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Los países exitosos se parecen a los barcos, en los que los pasajeros tienen diferencias entre sí, inclusive profundas, pero viajan acordados en no hacer nada que pueda hundir el buque, porque se ahogan los de todos los camarotes. ¿Recuerdan el Titanic? Y los une también que la carta de navegación y el capitán los lleven a buen puerto.
Quien estudie a los países que han tenido el mayor éxito en su desarrollo encontrará que en cada uno de ellos, en algún momento de su historia y sin que desaparecieran los desacuerdos, se dio un Gran Pacto Nacional para autodeterminar su destino y desarrollarse a partir de industrializar la ciudad y el campo, la ciencia y las tecnologías complejas, la educación con acceso para todos y de alta calidad, fundamentalmente pública para que pueda ser así, la mejoría de las condiciones laborales y la mayor capacidad de compra de los nacionales, al igual que sistemas tributarios progresivos, entre otros logros. Y se construyeron regímenes más democráticos y se redujo la corrupción política y la desigualdad social.
Como lo demuestran sus pésimos indicadores económicos, sociales y políticos, eso no ha ocurrido en Colombia. Porque si bien se han hecho coaliciones políticas que hablan de acuerdos nacionales para gobernar, ellos no han tenido como propósito modernizar en serio el país sino solo algunas áreas y sectores, lo que, en lo medular, nos mantiene rezagados frente a los países que van adelante.
Mi candidatura a la Presidencia apunta entonces a ganar y gobernar dentro de la idea de un Gran Pacto Nacional que siente las bases para que –en un proceso, porque no hay soluciones mágicas– se encarrile a Colombia por los conocidos senderos que han llevado a otras naciones a la modernidad.
Dentro del Gran Pacto Nacional, que deberá integrarse por un conjunto de pactos parciales, estará, en primer término, porque sin esto no hay nada, una posición de cero tolerancia con la corrupción y los corruptos, incluido enfrentar el abuso del poder en beneficio particular y en contra del nacional, política que dirigiré personalmente y que se dotará de las nuevas normas que sean necesarias y la estricta selección de los funcionarios que la ejecuten. Y será norma de conducta la austeridad en el gasto.
Crear, crear y crear más empleo formal, estable y bien remunerado, será prioritario, a la par con disminuir la muy irritante desigualdad social, que les arrebata las oportunidades a tantos, en especial a los jóvenes. Para lograrlo, se promoverá crear más riqueza, más riqueza y más riqueza, en todos los sectores y con énfasis en el agro y la industria. ¿Con quiénes? Con los productores menores –campesinos e indígenas, por ejemplo–, los medianos y los mayores. El cuidado y protección del ambiente, tan deteriorado en el país, también será una prioridad. Y al tiempo que no se promoverán privatizaciones, se respetará la propiedad privada, porque este no es un proyecto estatista.
Si bien se respaldarán las exportaciones, se definirá una estrategia para sustituir las importaciones de bienes que podemos producir en el país. Y entre los pactos estará que el sector financiero y las empresas de servicios públicos domiciliarios le brinden mayor respaldo a la producción nacional, con énfasis en los pequeños y medianos negocios.
La salud y la educación se concebirán y tratarán, pero de verdad, como derechos y servicios públicos ciudadanos. Se honrarán las determinaciones legales del proceso de paz y, con amplitud de miras y estricto carácter democrático, el Estado deberá recuperar el monopolio sobre la fuerza, de manera que cesen los atropellos y actos violentos de todo tipo contra la ciudadanía y los asesinatos. Y serán cuatro años en los que todo el poder del Estado se pondrá al servicio de una gran campaña que eduque contra el maltrato a las mujeres y demás sectores discriminados y agredidos.
Esta candidatura se concibió para cumplir su primer trámite dentro del Polo, como es natural, y alcanzar y ganar la segunda vuelta del 2022, salvo que los votos lo impidan. Pero inspirada en los criterios del Gran Pacto Nacional y con sus puertas abiertas para todos aquellos que, sin las cortapisas y confusiones que suelen generar los rótulos políticos, comulguen con los objetivos que acordemos. Bienvenidos.
Bogotá, 31 de enero de 2020.