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CARTA ABIERTA AL CONGRESO NACIONAL DE LA SAC

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Jorge Enrique Robledo Castillo

Contra la Corriente

El siguiente es el texto de la Carta Abierta que la Asociación Nacional por la Salvación Agropecuaria, presidida por Ángel María Caballero Lián, le dirigió al Congreso Nacional de Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC).

 

Cuando se decidió la definitiva desprotección de la economía del país, hubo quienes advertimos que esa política arruinaría a una porción inmensa de la producción industrial y agropecuaria, que no podría sobrevivir a los descomunales ataques que llegarían del exterior. Por su parte, la alta burocracia gavirista y los otros pocos que podían eximirse o beneficiarse de la nueva política, más los ingenuos de siempre, repitieron las tesis populistas que les dictaban desde afuera del país los que habían sido escogidos por el modelo neoliberal para inundar a Colombia de capitales especulativos y de mercancías de todo tipo. Hoy, nueve años después, los hechos finiquitaron cualquier debate al respecto: las importaciones de productos del agro pasaron de 700 mil a siete millones de toneladas, desaparecieron más de 800 mil hectáreas de cultivos transitorios, el arroz y la caña de azúcar están amenazados de muerte, la ganadería sufre por la pérdida de su rentabilidad, las transnacionales empezaron apoderarse de los cultivos de banano y flores y el ministro de hacienda ya habla de importar hasta café (!!!). Además, nadie puede afirmar que por causa de las orientaciones neoliberales se haya creado un sólo empleo en el agro nacional y, como ustedes bien saben, si la apertura y la privatización siguen -como lo tienen determinado Estados Unidos, el FMI y el gobierno de Andrés Pastrana- terminará por destruirse casi todo lo que queda del sector agropecuario.

 

Ante esta realidad, los colombianos que piensan como piensan los principales favorecidos por el desmantelamiento del agro nacional, ya pasaron de la demagogia al cinismo: “el neoliberalismo, la apertura, la privatización y la globalización, aunque no funcionan, son irreversibles”, dicen, mientras dedican todos sus esfuerzos a ayudar a mantenerlas y a colocarse en algún punto -público, privado o gremial- en el que puedan evitar los efectos negativos de lo que ocurre o, mejor aún, convertirse en parte del grupito de criollos que se lucran de la intermediación de los bienes, ideas y servicios foráneos. A los de esa minoría, por supuesto, la suerte de la nación colombiana le importa una higa. De manera muy conveniente para su tranquilidad y sus bolsillos, peroran sobre la “caducidad” de la patria, del patriotismo y de la soberanía nacional. No es que le vaya bien aunque al país le vaya mal, sino que le va bien porque al país le va mal.

 

En el otro polo estamos quienes con la práctica hemos confirmado que sin el cabal ejercicio de la soberanía nacional ninguna nación se alejará del atraso y la pobreza; quienes no ayudaremos ni alcahuetearemos la africanización de Colombia; quienes voluntariamente atamos nuestra suerte personal a la suerte de todos los colombianos y, en consecuencia, estimulamos la resistencia -civilizada y democrática, pero resistencia al fin y al cabo- contra un modelo económico que ha producido ruina, desempleo y hambre en todos los países en los que se ha impuesto.

 

El propósito de esta Carta Abierta es, entonces, el de invitarlos a que ese Congreso no se niegue a tomar la verdad de los hechos, descarte la necia ilusión de pensar que a Colombia la salvarán los mismos que la emboscan y con valor civil vincule a la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC) a la tarea de configurar un gran frente de resistencia nacional de empresarios, campesinos e indígenas contra las políticas destructivas del neoliberalismo aperturista y privatizador, de forma que el agro y el país despejen su futuro. Si así lo hicieren, cuenten con que se embarcarán en un empresa que aun cuando no es imposible sí es complicada, pero que a cambio cumplirán con el primer deber de los patriotas, ganarán el reconocimiento de sus agremiados y el de la nación y podrán darle la cara a sus descendientes cuando éstos les pregunten qué hacían contra la ruina y por la prosperidad de Colombia en el cambio de un milenio a otro.