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LA GANADERIA TAMBIÉN PERDERÁ CON EL TLC

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Jorge Enrique Robledo

Bogotá, 16 de junio de 2006.

Si los ganaderos colombianos supieran lo que les va a pasar con el TLC, estarían protestando tanto como cerealeros y avicultores. Tan mal salieron las cosas que José Félix Lafaurie, presidente de Fedegan, eludió la valoración de lo ocurrido con un “nos fue como nos fue”, evasiva a la que le agregó que no valía la pena juzgar el acuerdo porque lo importante era prepararse para el futuro (?). Claro que quien lea las 160 páginas de la revista Carta Ganadera, “Informe especial TLC y ganadería”, entenderá el punto de vista expresado en plena campaña presidencial por quien fue viceministro de Agricultura de César Gaviria, pues absolutamente nada de lo que propuso la agremiación quedó en el texto del TLC. Veamos.

 

De acuerdo con las peticiones de Fedegan, Colombia debía mantener la protección mientras duraran las “ayudas internas” de Estados Unidos a su agro, las cuales, según la revista, ascendieron en 2004 a 46.564 millones de dólares, con un respaldo a la producción de leche de 11.300 millones y a la de carne de res de 1.390, sin contar los subsidios a los granos con los que se alimenta el ganado.

 

Asimismo, fracasó su solicitud de mantener aranceles por 20 años, pues Estados Unidos impuso que la última barrera a la importación de carne desaparecerá en diez, en tanto la de lácteos lo hará en quince. Esto, con el agravante de que las vísceras, los despojos cárnicos y los lactosueros que reemplazan la leche fresca quedaron con libre acceso inmediato, a pesar de que se consideran como “desechos” y de “extrema sensibilidad” para la producción nacional, y que igual trato recibió lo que los gringos llaman High quality beef, donde está más del 60 por ciento de su oferta cárnica. Desde el día de vigencia del TLC tendrán libre ingreso a Colombia cinco mil toneladas de leche en polvo, contingente que no cesará de crecer, en tanto el resto de esas leches pagará un gravamen muy bajo por su importación. El arancel para las carnes que no se desgravarán de inmediato empezará en el 80 por ciento, pero bajará a la mitad al año. No quedaron salvaguardias ante un especial aumento de las importaciones, y los cuartos traseros de pollo gringo deberán sustituir consumo de carne.

 

La Casa Blanca también logró, contra las primeras opiniones de la agremiación, exportarnos carnes de reses nacidas en México y Canadá, que los contingentes de importación no se fijaran según la historia de las compras, definir sobre la clasificación de las carnes y que Colombia tenga que importarle a Estados Unidos, aunque las normas sanitarias gringas impidieran exportarle. Fedegan consideró como “claramente lesivos para el interés nacional” desconocer las normas andinas sobre propiedad intelectual para el patentamiento de plantas y protección de datos de prueba en agroquímicos. Y dijo que “no salió bien” que Colombia les concediera a los gringos una cláusula en extremo leonina en futuros acuerdos agropecuarios con otros países.

 

Fedegan reconoce que el TLC amenaza las ventas de Colombia a Venezuela, adonde exporta el 80 por ciento de las carnes y el 91 por ciento de los lácteos. Y alertó por lo que pueda suceder en el mercado venezolano ante la competencia de los países del Mercosur, los cuales, aun pagando aranceles, en dólares cuadruplican las ventas de Colombia.

 

El 23 de febrero de 2006, Lafaurie explicó que “el gremio ha ido mucho más allá de las líneas rojas inicialmente establecidas” y lo ilustró con cinco grandes concesiones. Esto –explicó– “sobre una base irrenunciable: acceso real” al mercado estadounidense. Y añadió que “sin acceso real al mercado de Estados Unidos, el TLC no es moral ni políticamente sostenible”. Pues bien, el hecho indiscutible es que Colombia no logró ese acceso, porque el TLC no le prohíbe a Washington seguirle imponiendo las barreras sanitarias que se le antojen a los productos colombianos.

 

Para rematar, en la revista citada (p. 136) se explica que Colombia apenas tiene ganadería para atender el consumo nacional de carne, que solo después de 20 ó 30 años “podremos tener una oferta disponible” de importancia para exportar, que lo poco que pueda venderse en el exterior será en nichos de valor agregado y que “dentro de 20 años” el mercado gringo pedirá carnes de la calidad nacional.

 

Bogotá, 16 de junio de 2006.