Jorge Enrique Robledo
Bogotá, 14 de julio de 2006.
Si se programa un poderoso computador para que programe la más regresiva de las reformas tributarias, seguramente diseñará una muy parecida a la que propuso el presidente Álvaro Uribe Vélez. Porque busca gravar con otra suma enorme al pueblo raso y a las capas medias, en tanto que en una cantidad prácticamente igual le reduce los impuestos al capital, y en especial a los monopolios y las trasnacionales. Esto, si resulta cierta la afirmación del gobierno de que la reforma será “neutra”, es decir, que no aumenta la masa total del recaudo, porque podría ser peor: que el incremento de los impuestos resulte superior a la rebaja, cosa que coincidiría más con la realidad del déficit del gobierno central, que llega al muy al muy alto nivel del 4,8 por ciento del PIB, y con la reducción de sus ingresos por causa del TLC, que costará en menores aranceles centenares de millones de dólares al año.
El principal mecanismo para hacer todavía más inicua la tributación colombiana consiste en aumentar el IVA –el impuesto regresivo por excelencia, porque grava con el mismo porcentaje a los pocos magnates que al resto de la gente–, mediante el incremento de la tasa impositiva y la ampliación de la base a casi toda la canasta familiar, incluidos los servicios públicos domiciliarios y todos los alimentos. Que lo único que quedará sin IVA sean los gastos por salud, educación y arrendamientos indica cuál será la próxima reforma tributaria, porque es paja que esta será la última. Los impuestos a los monopolios y las trasnacionales disminuirán al reducirles el gravamen por renta del 38,5 al 32 por ciento, eliminarles el cuatro por mil a sus transacciones financieras y mantenerles unas gabelas tributarias que ponen al Estado a pagarles las inversiones con las que aumentan sus ganancias. Y les eliminarán el impuesto de remesas a las multinacionales cuando sacan sus ganancias del país, medida que también hace parte de las orientaciones del FMI y que se pactó en el TLC a favor de los inversionistas gringos.
El aumento del IVA por 4,1 billones de pesos literalmente les arrebata el pan de la boca a millones y golpea a las capas medias, a las que también pondrán a tributar más al eliminarles las exenciones que hoy les reducen la retención en la fuente que grava sus salarios. ¿Cuál democracia tributaria puede justificar que se aumente el hambre de millones en beneficio de, por ejemplo, los dueños de Exxon Mobil, que en 2004 ganaron 21 mil millones de dólares? E incluso, ¿no viola el uribismo la “progresividad” que ordena la Constitución, al dejarles la misma tasa impositiva a los archimillonarios que a los pequeños y medianos empresarios, los cuales pagan por renta a partir de utilidades de mil pesos al año? ¿El mismo porcentaje de tributos al que gana diez o cincuenta millones de pesos anuales que al que gana un millón de millones?
La reforma le sale “neutra” al gobierno porque dice algo que no le creen ni sus amigos de la tecnocracia neoliberal: que les va a devolver 1,4 billones de pesos del aumento del IVA a cinco millones de familias afiliadas al Sisbén uno y dos, dándole de a 295 mil pesos al año a cada una, medida que si se cumpliera de todos modos deja por fuera a millones de pobres e indigentes. ¿Cuál será el mecanismo para hacer una devolución complicadísima que debe quedarse en demagogia, como se quedó la de devolver parte del IVA a través de las tarjetas de crédito, pues el 93 por ciento benefició a los tres deciles más altos del ingreso? Usar para ello la llamada “banca de oportunidades”, nombre que probablemente obedece a la nueva oportunidad que se les ofrecerá a los banqueros de ganarse otra plata. ¿Se les ocurrirá algo que no incluya lucrar al capital financiero? ¿Se atreverá el minhacienda Carrasquilla a contar cuánto costará esta intermediación? Y otro par de preguntas: ¿por qué no dicen cuánto de lo que le giran a la Dian los cinco mil “grandes contribuyentes” es de sus platas y cuánto es de lo que les retienen a otros por IVA, salarios y honorarios? ¿Y cuánto de los verdaderos impuestos de los “grandes” los ponen las empresas oficiales y cuánto las privadas? Que si chillan no sea por los dolores de los demás.
En la parte que funcione la devolución del IVA se profundizará el clientelismo, porque los politiqueros podrán ofrecerle a su carne de urna, a cambio de votos contantes y sonantes, la afiliación al Sisben y, de ñapa, cerca de un salario mínimo mensual por año. ¡Estarán felices! ¿Será el pago para que voten sí?
“Para que vayan viendo para qué fue que reelegimos a Uribe”, dirán en privado algunos.