Jorge Enrique Robledo
Todo voto a conciencia, así se esté en desacuerdo con él, es respetable: por uno o por otro candidato y por supuesto en blanco (cuatro millones de franceses acaban de votar así), si el ciudadano, a su juicio, considera que ninguno de los candidatos pasa los mínimos indispensables para hacerse merecedor de su confianza.
En el Polo se descartó a Duque, la mayoría votará por Gustavo Petro y en un amplio sector votaremos en blanco. A Petro le hicimos una vigorosa campaña presidencial en 2010, a pesar de que nuestra primera opción había sido Carlos Gaviria, pero, lamentablemente, el 2 de agosto de ese año, él rompió con el Polo porque no quisimos elegirlo presidente del partido para consumar un acuerdo que sin consultarnos ya había hecho con Juan Manuel Santos, quien acababa de vencerlo en las urnas. Y porque la confianza que debe sustentar las relaciones personales, de negocios y políticas acabó de perderse, además de otras razones, cuando desde la primera vuelta de 2014, y existiendo candidatura del Polo, Petro decidió respaldar la fórmula Santos-Vargas Lleras. En http://bit.ly/2LRzkig aparecen los detalles de esta historia, que también refutan la falacia de que esta fractura se debió al carrusel de la contratación.
La repugnante matonería de la que estamos siendo víctimas los partidarios del voto en blanco, lejos de amilanarnos, nos fortalece. Porque les da otra razón a nuestras convicciones y ayuda a refutar la falacia de que votar en blanco es votar por Duque o por Petro, dependiendo de lo que se les antoje endilgarnos a nuestros contradictores.
Las pasadas elecciones no tienen antecedentes en Colombia. Porque confirmaron que sí es cierto que los colombianos estamos hasta la coronilla de la clase política y de los partidos que han impuesto a tantos pésimos gobernantes, hasta el punto de llevar a la debacle a sus candidatos presidenciales. Si Duque se salvó de la hecatombe fue porque ocultaron su origen turbayista y santista y, manipulando el proceso de paz, Uribe creó la ficción de que Santos y él no eran de los mismos con las mismas, como si no tuvieran idénticos orígenes políticos, no hubieran gobernado juntos y el propio Uribe no nos lo dejara en la Casa de Nariño como una de sus peores herencias.
Con la decisión de César Gaviria de adherir a Duque, adhesión a la que se sumaron las demás fuerzas de la Unidad Nacional –sin fotos, claro, no sea que se les pierda un voto–, se le dio veredicto final a un debate en el que también nos han agredido para silenciarnos, con la mentira de acusarnos de no ser partidarios del proceso de paz porque no le alcahueteamos a Santos las muy retardatarias medidas que logró colar al amparo de dicho proceso, por lo demás con el apoyo del uribismo. La vida terminó por confirmar que Uribe, con toda irresponsabilidad, exageró sus desacuerdos con el proceso de paz para mejor competirle políticamente a Santos, quien, a punta de mermelada, convirtiera en santistas a los congresistas uribistas, proceso que hoy, con un pique bastante cómico, se está dando en sentido inverso, convirtiendo al uribismo a muchos de los hasta ayer santistas.
De un inmenso significado político, presente y futuro, fue la gran votación por Sergio Fajardo, a quien poco le faltó para pasar a la segunda vuelta y sin duda ganar la Presidencia de la República. Una candidatura montada sobre unos fundamentos éticos sin los cuales ningún país puede darse el rumbo correcto, con un programa democrático en el que están representados los anhelos de progreso del conjunto de la nación colombiana, proyecto desarrollado por la Coalición Colombia, el acuerdo entre la Alianza Verde, Compromiso Ciudadano y el Polo Democrático pensado para actuar también conjuntamente en las elecciones de 2019 y 2022.
Con independencia del resultado de las elecciones del 17 de junio, seguiremos luchando según nuestras convicciones, siempre esforzándonos por lograr que el cambio por el que han empezado a moverse los colombianos sea el que de verdad les convenga a los intereses nacionales, al margen de las incomprensiones y agresiones que pueda generarnos.
Bogotá, 8 de junio de 2018.