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En Colombia la mala educación es política de Estado

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Pura demagogia la tal revolución educativa del presidente Santos. Hay consenso sobre el mal funcionamiento del sistema educativo. La educación pública, gratuita, universal y de buena calidad, la mayor revolución en la historia de la humanidad. El eje del debate: ¿está el gobierno de Colombia persiguiendo hacer realidad este paradigma o, por el contrario, marchando en contravía? Las peores universidades del mundo son las privadas con ánimo de lucro. Como norma, las mejores universidades del mundo son públicas. Hoy en Colombia, la mitad de los estudiantes universitarios son de privadas, 761 mil jóvenes. Lo reconoce la propia ministra: Colombia es el país de la región latinoamericana que menos invierte en educación. Los docentes, maltratados de mil maneras. En contraste, véase el ejemplo de Finlandia. El Polo exige que se cumplan la Constitución y la ley y se prohíba el lucro en las universidades. Se recortó en 47 mil millones de pesos el presupuesto de inversión del Ministerio de Educación. 14 billones de déficit de las universidades públicas, y a esto no se refiere para nada el gobierno. Para un pacto de convergencia nacional, acojamos las ideas de Fecode y de la MANE.

Antes de entrar en materia, hacerle un merecido homenaje a Carlos Gaviria, que en estos días ha recibido tantas expresiones de cariño. Carlos Gaviria, recordémoslo, fue profesor de tiempo completo de la Universidad de Antioquia por más de 30 años, su primera profesión, y profesor de altísimo nivel. Fue además, y se conoce menos, un luchador en defensa de la universidad pública. Alcanzó a ser presidente del sindicato de profesores de la Universidad de Antioquia, porque a Carlos Gaviria no le molestaba movilizarse ni ponerle el pecho a la brisa para sostener sus ideas. Tanto luchó que alguna vez un rector policía lo echó de la Universidad. Si pudo continuar, fue porque la lucha del movimiento estudiantil logró reintegrarlo. Que sea este otro pequeño homenaje a la personalidad de Carlos Gaviria.

Otros dos puntos. Cayó muy mal, señora ministra, la decisión del gobierno nacional de no respetar lo decidido por estudiantes y profesores de la Universidad Nacional en relación con el nuevo rector. La consulta la ganó de lejos el profesor Mario Hernández y el gobierno se pasó por la faja la decisión mayoritaria, haciendo una vez más de estos certámenes una burla, cosa que hay que lamentar. Me permito señalarle también, señora ministra, que van 28 meses desde cuando 42.000 docentes de Colombia se presentaron a un concurso organizado por la Comisión Nacional del Servicio Civil. Y esta es la hora, senadores y colombianos, en que no salen aún las decisiones del concurso. Y esos respetables compatriotas, graduados todos en universidades, siguen en el limbo y, para peor, el hecho se ha convertido en un pretexto para no contratarlos en otro tipo de instituciones.

El país requiere una educación avanzada

Este es un tema muy cercano a mis afectos, porque antes de llegar al Congreso lo que hice en mi vida fue enseñar en instituciones educativas. Soy arquitecto de la Universidad de los Andes, o sea que me tocó conocer la cara de la universidad privada. Y después fui 26 años profesor de tiempo completo en la Universidad Nacional de Colombia, en la sede de Manizales. Así que me tocó también conocer de cerca la educación pública.

La importancia de la educación no puede ofrecer la menor duda. No hay ni la más remota posibilidad de que un país como Colombia pueda solucionar sus problemas centenarios, que son gravísimos, si no resolvemos el problema de adentrar al país en el mundo del conocimiento complejo, de la educación avanzada, de la ciencia y de la tecnología, del trabajo de la inteligencia. Sin resolverlo, no podrá nunca Colombia salir del atraso secular. Con una advertencia. Yo diría que el mal funcionamiento del sistema educativo es uno de los pocos consensos que ha habido en Colombia en los últimos años. En general, es evidente el nivel mediocre de la educación en todos los niveles. Y digo que en los últimos años, porque en la izquierda democrática llevamos denunciándolo hace por lo menos medio siglo, protestando Fecode, las organizaciones de profesores universitarios, los partidos de la izquierda. Y por fin la élite gobernante ha aceptado en los últimos meses que aquí lo que hay es un desastre. Lamentamos sí que solo aceptara nuestras advertencias cuando algún gringo, algún míster de alguna institución importante del mundo, señaló que lo que había era un mar de mediocridad.

La parte grave del asunto cuál es. Que aun cuando ya por fin reconocieron las élites que el sistema funciona mal, el presidente Juan Manuel Santos, lejos de buscar la solución y atacar de verdad las causas del problema, se ha dedicado a presentar pajaritos de oro y a hacer ruido en los medios, pero sin modificar ni una sola de las causas que hacen que Colombia tenga uno de los peores sistemas educativos de América Latina y del mundo. Vamos a ver a lo largo de mi intervención cómo todo se ha vuelto demagogia. ¿Hay una revolución educativa? No, la revolución es la revolución de la demagogia, impulsada por el presidente Juan Manuel Santos.

Advierto también que no voy a tratar todos los aspectos. El tema es muy complejo. Por ejemplo, no voy hablar de pedagogía, ni de la educación no formal, tipo SENA, que es importantísima, aunque sí aprovecho para denunciar, como quedó demostrado, que la reforma tributaria le dañó sus finanzas. Tampoco me voy a referir a que Colombia es uno de los países que menos invierten en ciencia y tecnología, para no mencionar un 13 por ciento de analfabetismo que también nos avergüenza ante el mundo civilizado. Voy a centrar entonces mi intervención en el punto de las finanzas, condición necesaria para que el sistema educativo funcione bien.

Antes de avanzar, permítanme insistir en la mala calidad de la educación leyendo un par de frases de Rodolfo Llinás, uno de los científicos más importantes que ha producido Colombia y quien, a mi juicio, hace una radiografía perfecta de lo que está pasando. Dice Rodolfo Llinás: “El nivel de educación en Colombia es más bajo de lo que debiera ser”. Pero miren lo que agrega sobre la gravedad del problema. Dice Llinás, señora ministra: “Oigo con frecuencia que estamos mejorando paulatinamente, y eso no es verdad, nos estamos quedando atrás comparativamente”. No solo estamos lejísimos de la vanguardia de la ciencia y el conocimiento, sino que la ventaja que nos están sacando los países avanzados es cada vez mayor. El país se está hundiendo cada vez más en el atraso, en el subdesarrollo, en la pobreza y en la miseria, porque todo va junto.

Cuál es la importancia del conocimiento. La especie de los seres humanos no toma de la naturaleza como ella nos lo da, sino que lo toma transformándolo con herramientas, con tecnologías y, en últimas, con conocimiento. Es en lo que quiero enfatizar. Los seres humanos hemos creado un mundo maravilloso en el que estamos hoy a punto de comprender mejor el funcionamiento de la naturaleza, de ser capaces de transformarla cada vez más, transformando con ello nuestra propia existencia. Son los avances en las llamadas ciencias naturales, de la física, de la matemática, de la química, de la biología, y que tienen que ver también con estas creaciones digamos puramente humanas, para llamarlas así, como lo es el mundo de las ciencias sociales, la filosofía, la literatura, las artes, la historia. Sin logros de este tipo no hay absolutamente nada que hacer. Cada paso adelante de la humanidad es en últimas un avance del conocimiento. Y cada avance de la ciencia y de la tecnología lo que tiene detrás es una avance del conocimiento. Alguien decía que la tecnología es la base de todo progreso, como expresión material del conocimiento, sin quitarle importancia por supuesto a todo lo relacionado con el mundo de las ciencias sociales. Luego, en resumen, la clave es el desarrollo del conocimiento. No hay progreso social que no esté antecedido por un progreso del conocimiento, ni progreso que no genere nuevos saltos en el conocimiento, por esencia acumulativo. Es la base de todo este debate. ¿Está Colombia inmersa en estas ideas? ¿Las reconoce o, por el contrario, las rechaza en la práctica sin ser capaz de controvertirlas?

La mayor revolución en la historia de la humanidad

Miren ustedes la paradoja. Durante milenios, en la historia de la humanidad, el conocimiento avanzó con extrema lentitud, porque se transmitía en el seno de la familia, de padres a hijos, o de los artesanos a los aprendices, y había muy escasas instituciones de creación y transmisión de conocimientos, como pudieron ser las comunidades religiosas egipcias o los conventos medievales en Europa.

Durante milenios, el conocimiento se movió con extrema lentitud, porque se hallaba preso en la esfera de lo privado. Era lo que lo privado pudiera hacer. En algún momento, la situación empieza a dar un salto, un salto que a mi juicio es la mayor revolución en la historia de la humanidad. ¿En qué consiste? En que los sectores más avanzados de la sociedad entendieron que no era posible avanzar sin darle una cabal importancia al conocimiento. Y apareció entonces también la idea de la importancia de la enseñanza, de no dejar el aprendizaje como algo medio casual y espontáneo en el seno de las familias o de los artesanos, sino convertirlo en un asunto clave. Empezaron entonces a brotar por todas partes instituciones educativas de distinto tipo.

Y en ese proceso hay un momento en que surge una idea que es la que vuelve realmente revolucionario todo este fenómeno: la idea de que el conocimiento, la enseñanza, la comprensión de los fenómenos, debe tratarse como algo universal. Hasta aquella época, por ahí hasta los tiempos de la Revolución Industrial, lo que primaba en el mundo era la ignorancia. En el Medioevo europeo ni siquiera los reyes sabían leer ni escribir. Era un asunto de unos cuantos iniciados. Pero en algún momento la humanidad entiende que hay que aumentarle el conocimiento a toda la sociedad y entonces se consolida la idea de la educación universal, para todos y en los diferentes niveles y tipos, también como un proceso, por supuesto, tamizado además por el deseo y la capacidad de los estudiantes de formarse en uno u otro tipo de educación. Con esta idea aparece otra, que va asociada a ella y de la que probablemente no se habló en su momento, pero en la que hoy toca hacer hincapié, y es que la transmisión y creación del conocimiento debe ser de buena calidad. Porque si no, resulta una estafa.

Hay que destacarlo, porque en el mundo del libre comercio y del neoliberalismo el fraude se ha convertido en la norma, hasta en los productos que se compran en el mercado. Cuando se habla entonces de educación universal, se habla de educación de buena calidad. Y les hago una pregunta a ustedes, senadores y colombianos: ¿puede haber en un país educación universal si no es gratuita? Por supuesto que no. Porque la educación es un bien costoso por definición y estas son sociedades, todas las del mundo y la de Colombia, en particular, llenas de pobres, de personas en la miseria, de clases medias bajas sin capacidad para comprar ningún tipo de educación o tan solo una educación mediocre. Termina aquí apareciendo una de las ideas más democráticas de la historia del género humano, la idea de que la educación debe ser universal, gratuita y de buena calidad. Y para que pueda ser gratuita tiene que ser pública, pagada por el Estado. Porque quién más va a poder hacerlo. 

Este es el centro del debate, señora ministra. ¿Está el gobierno de Colombia, el actual y los anteriores, persiguiendo hacer realidad este paradigma, o, por el contrario, actuando en contravía y asegurando que el país se quede preso del subdesarrollo?

Como esta es una realidad concreta e irrefutable, la humanidad da otro paso responsabilizando al Estado de la educación. Lo comprueban ustedes en todos los países. Sea que cumplan o que no cumplan, tienen que reconocer que este es un problema de Estado, porque el Estado es además la principal palanca económica de cualquier sociedad. No hay nadie más poderoso económicamente que el Estado. Y si la educación es así de importante, pues hay que encargarle al Estado la misión de asumirla como responsabilidad suya. 

No es este un debate entre las ideas socialistas y las ideas capitalistas. La educación universal, gratuita y de alta calidad hace parte en sus orígenes del pensamiento burgués. Cualquier burgués medianamente civilizado que quiera a su país, que quiera de verdad el progreso de la humanidad, que quiera la mejoría de sus propios negocios, debe defender este tipo de educación, porque sin él no es posible que los países salgan del subdesarrollo. Y es por esta misma razón por lo que se plantea que la educación debe ser un derecho. No hay otra manera de mandar el mensaje sobre la importancia que todos le conceden.

Alguien me dirá que no es factible. Les cuento, senadores y colombianos, que la educación reputada como la mejor del mundo es la de Finlandia. Y les doy un solo dato: la educación en Finlandia es universal, es decir, para todos, pobres, clases medias o ricos, y es gratuita y pública. Es parte del criterio democrático de las cosas. Pero hay además en Finlandia un adelanto, contrario a todo lo que sucede en Colombia. Si hay alguien respetado en Finlandia es el profesor. Solo los mejores estudiantes pueden ser profesores. La sociedad misma se encarga de formar a los profesores en los más altos niveles, les paga sueldos decentes y adecuados y les garantiza unas condiciones laborales dignas, sin las cuales no es posible obtener una buena educación, porque no importa lo que se diga, la base de cualquier sistema educativo es la calidad y el nivel de sus profesores. Sin eso no hay nada. Todas esas basuritas que echan algunos de que con el internet se va a arreglar todo no pasan de ser basuritas. La clave de cualquier sistema educativo son sus profesores y el trato que reciben. En Finlandia es un honor, un orgullo ser profesor y la sociedad los cuida, los protege, porque los profesores son los encargados de los niños finlandeses y hacen esfuerzos porque las cosas salgan de la mejor manera.

Contradicción entre lo público y lo privado

¿Cuál es el problema de la educación privada, dónde está la contradicción entre la pública y la privada? No es que la educación privada per se no pueda ser de buena calidad. Claro que puede serlo. Varias de las mejores universidades del mundo son privadas, como es bien conocido, ¿pero cuál es el problema que tienen en Estados Unidos, por ejemplo? Matrículas del orden de cien mil dólares al año y más. Entonces sí, son muy buenas, pero cuántos pueden entrar, cuántos pueden pagarlas. Entonces cuando uno mira el fenómeno con este sentido no tarda en descubrir que, exceptuada la educación privada de altísimo nivel y más costosa, el resto empieza a ser cada vez más mediocre hasta llegar a los peores niveles, y todo acorde con la pobreza de los ciudadanos. El lío con la educación privada es que hay gente tan pobre que no puede pagar siquiera la peor educación privada. Y el grueso solo puede pagar una educación de mala calidad, una educación mediocre.

La siguiente cifra ilustra lo que les quiero decir sobre los costos y las calidades y lo que pasa en las privadas y en las públicas. La matrícula más cara de Colombia, en la carrera de ingeniería civil, cuesta hoy al año 26,3 millones de pesos el año. La universidad privada más barata que encontramos, también en ingeniería civil, vale unos 4,6 millones de pesos, unas 6 veces menos, una financiación cercana al 17 por ciento de la más cara. En Colombia hay ingenieros que se forman a 26 millones de pesos e ingenieros que se forman a 4 millones de pesos. Y les hago una pregunta a la señora ministra y a los colombianos: ¿eso no marca diferencias? ¿No tiene nada que ver con la calidad? ¿Será lo mismo un almuerzo de 50 mil pesos que un corrientazo? ¿Y será que después a la sociedad no le importan esas diferencias de costos ni esos desniveles en la calidad, y los muchachos que se gradúan en universidades llamadas de garaje son recibidos por el mercado con los brazos abiertos y con todas las garantías? ¿Será que las tasas de desempleo de la universidad más cara de Colombia son iguales a las de las universidades de garaje? ¿Y a la sociedad tampoco le pasa nada? Claro, la educación desarrolla, pero si es de buena calidad. Porque si a los ingenieros se les caen los puentes, la educación no genera desarrollo, sino subdesarrollo. Son los debates que hay que hacer, ministra y colombianos, porque no nos pueden seguir evadiendo un debate a fondo sobre asuntos tan cruciales y de una importancia tan vital.

Y para agravar las cosas, los rectores están presos en esta contradicción de la educación privada, porque si suben la matrícula, no les entran los muchachos y si la bajan, no pueden pagar la educación que quisieran. Y todo se agrava, señora ministra, con el ánimo de lucro. Ojalá busquen en internet las conferencias de Francisco Piedrahíta, rector de Icesi, universidad privada de Cali, muy prestigiosa, en las que detalla cómo las peores universidades del mundo son las privadas con ánimo de lucro. Y la explicación es obvia. Él demuestra cómo la principal universidad privada con ánimo de lucro en Estados Unidos gasta más en propaganda que en profesores, la propaganda, obvio, para engañar a los estudiantes, para estafarlos, para mentirles sobre lo que en verdad ofrece el currículo. Y Piedrahíta agrega que cuando la universidad privada no funciona con ánimo de lucro, cada peso que pagan los muchachos se vuelve educación. Pero en la universidad con ánimo de lucro lo que necesita el rector es que se pague harto y se gaste poco, una proporción demostrada hasta la saciedad. Y por eso en Colombia, senadores, la ley prohíbe la universidad privada con ánimo de lucro. Pero le pregunto a la ministra: ¿me puede certificar el gobierno que en Colombia no hay universidad privada con ánimo de lucro? Porque aquí tengo una cita de un exrector de la Universidad de los Andes, el doctor Angulo. Afirma él que las universidades privadas en Colombia se las ingenian para que haya ánimo de lucro y haya ganancia, y no como algo excepcional, sino como una regla. Son los temas en debate, ministra, que deberían convertirse en un debate nacional, con toda la seriedad.

Si ustedes miran el promedio del planeta, como norma, las mejores universidades del mundo son públicas. Uno mira el caso norteamericano y tienen ocho, las Ivy League, todas de primer nivel. Al otro extremo están la Universidad de Phoenix y las demás con ánimo de lucro, pura basura como universidades. Y en el centro del poderoso aparato del conocimiento norteamericano están las universidades públicas de todos los estados, que son muchísimas y de buena calidad. Y lo mismo en Europa. No es solo es Finlandia la que actúa con esta lógica. Allí también las mejores universidades, como norma, no como excepción, son públicas, por la obvia razón de que nadie mejor que los Estados tienen recursos suficientes con qué pagar los altísimos costos de cualquier sistema educativo.

Los docentes, maltratados de mil maneras

¿Cuáles son las causas de la mala educación en Colombia, un hecho ya aceptado por todo el mundo? Sostengo la tesis de que en Colombia la mala educación, señora ministra, no es una equivocación; es una política de Estado. No es que están confundidos, no. Ha sido un propósito de todos los gobiernos, como lo voy a demostrar a continuación.

Veamos algunos ejemplos de decisiones que han matado la calidad de la educación. El gobierno de Carlos Lleras, tan reputado como sabio, ante la crisis de edificios y espacios, se inventó la doble jornada. Entonces, en el mismo edificio, unos muchachos estudian por la mañana y otros por la tarde. Le pareció una genialidad. Pero ¿saben qué quiere decir eso? Se mencionó ya aquí. Quiere decir que los muchachos de la doble jornada están en las aulas 30 por ciento menos a lo largo de todo el año que los de la jornada única, de por la mañana y por la tarde. 30 por ciento menos de clases como política de Estado. Y algunos de ustedes me dirán: fue que ni el doctor Carlos Lleras ni nadie se dieron cuenta. Yo les replico haciendo una pregunta: si nadie se dio cuenta, por qué a lo largo de todos estos años las élites colombianas han puesto a sus hijos preciso en aquellos colegios con jornada única, es decir, con 30 por ciento más de clases que los hijos de los pobres y de algunas clases medias. Por qué tomaron esa decisión, ¿fue inconsciente? No. Fue consciente. La prueba es que todos los gobiernos, incluso el actual, han mantenido la doble jornada como una política educativa del Estado colombiano. Y no me digan ustedes que es porque no hay plata. Lo que no ha habido es voluntad política.

Ya mencioné la importancia de los docentes. Miremos entonces cómo ha tratado la sociedad colombiana a los docentes. Se ha puesto en marcha una campaña sistemática de décadas para vilipendiar y maltratar a los docentes. Todavía es común la idea de que la educación es mala por culpa de los profesores, maltratados de mil maneras, perseguidos, mal valorados, irrespetados. Les pregunto a ustedes, senadores de la República, quién de ustedes quisiera tener un hijo que fuera profesor en primaria o secundaria. ¿Alguien en Colombia piensa como los finlandeses, para quienes resulta motivo de orgullo que un hijo sea profesor? Por supuesto que no, porque en este país se ha maltratado sistemáticamente al profesorado. Sobrecargados en horas de clase, con demasiados estudiantes en el aula —ahí están las estadísticas para demostrarlo— y pésimamente pagos.

No sólo pésimamente pagos, señora ministra. Hay un diseño cuidadosamente calculado para bajar los salarios en todo el sistema educativo de primaria y secundaria, básica y media. Lo explico con algún detalle para que ustedes vean lo torcido de lo que está pasando. Hoy en Colombia los docentes más viejos están en el Estatuto Docente, con ciertas garantías. Su salario de enganche es por ahí de un millón 400 mil pesos, bastante malo para una persona con título universitario. Pues bien, cada vez son menos los profesores en el Estatuto Docente, porque se inventaron una artimañana, el 1278, un decreto que saca a los maestros públicos del Estatuto Docente y con un salario de enganche incluso peor del que ya mencioné. Y mientras los primeros todavía pueden ascender en el escalafón, aunque con dificultades, para los segundos es imposible, todo para mantenerlos presos de unos pagos absolutamente inaceptables. Y no contentos los gobiernos, crearon un tercer nivel de profesores, los llamados tercerizados, los de los proyectos en concesión, colegios privados hoy tan en boga, los de los convenios, profesores que ganan muchísimo menos que los anteriores. Esta es en suma la política educativa del Estado colombiano. Profesores sin estabilidad laboral, a quienes no se les pagan los doce meses del año y obligados a costearse con sus escasos sueldos la seguridad social. Ir degradando los derechos laborales de los docentes de la básica y de la media es la política hoy vigente en Colombia.

Miremos más hechos. Todo el mundo sabe de la importancia de la educación preescolar. No hay persona cuyos recursos lo permitan que no tenga a sus hijos menores en un preescolar. Y resulta que en Colombia el preescolar público es prácticamente inexistente. Es tan escaso que no alcanza a marcar en los porcentajes. Estoy hablando del preescolar de verdad, no del trabajo de esas sufridas madres comunitarias que laboran con la mejor buena voluntad. No existe preescolar público en Colombia.

Otro dato. Todas las universidades públicas se han organizado para que sus posgrados tengan precio de universidad privada. Los pobres que logran graduarse en un pregrado en la universidad pública no pueden hacer el posgrado porque carecen de capacidad para pagarlo. Es la realidad que padecemos, un sistema inicuo diseñado para que estudien más o menos bien los que tienen plata y para que los demás, como se dice coloquialmente, se jodan. Y claro, los que tienen más plata pueden irse a Europa o a Estados Unidos, a las famosas ocho universidades. Pero qué le pasa a la formación del pueblo colombiano.

Hoy en Colombia, la mitad de los estudiantes universitarios son de privadas. Estamos hablando de 761 mil jóvenes. Pregunto, cuántos en la cinco más costosas. Porque es que aquí se cacarea mucho sobre la calidad de unas cuantas instituciones educativas privadas, pero no se habla de las instituciones de garaje, que son las comunes, ministra. Es que aquí las tres o cuatro famosas son para tres o cuatro gatos muy distinguidos. Pero el grueso de estas setecientos sesenta y un mil personas está en instituciones de garaje, perratas muchas de ellas y además con ánimo de lucro, que constituyen verdaderos fraudes a los muchachos y al país.

Y las públicas vienen siendo privatizadas. Es que la gracia de la pública no es que haya en la puerta un letrero que diga “universidad hipermegapública”. No. La gracia es que si cuenta con buena financiación estatal, exhibe una calidad de alto nivel que va a marcar la diferencia de la que estoy hablando desde el principio. Porque si yo cojo una universidad pública y le estrangulo sus finanzas, la termino asemejando a una privada de garaje y la destruyo como institución de calidad. No hay que ser un genio para saberlo ni lo que digo obedece a un prurito ideológico, ni tampoco es un pleito entre lo privado y lo público como algunos intentan presentarlo. No, en últimas es un problema material, concreto, de calidad, de recursos. Y los gobiernos están estrangulando a la universidad pública. Ya hay universidades públicas, no voy a mencionar nombres, cuyos ingresos son semejantes a los ingresos de las universidades privadas de garaje. Luego tendrán que volverse tan perratas como las universidades privadas de garaje.

Ya hay universidades públicas donde los profesores de tiempo completo son un milagro, lo mismo que pasa en las privadas de garaje. Los edificios se están cayendo, ministra. Ojalá no suceda, pero un buen día podría haber un desastre de proporciones inmensas en alguna universidad o en algún colegio público porque el edificio les caiga encima a los muchachos. El número de docentes de tiempo completo no es el que debería ser. Las plazas se llenaron de catedráticos y docentes ocasionales porque les salen más barato, y todos sabemos que la base de una buena educación es el profesor de tiempo completo, el profesor de educación exclusiva. Las bibliotecas no cuentan con dotaciones suficientes, como tampoco los laboratorios. Los viajes de estudio prácticamente desaparecieron. Y además les suben y les suben las matrículas a los muchachos y la gente más pobre ya no logra ni siquiera entrar a las universidades públicas porque se las ha venido privatizando. 14 billones de pesos vale el déficit de las universidades públicas, dicho por los mismos rectores, que en general son gobiernistas, 14 billones para atender sus necesidades profesorales, de laboratorios y de edificios.

Las privadas son, y hay que señalarlo con claridad, con ánimo de lucro. Denuncia el mismo rector de alguna universidad privada que cité hace un momento, que, por ejemplo, y lo voy a decir con nombre propio, el Politécnico Grancolombiano pertenece a una multinacional de la educación, la Whitney. Le hago una requisitoria pública a la ministra de Educación para que informe qué está haciendo al respecto. En Colombia es un delito la universidad con ánimo de lucro. Mientras no cambie la ley, así es. El presidente Santos intentó cambiar la ley pero no pudo. Afortunadamente, el estudiantado colombiano lo derrotó en ese propósito. Porque educación privada con ánimo de lucro, lo dice el rector del Icesi, Francisco Piedrahíta, es igual a educación perrata, de mala calidad, es una estafa a los derechos de los estudiantes y al progreso de la nación.

El gobierno cree que este desastre de la privatización se va a resolver con créditos del Icetex. Más privatización, más negocios para el capital financiero, más negocios para el Banco Mundial. Y los muchachos estrangulados, incapaces de pagar las deudas asumidas, porque cuando salen no consiguen trabajo y porque el grueso del crédito del Icetex se va a universidades privadas que no están ni siquiera calificadas y ni siquiera cumplen con el nivel mínimo requerido.

Para redondear, un par de comentarios en relación con la política educativa de Santos II. Lo primero, en el alma del santismo sigue latiendo la educación con ánimo de lucro, tanto que la ministra de Comercio se ufana en público de promover negocios educativos en las zonas francas. Los colegios en concesión son instituciones de la privatización. En el Plan Nacional de Desarrollo se dice que se va a crear infraestructura educativa con APP, o sea, infraestructura educativa con ánimo de lucro, porque las APP son negocios, son inversiones con ánimo de lucro. Y ya mencioné lo que está pasando con estas trasnacionales que están apareciendo por aquí.

Santos y sus pases de magia

El gobierno nacional ha dicho que va a hacer de Colombia el país más desarrollado en América, en el año 2025 o 2030, no sé cuándo. Voy a leer aquí dos citas de la ministra Gina Parodi, cuando se discutía el presupuesto de este año. Porque esto de garantizar buena calidad, jornada única y demás no es un problema de echar cuentos, sino de recursos y decisiones prácticas. Cito a El Tiempo del 24 de septiembre del año pasado. Afirma la ministra que le ampliaron un poco el presupuesto, pero advierte: “No es suficiente (…) Se requiere ampliar programas como el de alimentación, extender el bilingüismo y avanzar en la jornada única (…) por lo tanto requiero de 4.6 billones de pesos adicionales”. No se los dieron. Y en otra información, esta de RCN, revela la ministra que “el presupuesto asignado al sector no alcanzará para cubrir las necesidades y requerimientos”. Sigue informando RCN: “Durante el debate de las Comisiones Económicas de Senado y Cámara la funcionaria dijo que Colombia es el país de la región latinoamericana que menos invierte en educación y dejó constancia de que con la plata prevista no es posible cerrar la brecha entre la educación pública y la privada. Sugirió que con los escasos recursos queda en duda la promesa de la campaña del presidente Santos de convertir a Colombia en el país más educado de América Latina”. No es que quede en duda, comento yo, es que no va a suceder. Y no va a suceder porque la plata no se crea con pases de magia.

Como en Colombia todo se dice y nada se comprueba, aquí tampoco nos ha hecho el gobierno una demostración de cómo vamos a sobrepasar a los mejores países de América Latina. No. Simplemente se hace una frase y se repite y se repite y se repite y, bueno, el gobierno termina convenciendo a la gente por el simple ejercicio de repetir las cosas. Pero no hay una sola demostración que permita probar que Colombia, tan rezagada hoy en América Latina, como lo reconoce la propia ministra de Educación, vaya a superar a muchos de los países que nos adelantan.

Lo mismo pasa con la jornada única. Cuál es la historia. Ya lo aclaré. Es una vieja reivindicación de la izquierda democrática y del sindicalismo y del magisterio y de los estudiantes. La doble jornada es un esperpento y está bien que se mencione la importancia de retornar a la jornada única. El problema es que sólo se menciona. Porque cuando uno mira los recursos y las determinaciones que se están tomando para que la jornada única no sea carreta, entonces no hay nada que demuestre que se va a hacer realidad en un plazo prudencial, porque, repito, no dan las cifras. Y hay un agravante que mantiene muy irritados y con toda razón a los educadores. Uno de los presupuestos para pasar a la jornada única o extendida, como la llama el alcalde Petro —que tampoco es jornada única y se hace demagogia al respeto— es tercerizar a los docentes. Otra vez los docentes pagan los platos rotos.

Insisto, señora ministra, no se hagan ilusiones de que sobre la base de sueldos de hambre o de dar látigo o de impedir los ascensos en el escalafón van a poder tener ustedes el magisterio que se necesita para desarrollar la educación colombiana. Es el aspecto más lamentable de toda esta tragedia de la que estoy hablando.

Nos sacan de la manga el cuento de “ser pilo paga”, presentado como la genialidad de las genialidades. Recuerdo un poco la historia. En los afanes electorales del doctor Santos, cuando se vio en la posibilidad del ser derrotado a la Presidencia, un buen día dijo que les iba a dar 600 mil becas a estudiantes pobres. Al momento de posesionarse ya se le habían desaparecido 200 mil y sólo habló de 400 mil. Ni se mosquió, como se dice coloquialmente, y nadie dijo nada. Y cuando llegó la hora de la verdad, salió fue con irrisorias diez mil. ¡El parto de los montes! Ustedes se acuerdan de la historia esa de la montaña que hacía ruidos terribles y asustaba a todo el mundo y cuando por fin salió algo, asomó un ratoncito así de grande. Sí, señora ministra, se lo voy a reconocer, un nombre muy sonoro y muy encarretador. Pero le voy a explicar que el nombre es de las cosas peores que exhibe el programa. Y aquí me toca recurrir a mi experiencia como profesor para demostrárselo. Diez mil, y suponemos que va a ser al año, pero cuando uno mira que aquí se gradúan unos 650 mil muchachos al año y ofrecen 10 mil, se da cuenta de que es un ratoncito, ni siquiera un ratón. Y cuando uno mira que a las públicas en el 2013 entraron 119 mil y a las privadas 123 mil, lo que da 242 mil, ¿qué son 10 mil? Es como tirar una gota de agua al océano. Pero eso sí, ustedes lo cacarean y lo cacarean y lo cacarean. Y no faltarán los colombianos despistados que digan: ¡qué generoso el doctor Santos! Y hasta de pronto piensen que la plata sale del bolsillo de él. Pero no se amplió un solo cupo. Aquí hay problemas de cupos con esta medida de los 10 mil pilos que caracarea el gobierno nacional. No se crean nuevas plazas en las carreras. Y el 85% de la plata va a las universidades privadas. No es un debate de poca monta que las platas vayan a las privadas y no a las públicas.

Le voy a decir esto, doctora Gina Parodi, y se lo digo con toda cordialidad. Esa connotación del estudiante pilo es una equivocación grave, porque ustedes no pueden levantar la tesis de que en Colombia hay jóvenes de dos categorías distintas, los pilos y los otros. Y a los pilos se supone que les dan alguna cosa, que no es una beca sino un crédito condonable, que tendrá que pagar con sangre el estudiante si después se equivoca. No se puede lanzar la idea de que el estudiante que no sea pilo es como una especie de vago o indeseable que no merece disfrutar de las garantías que se otorgan a cualquier ciudadano. Yo fui profesor 26 años y si en algo hay que ser considerado es con el trato a los muchachos, y si de alguien hay que estar pendiente es de quienes no están necesariamente en el primer nivel. Y quién dijo además que el corte es de 10 mil. Quién ha dicho que los mejores son 10 mil, por qué no 12 mil, 15 mil, 20 mil, 30 mil. ¿Por qué? Es una connotación detestable, segregacionista. El Ministerio debería renunciar a seguir usando esa frase y a seguir echando ese cuento. La educación tiene que ser un derecho ciudadano igual para todos. A este paso va a terminar sucediendo que le roban a uno un reloj en una calle y cuando uno llegue a pedirle al policía que persiga al ladrón, el agente replica exigiendo pruebas de que uno es un buen padre de familia, trata bien a sus hijos, sabe leer en varias lenguas y cosas de ese corte. Esto qué es. Inaceptable.

Como si no fuera suficiente maltratar de esa manera a los muchachos, ahora se inventan que también va a haber profesores pilos. Para los profesores también ser pilo paga. Y pónganle cuidado al ratoncito, también microscópico, 3 mil becas, que de verdad son créditos y que si no se pueden pagar, el capital financiero les saca los ojos a los deudores. Si son 340 mil docentes de instituciones públicas, 3 mil becas da menos del 1 por ciento. En Colombia el Estado no se preocupa por formar mejor a sus educadores, sino que les ha dejado a ellos la responsabilidad como particulares. En Finlandia, educar a los docentes y llevarlos a maestrías y doctorados de manera gratuita es un deber del Estado. Aquí cogen a los profesores, mal pagos, maltratados, vilipendiados, a quienes han obligado a rebuscarse la vida en otros menesteres, y los obligan a que se paguen ellos mismos su educación. Y de pronto nos salen con la genialidad de que al profesor pilo sí le pagan. Montan otra vez la segregación, pero qué pasa con los demás. ¡Por qué maltratan ustedes de esa manera al profesorado!

Otro falso positivo del presidente Santos

Las leyes aprobadas por los días del escándalo de la San Martín fueron un falso positivo, porque no resuelven el problema de las universidades privadas. No lo resuelven. La San Martín es la punta del iceberg. Cuántos escándalos van ya de universidades privadas en actos francamente delictivos. Vuelvo y le pregunto al Ministerio, ¿me certifica que no hay ni una sola universidad privada en Colombia que funcione con ánimo de lucro? Se han vuelto además como una especie de feudos y los rectores y los dueños son como reyes, como vacas con aire acondicionado. Supongamos incluso que no se roben un peso, pero eso solo no garantiza que las cosas funcionen. ¿De qué derechos gozan los estudiantes y los profesores de esas universidades? Un estudiante es un ciudadano. Tiene él más derecho para discutir en el restaurante del frente de la universidad, donde compra un corrientazo, que el que tiene de preguntar cómo le están manejando la universidad a la que él sostiene con su matrícula. Cero derecho a los profesores y a los estudiantes, cero actitud democrática en esas instituciones educativas. Muchas se han vuelto como directorios políticos, de propiedad de ciertos caciques y sectores políticos y además subsidiadas por el Estado. Y no responden por nada, hacen lo que se les antoja. Es lo que pasa en las universidades privadas, no voy a decir que en todas, pero sí en muchas. Es vox populi, lo conoce cualquiera que quiera investigar.

¿Por qué es tan mala la educación en Colombia? He advertido que la mala educación es una política de Estado. La explicación es fácil de entender. Es que aquí no hay el sueño de un país próspero de verdad, nunca lo habido. Y hay una idea obvia: dime qué país quieres y te diré qué educación necesitas. Si lo que quieres es un país especializado en la producción de materias primas agrícolas y mineras, tú no necesitas más educación. Limítate a dejarles a los alemanes, a los franceses, a los gringos y a los japoneses el mundo complejo de la ciencia y el conocimiento y quédate tú aquí en la mediocridad productiva, a la cual se adapta el actual sistema educativo. Y la élite siempre podrá irse para las Ivy League a estudiar en un nivel que debería ser para todos los colombianos.

La educación de mala calidad es en Colombia una política de Estado. No es un error, es lo que está haciendo y va a seguir haciendo el presidente Juan Manuel Santos. Por el contrario, ¿a qué aspiramos? A una educación universal y de alta calidad, gratuita y pública como política de Estado, porque de lo contrario no será posible lograr ni la universalidad ni la calidad. No digo que no pueda haber educación privada o universidad privada. Puede haberla, pero hay que vigilar que también sea de alta calidad, porque aquí no puede permitir el Estado que sigan estafando a los muchachos y que sigan estafando al país en cierto tipo de instituciones.

Y para que ese problema estructural de las universidades privadas, porque es estructural, pueda atenderse, lo primero de lo que hay que asegurarse, señora ministra, es de no permitir ni un centavo de ánimo de lucro. Cada centavo de ánimo de lucro de universidad privada o de colegio privado va contra la calidad de la docencia de los muchachos, exceptuando las tres o cuatro de altísimas matrículas, que pueden darse hasta el lujo de botar la plata. Cero lucro es lo que ordenan la Constitución y la ley y lo que el Polo exige que se cumpla, porque las leyes en Colombia hay que cumplirlas. No pueden seguir siendo a la carta.

En segundo término, a las universidades privadas se les debe exigir que justifiquen cada centavo que se gasta y cada centavo de la matrícula. No puede seguir siendo un mundo oscuro, impenetrable, al que nadie se puede asomar con el cuento de que yo soy el dueño, soy el rey y puedo darme el lujo de hacer lo que se me dé la gana y al que no le guste, que se vaya, porque esto es una empresa privada. Eso qué es. La barbarie, el atraso, lo premoderno en la historia de la humanidad.

Y en tercer término. Porque usted nombre dos o tres supervisores no se puede hablar de control para que en las universidades privadas las cosas marchen bien, señora ministra, supervisores que además les afectan negativamente la autonomía universitaria, particularmente a las públicas. No se puede así. Lo único que conduciría a algún tipo de mejoría en estas condiciones detestables que estoy explicando es que haya dentro de las instituciones democracia interna para los profesores y los estudiantes. Darles todo el poder a los estudiantes y a los profesores para que se organicen, para que hablen, para que reclamen, para que estén presentes en las juntas directivas, para que alguien de verdad interesado en la calidad se preocupe por lo que sucede. Porque en esas instituciones, en general, la única preocupación es la misma que tenían los viejos comerciantes con las cajas registradoras. Solo les importaba que sonaran. Y por supuesto, en esas condiciones resulta imposible conseguir la educación que se necesita.

No creo que vaya a convencerlos, se lo digo a los amigos del santismo y a las demás fuerzas que han manejado a Colombia. No me hago esa ilusión. No hago el debate para esas fuerzas, sino para el conjunto de los colombianos, para llamar a los estudiantes, a los profesores, a los que de verdad queremos una patria próspera, amable, desarrollada y civilizada, adentrada en el mundo de la producción compleja, de la ciencia y la tecnología, un país civilizado de verdad, a que nos movilicemos, a que luchemos, a que sigamos en ese sentido la experiencia de Carlos Gaviria, intelectual de altísimo vuelo, que nunca sintió que se desdorara porque fuera a una manifestación del Primero de Mayo o a hacer un reclamo o a acompañar a un trabajador o a un campesino o a un indígena o a cualquier colombiano que estuviera luchando por el progreso de Colombia.

Si no es luchando, estudiantes y profesores, jamás resolveremos el problema, porque este gobierno y la OCDE, y el Banco Mundial, y el Fondo Monetario Internacional, tienen ya definida como línea la contraria: más privatización y más ánimo de lucro en las instituciones educativas colombianas.

Réplica a la ministra de Educación, Gina Parody

En primer término, una alusión muy breve a algo que se me pasó. Hay una queja muy grande, señora ministra, de los muchachos de la San Martín, porque su problema práctico, el de poder estudiar, no se les está resolviendo. Y ellos finalmente son víctimas de un sistema inicuo, porque los engañaron en una institución educativa amparada y avalada por el gobierno. Es la alcahuetería del gobierno, en buena medida, la que los lleva a esa encrucijada, aún sin resolver.

No me voy a referir a la que considero una posición exótica de la señora ministra en el sentido de criticar tantas cosas del sistema educativo. Realmente no deja de ser bien exótica esa manera de abordar las cosas. Pero sí voy a decir una cosa que es importante. Este es un debate viejo, de décadas. No empezó ayer y aquí hay responsabilidades políticas de todos esos partidos que vienen de la tradición liberal-conservadora. Lo que está pasando ahora, señora ministra, tiene que ver obviamente que con los cuatro primeros años del gobierno del presidente Santos, pero además con todos los asuntos políticos en los cuales usted ha estado inmersa como parte de esas organizaciones políticas a las que me estoy refiriendo.

Y aquí repito, la izquierda democrática, con Fecode, con las organizaciones de profesores universitarios, hemos sostenido un debate de por lo menos medio siglo, debate que en la práctica estamos ganando, así eso no se quiera reconocer.

La señora ministra sugiere que sí es muy importante la educación pública y de calidad, que en eso no hay desacuerdo y que entonces sigamos. No, yo creo que ahí sí hay desacuerdos. Porque el problema no es un reconocimiento retórico de las cosas, sino cuál es la práctica. Y entonces estoy en condiciones de demostrar, y voy a enfatizarlo, que la política del presidente Santos no es la defensa de la educación pública, de calidad, sino la defensa de la educación privada, donde se presentan, como ya lo expliqué, profundas desigualdades que le aseguran a un montón de colombianos, o no poder estudiar, o padecer una educación de mala calidad.

Mencioné yo, entre algunos hechos, el porcentaje de educación superior pública y privada, y no escuché que el gobierno haya tomado una decisión para que esas cifras no se mantengan, pues no molestan al gobierno de ninguna manera. El gobierno profundiza el Icetex, un instrumento por excelencia de la privatización. Se propone ahora algo que nadie se había atrevido a proponer en Colombia, las Alianzas Público-privadas para construir infraestructura educativa. Privatización feroz, porque es ya la ganancia con el pretexto de construir infraestructura educativa. Creo además que la medida viola la Constitución y la ley.

El tema de la estampilla, del que tanto se ufanan. La estampilla le está abriendo camino a promover el endeudamiento de las universidades públicas con la banca. Entonces a lo que llegaríamos sería a reemplazar recursos del presupuesto de cero costos por recursos de la banca a costos financieros, es decir, una reducción real de los ingresos de las universidades.

En el tema de la contratación docente expliqué una cosa que nadie me refuta: sigue en camino un plan estratégico para envilecer las condiciones laborales de los educadores. Por eso Fecode está planteando el estatuto único, negociado con los educadores, y nada de tercerización, la única manera de oponerse, repito, a un plan estratégico de envilecimiento de las condiciones laborales de los educadores.

El preescolar es prácticamente todo privado y allí el Estado no asume ninguna responsabilidad. Todos los posgrados de las universidades públicas tienen costos de universidad privada, luego eso también es privatización. 14 billones de déficit de las universidades públicas, y a esto no se refiere para nada el gobierno. Ser pilo, además del adefesio ideológico que significa, es privatización monda y lironda.

Se recortó en 47 mil millones de pesos el presupuesto de inversión del Ministerio de Educación, en un momento en que, se supone, lo que se necesita son más recursos para poder adelantar las políticas. La ministra descarga unas culpas graves sobre la Comisión Nacional del Servicio Civil. No sé muy bien quién sea el jefe del Servicio Civil, pero sí estoy seguro de que no es del Polo. Hago una apuesta a que es santista. O sea que ahí la responsabilidad que le cabe al gobierno es toda.

Y por último, este gobierno se sometió a la OCDE. Y la OCDE es una institución que promueve la privatización a ultranza de todo lo que sea posible, eso lo sabe cualquiera. Además porque la privatización, la exministra Cecilia María Vélez lo dijo, es la política de los TLC, y en la OCDE la política es la de promover las trasnacionales de la educación. Esa es la política, esa es la línea, lo que pasa es que aquí la MANE las derrotó, y ahora lo quiere hacer el gobierno por la puerta de atrás. 

En relación con la consigna del gobierno de tener la mejor educación de América Latina, les daría un consejo a los amigos del gobierno. No insistan en decirlo, por lo menos no en el exterior, porque quedan mal. Venirnos a hacer creer a gente ilustrada que van a lograr en el cortísimo plazo de diez años hacer de la educación colombiana, hoy una de las peores, la mejor del Continente, no les resiste análisis. Les doy este dato para que no pierdan el sentido de las proporciones. Entre las cien mejores universidades del mundo, solo hay dos de América Latina: la Autónoma de México y la Universidad de Sao Paulo. Se lo repito con toda cordialidad, mejor no insistan, porque quedan mal.

Y en relación con la jornada única y la gran preocupación por los educadores y por los preescolares, veo que hay como una disputa de quién es el padre de esas ideas. Me alegraría de que al menos en teoría se estuviera de acuerdo, pero sí les quiero decir con toda cordialidad a los amigos del Centro Democrático y de la Unidad Nacional: esas son ideas de la izquierda democrática. Llevamos medio siglo defendiéndolas a capa y espada. Me alegra que acaben de descubrir la importancia de los educadores y la necesidad de respetarlos y de tratarlos bien, aunque eso se sabe en Europa desde el Medioevo. Pero, bueno, nunca es tarde para rectificar. La importancia del preescolar la estamos defendiendo desde hace medio siglo. Fecode ha sido la abanderada. Háganle un gesto amable a Fecode, reconózcanle que en estos debates de la educación ha tenido siempre la razón. Y qué me dicen de la jornada única. Cuanto tiempo llevamos hablando de eso en las universidades públicas colombianas y en todas partes. ¿Y ahora va a resultar que les pertenece a ustedes la idea? Lamento decirles que también quedan mal si insisten en ese punto de vista.

Pero el problema más grande, ministra, cuál es. Es que no hay nada que a uno le permita concluir que lo de la jornada única vaya a salir bien. Es  improvisando en lo que andan. Uno no puede tener un gobierno que se inventa las cosas en los calores de las campañas electorales. Usted nos dijo que van a hacer un Conpes para mirar lo de la jornada única. Pero resulta que el gobierno Santos lleva cinco años gobernando, debió hacerlo desde el primer año y no sacárselo ahora del sombrero, no tomar primero las decisiones y después hacer el Conpes.

Nos dicen ustedes que ya están tramitando en el Congreso una ley para crear un fondo de infraestructura. Y se supone, dicen ustedes, que es un instrumento clave en este tema de la jornada única. Ya veremos, ojalá el punto progrese. A mí me alegraría que el gobierno terminara cumpliendo, aunque no lo creo, no lo puedo creer porque los hechos, las cifras, no les dan y porque además a este gobierno lo he cogido en más de un cuento. Me refiero específicamente al presidente Santos. No se me olvida la alharaca que nos hicieron aquí con la restitución de tierras, y basta ver lo mal que va para saber cómo se vocifera de alto en Colombia.

Y por último señora ministra, creo que usted pierde el debate cuando hace una afirmación lamentable, pues al final, un poco ya en la desesperación, dice que el rico debe pagar la educación de sus hijos. Entonces aquí cuál es el problema. Que en la universidad privada tenemos 761 mil estudiantes y el mismo número de familias, y yo pregunto: ¿hay en Colombia 761 mil Luis Carlos Sarmiento Angulo, o siquiera 761 mil hijos de senadores de la República? No lo creo. La mayoría, la casi totalidad de quienes están ahí no son ricos.

Y en educación básica y media privada tenemos 1,7 millones de muchachos, ¿todos ricos? ¿Todos son Luis Carlos Sarmiento Angulo? No. Son un poco de gente de clase media que se revienta para pagar unas matrículas en instituciones educativas que al final resultan ser bien malas. Alguien se preguntará entonces cómo es la historia. ¿Qué es eso de los ricos? Ya también nos dijo el presidente Santos que los ricos iban a chillar en la reforma tributaria, y lo que pasó fue que chillaron, sí, pero de la felicidad, porque les rebajaron los impuestos y se los subieron a la clase media. Este debate también hay que hacerlo. ¿Quién diablos es un rico en Colombia?

¿Cómo hacer para financiar educación pública y gratuita? Cobrémosles a los ricos de verdad todos los impuestos que deben pagar y así les podemos dar educación gratuita a todos, incluidos los hijos de los ricos de verdad. Que don Luis Carlos Sarmiento pague los impuestos que debe pagar y les damos educación gratuita también a sus nietos. Pero no nos vengan con el cuento de escamotearles los derechos a los pobres y a las clases medias colombianas con el cuento de convertirlos en ricos, mientras que los ricos de verdad no pagan los impuestos que deberían pagar y se clavan con toda clase de gravámenes a la gente del común.

La mala educación es un crimen contra la gente y contra el país. En términos de movilidad social, la educación en el capitalismo es el mejor mecanismo inventado, o el único, de pronto, para impedir que los hijos de los pobres sean tan pobres como sus padres. Pero lo están reventando con esta política privatizadora, porque están haciendo una sociedad aún más desigual que la que ya tenemos, que es de las más desiguales del mundo.

En relación con la idea de llegar a hacer un pacto, el Polo Democrático Alternativo declara estar listo. Yo sí quisiera que en Colombia fuéramos capaces de hacer una gran convergencia nacional para sacar el país adelante. Nos lo enseñó Carlos Gaviria. Hay que actuar sin sectarismos y una convergencia es una idea contraria al sectarismo. Pero Gaviria también dijo sin ambigüedades, entonces hago propuestas específicas para el pacto. Primer acuerdo por el pacto: educación universal, es decir para todos los colombianos en todo tipo de sistemas educativos y a todos los niveles. Segundo, para que pueda ser universal tiene que ser gratuita, porque ¿cómo podría ser universal sin ser gratuita? Si alguien me lo explica, no tendría inconveniente en renunciar a la gratuidad, pero por supuesto exigiendo que sea de alta calidad o si no, es una estafa.

Esta sería a mi juicio la cuota inicial de un pacto nacional: educación universal, gratuita, de alta calidad y pública. No quiere decir que no pueda existir educación privada, pero que la línea inicial sea esto que estoy diciendo. No es un invento del Polo, son avances de la civilización global, conquistas que la humanidad aclaró hace décadas, porque así debe ser la educación en todo el mundo.

En relación con los demás aspectos, haría otra propuesta para esta convergencia. En términos de contratación laboral y de derechos de los educadores para que los respeten y los traten bien, pongámonos de acuerdo con Fecode. Les hago el llamado: dejen de maltratar a los educadores y a Fecode, que ellos han tenido la razón en términos educativos desde siempre, ahí están los documentos. Es tal el macartismo contra Fecode que ni siquiera se leen los periódicos o sus revistas de debate ideológico y teórico sobre educación. Fecode las tiene y son excelentes, pero nadie las conoce en Colombia.

En relación con el tema de los estudiantes, la tercera idea de la propuesta es: acojamos las ideas de la MANE, esos muchachos saben mucho de eso. Lean los documentos, lean el proyecto de ley que redactaron en relación con las universidades públicas. Vean que aquí sí hay cómo hacer un acuerdo, pero lo que no nos pueden plantear es que los gringos, los místeres, la OCDE y el Banco Mundial propongan una política contraria al desarrollo nacional en términos de educación y la convergencia consista en someternos a aquello que sabemos que no funciona. Es un fracaso de cerca de un siglo lo que se ha venido haciendo en Colombia.

 

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