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UNA GRAN CULTURA SISMICA LOCAL

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El bahareque del Antiguo Caldas

Jorge Enrique Robledo Castillo (*).

Manizales, 14 de agosto de 1998.

En muchas zonas de la tierra los sismos fuertes son parte del contexto en el que se desarrollan las sociedades, así esos eventos no se presenten todos los días ni cada año. Ello explica por qué las nuevas investigaciones sobre la historia urbana de las civilizaciones han descubierto la existencia de Culturas Sísmicas Locales, entendidas éstas como que en ellas los pueblos resumieron conocimientos, emplearon materiales y desarrollaron tecnologías que mejoraban la resistencia de los edificios a los terremotos. Así lo demostraron en días pasados en Manizales los especialistas europeos Ferruccio Ferrigni, Bruno Helly y Emmanuela Guidoboni, quienes estuvieron en la ciudad participando en un interesante seminario sobre el tema.

 

Y vinieron a Manizales por dos hechos que no pueden dejar de resaltarse: de una parte, porque aquí existe un pequeño grupo de ingenieros que hace parte de la vanguardia nacional e internacional que trabaja por correr las fronteras del conocimiento en la protección de las edificaciones, aprovechando que este país y esta región se encuentran localizadas en una de las zonas de mayor actividad sísmica del globo. Y de otra, porque el bahareque regional tiene tanta importancia dentro de las Culturas Sísmicas Locales del mundo, que no resulta exagerado señalar que en pocos sitios de la tierra se dio un fenómeno de una profundidad y expansión similar. Es bueno que se sepa que los ilustres visitantes, que conocen al dedillo las tradiciones sismoresistentes de Italia, Grecia y Japón, por ejemplo, se fueron de Manizales muy impresionados por lo que vieron aquí.

 

Está demostrado que fue la idea de resistir a los sismos lo que definió la tecnología constructiva que se empleó de manera excluyente durante cuarenta años en las cerca de cien poblaciones que conforman los departamentos de Caldas, Risaralda y Quindío y del norte del Valle y del Tolima. No hay duda de que esa Cultura Sísmica Local pesó tanto a la hora de decidir cómo construir, que inclusive fue capaz de derrotar las otras influencias culturales que actuaban en su contra. Se sabe que “el estilo temblorero” se expresó con tanta fuerza, que le impuso a los diseñadores evolucionarlo de una manera sorprendente, cada vez que quisieron levantar edificaciones que tuvieran formas cuyos patrones estéticos respondían a las posibilidades brindadas por otras tecnologías. Y para completar el cuadro del fenómeno, ésta no es una tradición que apenas sobreviva en los textos y en las fotografías, sino un hecho vivo que ilustran los millares de edificios de este tipo que aun quedan en pie en Manizales y en toda la región.

 

Con cada día que pasa aumenta el reconocimiento nacional e internacional a la historia de las estructuras de madera y guadua del Antiguo Caldas y a los bahareques de tierra, tabla, metálico y encementado que les dieron forma. Cada vez está más seguro que el “estilo temblorero” es el más importante aporte de la región a la cultura nacional, y que su valor es tanto, que podrá ganarse un espacio entre aquellas manifestaciones culturales que la humanidad reconoce como valores de importancia universal, espacio que por supuesto no se conseguirá si no se muestran al mundo sus encantos.

 

Si las últimas observaciones y comparaciones de los arquitectos interesados en el tema indican que las formas urbanas y arquitectónicas de Salamina -el mejor ejemplo de la arquitectura tradicional- permiten proponerla como patrimonio de la humanidad, también crece la certeza de que en esa declaratoria podría jugar un papel decisivo el aporte del bahareque.

 

Cuanto tiempo más habrá que esperar para que los “dueños del balón” de Manizales y de Caldas dejen de un lado sus prejuicios y se decidan a trabajar por hacer compatibles una herencia de valía con las transformaciones que también deben estimular las sociedades.

 

(*) Arquitecto. Profesor Titular Universidad Nacional de Colombia, Sede Manizales.