos que cojean en las zonas cafeteras. El nivel educativo promedio de los productores es lamentable. Entre los 524.184 que residen en el campo, el 19.26 por ciento manifestó no saber leer ni escribir, en tanto que apenas el 2.18 por ciento tiene estudios universitarios. Con algún año de estudios secundarios aparece el 6.6 por ciento y con algo de primaria el 67.7 por ciento, grupo en el que podría haber un número significativo de analfabetos funcionales. Hasta la edad de los caficultores se viene convirtiendo en un problema grave en el sector. También teniendo en cuenta los productores residentes en las fincas, seguramente la casi totalidad campesinos, el 51 por ciento son mayores de 46 años y el 21.5 por ciento tiene más de 61 años (!). Que entre 18 y 30 años apenas esté el 15.6 por ciento puede explicarse porque a los jóvenes les cuesta más trabajo adaptarse a la miseria del minifundio y a la falta de oportunidades de la vida rural colombiana.

Y el fracaso de la modernización de la economía cafetera también se refleja de otras maneras. El 31.24 por ciento de las viviendas en las unidades productivas carece de energía eléctrica, el 94.11 por ciento, de alcantarillado, el 63.83 por ciento, de acueducto y el 97.66 por ciento, de teléfono. A su vez, el hacinamiento crítico llega al 14.85 por ciento, las necesidades básicas insatisfechas, al 59.27 por ciento, la pobreza, al 31.28 por ciento y la miseria, al 28 por ciento.

Luego de observar las cifras, varias conclusiones saltan a la vista. De un lado están millares de pequeños y medianos productores, muchísimos de ellos campesinos pobres y medios, y por lo menos un tercio de indudables semiproletarios, los cuales deben emplearse una parte del año como obreros agrícolas ante el hecho de que no alcanzan a sobrevivir del producto de sus pegujales. Y en el otro extremo hay 9.645 propietarios con cafetales mayores de diez hectáreas, los llamados “ricos” del café, sobre quienes hay que hacer por lo menos dos precisiones. Aun cuando, por supuesto, viven mejor que los demás y seguramente acumulan algún capital en los tiempos de precios del café relativamente buenos, de ninguna manera resultan comparables con los productores monopolistas de otros sectores, porque no lo son, y porque su poder económico es substancialmente inferior, hasta el punto de que un número considerable de ellos podría perder sus cafetales y hasta sus tierras de permanecer y profundizarse la crisis que se padece, para no mencionar a los que ya fueron expulsados del agro. En muchos de estos casos en su favor actúa la circunstancia de que poseen ingresos de otras fuentes, por ser relativamente común en las zonas cafeteras que quienes tienen éxito en sus negocios principales acumulen parte de sus excedentes en tierras cafeteras. Pero cuando esta diversificación de ingresos no se da, su posibilidad de sobrevivencia como cafeteros queda tremendamente amenazada. La otra observación apunta a analizar la naturaleza progresista o no de sus actividades empresariales. Sin duda alguna, estos compatriotas han contribuido de manera notable a la construcción de nuestra sociedad, han sufrido, como casi toda la nación, por las condiciones económicas que desde siempre han conspirado contra la auténtica prosperidad de Colombia, han padecido por su falta de acceso a los hilos del poder que controla la gran oligarquía burocrática e intermediaria y representan el sector más moderno de la caficultura nacional, donde se han aclimatado los principales progresos tecnológicos del cultivo y el beneficio. Que vivan mejor que los pobres de la tierra y que se lucren de la plusvalía del trabajo asalariado no puede conducir al error de colocarlos en el mismo saco con el sector parasitario que funciona en asocio con el gran capital financiero foráneo, lastrando el progreso del país.

Para precisar la verdadera riqueza de la burguesía cafetera más acomodada, no sobra otro comentario. Como se sabe, y como lo confirma Guillermo Trujillo Estrada, presidente de la Corporación Financiera de Caldas, las principales fortunas que se constituyeron en Manizales en los principios del siglo XX no las amasaron sus propietarios cultivando café: “El capital se acumulaba pero gracias al comercio, a la banca, al transporte y a la ganadería, más no por los cultivadores de café”[5]

Lo mismo ocurrió, según Trujillo, en los mediados del siglo XX, cuando apareció la pequeña base industrial que posee la capital de Caldas, pues ella se creo con la participación de la riqueza acumulada por comerciantes o en la Corporación Financiera de Caldas[6]. Y seguramente la misma conclusión se sacará si se analiza el caso de Medellín y del resto del país.

Pero que producir café no haya permitido crear grandes fortunas ni siquiera entre sus mayores productores no permite sacar conclusiones equivocadas y eliminar o disminuir el papel de la caficultura en el proceso de acumulación de riqueza nacional. Los intermediarios de todo tipo de principios del siglo en buena medida se enriquecieron esquilmando a los cafeteros. En torno a las contribuciones de los cultivadores se acumuló el capital representado por el gran aparato que administra la Federación de Cafeteros y lo mismo puede decirse de lo invertido por ésta en obras de infraestructura y de todo tipo en las zonas cafeteras, sin olvidar las grandes tajadas de riqueza cafetera tomadas directamente por los gobiernos. La propia Corporación Financiera de Caldas ilustra el asunto: el 75 por ciento de los recursos con que se constituyó salieron del trabajo de los caficultores.

 

CUADRO Nº 1

NUMERO DE UPAS, CAFETALES Y PARCELAS SEGÚN AREAS

TOTAL NACIONAL

 

Area Has.             Nº de UPAS                          Nº de Cafetales                   Nº Parcelas con café

Menos de 1          194.808                 343.088                                78.498

1 a 3                       151.553                 160.592                                26.419

3 a 5                       67.517                                  32.766                                                   5.608

5 a 10                    71.303                                   20.139                                                   4.084

10 a 20                  28.560                                    4.917                                                    1.161

20 a 30                  15.164                                   1.959                                                       522

20 a 30                  15.064                                    1.580                                                       466

30 a 40                    7.768                                       553                                                      222

40 a 50                     4.329                                      254                                                      102

50 a 100   7.234                                         325                                                     148

100 y más               2.930                                           57                                                       44

Total                      566.230                 566.230                                117.274

 

Fuente: Encuesta Nacional Cafetera 1993-1997, Fases I, II, III, IV y V

Federación Nacional de Cafeteros

Gerencia Técnica – Oficina de Estudios y Proyectos Básicos Cafeteros

 

 

CUADRO Nº 2

DISTRIBUCION DEL AREA DE CAFÉ SEGÚN VARIEDAD Y TAMAÑO DEL CAFETAL

TOTAL NACIONAL

 

Area Has.             Has. Típica           Has. Caturra / Colombia                   Has. Total                            %

Menos de 1          44,611.7 101,923.0                                            146,534.7                             16.86

1 a 3                       83,916.2 182,861.7                                            266,777.9                             30.69

3 a 5                       42,707.2   84,201.2                                            126,908.4                             14.60

5 a 10                    45,828.4 91,714.7                               137,543.1                             15.82

10 a 15                  17,656.5 41,936.1                               59,592.6                  6.86

15 a 20                    8,034.0 25,806.6                               33,840.6                  3.89

20 a 30                    7,769.6 30,399.2                               38,168.8                  4.39

30 a 40                    2,879.6 16,061.5                               18,941.1                  2.18

40 a 50                    1,374.2   9,891.6                               11,265.8                  1.30

50 a 100   2,890.5 18,506.8                               21,397.3                  2.46

100 y más               2,341.1   5,846.5                                 8,187.6                  0.94

Total                      260,009.0             609,148.0                                             869,157.9                             100.0

Fuente: Encuesta Nacional Cafetera 1993-1997, Fases I, II, III, IV y V

Federación Nacional de Cafeteros

Gerencia Técnica – Oficina de Estudios y Proyectos Básicos Cafeteros.

[1] La Encuesta Nacional Cafetera 1993-1997 introduce como conceptos diferentes las Unidades de Producción Agropecuaria (UPAS), las fincas y las parcelas, lo cual se presta para confusiones. Pero en general pueden aceptarse las UPAS como productores o caficultores, tal y como lo hace la Federación de Cafeteros

[2] En este texto se asumió que a cada caficultor le corresponde un cafetal, aun cuando ello no necesariamente es así porque un productor puede poseer más de una propiedad y porque una UPA puede tener varias fincas y parcelas. Sin embargo, para el efecto de esta parte del análisis, esos detalles no afectan significativamente las cifras.

[3] En el caso de las zonas cafeteras hay que tener el cuidado de no asociar automáticamente pastos con ganadería, porque ello no corresponde con la realidad en la casi totalidad de esas propiedades.

[4] La Gerencia Técnica de la Federación Nacional de Cafeteros le otorga a “otros departamentos”, según el Censo Cafetero de 1980, 24.287.9 hectáreas de cafetales.

[5]  Trujillo Estrada, Guillermo, palabras en el ”Primer foro despertar empresarial”, Manizales, 7 de abril de 1997, Multicopiado.

[6]  Ibid.