Estos son mis primeros comentarios sobre el paro del 21 de noviembre, la mayor protesta social de la historia de Colombia. Muy, pero muy, grande tiene que ser el descontento nacional para que haya resultado tan numerosa y extendida por todo el país la movilización ciudadana y para que también se hayan dado unos cacerolazos contra el gobierno de Iván Duque que tampoco tienen antecedentes y que ahí siguen. Y eso que tocó vencer la poderosa campaña de mentiras y manipulaciones orquestada desde la Casa de Nariño para impedir que los colombianos y las colombianas se movilizaran, llenándolos de miedo y de odios.
Mis reconocimientos a la ciudadanía de todos los orígenes, y particularmente a los jóvenes, que se la jugaron toda, y sacaron adelante un reclamo democrático y pacífico de tales proporciones. Y a las organizaciones de trabajadores, estudiantes, campesinos e indígenas, unidas en el Comité Nacional de Paro, al igual que a otras muchas que jugaron papeles de importancia, y que orientaron, con todo acierto, la protesta en contra del paquetazo neoliberal de Duque. Paquetazo contra las pensiones, los derechos laborales de los jóvenes y el control de Colombia por parte de la OCDE, control que impone reemplazar la producción y el trabajo nacional por el realizado en el extranjero y contra los demás intereses y derechos de los sectores populares y las clases medias y empresariales. Y que además está detrás de la regresiva reforma tributaria en trámite.
En mucho se equivocan o engañan los que utilizan los actos de vandalismo para descalificar el paro porque sus organizadores y promotores y quienes lo respaldamos siempre llamamos que fuera democrático y pacífico, en tanto los actos de vandalismo, que repudiamos y repudiaremos, fueron producto de una ínfima minoría ajena por completo a la protesta y que actúo solo en representación de sí misma.
Hay que rechazar también los excesos de la fuerza pública en contra de quienes, en uso de sus derechos legales y constitucionales, se movilizaron pacífica y democráticamente, desproporciones que tan dolorosamente ilustra la violencia, por completo desmedida e innecesaria, contra el estudiante Dylan Cruz, quien salió a la calle en pos de su derecho a ir a la universidad, seguramente la más legítima aspiración de un joven.
Muy repudiable es que contradictores del paro hubieran promovido, engañando, gran miedo y zozobra entre caleños y bogotanos, echándoles la mentira de “la toma de los conjuntos residenciales”. Qué irrespeto y maltrato a tantas familias trabajadoras y honradas. Cuánto se descalificaron a ellos mismos los que agredieron a la ciudadanía de esta manera.
La Procuraduría debe investigar a los servidores públicos que reprimieron el derecho ciudadano a la protesta democrática y civilizada y que utilizaron desmedida e ilegalmente la fuerza del Estado, que tiene que ser legal y legítima. Y también debe investigar a los que dañaron propiedad privada para desacreditar el paro y a los que causaron pánico mintiendo sobre lo que pasaba.
Se equivocó el senador Gustavo Petro al intentar apropiarse, como si fuera suya, la muy amplia voluntad ciudadana de participar en el paro. Y al intentar saltarse la dirección del Comité Nacional de Paro, conformado por las más representativas organizaciones sociales del país y que con todo acierto y responsabilidad organizó y promovió esta protesta.
Antes del paro, el Presidente Duque cometió el error garrafal de intentar sabotearlo a punta de falacias y manipulaciones. Durante el paro, no debió permitir que se reprimiera a la ciudadanía que protestaba legítimamente. Y se equivocó todavía más por su desdén frente a la enorme protesta contra su gobierno, a la que ni siquiera se refirió en sus alocuciones, en tanto sí puso su mirada en los desmanes –que repito repudiamos–, con el cálculo de ocultar la realidad fundamental, extendida por toda Colombia, del mayor reclamo que haya tenido un gobierno en la historia del país.
Y también con el cálculo de engañar, el Presidente Duque anda hablando de unos diálogos calculados para ganar tiempo e intentar deslegitimar que esta inmensa manifestación tuvo una dirección y unas peticiones expresadas en la Dirección Nacional de Paro y que son las que, en primer término, debe atender, tales como el NO a las reformas pensional y laboral anunciadas y al holding privatizador de las empresas del Estado y las referidas al respaldo al proceso de paz y a impedir que continúe el bárbaro asesinato de líderes sociales.
Mi llamado a toda la ciudadanía es a que hagamos el primer acuerdo que nos exigen las realidades que quedaron a la vista el 21 de noviembre: que coincidamos en reconocer que Colombia tiene que andar mal, muy mal, con una vida muy dura y dolorosa para muchísimos, y con esa tendencia empeorando, para que tantos hayan salido a un paro y a unos cacerolazos democráticos y pacíficos de tales magnitudes. Y que ello debe conducir a transformaciones serias, no calculadas para engañar, tendientes a mejorar, de verdad, las condiciones de vida y trabajo de los colombianos y las colombianas.