Jorge Enrique Robledo
Bogotá, 3 de junio de 2005.
Con el tonito propio del uribismo, Rudolf Hommes “se despachó”, como se dice, contra los opositores y hasta contra quienes tienen dudas sobre Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos. En su diatriba en El Tiempo del 20 de mayo pasado zahirió por “gordos y brillantes a los gatazos afiliados” a una agremiación de agricultores, afirmó que las voces en contra tienen origen en “las consideraciones mezquinas de riquitos que no piensan sino con el bolsillo” y concluyó que “no podemos seguir… al borde de hacer estupideces”, refiriéndose a las consecuencias de resistirse al tratado leonino que viene imponiendo la Casa Blanca. Y algo parecido afirmó en Portafolio del 30 de mayo.
Las rabietas de Hommes reflejan su desesperación por el aumento de las voces que censuran las cada vez mayores entregas de Colombia en la negociación del TLC o que incluso proponen levantarse de la mesa antes que sacrificar el interés nacional, posiciones que crecen entre el empresariado que con ingenuidad pensó que Estados Unidos lo iba a tratar con suavidad. Y son parte de su cómica astucia de proclamarse el adalid de los pobres de Colombia en contra de los “gatazos” que quieren sacrificarlos. Pongamos tal irritación en su sitio.
Es un acto de ignorancia o un truco barato que en el capitalismo se diga que se defiende a los pobres intrigando para que se quiebren los productores de los que ellos son asalariados, así algunos de esos empresarios quepan en la categoría de “gatazos” que Hommes usa como espantapájaros. ¿O es que ya olvidó el ministro de César Gaviria que, con las políticas neoliberales que arruinaron el agro y la industria, ellos y sus sucesores más que duplicaron el desempleo en el país, y no propiamente entre los “gatazos”? Que en el caso del trigo y la cebada nos dé el nombre de siquiera un “gatazo” arruinado. ¿Y no se asoció su gobierno con alguien bastante más grande que un “gatazo” para definir una política que acabara con la producción de cebada, la cual pasó de 54.700 a 2.700 hectáreas entre 1990 y 2003, tirando al hambre a millares de campesinos, a quienes les metieron la mentira de que su redención estaba en los frutales. ¿Ignora que con el TLC están en juego 457 mil empleos en los cultivos transitorios y 430 mil en los permanentes? ¿Serán 887 mil “gatazos”?
De otro lado, parece muy hábil recurrir al populismo neoliberal de azuzar contra “los riquitos que no piensan sino con el bolsillo”. Pero haciendo caso omiso de que los “gatazos” se le convirtieron en “riquitos”, ¿no es el colmo de la inconsistencia sindicar a alguien en el capitalismo de pensar “con el bolsillo”? ¿No se supone que el progreso de ese sistema económico depende de que los capitalistas solo piensen “con el bolsillo”? ¿Pertenece el exfuncionario del Banco Mundial a los pocos que no actuamos pensando “con el bolsillo”? ¿Será él uno de los “perdedores” anunciados por el gobierno con el TLC?
También oculta este exasesor de Uribe que su cantinela contra los “gatazos” y los “riquitos” se aprovecha del provincianismo de quienes no saben que las transnacionales que van a arruinar la producción nacional son bastante más grandes que enormes tigres dientes de sable, al lado de los cuales los “gatazos” colombianos son en realidad gatitos que van a ser devorados sin zangolotearlos siquiera. Y si el pleito lo reduce a enfrentar a pobres contra ricos, ¿por qué le parecen tan malos los mininos de aquí y tan buenos los descomunales felinos gringos? ¿Desconoce que, para poner un ejemplo, una sola firma agrícola estadounidense, la Riceland Foods, recibió subsidios por 253 mil millones de pesos en 2002.
Truculencias aparte, no es posible defender a casi todos los colombianos, incluidos los campesinos, indígenas, pequeños y mediados propietarios urbanos y rurales y obreros del campo y la ciudad si no se defiende el interés nacional frente al extranjero, interés del que también hace parte la producción empresarial.
Coletilla: avanza en el Congreso un proyecto que permitirá reelegir de manera inmediata a alcaldes y gobernadores. Es obvio que así busca el uribismo, como con la ley con la que pretende ocultar la falta de garantías electorales, legitimar lo ilegitimable, es decir, la reelección presidencial, al igual que convertir a un inmenso número de los mandamases de municipios y departamentos en jefes de debate del Mesías. Otro paso del Gran Manipulador en su propósito de hacer menos democrática la democracia que se practica en Colombia.