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“La crisis de Venezuela debe resolverse sin hacerle daño al interés nacional de Colombia”: Robledo

1967

Bogotá, 5 de febrero de 2019

Cualquier análisis en Colombia sobre la grave crisis de Venezuela y sobre lo que debe hacerse para resolverla debe partir de la base del interés nacional de Colombia. El de Venezuela también, por supuesto, pero ante todo el de Colombia, porque nosotros somos vecinos de Venezuela y cualquier cosa que suceda allá nos termina afectando.

Digamos además que Chávez llega a la Presidencia de la República en 1998 tras ganar unas elecciones, fundamentalmente porque el pueblo venezolano estaba hastiado y se movilizó en contra de una élite que llevaba toda la vida gobernando, una élite profundamente corrupta que había especializado al país en el negocio petrolero y que no atendía las necesidades sociales.

El triunfo de Chávez generó expectativas positivas en muchas partes, hay que decirlo con toda claridad, pero también debo aclarar que en mi caso siempre tuve reservas frente a las decisiones que su gobierno estaba tomando. En primer término, decisiones sobre el modelo económico, porque no veía un modelo económico centrado en unir al país para crear más riqueza, porque ninguna mejor distribución puede darse si no se crea más riqueza, y como no era un modelo que unificara en los intereses económicos al país, pues no iba a poder hacerlo en los políticos, y como era previsible, creó severas contracciones. Dicho esto, se entiende por qué nunca fui cercano al gobierno de Chávez ni al de Maduro. En términos coloquiales digamos que, por las razones que acabo de explicar, nunca fui ni chavista ni madurista.

Qué tenemos a esas alturas en Venezuela. Una muy dolorosa crisis económica social y política. El pueblo venezolano está sufriendo en proporciones inmensas. Es una realidad hasta el punto que muchos de ellos han abandonado el país. Entonces precisemos. Mi lucha y mi sueño por transformar a Colombia no son para que aquí se hagan las cosas como se han hecho en Venezuela. Aliento una idea diferente de cómo debe ser el proceso de transformación que necesita nuestro país. La situación se complica desde las últimas elecciones de Congreso, ganadas por la oposición, pues en la práctica el gobierno reaccionó rompiendo el orden constitucional, que es la regla, digamos, de coexistencia en las sociedades. El rompimiento del orden constitucional acrecentó una oposición que ya era bien grande e incluso mayoritaria en términos de las elecciones del Congreso, y la contradicción se fue agudizando con no pocos y bien complicados estrellones, como se sabe. Y la parte más grave de esta historia es que si la contradicción se sigue agudizando, puede terminar en hechos de violencia muy graves. No puede incluso descartarse una guerra civil, dadas las circunstancias que estamos observando. 

La crisis venezolana está afectando negativamente a Colombia. El pueblo de la frontera ha sufrido lo indecible. Uno va a Maicao o va a Cúcuta o las demás regiones y los sufrimientos son inmensos, por las interrelaciones económicas tan fuertes. El número de inmigrantes venezolanos también afecta nuestra realidad. Y ojo, si por cualquier detonante, que ojalá no suceda, Venezuela se llega a incendiar, el riesgo de que Colombia también se incendie es muy alto. No estamos hablando de un país al otro lado del mundo, donde, en cierto sentido, a uno no le preocupa mucho qué pueda pasar. No. Aquí tenemos una vecindad, una frontera muy porosa y además montañosa, con todas las dificultades imaginables.

Qué debe hacerse. Lo primero, se necesita una dosis de sensatez inmensa en Venezuela y en Colombia, porque el conflicto se puede complicar. Entonces la primera idea: solución pacífica a las contradicciones. Es una irresponsabilidad absoluta azuzar o promover soluciones de fuerza, soluciones violentas. Y para que sea pacífica, debe ser acordada entre las partes. De otra manera no ve uno cómo sea factible.

Y debe ser una decisión tomada por los propios venezolanos. Ningún centro extranjero de poder puede arrogarse el derecho de decirles a los venezolanos qué deben hacer con su país y cómo resolver sus problemas.

En este sentido, resulta inaceptable la posición del presidente Trump. Inaceptable porque, lo repite todos los días, Estados Unidos no descarta utilizar la violencia y volcar su fuerza militar para imponer una determinada situación en Venezuela. También inaceptable que Washington esté hablando y se lo haga saber descaradamente al mundo de poner cinco mil soldados norteamericanos en Colombia, soldados que vendrían a desatar la violencia contra el vecino país, lo que viola nuestra Constitución Política. Por completo inaceptable, repito, porque si Venezuela se incendia, se puede también incendiar Colombia. Aquí no caben irresponsabilidades.

Las potencias aducen siempre que ellas andan por el mundo llevando la felicidad a los pueblos y que por ello promueven guerras humanitarias. Miren las historias de los últimos años: en 1978, hace 40 años, Rusia se tomó a Afganistán con el cuento de que les iban a solucionar sus problemas. No pudieron. Entró enseguida Estados Unidos y lo que ha sucedido es que la guerra continúa en ese país a un costo de 600 mil civiles muertos. Estados Unidos invadió a Irak alegando que le iba a arreglar los problemas, bueno, van 450 mil muertos. Estados Unidos, las potencias europeas y Arabia Saudita irrumpieron en Siria, también dizque a arreglar las cosas, y van medio millón de muertos. En Libia no van tantos, pero hay casi 430 mil libios exiliados en el extranjero. Entonces que no nos echen cuentos, que de las guerras, la norma es que no queda nada bueno.

En ese sentido, le hago un llamado al presidente Duque para hacer con toda claridad dos precisiones. Dejar en claro que el gobierno rechaza que en Estados Unidos se hable de poner tropas norteamericanas en Colombia. Es por completo inaceptable y además inconstitucional. Y debe también dejar perfectamente en claro que el territorio nacional de Colombia no será usado como una especie de portaaviones para agredir a Venezuela ni a ningún otro país.

Tengamos en cuenta siempre el interés nacional de Colombia. Claro, y el de los venezolanos. Queremos a ese pueblo hermano, queremos que resuelvan sus problemas, pero no perdamos de vista que estamos en Colombia.

Hago votos porque los venezolanos encuentren una salida pacífica. Una salida pacífica significa inexorablemente que ha de ser mediante el diálogo serio para llegar a acuerdos y encontrar soluciones por la vía del diálogo entre las partes, hoy en abierta contradicción. Y seguramente con alguna fórmula de tipo electoral que permita resolver pacíficamente las diferencias.

Es con este tipo de criterios como deben resolverse a mi juicio los problemas. Son estos criterios los que más les sirven a los venezolanos, y por supuesto, a nosotros los colombianos.