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Sobre candidaturas presidenciales

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Jorge Enrique Robledo, Bogotá, 23 de enero de 2009.

Bajo el estricto cerco de esa especie de policía burocrática que comanda Fabio Valencia, los representantes uribistas a la Cámara supieron que no podían salirse del recinto sin votar la reelección del Presidente, aunque se congelaran en la madrugada y violaran la ley, so pena de perder sus puestos en el gobierno, amenaza que la Casa de Nari demostró que no iba de caña.

Mas no obstante el feroz destape de una ambición que tiene tanto de patológica, sigue la incertidumbre en el uribismo, pues bien se sabe que otras realidades –entre ellas las deserciones y las intrigas de diversos aspirantes de ese sector– pueden determinar otra cosa. No es menor, por ejemplo, que Hillary Clinton, la nueva jefa del Departamento de Estado norteamericano –el llamado Ministerio de Colonias de Estados Unidos–, acabe de ratificar que el TLC seguirá en el congelador, porque le mantienen la sanción moral y política a Álvaro Uribe.

Entre los aspirantes presidenciales aparecen los ministros Santos y Arias, quienes han dicho que si Uribe se lanza, ellos se le someten, posición que asumen a regañadientes porque necesitan ser señalados como herederos de la Presidencia por el dedo índice de la misma mano que en 2009 firmará cheques por 140,5 billones de pesos, plata que tanto sirve a la hora de reclutar caciques y electores. A propósito, ¿por qué el procurador Ordóñez no le ha abierto investigación por participación en política a su copartidario Andrés Felipe Arias, el abusivo precandidato que mangonea desde la cartera de Agricultura?

También está Germán Vargas Lleras, quien no encuentra cómo adelantar su campaña sin que ello le cueste más burocracia y sin que los de Palacio le sonsaquen más parlamentarios, pues allí cobran en sumisión las canonjías que reparten. Vargas anunció que no respaldará a Uribe a la Presidencia en 2010, pero que lo apoyará hasta el “el final de su mandato”, porque “tenemos un compromiso programático, filosófico” y porque “no será por cuenta de una disputa burocrática que faltaremos a nuestra palabra”. El jefe de Cambio Radical además pide que Uribe “promueva unas reglas de juego para garantizar la unidad de la coalición de gobierno” (El Tiempo, Ene.18.09). Solo los aparta la reelección.

Los problemas del Partido Liberal también son conocidos: va para ocho años por fuera del poder de un gobierno que en mucho se montó con los dirigentes y los votos que Uribe le quitó al liberalismo; Horacio Serpa perdió de lejos con el candidato del Polo en las elecciones de 2006 y es muy notoria la debilidad de sus precandidatos presidenciales. Entonces, la consulta interpartidista de César Gaviria para escoger un candidato a la Presidencia tiene como primer objetivo recuperar a Vargas Lleras, pero si este termina en ella será luego de perder con Uribe una buena parte de su Cambio Radical. Preso, además, de sus convicciones, para más dificultades, Gaviria ha dicho que su proyecto debe oponerse a la reelección pero no a la obra de Álvaro Uribe, con quien, como se sabe, coincide en el programa del “libre comercio”. Su propuesta no es antiuribista, sino “posuribista”, explica, lo que traduce que pretende cambiar a quienes gobiernan, pero no cambiar el país. Llanta de repuesto del proyecto político neoliberal.

Como el Polo apenas tomará decisiones sobre candidaturas en su II Congreso de febrero, el apoyo de Petro y Garzón a la propuesta de César Gaviria es tan a título personal que ni le informaron a su partido que iban a darlo. Hay hechos de sobra para pensar que se quedarán en minoría cuando propongan esa alianza, por cuanto, como se deduce de las condiciones irrenunciables de su proponente, ello le costaría al Polo tener que entregar la médula de su programa, es decir, abandonar sus concepciones de izquierda democrática, la única razón de su existencia, lo que también le costaría perder a sus adherentes, pues si estos están allí es porque quieren cambiar profundamente el país.

La consulta interpartidista, que sin duda le sirve de muchas maneras al jefe único del liberalismo, ni siquiera tiene sentido práctico para el Polo, una fuerza nueva y en ascenso que con Carlos Gaviria obtuvo cerca de 2.7 millones de votos en la elecciones presidenciales de 2006 y que está en condiciones de liderar la gran unidad de clases sociales que requiere la salvación de Colombia. El Polo debe escoger mediante consulta a un dirigente suyo como su candidato y aprestarse a vencer con sus propias convicciones.