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PARA ENTENDER LO QUE PASA EN EL POLO

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jorge Enrique Robledo

Bogotá, 29 de octubre de 2010.

Refiriéndome a las mismas acusaciones de hoy contra dirigentes del Polo Democrático Alternativo (PDA), hace un par de meses le dije a Cecilia Orozco “que quien tenga acusaciones que las haga, que quien tenga que defenderse que se defienda y que quien resulte condenado que condenado se quede” (para todas las citas ver http://www.moir.org.co/IMG/pdf/001.pdf). He repetido que no hay corrupciones y negligencias malas y buenas, dependiendo de quien las cometa, y que los organismos judiciales y la Comisión de Ética del Polo deben tomar las determinaciones que consideren, siempre garantizando el debido proceso, posición que también es la del Comité Ejecutivo del PDA. No es cierto, entonces, que me haya opuesto a que se investigue. Y como es obvio, he pedido que se den las pruebas en las que supuestamente se sustentan las acusaciones.

Pero si algo falta son pruebas, según opinan los más diversos analistas. María Isabel Rueda dijo: en “las acusaciones de Petro contra la contratación de la Alcaldía, en ese largo documento que yo leí con cuidado, no hay una sola acusación concreta contra Samuel Moreno. ¡Ni una!”. Además, la llamada “comisión investigadora” no fue nombrada por el Polo sino por Gustavo Petro, quien, con sus partidarios, actuó como acusador y juez contra los que considera enemigos suyos, en un proceso en el que las condenas se impartieron desde antes de empezarlo y que concluyó advirtiéndole al PDA que si no las ratificaba, se saldría del Partido. Un modelo de cómo no actuar ni en derecho ni en democracia.

Lo otro es que el debate tiene un fondo político vinculado a las controversias dentro del Polo y a los intereses de los partidos que le son contrarios y que así iniciaron la carrera por reconquistar la Alcaldía de Bogotá.

En desarrollo de una campaña de desprestigio de años, poco antes de las elecciones, Álvaro Uribe presentó a Samuel Moreno como comprador de votos y ficha de las guerrillas. Además, la Fiscalía General de la Nación dice que en el DAS se creó una “empresa criminal” para dividir al Polo (la Operación Amazonas), vincular a sus dirigentes con las Farc y meter la idea de que el alcalde de Bogotá era corrupto. Las fuerzas más retardatarias quieren destruir al PDA y el primer paso es derrotarlo en Bogotá como sea.

Según Semana, que tampoco reconoce pruebas en las acusaciones, “Petro quería sacarse un clavo con el Polo, que no lo aceptó como presidente”, y porque, agregamos aquí, el Partido no quiso entrar en acuerdos con Santos. Desde ese día dejó claro que si el PDA no se sometía a sus designios, le declaraba la guerra y si no lo abandonó fue porque ningún dirigente lo acompañó en el intento. Además de cubrir de oprobio a quienes considera como los principales culpables del fracaso de sus ambiciones, anunció que desconocía a la presidenta del Polo, a su Comité Ejecutivo Nacional y a las direcciones territoriales y que tendría su propia política de alianzas, electoral y frente a Santos, poniéndose por fuera del Partido. Para dicha del uribo-santismo, en la historia de las controversias políticas en Colombia nadie recuerda a un dirigente que haya maltratado tanto a su partido.

Alguien me insinuó que “no arriesgara, que me sumara a los ataques o que pasara de agache, que ni siquiera tenía cuota en el gobierno de Bogotá”. Pero no es de mi talante evadir los temas difíciles y lo que considero deberes, en especial en la protección de logros tan importantes para Colombia como lo es el Polo, el proyecto histórico de unidad de la izquierda democrática, el único partido que se propone dirigir las transformaciones que requiere el país para superar sus graves problemas.

Una propuesta como la del Polo, en la que cabe toda la nación y requiere de un gran respaldo para poder vencer, solo puede ser exitosa si, para empezar, no le ayuda a Santos a establecer su engañifa. También debe garantizar lo acertado de sus fines y sus métodos, incluida la lucha contra la corrupción, y que en su interior se respeten los derechos democráticos de todas las personas y tendencias, que los dirigentes no sean caudillos impuestos a la brava y que las contradicciones internas no se traten con el criterio de que todo vale, siempre en pos de presentarse unido ante los colombianos. Con ello, más colombianos querrán hacer parte de un partido que lucha por la soberanía y la democracia y en el que no reina el canibalismo ni el irrespeto entre los dirigentes, aun en medio de las naturales diferencias.