Jorge Enrique Robledo
Bogotá, 15 de diciembre de 2007.
Como bien lo resumió El Tiempo en su titular de primera página del 9 de diciembre de 2007, el alcalde Luis Eduardo Garzón se despachó contra el Polo Democrático Alternativo y Carlos Gaviria (www.senadorrobledo.org). Curiosa manera de presentarle a su partido su aspiración presidencial. Y esto ocurrió sin que mediara ataque en su contra, ni un intento suyo por tramitar sus opiniones dentro del Polo. En los días siguientes intensificó la andanada y se sabe que hará nuevas críticas en un libro que preparó desde hace meses y que está por salir. En legítima defensa, entonces, unos comentarios.
Lo primero que llama la atención es la actitud dura y agresiva, incluso de rompimiento, de Garzón con las posiciones del Polo y de sus dirigentes, en tanto es comprensivo, elogioso y hasta unitario con las orientaciones y las personas con las que la extrema derecha gobierna a Colombia. Así, alaba a Álvaro Uribe porque “cambió la situación económica” del país y confiesa que en su alcaldía “nos subimos al cuarto de al lado del TLC y ayudamos”. Como si fuera gran cosa, afirma que “a Uribe le tengo una crítica de fondo: desinstitucionaliza el país, porque el Estado quedó en él” y porque “los consejos comunitarios desinstitucionalizan”. En contraste con lo único que le critica “de fondo” al presidente más retardatario de la historia de Colombia, expresa que se “diferencia enormemente de aquellos” dirigentes del Polo que son “anti-Uribe, anti-Bush…”, como si no supiera que las grandes contradicciones del partido con ellos se explican porque sus políticas le impiden a Colombia resolver sus problemas, entre ellos la pobreza que hambrea a treinta millones de compatriotas.
En contravía con la realidad, Garzón dice que Carlos Gaviria se opone a que ingresen al Polo “quienes vienen” de otros partidos, cuando lo que está determinado y muestra la experiencia es que sus puertas están abiertas para todos los colombianos que cumplan con un solo requisito: coincidir con las concepciones de la izquierda democrática. También silencia que tenemos definida la posibilidad de llegar a acuerdos programáticos con otras organizaciones políticas y dirigentes, tal y como ocurrió en las pasadas elecciones. La verdadera diferencia con Garzón se destapa cuando él pone como ejemplos de las personas con las que quiere unirse a tres miembros de la cúpula uribista: Francisco Santos, Lina de Uribe y Luis Alberto Moreno, el colombiano con el que la Casa Blanca maneja el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en contra de América Latina. No hay truco capaz de ocultar que son los objetivos los que tienen que determinar con quién es posible y deseable la unidad, porque no se puede hacer misa católica con cardenales protestantes.
En el acto inaudito de repetir las afirmaciones que emite el aparato de propaganda que conspira contra el Polo y el país desde la Casa de Nariño, Garzón insinúa la infamia de que Carlos Gaviria consiente la combinación de las formas de lucha, concepción a la que Gaviria se ha opuesto desde siempre. En la misma línea de agredir a quien como candidato presidencial de la izquierda democrática sacó 2.6 millones de votos, jugó un papel fundamental para unificarla y es capaz de ganar la presidencia en 2010, Garzón dice que Gaviria está “nítidamente en el tema de la revolución”, retórica con la que busca satanizar el programa de reformas democráticas del Polo. ¿Y no es casi increíble que los dos únicos cambios que propone en su larga entrevista, luego de autocalificarse como abanderado del reformismo, sean el Congreso unicameral y la elección popular del Procurador, cambios baladíes que no modifican en nada el desastre económico y social del país y que –dice Garzón– tienen la venia de Uribe?
En otra notoria equivocación, Garzón deja la idea de que si no lo escogemos como candidato presidencial ni nos plegamos a su exigencia de mover el Polo hacia la derecha, para que quepa la cúpula uribista, divide el partido y crea otro al que ya le tiene hasta nombre. Sin duda, mucho de su amenaza de promover el rompimiento de los acuerdos programáticos y estatutarios que le dieron vida a la unidad de la izquierda democrática se explica porque él sabe que está en comprobada minoría dentro del Polo. Ojalá corrija y contribuya con la construcción del partido que requiere la salvación de Colombia.
Coletilla: dándose licencia para hacer y decir cualquier cosa, hasta la más regresiva, Felipe González afirma que él y Garzón pertenecen “a ese ámbito indeterminado que llamamos izquierda”.