Jorge Enrique Robledo
Bogotá, 21 de octubre de 2005.
“Aunque no lo crea, uno de cada tres tintos es importado”. Así tituló El Tiempo del 9 de octubre pasado la noticia de que entre enero y julio habían ingresado a Colombia 250.000 sacos de café de Perú, Ecuador y Viet Nam. Pero más increíble aún es que nadie del gobierno ni de la alta burocracia de la Federación de Cafeteros haya dado ninguna explicación sobre un hecho que con razón apareció en primera página y que se contó como digno de aparecer en las curiosidades de Ripley. Entre las preguntas que han debido responderle al país, y que tendrán que explicar en el Senado, están las siguientes:
¿Hasta dónde va a llegar su olímpico desdén por la opinión pública nacional y cafetera, a la que ni siquiera le explican absurdos como este? ¿Les parece normal que un reemplazo del trabajo nacional por el extranjero en ese producto y de ese calibre no lo hayan informado ellos sino el periodismo de investigación?
Si las importaciones se hacen porque, según se dice, hace falta café en el país, ¿no es el súmmum del fracaso de la política cafetera que Colombia no sea capaz de producir todo el grano que puede vender en el mercado externo y en el interno? Además, ¿por qué no usan los 1,6 millones de sacos de café que la Federación dice tener en bodegas? ¿O es que no los tiene o son inútiles? ¿Qué dice la Contraloría General de la República?
Dado que dicha importación presiona a la baja los precios del café en el mercado interno, ¿por qué sacrifican así a los caficultores? ¿Les parece que el precio interno es muy alto? ¿Creen que los productores ya salieron de la crisis que los acosa desde hace 16 años?
La gran teoría oficial, que también queda en ridículo en este caso y con la que justifican el TLC, es que importaciones como esta son buenas porque con ellas los colombianos compran cosas baratas. ¿Pero ha bajado el precio del café al consumidor? ¿No cuesta el grano de Viet Nam menos de la mitad que el nacional? ¿Cuáles monopolios se están quedando con la diferencia de precios? ¿Por qué ninguna marca de las que se venden en Colombia dice que contiene café extranjero?
En razón de que el café colombiano de exportación tiene un sobreprecio por su origen, ¿no lo afectarán negativamente las importaciones de granos de inferior calidad, pues cómo se demostrará que el café que se exporta sí es ciento por ciento nacional? ¿Están preparando importaciones a Colombia de café procesado en Estados Unidos con granos asiáticos o de cualquier parte, como podría autorizarlo el TLC? ¿Se han extremado los controles fitosanitarios para impedir que al país lleguen plagas como la roya y la broca?
¡Otra prueba más, por si faltaran, de que en asuntos medulares como este en nada se diferencia el gobierno de Álvaro Uribe de los que lo antecedieron!
Coletilla: Diego Palacio Betancourt se declaró “irrespetado” y se salió del recinto del Senado porque en un debate califiqué su Ministerio y su cargo como los de la Desprotección Social. Y en su respaldo salió el mincomercio, Jorge Humberto Botero, quien fue capaz de solicitarle al presidente del Congreso que me sancionara por mi afirmación. Vaya, vaya con semejantes demócratas que, con astucias y amenazas, pretenden excluir del debate parlamentario la ironía y el sarcasmo. Ilusos.
Constituye un truco haber denominado a ese Ministerio de la Protección Social, porque, por ejemplo, defiende la Ley 100, por la que mueren más que por la violencia que desangra al país. ¿Una prueba? Que quienes solo son “vinculados” o afiliados al Sisben no están protegidos contra enfermedades que la medicina es capaz de curar. Y porque, además, alcahuetea contratos que dejan en extrema indefensión a los trabajadores e impulsa reformas contra sus derechos laborales y pensionales.
Coletilla dos: que la Corte Constitucional haya aprobado la reelección presidencial inmediata la convierte en legal, pero no en democrática ni en conveniente. Ninguna ley de supuestas garantías podrá equiparar el poder de Presidente-candidato y de los ciudadanos-candidatos. Nada borrará de la historia nacional el acto vergonzoso de un Presidente que modificó la Constitución en su beneficio personal. Y esta decisión puede empujar a Colombia hacia gobiernos dictatoriales.