Enlace 1.
Alejandro Gaviria, El Espectador, 6 Mayo 2012.
“Desde los años sesenta al menos, un arreglo pragmático, un pacto implícito, ha caracterizado el ejercicio del poder en Colombia: los partidos políticos tradicionales han permitido o tolerado un manejo tecnocrático y centralizado de la macroeconomía a cambio de una fracción del presupuesto y la burocracia estatal, a cambio de auxilios parlamentarios, partidas regionales y puestos. Para bien y para mal, el clientelismo ha sido el costo pagado por la ausencia de populismo”.
“Veamos un ejemplo representativo. En 2001, el Congreso aprobó una polémica reforma constitucional que redujo de manera significativa la tasa de crecimiento de las transferencias a municipios y departamentos. La reforma a las transferencias, promovida y defendida por el entonces ministro de Hacienda, Juan Manuel Santos, contribuyó decididamente a la sostenibilidad fiscal, pero su aprobación, cabe recordarlo, requirió una buena dosis de clientelismo en la forma de partidas regionales o auxilios parlamentarios”.
Rudolf Hommes, Sept.16.12:
“El clientelismo ha sido una decisión consciente de las élites, y es un mecanismo que se utiliza para comprar respaldo, preservar el sistema y debilitar a los adversarios políticos (…) el clientelismo puede verse como una forma deliberada de extraer recursos para la élite y sus colaboradores”.
El Tiempo, Abr.02.17:
“El problema no es la corrupción, es el sistema político que la ha engendrado y la hace perdurar”.
Gillermo Perry, El Tiempo, Abr.05.14:
“La reforma constitucional de 1968 pasó el control del presupuesto al Ejecutivo a cambio de los auxilios parlamentarios, una fracción pequeña que se entregaba a los congresistas para que la invirtieran en sus regiones. Al mismo tiempo, se dejó la elaboración del presupuesto de inversión en manos de una Planeación Nacional fuerte. Pero muchos parlamentarios se embolsillaron los auxilios, y por ello acabamos prohibiéndolos en la Asamblea Constituyente. Ante la insubordinación del Congreso, Gaviria usó como sucedáneo los Fondos de Cofinanciación. Esta era una alternativa superior a los auxilios, pues eran ejecutados (y cofinanciados) por los departamentos y municipios y no directamente por los congresistas. Pero también abusaron de ellos y por eso se acabaron. El remedio resultó peor que la enfermedad: hoy se negocia con los congresistas casi todo el presupuesto de inversión y a Planeación Nacional la han ido marginando del proceso”.