Inicio Biblioteca Robledo sobre salud: análisis y propuestas

Robledo sobre salud: análisis y propuestas

1453

Video (43 min): https://www.youtube.com/watch?v=YV3wHc_5p1w

Índice 

Lo que enseña la pandemia
Costos crecientes y recursos escasos  
La corrupción del sistema
Lo básico de todo sistema de salud
La administración como pretexto
La propuesta que hay que acordar
Acordarse también en los demás temas
Dignidad y la Coalición de la Esperanza            

Transcripción

Lo que enseña la pandemia

Un saludo a todos quienes están esta tarde aquí con nosotros, a nuestro presidente de Dignidad, Juan Manuel Ospina, y a todos las compañeras y compañeros. Voy a hacer una presentación con una lógica que utilizo mucho. No se va donde el médico a que nos diga dónde nos duele, sino a que nos diga por qué nos duele, cuál es la causa del mal, y cómo tratarlo, y si falla en el diagnóstico también fallará en la solución. Entonces suelo empezar estas presentaciones señalando los problemas que veo y que hay que resolver. Y el debate empieza ahí. Porque nuestros contradictores no ven problemas, les parece que todo está muy bien y que el sistema necesita apenas unos pequeños retoques. Nosotros tenemos una visión diferente.

A partir de ese enfoque, empiezo por decir, y me encuentro ante personas ilustradas, que las fallas graves del sistema son evidentes. Tampoco voy a afirmar que no se hace nada. Ese es un cuento que se han inventado los duquistas, acusarnos de decir que el gobierno no hace nada. No, no estamos diciendo que no se hace nada en el sistema, pero sí que las fallas son evidentes y grandes y que tenemos el derecho de corregirlas, sobre todo si se trata de fallas estructurales, que si no se resuelven, no va a ser posible contar con un sistema de calidad.

Es importante explicar que la Ley 010, la que tumbamos con el paro, empeoraba el sistema, lo hacía más perverso de lo que ya es, más centrado en el aseguramiento y en el predominio del capital financiero sobre el sector, menos servicio público y más negocio financiero. Lo enfatizo. ¿Por qué? Porque hay quienes piensan que las cosas no pueden empeorarse, y sí pueden. Y por otra razón, porque aquí hubo inocentes que, cuando estalló la pandemia, pensaron que ahora sí los poderes iban a darnos la razón y que el mundo iba a aceptar que las cosas estaban mal y se iban a corregir. Y quienes hemos seguido de cerca los acontecimientos, no hemos encontrado todavía una sola opinión de quienes mandan de verdad en el mundo o en Colombia admitiendo que el modelo de la globalización neoliberal debe echarse atrás. Ni una sola, ni una sola voz en este sentido entre quienes mandan en el mundo.

El mensaje que nos han mandado es que van a aprovechar la pandemia como una oportunidad, no para cambios democráticos, sino para profundizar en lo mismo que tanto daño nos viene haciendo. Y la Ley 010 era un mensaje incontrovertible al sector salud anunciándole, señores del sector salud, vamos por lo que falta. Hay por ahí alguna ironía sobre alguien que le reclama a un todopoderoso y le dice, oiga, ustedes van a terminar hundiendo el barco, y el tipo le responde, sí, pero les vendemos los salvavidas. Es la realidad en la que estamos. En dos palabras, nada de ilusiones. Nada de ilusiones pensando que los “Duques” del mundo, que las grandes potencias económicas, que las agencias internacionales de crédito y los organismos internacionales que manejan el mundo están pensando en modificar nada. Cuando mucho, promueven asistencialismo, porque el asistencialismo es gasto público y al final les preserva los negocios porque se mantiene capacidad de compra. Además, los impuestos los pagan los más pobres y entonces qué problema hay, dirán, en hacer asistencialismo con el gasto público para mantener su sistema funcionando.

Costos crecientes y recursos escasos

Quiero entrar al análisis de los costos, un aspecto bien importante. ¿Debe mejorarse la estructura de costos? Hay personas que de buena fe creen en soluciones mágicas. Y resulta que la magia es cierta en la ciencia ficción o en las historias de dibujos animados o las fábulas, pero no opera en la vida real. Entonces para aterrizar el debate, paso a exponer dos temas que van entrelazados en el campo de la salud y son muy complicados de administrar.

Lo primero es que la salud, a diferencia de una buena parte de los instrumentos que han hecho posible el enorme desarrollo de la humanidad, tiene costos crecientes. Alguien lo explicaba con una cierta ironía: morirse se volvió casi imposible. La medicina lo mantiene a uno vivo. Si usted dispone de diez o de cien millones de pesos, le van a dar la vida eterna, a punta de máquinas, aparatos y medicamentos. ¿Cuánto vale una UCI? En mis estudios sobre la historia de Manizales, encontré que su primer hospital no lo era propiamente, porque era un sitio llamado así donde unas monjitas caritativas atendían a los pobres de solemnidad para darles una muerte por lo menos digna entre sábanas limpias. Pero que a la gente la trataran como hoy atienden una clínica o un hospital, no existía. Por ello la salud tiene costos crecientes. Aquí hay una batalla permanente por la plata, cuidando cada centavo, si ustedes quieren, porque si no se maneja bien, nunca va a haber recursos suficientes.

Lo otro es que los recursos de la salud en Colombia se manejan muy mal, como lo voy a explicar, y hay derroche y malas prácticas y corrupción. Y voy a ser enfático en un punto, para que no lo perdamos de vista. Los recursos de que dispone la salud en Colombia son bastantes escasos. Les voy a dar una cifra. El gasto público en salud por habitante en Colombia es de apenas 345 dólares, el de Estados Unidos es 9.386 dólares por habitante, 27 veces mayor. El de Alemania es 4.589 dólares, trece veces el nuestro. Y el de Francia 3.785 dólares, once veces el nuestro. Si ustedes miran el mundo desarrollado, exceptuando a Italia y a España, todos están por encima de 3 mil dólares. Y si miran el mundo subdesarrollado, todos están por debajo de mil dólares. Estoy señalando una relación inexorable entre la capacidad del gasto en salud y el desarrollo económico del país. Es clave entenderlo y lo he venido remarcando. La diferencia entre Estados Unidos y Colombia es obvia. Ellos tienen 65.000 dólares de producto por habitante y nosotros apenas 6.000. Y la diferencia se refleja absolutamente en todo. Luego aquí la lucha porque cada centavo vaya a donde tiene que ir es una lucha de vida o muerte, literalmente hablando.

Pero en relación con Estados Unidos me permito hacer un comentario bien interesante, porque nosotros nos hallamos inscritos en el modelo norteamericano de salud, el del capitalismo más salvaje de todos, el del aseguramiento más brutal. Miren ustedes la diferencia entre Estados Unidos y Alemania y Francia, los países más avanzados de Europa. El gasto norteamericano en salud por habitante duplica el francés y el alemán. Y todos sabemos que probablemente la peor de las medicinas del mundo desarrollado, sobre todo para las gentes sencillas, no por razones científicas, sino por las dificultades para el acceso, es la de Estados Unidos. Es la más brutal, la más bárbara, la más despiadada con la gente. Si algún ejemplo de capitalismo salvaje hay en Estados Unidos, es el sistema de salud, montado sobre el aseguramiento, que significa, en buen romance, la salud como un negocio de banqueros, un negocio del capital financiero.

Claro, en Estados Unidos no hay EPS ni ese tipo de cosas como aquí, pero en la idea del aseguramiento como negocio es tan bárbaro el capitalismo salvaje de ellos como el nuestro. Vuelvo a llamar la atención sobre un aspecto clave en el debate. La salud norteamericana tal vez sea la peor del mundo desarrollado, a pesar de que duplica el gasto de los demás países. En conclusión, nos vemos obligados a defender cada centavo, porque es la diferencia entre la vida y la muerte para muchísimos compatriotas, entre la calma y el dolor.

La corrupción del sistema

Miremos ahora cuáles son los dos grandes problemas que enfrenta el gasto del sistema de salud. Uno, de entrada, pavoroso, es el nivel inmenso de la corrupción. Les voy a dar los datos de algunos debates hechos por mí en la plenaria del Senado. Figuro entre los congresistas que más debates han hecho sobre el tema. Hubo uno en el 2011 que causó un impacto bastante grande, porque demostré que los señores de Saludcoop, de acuerdo con la Superintendencia de Salud, se estaban robando 627 mil millones de pesos de la plata de la UPC, de la plata del sistema, de la Unidad de Pago por Capitación, de una plata que ya se habían robado y de otra que estaban en trance de robarse. Entonces la Superintendencia les dijo: me devuelven lo que se robaron y esto otro no se lo roban. Con un truco muy fácil de entender, las EPS cogen la plata de UPC, destinada a medicamentos, al pago del personal de la salud, a la administración y a los procedimientos quirúrgicos y hospitalarios, y la pasan a su propio patrimonio, a las arcas de las propias EPS, se la embolsillan.

A partir de ese debate, la contralora Sandra Morelli hizo una investigación sobre más años anteriores y encontró que Saludcoop se había robado en realidad 1.4 billones de pesos. Ordenó entonces devolverlos. Para hacer corto el cuento, la plata se perdió. El gobierno encargado de recuperar el dinero lo dejó perder, es la cruda realidad, y sobre eso también hice un debate. En YouTube están los videos, y sobre el tema hay muchos artículos míos, de los que he publicado en el diario La Patria

Lo otro que denuncié en el mismo debate fue cómo Saludcoop, también, inflando de manera tramposa los precios, había hecho un gasto excesivo por 825 mil millones de pesos en medicamentos, según un estudio del CID de la Universidad Nacional. Era tan escandaloso el comportamiento del Grupo Saludcoop, que 18 EPS mostraban un gasto en medicamentos por habitante de 36 mil pesos y el Grupo Saludcoop tenía 207 mil pesos. Ahora explicaré las causas de unas cifras tan altas, pero lo evidente es que cogí al Grupo Saludcoop con las manos en la masa.

Tuve cierta suerte en ese debate, porque unos días antes había sido publicada una investigación de la Superintendencia de Industria y Comercio que reventó otro escándalo. Les voy a leer, porque de lo contrario no me creen, por qué fueron multadas Acemi y las EPS de Acemi, con la multa más grande que pudieron, aunque insignificante para lo que se habían tumbado. Revela el análisis de la Superintendencia de Industria y Comercio que las EPS habían constituido un cartel, la palabra la puso la Superintendencia de Industria, no es mía. ¿Qué es un cartel? Una colusión para delinquir o para abusar de alguna manera. ¿Con qué fin? Primero, engañar al gobierno y al país. Cito textualmente, “la formación del cartel para ocultar y falsear la información remitida a los entes reguladores. 2. No competir entre ellas, las EPS. Determinar uniformemente cuáles servicios serían suministrados a los afiliados y cuáles les serían negados”, incluso violando la ley que obligaba a prestarlos. “Tercero, negar derechos e imponer tutelas”.

Negar derechos para obligar al ciudadano a imponer tutelas es de lo más torcido que ustedes se puedan imaginar, porque las tutelas las paga el Fosyga, o las pagaba en aquel tiempo. Entonces “negar la prestación de servicios contemplados en el POS con cargo a la UPC y recobrarlo ante el Fosyga”, qué quiere decir. Que las EPS se cobran dos veces el servicio. Porque el servicio ya estaba pagado en el POS con la UPC. Y además, como si fuera poco, mediante un truco marrullero, fijan la UPC, establecen cuánto debe ser el costo de la UPC.

El súmmum del escándalo ¿saben cuál fue? Que en otra investigación adelantada por la Superintendencia de Industria, de esas que hacen por muestreo, de 182 recobros revisados, se encontró que en el 55% eran cobros sobre POS. En distintas palabras, las EPS no tenían derecho a hacer el recobro. Se cobraron dos veces el mismo servicio. Inaudito. Ahora, nunca hubo una investigación penal. Los dueños han debido terminar en la cárcel, porque estamos hablando de delitos absolutamente evidentes.

Y el otro caso al que le he hecho seguimiento es el de Medimás. Es un torcido de proporciones mayúsculas organizado por el Ministerio de Salud con la complicidad de la Superintendencia de Salud. Con tanto descaro, que se inventaron la teoría de que todo estaba protegido por la confidencialidad y el secretismo, porque eran negocios entre privados. Atropellaron la advertencia oportuna que les hizo la Procuraduría. Es inaceptable lo que van a hacer ustedes, les hizo ver. Todo, todo, lo denuncié con alguien más. En primera instancia, ante el Tribunal Administrativo de Cundinamarca, que ordenó parar el negocio. Pero fueron tanto las presiones que se quitó la suspensión. Pero en el fallo final, el Tribunal Administrativo de Cundinamarca dio orden de echar atrás todo el negocio de Medimás. El tribunal señala en el fallo que todo el torcido de Medimás lo montaron a partir de una resolución del ministro de Salud. Me hacía un día una pregunta. Será este un caso de esos en que la gente dice “hecha la ley, hecha la trampa”, o más bien primero hicieron la trampa y después diseñaron la ley. Es lo que da a entender la magistrada del tribunal, que procedió a tumbarla en el fallo por inconstitucional. Es un breve resumen de una historia monstruosa. Y sobre la corrupción hay historias, historias e historias. Quería simplemente detallarlas un poco.

Cuál es la relación de la Ley 100 con la corrupción del sistema. Es bien importante comprenderlo. En algún debate se lo expliqué de manera precisa al senador Uribe Vélez, que fue quien tramitó la ley como senador. Allí estaba presente Alejandro Gaviria como ministro de Salud. Que les expliqué. Que es una ley como para ángeles, porque no hace ni el menor esfuerzo para evitar que las EPS se roben la plata. Increíble. Es una norma tan mañosa que las palabras ganancia y lucro no aparecen por ninguna parte. No está en ningún rubro de la ley de dónde sale la plata de las ganancias. Porque resulta que la ley y la UPC solo consideran gastos en personal de la salud, medicamentos, procedimientos y administración. ¿Entonces? Muy sencillo. La ganancia tienen que sacarla robándose la plata de la administración. Inaudito, pero es así. Llevamos en esta pelea ya diez años y no ha sido posible corregir el entuerto.

Pero además, la segunda característica de la Ley 100 es que carece de un sistema robusto de auditoría. Ninguno. Nada. Y cuando confronté al ministro de Salud, me contestó, bueno, es que esto funciona sobre la libre competencia. Pero la libre competencia en una teoría como para Walt Disney. La libre competencia todo lo hace perfecto, porque la teoría es que ninguna EPS va a actuar mal, porque si lo hace, de inmediato los clientes se pasan para otra EPS, y entonces en libre competencia todas actúan bien. Háganme el favor. Como lo que asegura aquí una información que no les voy a leer para no hacerme más largo.

Con tales premisas, robarle al sistema de salud colombiano es una ganga, por supuesto. Ya casi que quien no roba ahí es un imbécil. Donde se pone el dedo sale pus. Pero aclaro una cosa con franqueza, no todo el mundo roba. Tampoco es así. Hay gente honrada. Pero lo cierto es que la ley sigue abierta para que vuelva a pasar lo que ha pasado tantas veces o, por lo menos, para el abuso. Para que se hagan ganancias excesivas.

Lo básico de todo sistema de salud

En tercer término, voy a tocar un poco qué es un sistema de salud. Todo sistema de salud debe pagar trabajadores, medicamentos, procedimientos (diagnósticos, quirúrgicos y otros) y administración. No hay sistema de salud que se libre de cubrir los costos de la administración. Pero ojo con esto, la administración no tiene que producir ganancia. Esa es la discusión que tenemos aquí. Pero son cuatro pagos inevitables.

Cuál es la prelación que ha de tener un sistema de salud. Los pacientes, apenas obvio. ¿Un sistema en salud se diseña pensando en quién? En la gente. Menos dolor, menos enfermedad, menos muertes, menos sufrimientos, he ahí el objeto. Si no el sistema está viciado.

Y para que ello sea posible, se necesita que los trabajadores de la salud estén en las mejores condiciones, porque de lo contrario, no puede haber buena salud. Si un médico se ve forzado a trabajar veinte horas diarias y con unos ingresos que no le alcanzan, por supuesto que de ahí se desprenden problemas gravísimos. Y ha de haber también las mejores IPS, las mejores clínicas, los mejores hospitales, los mejores instrumentos, los mejores aparatos, los mejores medicamentos, todo lo que tiene que ver con la prestación del servicio. Y esto vale un montón de plata.

La administración como pretexto

Ahora, sin administración, tampoco funciona. Aquí tienen que haber gerentes, ascensoristas, oficinistas, contadores, de todo. Pero entonces ¿dónde aparece la discusión? En que, según algunos, tiene que haber ganancia por la administración. He afirmado desde el principio que esta es una discusión por plata. ¿Los fondos van todos al mejor objetivo, los pacientes y sus necesidades, o le sacamos al sistema un montón de plata para cubrir utilidades que pueden no retroalimentar el sistema y que no se traducen en un mejor servicio para la gente? Este es el gran debate.

Y entonces, cuál es el problema. Que aquí con el cuento de la administración se inventaron el aseguramiento. Pero son dos cosas distintas. Hay muchos países del mundo donde el administrador no hace ganancias. Cuando es público, el Estado no hace ganancias, como tampoco cuando el administrador es sin ánimo de lucro. La ganancia no es obligatoria. Usted puede pagar una administración intachable, muy bien paga, pero es que la ganancia es otra cosa.

Entonces, cuál es el problema que tenemos aquí con las EPS. Nos cobran la administración y, no hay duda, hay que pagarla, y pagarla bien, a precios justos. No hay problema. Pero además le hacen ganancia al capital de ellas. Digamos que en el capitalismo la utilidad es algo inherente al sistema. Si usted tiene un capital invertido, usted le hace una ganancia. Pero lo que pasa es que le ganan plata también a la plata pública y ahí sí empieza el debate. En Colombia es así, pero podría no serlo, sea administrado por el Estado o por privados o de manera mixta. Y estamos hablando de sumas supremamente grandes. Qué hacer con las EPS es un poco el centro del debate, insistiendo en que deben existir, no importa el nombre. O, mejor planteado, qué hacer con el administrador de los recursos.

Y una pregunta que va más allá. ¿El administrador de los recursos es un servidor de un sistema en el que el rey es el paciente o, por el contrario, el administrador del recurso es el rey del sistema? Cuál es entonces el lío que tenemos aquí. Que en un sistema como el nuestro o como el gringo, ya no se habla de sistemas de salud para los colombianos, sino de sistemas para el negocio financiero con la salud de los colombianos, una cosa bien distinta. Parece un trabalenguas, pero no lo es. Una cosa es un sistema de salud que utiliza la enfermedad y los pacientes como un pretexto para hacer utilidades financieras y otra muy diferente un sistema que funcione con otra lógica. Repito, el nuestro es un sistema para el negocio financiero con la salud de los colombianos y no un sistema para la salud de los colombianos. 

Lo anterior se visualiza con facilidad. Al final del año, un gerente de una EPS no rinde cuentas a sus accionistas o propietarios contándoles cuántas vidas salvó o cuánto dolor evitó, sino cuánta plata ganó. Y si no gana plata, pues lo echan del cargo. Me imagino que le dirán, doctor, usted está muy bien para una fundación o para hacer obras de caridad, pero aquí es haciendo sonar la registradora, como decían los viejos comerciantes.

Entonces, en este modelo hay un riesgo moral, como lo llaman los banqueros, por completo intolerable. Ahora, estamos hablando de que la sola UPC de este negocio, o sea, la plata directa aportada por el Estado, vale más de 46 billones de pesos. Puede ser el negocio más grande de Colombia. Por ahí vi que sacaron la lista de las más grandes empresas de Colombia y figuran de primeras varias EPS, porque además es una plata que el Estado les da todos los años, aumentada en los términos en los que se calcula.

La propuesta que hay que acordar

Cuál es la propuesta a partir de lo que he dicho antes. Primero, la mía es una propuesta en construcción, no demagógica. Cuando anuncié mi candidatura a la Presidencia, hablé de un gran Acuerdo Nacional que se conformaría integrando acuerdos regionales o parciales. Es entonces un acuerdo en construcción. Yo tengo mis ideas y las aporto a la discusión. Pero la idea es que de verdad nos sentemos y lo construyamos entre todos. Y no estoy haciendo demagogia cuando lo propongo. No es para que yo me invente unas cosas y después las presente como un acuerdo. No, no, estoy hablando de que construyamos un acuerdo. Deben participar, por supuesto, los puntos de vista de los pacientes, los puntos de vista de los trabajadores, obvio, de las IPS públicas y privadas, e inclusive de las EPS que quieran hacerlo. Conversamos con ellos, los escuchamos, porque lo que estamos es buscando el acuerdo más amplio, para qué, para mejorar el sistema de salud. Y si hay que controvertir con alguien y entrar en contradicción con alguien, pues toca. Pero digamos que el propósito es hacer el acuerdo más amplio posible.

Bueno, también planteo que el sistema ha de ser de tipo mixto, con presencia de actividad pública y de actividad privada. No es un proyecto para estatizar el sistema, y es muy importante no perderlo de vista, porque o si no, nos comen los tramposos que se mueven en la política de Colombia. Tampoco estoy proponiendo estatizar la economía nacional. La Coalición de la Esperanza no propone estatizar la economía colombiana. Pero eso no quiere decir que el Estado no deba intervenir. Pues claro, es con el Estado interviniendo y participando, actuando, entre otras cosas porque es el que pone toda la plata. Sería el colmo que ni siquiera así pudiera actuar. Pero además por otra razón, para que no nos dejemos engañar. Esos que andan diciendo que el capitalismo es sin Estado son unos mentirosillos o unos ignorantes. No existe capitalismo sin Estado, no hablen más basura. Si algo ha demostrado la pandemia es que si en el capitalismo no actúa el Estado, la economía cae en el caos, como también las relaciones sociales. La intervención del Estado no es lo mismo que estatizar la economía, ni es socialismo, ni mucho menos. El intervencionismo de Estado no se llama socialismo, se llama capitalismo de Estado. Lo sabe cualquiera que se interese por estos asuntos.

Entonces digo, IPS privadas e IPS públicas. La presencia de las públicas está ganada con los años en el debate, aunque las han intentado destruir estos fanáticos neoliberales. Está demostrado hasta la saciedad a qué obedece lo público en la economía de mercado: a que hay muchos sectores a donde el privado no llega ni puede llegar porque no aparece la utilidad. Es entonces inexorable contar con la mejor red pública hospitalaria como una necesidad del funcionamiento del sistema. Pero también digo con franqueza, no se pueden acabar las IPS privadas. En las condiciones de Colombia resultaría un absurdo.

Lo otro que señalo como criterio, y lo señalo contra los mentirosos, es que no se trata de regresar a lo que había antes de la Ley 100. Aquella fue una etapa de la historia de la salud en Colombia. Pero ahora estamos en otra. Y particularmente, hay que ser muy cuidadosos en cuidar los recursos de que dispone el sistema de salud, tanto en la parte pública como en la privada. El monto de los 46 billones hay que cuidarlo, porque si nos descuidamos, nos los quitan, y más en la crisis tan grande como esta en la que estamos. En resumen, si hay aspectos que se puedan mantener de la norma, se mantienen, ese no es el problema. El problema no es cómo se llamen las normas, el problema es qué contienen. ¿Y qué proponemos? Una reforma profunda del sistema de salud.

Habrá que detallar muy bien con quiénes vamos a construir la propuesta. Hay que propiciar un excelente período de transición entre lo que hay y lo que queremos. Lo más difícil en los cambios es hacer la transición. Lo ilustran bien los viajes. Los viajes no son complicados ni antes de irse ni cuando ya está uno de regreso. Son complicados por el camino, se pierden las maletas, pasa de todo y si uno está de malas, hasta accidentes. Y en la transición al nuevo sistema de salud hay que ser muy celosos en no maltratar a los trabajadores. Porque además, los mentirosos van a decir que la reforma es contra los trabajadores y que van a perder sus empleos. No es cierto. Nadie tiene por qué perder sus empleos en esta transición. Por el contrario, podrían aparecer más.

Y por supuesto que otro de los criterios de esta propuesta es que hay que mejorar las condiciones laborales de todos aquellos que laboran en el sector. Se cae su peso. Somos contrarios a toda esta política de tercerización laboral. Nosotros somos amigos de contratos a término indefinido, con estabilidad laboral, con prestaciones sociales, con mejores salarios, porque eso es lo moderno, lo contemporáneo. Lo otro son regresiones hacia el pasado, muy propias del neoliberalismo.

Lo otro, como criterio básico, un énfasis inmenso en la prevención, lo saben mejor que yo los médicos y quienes trabajan en salud. Todo sistema de salud ha de encargarse de la curación porque, queramos o no, la vida nos lleva a tenernos que curar en un momento u otro. Pero la inteligencia más elemental aconseja que es mejor prevenir de la mejor manera, desde mejorar la calidad del agua hasta todas las demás medidas. Debe ser un pilar del sistema y no lo es. Inaudito. Cómo es posible que un sistema de salud en el siglo XXI no tenga la prevención como pilar. ¿Por qué la prevención se ha dejado de lado? Porque aquí el negocio es vender salud. Cuanto más valga, más plata gana el capital financiero. Es así de perverso el sistema que tenemos.

A mí me gusta bastante la medicina familiar, se lo confieso con franqueza a ustedes, y se podría discutir su importancia, aun cuando creo que se ha ido demostrando lo conveniente de la atención cercana al paciente, no para quedarse ahí, sino como la vía de acceso al sistema, inclusive al más complejo. Pienso que cada día se demuestra más que es una buena manera de entrar al sistema.

Hay que hacer un esfuerzo muy grande por reducir los costos todo el tiempo. Porque cuando tenemos 345 dólares gasto per cápita, y hoy deben ser menos, pues son cifras de antes de la crisis, hay que ahorrar cada centavo. Lo primero, la lucha anticorrupción tiene que darse sin cuartel, una ofensiva a fondo, definitiva, así nos cueste plata. La primera utilidad que le entra a una empresa en el mundo de la economía privada se destina a pagar más auditores y más guachimanes. Ningún propietario se deja robar su plata de su gerente. Los ladrones no son los de la calle, sino los de adentro. Aquí necesitamos una auditoría, así sea costosa, para impedir que se roben la plata, porque no hay nada más ineficiente para una empresa que la corrupción.

Por supuesto que hay que trabajar muy duro en la eficiencia, con todo lo que significa. Parar las venas rotas, imponer austeridad y todas las demás prácticas que reduzcan y reduzcan los costos sin sacrificar la calidad. Ha de aplicarse una política de austeridad, porque, insisto, no contamos sino con 345 dólares por persona para atender el sistema. Y el lío de la plata no se puede resolver de un día para otro, no los voy a engañar, así podamos aumentarla un poco, pero siempre estaremos lejísimos de las 27 veces de los gringos o las once veces de los alemanes.

Y hay un campo en el que hay que trabajar muy duro porque en él Colombia es de lo peor del mundo: reducir los costos de los medicamentos y en general de toda la tecnología relacionada. Es vergonzoso lo que ocurre y aquí se sigue haciendo demagogia. Algo sí han corregido, pero tan poco que es más la demagogia que han hecho. Aquí hay que avanzar de manera sistemática.

La pandemia nos confirma una teoría sostenida por quienes llevamos años en estas luchas. Haber acabado con la producción de vacunas fue un error catastrófico. Y hay que promover la producción de medicamentos. El problema ya por lo menos se debate. La seguridad de los medicamentos ya figura por lo menos en el terreno de las teorías ganadas, como la seguridad alimentaria. Es que este es un mundo cruel y duro y perverso. ¿Habían visto ustedes nada más ignominioso que lo que nos han hecho con las vacunas las potencias económicas y las trasnacionales? ¿Alguien ha visto algo peor y más desalmado? Entonces nosotros tenemos que fortalecer este sector y desarrollar nuestra propia industria de los medicamentos, por supuesto que sí, con el Estado respaldando en todo momento.

Y ahora, ¿qué hacemos con las EPS? Es la parte balseada del asunto, como decían los abuelos, y hay que mirarla con detenimiento. Voy a ser muy explícito, porque, repito, estamos construyendo un acuerdo en el que deben participar todos los sectores. Hay que conversar con las IPS para empezar, las IPS públicas y las privadas, porque son un actor definitivo, tan definitivo como los pacientes y como los trabajadores de la salud. Pero incluso, ya lo dije, si alguna EPS quiere oírnos y que la oigamos, adelante.

Pero en el mundo de las EPS hay que diferenciar. No nos olvidemos que en la ciencia, en buena medida, una de las claves es clasificar, diferenciar, detallar. Entonces con las EPS públicas, que las hay, y algunas poderosas, no tenemos la contradicción que planteé inicialmente, o porque no hay utilidades, o porque si las hay, se deben reinvertir en la propia operación, convertidas en calidad.

Las EPS que puedan ser sin ánimo de lucro o que ya lo sean resuelven el problema principal, que es el lucro. El asunto tiene sus complejidades, yo sé, pero lo planteo como puntos para mirar con detenimiento. No es lo mismo ser EPS banquera que EPS del Estado o EPS sin ánimo de lucro. ¿Qué hacer con las que tienen como objetivo el ánimo de lucro? Ahí también hay opciones que se pueden mirar. Un punto de principios, a mi juicio, es que no le pueden hacer ganancias a los recursos públicos. Aprovecharse del capital ajeno para sacar utilidades propias no resiste una prueba moral. En la teoría económica del capitalismo, usted recibe ingresos, o de su trabajo, o de su capital. El capital le produce ganancias y su trabajo le produce ingresos. Pero lo que no puede suceder es que usted le haga ganancia al capital del otro. ¿Cómo justificar entonces que las EPS le hagan ganancia al capital del Estado? ¿Cómo son ellas las que se lucran si es el Estado el que está poniendo la plata? He aquí un debate teórico bonito que hay que hacer.

Y lo otro en discusión es cuál va a ser la tasa de ganancia. El actual sistema es tan perverso que ni siquiera sabemos cuál es la tasa de ganancia. Yo les doy este dato. Usted mira la tarifa de los servicios públicos domiciliarios y ahí está pactada en la tarifa una tasa de ganancia, normalmente altísima, pero por lo menos explícita. Y los costos del servicio se supone que responden a esa ganancia. Pero es que aquí en salud ni siquiera eso hay. O sea, la ganancia es la que se les dé a ellos la gana, cómo así, apenas medio limitada por el monto de la administración. Hay todo un debate.

Qué es lo que más me suena. Es obvio que lo que más suena son las públicas, siempre y cuando estén controladas para garantizar la eficiencia y la anticorrupción y frenar el clientelismo y la politiquería, eso habrá que afinarlo. Y las sin ánimo de lucro me han parecido cada vez más interesantes. Deben ser miradas como una posibilidad. Y también puede haber unas a las que yo llamaría mixtas, con y sin ánimo de lucro, en virtud de algún tipo de acuerdo o de convenio con las públicas.

Acordarse también en los demás los temas

Lo último lo presento simplemente como una gama de posibilidades. Es el tipo de cosas sobre las que debemos conversar. Yo quiero insistir en este asunto. Si Colombia no es capaz de hacer acuerdos sobre temas de importancia capital, va a ser muy difícil avanzar en transformaciones y modificaciones de signo democrático. Porque primero hay que ganarse al país, hay que convencer al país. Y segundo, hay que gobernar. Y para gobernar necesitamos fuerza política. Esos que andan por ahí de milagreros prometiendo resolverlo todo en un cuarto de hora son muy zorros, porque viven de cuentos. Yo estoy bregando a hacer la campaña más realista para poder hacer aquello en lo que me he comprometido. Y lo que podamos hacer por acuerdos, pues es lo mejor. Ahora, si en algún momento hay que estrellarse con alguien, pues nos estrellamos. Pero hagamos todo lo posible por construir la mayor unidad posible, porque aquí el propósito no es hacerle mal a nadie. 

Aquí el propósito es hacer el bien y que las cosas nos salgan bien. En Dignidad estamos insistiendo en un propósito que manda un mensaje muy bueno, crear fuentes de empleo, fuentes de empleo y fuentes de empleo ante el problema general de la economía del país, porque también, si no desarrollamos la economía del país, no vamos a poder contar con los recursos suficientes. Y siempre hago hincapié en lo de fuentes de empleo para mandar el mensaje de que los empleos no caen del cielo, sino que surgen allí donde aparece una decisión de inversión que genera empleos, sea un esfuerzo campesino o indígena, sea un esfuerzo empresarial. Es ahí donde aparecen los empleados. Y eso qué nos quiere decir. Que podemos coincidir sectores populares, asalariados, clases medias y empresarios en propósitos comunes. No es cierto que aquí se esté insistiendo en que entonces el trabajo y el capital deben vivir en una guerra perpetua. Es una idea absolutamente obtusa y más en un país ultra subdesarrollado como éste. Hay países del mundo capitalista cuyas crisis y problemas se dan porque producen tanta riqueza y son tan desarrollados que entran en crisis de sobreproducción. Aquí vivimos en crisis es por la carencia y el subdesarrollo. Colombia es tan atrasada que casi que ni es capitalista. Álvaro Portilla, médico de Dignidad de Valledupar, muy importante allí, me dijo un día una frase que estoy usando mucho, “esto se llama feudocapitalismo”, y tiene mucha razón. Y para salirnos del feudocapitalismo, aquí hay que unir a todos o no seremos capaces de lograrlo. Lo he tenido en la vida desde hace mucho rato y muchos lo venimos explicando desde hace mucho tiempo.

Dignidad y la Coalición de la Esperanza

Termino diciendo, como una especie de cuña, va muy bien lo de Dignidad, va muy bien lo de la Coalición de la Esperanza, hay que decirlo, lo de Dignidad es muy exitoso. Todos los medidores que tengo me dicen que es muy exitoso. Mucho respeto, mucho cariño, mucha claridad, mucha coherencia en lo que estamos haciendo eso que hemos querido hacer siempre gente de todos los sectores. Excelente que se esté presentando. Y lo de la Coalición de la Esperanza va muy bien. Hemos salido ya en gira a Barranquilla, al Eje Cafetero, no alcanzamos a ir a Armenia porque se varó el avión. Vamos esta semana para Bucaramanga. Estuvimos en Cali. Muy bien, realmente esas salidas que hemos hecho.

Cada vez estoy más optimista en que no es cierto que la final en el 2022 también tiene que ser entre los que fueron a la final en el 2018. Ellos andan con el cuento y que los demás somos como bobos, que para qué andamos en estas cosas, que ya está todo definido. Paja. Nadie tiene tiquete asegurado para el 2022. Nosotros estamos en la competencia. 

No hay dos proyectos políticos para 2022, hay lo menos tres, y uno es el de nosotros, la Coalición de la Esperanza. Y estamos en condiciones de pasar a la segunda vuelta. La aritmética y los análisis políticos indican que podemos pasar sin problemas a la segunda vuelta y, si lo logramos, ganar la jefatura del Estado. Son objetivos posibles de realizar.

Termino invitando a quienes coincidan con nosotros a meterle el hombro, porque aquí lo que queda es el camello. Los votos no nos los van a regalar. Entonces nos toca ponernos a convencer a todo el mundo de usar nuestras teorías y nuestras posiciones y convencerlos de entender muy bien qué pasa en el sistema de salud, dónde hay que poner el dedo señalando qué hay que hacer. Y estamos construyendo, veo ya muy afinada esta propuesta. Nos proponemos concretarla para hacerla tan viable a los colombianos que nos permita construirla entre todos.

Seguramente se me quedan cosas, siempre se quedan cosas, pero bueno, dejo aquí lo que quería decirles y nuevamente les agradezco muchísimo por estar con nosotros esta tarde.