Jorge Enrique Robledo
Bogotá, 8 de marzo de 2007.
En medio de la irritación del alto gobierno por el escándalo de la parapolítica que lo cerca cada día más, y en su conocida táctica de lanzar cortinas de humo que oculten lo que ocurre, Carlos Holguín Sardi, el ministro del Interior y de Justicia, salió de su letargo para calumniarme: “Quienes durante cuarenta años, como el señor Robledo, le enseñaron a este país que eran legítimas todas las formas de lucha para tomarse el poder, y apelaron a todas las formas de lucha…”, cargo que equivale a señalarme a mí y al Polo Democrático Alternativo como amigos de la guerrilla. Porque, para quienes lo ignoren, la “combinación de las formas de lucha” se refiere a las acciones legales e ilegales de los alzados en armas.
La frase de Holguín es su contribución a la conocida práctica de la cúpula del uribismo, y en especial del Presidente, de defenderse por la parapolítica atacando a quienes hacen de notarios de la realidad, sindicándolos de ser personas peligrosas. Incluso, de “terroristas vestidos de civil”, acusó el propio Uribe a los del Polo. ¿Y aun sí se admitiera la falaz afirmación presidencial, serían menos graves el paramilitarismo y sus vínculos con la política? ¿Por qué cada vez que se menciona la palabra parapolítica saltan como un resorte y hablan de la guerrilla? ¿Justifican así el paramilitarismo? ¿Insinúan que Colombia está dividida en dos: los amigos del paramilitarismo y los de la guerrilla? Pues se equivocan, porque aquí hay una tercera posición, donde están el Polo y casi toda la nación, que rechaza que las diferencias entre los colombianos se resuelvan mediante las acciones bélicas, sin importar de qué bando provengan.
Si sindicar al Polo Democrático Alternativo de ser partidario de la guerrilla constituye una mentira, la acusación contra mí es además un adefesio, porque el MOIR, la organización que me lleva al Polo y donde he militado durante toda mi vida política, remonta sus orígenes a la mitad de la década del 60 del siglo XX, cuando definió como uno de sus principios que en Colombia no se justificaba el levantamiento armado. Y no fue fácil sostener esa tesis en los mismos días en que el cura Camilo Torres y otros jóvenes idealistas se iban al monte, al igual que se ha pagado un alto precio por mantenerla hasta hoy. Quien desconozca esta historia –caso que no puede ser el de Holguín– ignora mucho de la evolución de la izquierda en Colombia.
Que el MOIR nunca, ni por acción ni por omisión, ha ejercido o justificado la violencia contra nadie lo saben a ciencia cierta muchos de quienes mandan en Colombia. Entre ellos uno que puede catalogarse como testigo de excepción y al que ojalá le crean los uribistas más cizañeros: José Obdulio Gaviria, quien en las páginas 19, 20 y 21 de su libro Sofismas del terrorismo en Colombia (Planeta, 2005) le reconoce al MOIR su contribución para que cese la violencia en el país. Allí José Obdulio explica que –antes de Uribe, dice– un grupo de distinguidos intelectuales de izquierda y “Francisco Mosquera, fundador y secretario general del MOIR”, abrieron el debate “contra el conformismo con las acciones guerrilleras”.
Y agrega José Obdulio: “Si hubiésemos llevado hasta las últimas consecuencias el debate sobre el Manifiesto de 1992 (el de los intelectuales mencionados) o sobre las tesis de Francisco Mosquera, Colombia habría acelerado el proceso de desmonte de la guerrilla y de su contracara, el paramilitarismo. Si los apaciguadores hubiesen tomado como suyos esos textos, no se habrían dedicado a darle largas y a buscarle ‘peros’ a la consigna de hacer un armisticio definitivo”.
Coletilla: el ex viceministro de Uribe, Rafael Nieto Loaiza, reclamó en Semana porque, según él, el calificativo de parauribismo se refiere a todo el uribismo y la palabra carece de base material. Pues bien, como autor del término, he explicado que este se refiere a los parapolíticos uribistas y no a todos los partidarios del Presidente. Por ejemplo, mi madre fue uribista, mas no parauribista. Y la palabra tiene el respaldo de las cifras: los nueve congresistas presos son uribistas. 17 de los 19 parlamentarios en capilla son uribistas. Casi todos los firmantes del pacto de Santa Fe de Realito son uribistas. Es uribista el ex director del DAS. Y más del 90 por ciento de los 83 parlamentarios mencionados por el estudio de la fundación Arco Iris sobre los parapolíticos es uribista. Luego es entendible la astucia política de la queja, pero ella no le otorga la razón.