Por: Jorge Enrique Robledo
En 1985, en el gobierno de Belisario Betancur, Colombia reconoció oficialmente a la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) como el legítimo Estado del Sahara Occidental, país localizado en el norte de África y que hasta 1976 fue colonia de España. Pero en una decisión arbitraria que el país poco conoce, la administración Andrés Pastrana decidió “congelar” dichas relaciones siguiendo los intereses del reino de Marruecos, que hace 38 años invadió al Sahara Occidental y lo explota y reprime como su colonia, violando toda legalidad internacional.
Mientras más de 80 países reconocen a la República Saharaui y al Frente Polisario como los representantes legítimos del pueblo de ese territorio, ninguno acepta los falsos títulosque alegan los reyes de Marruecos para ocupar militarmente una gran porción del Sahara Occidental, abuso que no sorprende porque esos monarcas les niegan los derechos democráticos a los propios marroquíes. Si esta monarquía tan severamente cuestionada por muchas razones puede ocupar a la brava un territorio que no le pertenece, es porque lo impone con 150 mil soldados y una muralla de 2.700 kilómetros plagada de minas, alambradas y fortificaciones que divide en dos el país, más la actuación cómplice de Francia y España –y de Estados Unidos y la Unión Europea–, que así respaldan a sus trasnacionales en jugosos negocios con el rey Mohamed VI y su corte, incluidos el robo de las enormes riquezas pesqueras y mineras de los saharauis.
Es precisamente porque las potencias económicas lo acolitan por lo que Marruecos ha podido sabotear el referendo acordado por la ONU desde 1991 para que los habitantes del Sahara Occidental, mediante elecciones, decidan su destino. Algo así como el crimen perfecto. Porque tras 25 años el referendo no se realiza, pero sí se mantiene el alto el fuego entre marroquíes y saharauis a que condujo, mientras el rey de Marruecos continúa el saqueo, armado hasta los dientes por los Estados de las trasnacionales con las que se reparte la riqueza ajena. ¡En este horror llevan cuatro décadas! ¡En la única colonia que queda en África! ¡Las Naciones Unidas convertidas en rey de burlas!
Y esto ocurre en medio de la feroz represión contra los saharauis que habitan en El Aaiún y en las demás ciudades localizadas en las dos terceras de su país ocupadas por Marruecos, mientras la organización de la ONU en ese territorio –la Minurso–, en sospechosa decisión, es la única misión de las Naciones Unidasen el mundo que carece de potestad para vigilar las violaciones a los Derechos Humanos que ocurren sin cesar –asesinatos, desapariciones, torturas, palizas y encarcelamientos– contra un pueblo que con valor y dignidad defiende su derecho a la autodeterminación.
También son muy difíciles las condiciones de los saharauis que viven como refugiados en Argelia y en la parte del Sahara Occidental que no está bajo el yugo marroquí. Porque no obstante los muchos esfuerzos del gobierno de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) y de la solidaridad internacional, los recursos que les llegan son muy escasos y el desierto que ocupan es en extremo hostil, como pudimos constatarlo en reciente viaje hasta allí con los senadores Juan Manuel Galán y Juan Mario Laserna.
El presidente Juan Manuel Santos debería atender el llamado que por unanimidad le hizo la plenaria del Senado para reactivar plenamente las relaciones con la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), sin que ello signifique dejar de tenerlas con el reino de Marruecos, como ocurre en muchos países del mundo. Y para que también abogue por el respeto a los Derechos Humanos en el Sahara Occidental, tal y como lo solicita el secretario general de la ONU en su último informe ( http://bit.ly/1jYN7Bl).
Coletilla: le salió el tiro por la culata a Santos con el sainete de la Tercera Vía en Cartagena. Porque fue notorio que manipuló el anhelo de paz del país para presentarse como alguien diferente al derechista neoliberal que en verdad es, mediante una teoría montada para el engaño desde hace más de veinte años –la Tercera Vía–, manido refrito que decoró con unos personajes desacreditados, voceros de las políticas del Consenso de Washington y en casos comisionistas de las trasnacionales. Para dar solo un ejemplo que viene como anillo al dedo, basta con mirar las relaciones de Felipe González con el rey de Marruecos, Carlos Slim y Gas Natural ( http://bit.ly/1o81MIh ).
Bogotá, 4 de julio de 2014.