Intervención del senador Jorge Enrique Robledo sobre el tema de la política forestal del gobierno de Álvaro Uribe Vélez, Comisión Quinta del Senado, 5 de diciembre de 2007
Como el senador Manzur empezó su intervención haciendo una cuña a favor de la reforma del Código de Minas, empiezo la mía haciendo una cuña en contra de la reforma del Código de Minas.
Realmente lo que se aprobó es muy malo, porque lo que hay en minería es muy malo, eso lo sabemos todos. Es horrible la situación ambiental de la minería, horribles las relaciones laborales de la minería, malísimo lo que las grandes empresas pagan de regalías y de impuestos, peor todavía el control del Estado sobre los negocios de la minería, espantoso el abandono de la pequeña y mediana minería por parte del sector público, terrible todo lo que hay. Y la reforma que hicieron no arregla nada, sino que organiza las cosas para echar unos pesos más en las arcas de las grandes trasnacionales de la minería. Es una reforma pro capital trasnacional, pro gran minería. Tiene gravísimas falencias, pero nos quieren meter el cuento de que es la octava maravilla del mundo. Eso explica por qué los senadores de esta Comisión, distintos al oficialismo, votamos en contra de esa reforma del Código de Minas.
Lo segundo es otra cuña, un llamado cariñoso a los senadores oficialistas. Acaba de publicar el Fondo Monetario Internacional un artículo que se llama “El precio (de los alimentos) del éxito” –hay en el título un juego de palabras–, firmado por el señor Simon Johnson, consejero económico y director del Departamento de Estudios del Fondo Monetario Internacional, y lástima que no esté el ministro de Agricultura, está aquí al lado en otra Comisión, no sé si alcance a ir. Lo que dice sobre los agrocombustibles el Fondo Monetario Internacional es: primero, que se van a disparar los costos de los alimentos en el mundo. Segundo, que si se disparan, van a subir las tasas de interés en el mundo. Que eso será terriblemente negativo para las condiciones macroecómicas, principalmente de los países pobres de la tierra. Aquí está, se lo mando al que quiera, es cortico y no es muy doloroso leerlo. Que se va a producir hambre en grande en todos los pobres de las ciudades del mundo, es decir, en la mayoría de los habitantes de la tierra, incluidos los de Colombia. Y que va a aumentar el hambre entre mucha gente de la zonas rurales. Y todo esto dicho por el Fondo Monetario Internacional. Llamo la atención al respecto, porque Colombia va embalada en agrocombustibles y aquí el tema ni se discute. Tampoco se discute que los agrocombustibles se están produciendo en Colombia a través de inmensos subsidios. No digo que no pueda haber subsidios, pero por lo menos que se sepa. Lo otro, no se están produciendo ni se van a producir para la exportación, eso es paja, sino para el mercado interno.
Y lo otro que tampoco se discute: este cuento de los agrocombustibles se está produciendo para tapar el desastre de la negociación agrícola del TLC, en la cual en azúcar no ganamos nada que hubiéramos podido ganar, porque los gringos le cerraron las puertas y es el único bien de todo el arancel agrícola e industrial que nunca se desgravará. Y en el caso del aceite, a la palma africana la van a golpear con las importaciones de soya y de subproductos de la soya. Harto hay que discutir, senadores, sobre este tema de los agrocombustibles, pero les recomiendo, a ustedes y a todos los colombianos que nos oyen, este artículo del Fondo Monetario Internacional. Yo se lo doy a los compañeros de la Comisión Quinta del Senado para que no lo tengan que buscar.
El problema de fondo en la reforestación son los costos financieros
Con respecto a este tema que estamos debatiendo, digamos que todos estamos de acuerdo en las bondades de la reforestación. Sería el colmo que uno se opusiera a que se sembraran árboles y más en un país donde hay una situación tan dramática en este sentido, porque el país se ha deforestado de manera absolutamente antitécnica y se han creado problemas ambientales tremendamente graves. Diría que probablemente el peor problema ambiental del país sea el manejo de las aguas, en buena medida derivado de la deforestación antitécnica en todos estos años. Pero además, porque lo que se ha hecho o se está haciendo es pésimo. El ministro de Agricultura dice que hay 24 millones de hectáreas potenciales para asuntos forestales, y que de esas por lo menos 4,5 millones no tienen ninguna restricción por suelos, pero lo que hay sembrado son apenas 239 mil hectáreas. Uno tiene que señalar que no hay estímulo a la siembra de árboles en el territorio nacional. Lo que se ha sembrado apenas equivale al 0.1 por ciento del potencial total y al 5 por ciento del potencial, si se mira la restricción del suelo. Los daños ambientales causados por la deforestación son descomunales y lo que se hace para combatir el desastre es muy poco.
¿Cuál es el problema de fondo? Como dice Carlos Gaviria, aquí voy a caer un poco en mi manía pedagógica de intentar explicar cuál es el lío de la reforestación. En esencia, un problema de costos inherente a cualquier política de reforestación. ¿Por qué de costos? Porque no se puede hablar de negocios de reforestación de menos de veinte, veinticinco, treinta años para el retorno de las inversiones. Ahí hay un problema extremadamente complejo, porque al capital, tímido por naturaleza, no le suena mucho entrar allí. Y falta ver si aun cuando se tome la decisión, sembrar pueda ser rentable, cuando los costos financieros de una inversión a treinta años son por definición supremamente onerosos. Y el asunto se agrava porque en Colombia todavía hay bosques naturales, o sea, la posibilidad de cortar maderas sin costos financieros. Entonces los problemas de competitividad de la madera sembrada suelen ser muy complicados, porque hay que competir contra quienes están cortando el bosque natural sin costos financieros. Este es el enfoque que hay que darle al problema para empezar a atenderlo con seriedad.
¿Qué se deriva de aquí? Ojo, senadores, solo con inmensos subsidios del Estado es posible avanzar en planes serios de reforestación, porque no estoy hablando del señor iluminado a quien, sin hacer cuentas, le da por sembrar unos arbolitos. Sin cuantiosos subsidios del Estado no puede haber, ni en Colombia ni en ningún país del mundo, políticas de reforestación. Hay que decirlo con todas las letras o si no entendemos de qué es de lo que estamos hablando y todo se nos va en códigos y catálogos de buenas intenciones. Aquí el problema es si el Estado va o no a subsidiar. No lo ha hecho y por eso estamos como estamos. Porque los negociantes, y estamos hablando de negocios, no entran en negocios sino donde hay una ganancia asegurada. En síntesis, hay que subsidiar.
Y aquí aparece otra discusión. ¿Cómo hay que subsidiar? ¿Cuáles son los dilemas de los subsidios? Primer dilema, hay muchas cosas que requieren los subsidios del Estado. Por ejemplo, no hay planes de vivienda popular sin subsidios. No puede haber salud que valga la pena, y por eso el desastre de la Ley 100 –que mata más colombianos que todas las violencias–, porque la convirtieron en un vulgar negocio y el Estado se está retirando de un servicio tan esencial y se niega a subsidiar la atención en salud. No puede haber agricultura ni ganadería, ni en Colombia ni en el mundo, sin subsidios, así los neoliberales digan boberías y salgan a perorar que el mundo funciona sin subsidios. La Boeing no puede hacer jets sin subsidios. El mundo del capitalismo es en buena medida el mundo de los subsidios. Entonces aparece el dilema: ¿a qué le damos el subsidio? ¿A la vivienda, a la reforestación, a la salud, a la educación? Otro dilema: ¿a quién? ¿Se subsidia a los pobres? ¿A los ricos? En el caso de la producción de madera, hablar de pobres es una necedad. No es posible hacer planes de reforestación de pobres, empezando porque la tierra de los pobres es tan pequeña que si siembran un árbol en ella, les toca salirse de la parcela. O si les caben diez arbolitos, de eso no pueden vivir, para no hablar de que lo que les cuesta esperar a que el árbol crezca para venderlo. Por definición, este no puede ser un negocio de pobres. Entonces surge la pregunta: ¿subsidiamos a los ricos? ¿En qué condiciones? Y cuando hablamos de ricos, ¿de qué estamos hablando? ¿De ricos de 500, de mil, de un millón de hectáreas? Otra pregunta: ¿Vamos a respaldar la Ley Forestal en la idea de que los subsidios sean para el gran capital, el monopolista? Nos dijeron aquí que la ley era muy buena, pero como será de mala que el propio gobierno tuvo que peluquear lo que se aprobó en esta Comisión. ¿Pero se va a avanzar en esa idea, es decir, los subsidios para el gran capital? Simplemente estoy planteando los dilemas. Entonces me replican, no puede haber negocio de reforestación sin capital extranjero. Y pregunto, los pocos recursos nacionales para pagar subsidios ¿se los vamos a dar a los extranjeros? ¿Eso es lo que se quiere? No tengo una posición de xenofobia, de odio a los extranjeros, pero me llama mucho la atención y me molesta ¡que ser extranjero resultó lo mejor en Colombia! Los colombianos somos como unas especies de inútiles que si nos quebramos, no importa. Pero eso sí, si mencionan la palabra extranjero, es inteligente, es honrado, es perfecto, nos va a salvar. Simplemente pongo la duda y hago una pregunta sencilla: los pocos subsidios del Estado colombiano, los pocos en total y los pocos que van a reforestación, todavía más exiguos, ¿se los vamos a dar los extranjeros para que cojan las ganancias y se las lleven al exterior? O los vamos a condicionar, así sean nacionales, a que inviertan en el país las utilidades que logren con esos subsidios. Porque es que aquí aparece el Estado dando plata y cuando alguien da la plata, tiene derecho a decidir. Por ejemplo, ¿no tienen derecho los cultivadores de caña del Valle del Cauca a los subsidios del alcohol carburante, viceministro, o son solo para los ingenios, como hoy está sucediendo? Los subsidios al alcohol carburante no les llegan tampoco a los jornaleros de la caña, a quienes solo les pagan unos sueldos bajísimos y los están echando de los puestos mediante la mecanización del corte. Les dejo planteada esa duda.
¿Cuál es el interés nacional? Sembrar árboles, sí, pero ¿y quién los siembra, los pequeños, los medianos, los grandes? Cómo los siembran, qué tasa de utilidad se les va a dar, entran los extranjeros, sí o no, etc., son todos los dilemas que hay que discutir en esta Comisión. Porque al final, un ministro, por bueno que sea, digamos, hace lo que se le da la gana y aquí ni siquiera se sabe de qué estamos hablando, ni qué es lo que se está discutiendo, ni por qué se está votando.
La gran contradicción que enfrentamos aquí es la pobreza del país, porque no solo subsidiar es un lío, sino que además tenemos en Colombia un producto per cápita del orden de dos mil dólares al año, mientras que el de los países civilizados oscila entre treinta y cuarenta mil dólares al año. Y cada vez es peor, lo que es aún más grave. Este país está tan mal gobernado, que cada vez la distancia que nos separa de los países desarrollados es mayor. Les doy este dato: en 1900 el producto per cápita gringo con respecto al de Colombia era cinco veces mayor. Hoy es veinte veces. Es la prueba reina de lo mal que se ha gobernado a Colombia, incluido el actual gobierno. Pero este es el problema del subsidio, porque del producto per cápita depende de qué tanto se puede subsidiar. Los países pobres tienen mucho menos para subsidiar que los países ricos. Y esto no se va a resolver porque el capital extranjero venga y tire aquí unos pesos que después nos cobran de mil maneras, así no sea de manera inmediata. Alguien paga el almuerzo, ministro, esa es una cosa que no debieran ustedes perder de vista.
Concluyo diciendo que lo que hay es un desastre: graves daños ambientales, precarios recursos para la reforestación, sumas ridículas, chichiguas, ministro. Entonces, ¿para qué alcanza la plata de la reforestación? Alcanza para los titulares de prensa, porque al grueso de los colombianos les presentan en letras gruesas unos cuantos millones y les parece mucha plata. Las chichiguas alcanzan para producir los titulares de prensa con los que los ministros sacan pecho y condecoran gente. Segunda cosa para la que alcanzan las chichiguas, para favorecer a unos cuantos conmilitones, por lo común mediante procesos clientelistas. Generalmente los subsidios del Estado terminan en los bolsillos de quienes menos lo necesitan o de quienes no los necesitan en absoluto, porque tienen dinero suficiente con qué hacer otros negocios. Realmente la situación es lamentable porque no veo una política seria. Hay platica con que conseguirse unos voticos y hacer clientelismo y sacar titulares en la prensa, pero al problema grueso de la reforestación, de extrema gravedad, no se le hace ni cosquillas con las actuales políticas, ni siquiera por un problema de buena o mala voluntad, que no viene al caso, sino porque estamos sumidos en esta realidad que estoy denunciando.
Y por supuesto, las concepciones no apuntan a sacar el país adelante, sino a apacentar el rebaño. En Colombia nunca ha habido políticas de desarrollo de verdad. Lo que ha habido son unas políticas encaminadas a impedir que los pobres se reboten, para que sigan eternamente en la pobreza sin protestar ni alzar la voz