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TLC, TERRITORIO Y SOBERANÍA

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Jorge Enrique Robledo

Bogotá, 20 de abril de 2007.

En el colmo de los colmos, el TLC amenaza de manera directa la propia integridad territorial de Colombia, pues allí se le aceptó a Washington una “definición de territorio” que recorta lo que dice la Constitución nacional al respecto. Según el Tratado, al país se le embolataron nada menos que el subsuelo, el mar territorial, la zona contigua, la plataforma continental, la zona económica exclusiva, el segmento de la órbita geoestacionaria y el espectro electromagnético.

 

En el anexo 1.3 del TLC se afirma: “Definición de territorio. Con respecto a Colombia, además de su territorio continental, al archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, la Isla de Malpelo y todas las demás islas, islotes, cayos, morros y bancos que le pertenecen, así como su espacio aéreo, las áreas marítimas sobre las que tiene soberanía o derechos soberanos o jurisdicción de conformidad con su legislación interna y el derecho internacional, incluidos los tratados internacionales aplicables.” Por su parte, el Artículo 101 de la Constitución nacional reza: “Forman parte de Colombia, además del territorio continental, el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, la isla de Malpelo, además de las islas, islotes, cayos, morros y bancos que le pertenecen. También son parte de Colombia, el subsuelo, el mar territorial, la zona contigua, la plataforma continental, la zona económica exclusiva, el espacio aéreo, el segmento de la órbita geoestacionaria, el espectro electromagnético y el espacio donde actúa, de conformidad con el Derecho Internacional o con las leyes colombianas a falta de normas internacionales.”

 

Lo peor es que los textos son diferentes no por un olvido ni porque quieran decir lo mismo, como es probable que se le ocurra a decir al gobierno de Álvaro Uribe, sino porque Colombia y Estados Unidos tienen posiciones diferentes sobre estos aspectos y porque, como es evidente, también aquí la Casa de Nariño se sometió a la Casa Blanca, con lo que, en la interpretación más benévola de ese texto perverso, el TLC abre la puerta para que el país se entrampe en todo tipo de litigios, nada menos que con el mayor imperio de la historia. Para explicar una sola de las amenazas, es sabido que Estados Unidos no reconoce “la zona económica exclusiva”, es decir, las doscientas millas de aguas marinas y submarinas y del suelo y subsuelo de dichas áreas alrededor de las costas nacionales (692 mil kilómetros cuadrados en total, incluidos los bienes públicos que hay allí –Art. 112 CPC), sobre las cuales la Constitución define su soberanía, “de conformidad con el Derecho Internacional o con las leyes colombianas a falta de normas internacionales”.

 

Y cuando se comprueba que esto y otros daños enormes le provocará a Colombia el TLC, Juan Alfredo Pinto, el Presidente de Acopi, insiste en la fábula de lo “positiva” que fue la negociación para las pymes y ataca “a la izquierda testimonial” porque decimos que ese Tratado es dañino para el conjunto del interés nacional y especialmente para la pequeña y mediana industria que él dice representar. Para completar sus desproporciones, se queja porque no lo acompañamos en el trámite del TLC (!?) y porque la izquierda no ha cerrado filas “con el capitalismo nacional por una real política productiva”, al tiempo que también censura a la “derecha, apoltronada en la ortodoxia económica… (y) en convivencia con la revaluación”.

 

Con la lógica de los conversos, que suelen pasarse la vida haciéndose perdonar lo que fueron, pero en este caso con la viveza de insinuar que no se cambió de bando, Pinto recurre a la falacia de decir que las pymes, ya arrinconadas por el “libre comercio”, prosperarán si reciben más del mismo veneno que las viene matando desde 1990; oculta que la revaluación, que tanto daño les hace a quienes le pagan el sueldo, es inherente al neoliberalismo y al TLC; posa de contradictor de la derecha mientras respalda la peor política económica del más derechista de los presidentes de Colombia; y ataca a la izquierda porque no le alcahueteamos su falsa defensa del empresariado no monopolista, dado que nosotros sí estamos por defender la producción nacional, pero de verdad.

 

Coletilla: ante el inmenso desplante de Al Gore, Álvaro Uribe Vélez fue capaz de decir que los que mandan en Estados Unidos opinan sobre Colombia no con base en las miles de fuentes del Imperio, sino por lo que dicen los dirigentes del Polo Democrático Alternativo.