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Y se reventó la economía

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Jorge Enrique Robledo, Bogotá, 17 de octubre de 2008.

En la última semana de enero de 2008, esta columna se tituló: “La economía puede reventarse”, refiriéndose a la grave crisis que en ese momento reconoció la Casa Blanca afectaba desde hacía más de un año a Estados Unidos. Hoy toca decir que esa advertencia se cumplió y se sigue cumpliendo, pues el problema se encuentra lejos de tocar fondo, como han tenido que reconocerlo hasta quienes en parte ganan por aparecer optimistas.

Como era de esperarse, la crisis no se limitó a Estados Unidos, lo que puso en ridículo a quienes charlatanearon sobre los “desacoplamientos” de unos países con otros, luego de que ellos mismos ayudaran a engancharlos a todos y contribuyeran a “nivelar la cancha” de la economía mundial, frase que significa que en caso de un tsunami económico la ola destructora avanzará sin ningún obstáculo por todo el globo, como está ocurriendo, incluidas América Latina y Colombia, país que puede sufrir como los que más y en el que nuevamente se demostrará que la causa fundamental del crecimiento de los años anteriores no fue la “seguridad democrática”.

Según también se advirtió, aumentan los que señalan que la crisis puede ser igual o peor que la de 1929, la peor de la historia del capitalismo, así hoy se entienda mejor la necesidad de usar con especial fuerza la intervención del Estado para enfrentar el desastre. La diferencia con los sucesos de hace ochenta años puede estar en que ahora el capitalismo global cubre a todos los sectores de todos los países, sin excepción. Luego los efectos de la crisis podrían ser aún mayores y, en esa medida, acrecentarse también las contradicciones entre las potencias económicas y entre estas y sus países satélites, al igual que las luchas de resistencia de los pueblos empobrecidos de todo el orbe. Si hasta Krugman dice que la crisis del 29 se “resolvió” con la II Guerra Mundial, pues con ella se destruyó la producción que “sobraba”, ¿adónde podrán llegar los enfrentamientos entre las potencias por los mercados?

Lo que ocurre se entiende mejor si se sabe que esta crisis no empezó en el sector financiero ni es toda producto de la especulación de unos banqueros tan ricos como inescrupulosos, a favor de los cuales conspiró la tecnocracia neoliberal al ocultar lo que ocurría. En efecto, esta crisis comenzó por donde se “solucionó” la anterior, cuando se desinfló la burbuja especulativa de las empresas punto com, “solución” que consistió en convertir en consumidores a los millones de gringos pobres que carecían de capacidad de compra, para lo que utilizaron el truco de venderles viviendas con los créditos bien llamados subprime (subóptimos o basura), porque se sabía que no podrían pagarlos.

Que la crisis tiene como causa última la pobreza explica por qué no puede superarse solo con las descomunales transferencias de recursos públicos a los bancos y a los banqueros y por qué caen también las acciones de las empresas no financieras, pues se sabe que en estas debacles, como disminuyen las ventas, tiene que caer también la producción, acrecentando más el desempleo, los bajos salarios y la pobreza, con lo que disminuye otra vez la capacidad de compra. Se está, entonces, ante la clásica crisis capitalista, en la que los problemas del sector real de la economía llevaron al colapso el sector financiero, luego de intentar evadir este sino trágico del sistema y llegar al extremo de que por cada dólar en la industria, el agro, los servicios y el comercio había 364 dólares en las finazas, de manera que los especuladores le arrebataban al sector real la parte principal de sus ganancias.

Si se analiza con objetividad lo que ocurre tendrá que reconocerse el estruendoso fracaso de la globalización del “libre comercio”, pues lo cierto es que esta se diseñó con el objetivo de impedir una crisis como la actual en Estados Unidos y en los demás países desarrollados, propósito para el cual sacrificaron a casi todo el resto del mundo, reduciéndole su capacidad de producir y acumular riquezas y agravando el desempleo y la pobreza, azotes que los imperialistas querrán aumentar en esta nueva etapa, al exigirles a los pobres del mundo que paguen los platos rotos. Que ni se sueñe, por tanto, en que los neoliberales abandonarán sus teorías y sus prácticas. Simplemente, les harán un par de ajustes en su beneficio e incluso en contra de sus peroratas antiintervencionistas, pero sin dejar de insistir en su codicia y en profundizar las desigualdades entre los países y entre las clases sociales. Como ya se ha probado en la historia, los países solo cambian cuando cambian los pueblos y estos relevan del mando a quienes los mal gobiernan y a sus políticas.