Jorge Enrique Robledo
Bogotá, 2 de septiembre de 2010.
Una parte importantísima de la acción de los gobiernos colombianos consiste en manipular. Lo nuevo con Uribe, y en especial con Santos, reside en que ya no se trata de demagogias improvisadas, artesanales, sino de trucos sistemáticos, científicos, si así pueden llamarse. Alguna vez dije que las medidas oficiales de vivienda se inspiran en esas gallinas que prometen poner diez huevos, ponen uno y cacarean veinte. Cada proyecto habitacional produce noticia el día en que se les ocurre hacerlo, el día que deciden construirlo, el día en que consiguen la financiación, el día en que compran el lote, el día en que ponen la primera piedra, y así… hasta que en la mente de la gente diez casitas se convierten en cien y algún astuto posa de gran realizador.
Con Santos, bien adiestrado como histrión, el léxico oficial se llenó de superlativos para calificar sus actos, superlativos que no importa que no se puedan demostrar porque de lo que se trata es de aplastar con verdades a medias o mentiras completas a los ciudadanos, de forma que quien no aplauda hasta ampollarse quede como un cretino incapaz de reconocer las maravillas cuando las ve. En la jerga oficial se volvieron frecuentes frasecillas como “sin antecedentes”, “nunca antes”, “nadie recuerda”, con las que cualquier cosita se vuelve una gran cosa. Inclusive, Vargas Lleras suele calificar como de talla mundial las actuaciones de su jefe. Se nota que no le temen al ridículo, entre otras razones porque parte de los pocos que podrían gozárselos se silenciaron por las buenas, mientras ganan indulgencias criticando a quien ya no gobierna al país.
Si en algo se nota la manipulación santista es en los asuntos del campo, donde han logrado imponer el menos democrático de los silencios sobre aspectos medulares de la política agraria y pueden aseverar con toda impunidad falsedades, en medio de una cantinela que exagera y embellece cuanto diga el gobierno. Hace poco, Juan Camilo Restrepo advirtió que los TLC van porque van, sin importar sus consecuencias para el agro. Silencio. Antes había dicho que a los campesinos de Carimagua los asociarían con un operador que invertirá entre 300 y 400 millones de dólares. Silencio. El programa de Santos señala que lo que se estimularán serán las “grandes explotaciones agropecuarias”. Silencio. Agregó que encargará a los banqueros del desarrollo del agro. Silencio. Los baldíos del Estado se los entregarán a monopolios nacionales y extranjeros. Silencio. Sería extraño que la información que reseñaré a continuación no terminara también cubierta por el manto del silencio, a pesar de lo escandalosa.
Según la Presidencia de la República (Agt.03.11), Santos “afirmó que con la política de tierras (…) se está cambiando la faz del país y se está haciendo un verdadera revolución en Colombia” (…) “el esfuerzo en materia de titulación y restitución de predios a los campesinos desplazados ha sido monumental”. Don Modesto. Y en su frescura, para supuestamente probar estos superlativos, dan cifras que muestran lo contrario porque son las peores desde 1990, lapso en el que nadie se vanaglorió como Santos.
En los últimos doce meses, el gobierno ha intervenido 361.539 hectáreas, cifra menor al promedio de los 19 años anteriores, que es de 991.913 hectáreas. Al desagregar por planes, se confirma la charlatanería oficial: en relación con los resguardos indígenas, Santos, 109.107 hectáreas, y los anteriores, siempre en promedios anuales, 343.257; en titulaciones a comunidades negras, Santos 6.630 hectáreas y los de antes 260.784; en titulación de baldíos a colonos, Santos 226.996 hectáreas y los otros 342.460; en adjudicación de predios de la Dirección Nacional de Estupefacientes, Santos 2.535 hectáreas y los anteriores 2.499; en formalizaciones de tierras del Fondo Nacional Agrario, Santos 1.902 hectáreas y sus predecesores 768. En restitución Santos tiene 14.278 hectáreas a 562 familias (apenas el 0,35% del área y el 0,13% de los hogares despojados) y los otros nada, pero Santos tiene cero en compra directa de predios y el promedio anterior llega a 41.647 hectáreas. Y tampoco aporta en subsidio integral, mientras que sus antecesores dan 4.978.
Resulta tan mediocre la acción de Santos, que es peor que la de Uribe, quien le gana, como promedio anual, en todos los planes menos en dos: en baldíos a colonos, que tienen cifras parecidas, y en restitución, que es un plan nuevo. Y eso que estas cuentas se hacen suponiendo que todo lo hecho en 2010 son aportes de Santos (Enlace…)
El santismo podrá decir que hay que esperar por los años que vienen, y esperaremos. Pero de momento se falta a la verdad y se manipula con descaro.