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Unidad en defensa de la Corte Suprema de Justicia y contra la impunidad y la dictadura populista

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Corte suprema de justicia

Declaración Senador Jorge Enrique Robledo, Bogotá, 30 de junio de 2008

Como empezó a prepararlo desde hace días, el Presidente Álvaro Uribe respondió con la consabida cortina de humo a la decisión, cuidadosamente sustentada, de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia de condenar a la Representante a la Cámara Yidis Medina por cohecho propio, delito que está legalmente probado cometió cuando vendió su voto a cambio de aprobar la ley que le dio el pase a la reelección presidencial en beneficio del actual jefe de Estado.

Las desvergonzadas agresiones de Álvaro Uribe contra la Corte Suprema de Justicia posteriores al fallo, las cuales carecen de antecedentes en la historia del país, tienen el obvio propósito de engañar a los colombianos y presionar a fiscales y jueces para que absuelvan a los altos funcionarios del gobierno acusados de comprarle el voto a Yidis Medina, a quienes, como el embajador Sabas Pretel y el ministro Diego Palacios, ya los investiga la Fiscalía y les elevó pliego de cargos la Procuraduría General de la Nación. Repite así Álvaro Uribe la táctica de intentar desacreditar y amedrentar a la Corte Suprema de Justicia, como ha ocurrido desde el día en que ésta asumió con valor civil el establecimiento de la verdad judicial sobre la parapolítica, caso en el que el 85 por ciento de los más de sesenta parlamentarios implicados son uribistas.

Con toda la razón la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, luego de señalar que “el delito no puede generar ningún tipo de legitimación constitucional o legal”, le dio traslado a su fallo contra Yidis Medina a la Corte Constitucional “para los fines que estime convenientes”, en relación con la ley que autorizó la reelección presidencial inmediata en Colombia. Paradójicamente, es notorio que Álvaro Uribe, con su descarado rompimiento del orden institucional que juró cumplir, confirmó lo que ya se estableció según la Constitución y las leyes: la ilegitimidad de su reelección porque tuvo origen en una ley aprobada mediante un crimen, del que solo faltan por saberse las condenas a los miembros de su gobierno que también incurrieron en cohecho.

Se está, además, ante la gravísima decisión de Álvaro Uribe de romper la separación de los poderes que ordena la Constitución como mínima garantía democrática, con lo que da otro paso hacia la tiranía, camino que inició cuando decidió reelegirse y quebrantar el sistema constitucional de controles entre las ramas del poder público. Sin importar qué digan las encuestas con las que el uribismo quiere justificar hasta el peor desafuero, la dictadura consiste en poner bajo las órdenes de una sola persona a la totalidad del Estado, tal y como cada vez más ocurre en Colombia. Hora de recordar que Hitler y Mussolini justificaron los horrores que perpetraron aduciendo un gran respaldo de alemanes e italianos.

En la lógica de su concepción autoritaria, Álvaro Uribe también decidió oponerle a la condena a Yidis Medina la realización de un referendo que ordene “repetir” y legitimar las elecciones presidenciales de 2006. Ante tamaño despropósito —porque ninguna cantidad de votos puede cambiar un fallo de la justicia o convertir en honesto lo corrupto ni las elecciones pueden repetirse, y porque constituye una irresponsabilidad inaudita provocar una grave crisis institucional y malbaratar sumas enormes para hacer un referendo y una nueva elección a fin de que Uribe gobierne hasta el 2010, como hoy está establecido—, estamos ante dos posibilidades: o existen otros objetivos que la cúpula uribista oculta, como cambiar la Constitución para imponer una nueva reelección, mediante truculencias en especial dañinas por lo desproporcionadas, o se trata de un error de cálculo que al final puede imponerle a Álvaro Uribe rectificar, derrotado por la resistencia ciudadana y las exigencias de los poderes de los que en últimas depende su suerte y que ya han expresado rechazo a este nuevo disparate suyo.

Es indudable que esta nueva astucia de Álvaro Uribe y la camarilla que lo rodea, termine como termine, le hace un grave daño al país por la inestabilidad que genera y la imagen que proyecta de Colombia, y más cuando los vientos de una crisis económica nacional e internacional tienden a aumentar. Frente a este otro desvarío de quien es capaz de sentirse El Mesías, surge una pregunta: ¿qué límite no quebrantará cuando su descrédito lo acose más?

Como bien lo propuso Carlos Gaviria, Presidente del Polo Democrático Alternativo, “Es el momento de que todos los sectores (sociales y políticos) demócratas del país, salgamos a defender lo poco que queda de nuestra democracia, rodeemos a nuestras Cortes y gritemos con toda la fuerza de nuestra voz que Uribe no puede seguir gobernando al país para preservar su impunidad e imponer una dictadura populista”.