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Intervención del senador Robledo en el debate sobre paramilitarismo

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Polo denunciará a Santos por traición a la patria

Que las ramas no impidan ver el bosque

Intervención del senador Jorge Enrique Robledo, 17 de septiembre de 2014, en el debate sobre paramilitarismo citado por el senador Iván Cepeda.

Resumen:

Habría sido muy grave que este debata no se hiciera. Un análisis de enfoque más que de detalles. Los senadores Cepeda y Uribe fijaron sus posiciones. Fui el senador que más debates hizo en contra del anterior gobierno, incluidos tres sobre el paramilitarismo. La vorágine de horrores no comenzó con el fenómeno paramilitar y guerrillero, sino con la violencia liberal-conservadora. El Polo es partidario de una solución negociada al conflicto armado. Muchos de quienes hoy forman en las filas de la Unidad Nacional santista hicieron parte del gobierno de Álvaro Uribe, incluido el actual Presidente. De todo hecho negativo sucedido en la administración del doctor Álvaro Uribe Vélez le cabe responsabilidad sustancial al doctor Juan Manuel Santos Calderón. Hay una confrontación en el bloque del poder por definir quién maneja la chequera. Se quiere llevar la polarización al pueblo raso, como hace 50 años, pero entre el Centro Democrático y la Unidad Nacional hay muchas más coincidencias que diferencias. El vicepresidente Biden le ordena a Santos: rapidito con la paz, que necesitamos tropas colombianas al servicio de las guerras de la OTAN. Llamo a los polistas a no dejarse manipular del santismo

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Voy a hacer un esfuerzo porque mi intervención sea breve, sin entrar en muchos detalles, porque quiero hacer un análisis más general que pueda servir de enfoque en relación con lo que ha venido pasando y con lo que puede seguir pasando. Me preocupa muchísimo, porque al final cualquier análisis relacionado con la historia, y estas discusiones de hoy tienen que ver con la historia, deben servir para ver si por fin somos capaces de construir un país mejor. Entonces no voy a entrar en muchos detalles, porque suele ocurrir que los árboles impiden ver el bosque o que haya intereses afanados en agitar las ramas de los árboles para que el bosque se termine perdiendo. A quienes, como es mi caso y el del Polo, estamos buscando un cambio profundo en la sociedad colombiana, con propuestas radicalmente distintas a las de los dos sectores que se disputaron la Presidencia en las elecciones de junio, nos resulta bien importante hacer un esfuerzo en este sentido.

No quiero dejar pasar en primer término el hecho de que este debate se haya podido hacer. Se podrán discutir los detalles de lo que pasó, no voy a entrar a enumerarlos, pero el hecho cierto es que logramos que se hiciera. A mí me costó tres intervenciones: una hoy temprano y otras dos en semanas anteriores, insistiéndole al Congreso cómo habría sido extremadamente grave para cualquier concepción democrática que este debate no se hubiera podido hacer, y estuvimos a punto de que sucediera. Recordemos que la primera vez que el tema se puso en votación en la plenaria, las mayorías votaron no, todo el Centro Democrático y una fracción muy grande, diría que mayoritaria, del santismo, que votó por el no o no vino a votar, lo que para el efecto práctico vino a ser lo mismo. Después hubo las maniobras de la llamada Comisión de Ética, que realmente peló el cobre en este caso. Todavía hoy había la posibilidad de que un senador de la República, citante de un debate, solo pudiera usar la tribuna parlamentaria condicionado, como con una especie de consueta.

Quiero saludar que el debate se hubiera podido hacer, porque habría sido muy grave sentar el precedente. Se supone que aquí el derecho mínimo que tiene cualquier senador es la libertad de expresarse como él crea. Claro está, los demás lo refutarán también en los términos que ellos crean. Habría sido muy grave que ese derecho se hubiera perdido, y más por el voto de las fuerzas mayoritarias contra un senador del Polo Democrático Alternativo, único partido declarado en oposición en Colombia y único partido, diría yo, que está confrontando a todas las fuerzas del establecimiento en sus distintos matices. El riesgo que se corrió fue muy grande. Espero que de aquí no se terminen derivando sanciones, porque sería una mala manera de terminar este asunto.

Pudimos oír entonces al senador citante, el doctor Cepeda, como también al senador Álvaro Uribe y, a pesar de las vicisitudes, ambos terminaron contando con las garantías de tiempo para poder exponer con suficiencia sus puntos de vista.

Es claro que este debate no va a resolver el problema de la polarización que vive la sociedad colombiana. Después de haber oído cada una de las dos posiciones, por completo contradictorias, creo que el país va a seguir bastante dividido.

60 debates en la oposición al anterior gobierno

En lo que a mí respecta, a lo largo de ocho años fijé mi punto de vista frente al gobierno del presidente Álvaro Uribe. Fui el senador que más debates hizo en contra de ese gobierno, creo que unos 60 por lo menos, sobre todos los temas, de todos los tipos: económicos, sociales y políticos, incluido este del paramilitarismo que hoy nos ocupa. Sobre el tema hice unos tres debates en la plenaria y en algunos momentos en la Comisión Quinta del Senado y no voy a repetir lo que en su momento señalé. Digamos que mi punto de vista está fijado al respecto y hay documentación suficiente.

Fui además víctima de ese gobierno precisamente por mis puntos de vista. El anterior fue un gobierno que maltrató ferozmente al Polo Democrático Alternativo como partido y fuimos muchos los dirigentes del Polo maltratados por ese gobierno o por los amigos de ese gobierno. Me tocó acusar ante la Corte Suprema de Justicia al procurador Ordóñez por prevaricato, porque de manera absolutamente indecorosa intentó vincularme con hechos por los que él sabía, como lo sabía el gobierno nacional, como lo sabían las Fuerzas Armadas, como lo sabía todo el mundo, por los que no era posible vincular al senador Robledo, y sin embargo, me tuvieron sub iúdice mucho más de un año. No estoy interesado en repetir todo lo que dije, pero dejo sentado que sobre estos temas he fijado mi posición con suficiencia.

Me interesa más llegar al punto central de mi intervención. Estamos en un momento de la historia de Colombia donde ojalá logremos superar más de un siglo de horrores de la violencia. Espero no equivocarme, ojalá así sea, porque podría suceder que en estos próximos meses o años no acertáramos a doblar una página tan oscura y la violencia siguiera proyectándose quién sabe por cuántos lustros o décadas más. Quiero entonces señalar varios hechos gruesos. La vorágine de violencia no comienza con el fenómeno paramilitar y guerrillero del que estamos hablando ahora, porque de alguna manera tienen que ver el uno con el otro. El país vivió antes 30, 40 ó 50 años de horrores, no estoy hablando del siglo XIX, sino ya del siglo XX, con la violencia liberal-conservadora, otra de las páginas más oscuras de la historia de Colombia.

Ojalá todos los jóvenes que hoy me escuchan leyeran el libro sobre la violencia escrito por monserñor Guzmán, Orlando Fals Borda y Germán Umaña, para que allí, gráficamente, comprobaran a qué fue sometido el pueblo. Sometido, digo, porque fue el pueblo liberal y el pueblo conservador el que puso los muertos, mientras las élites de los dos partidos, aquí en la capital de la República y en todas las capitales de departamentos, compartían amigablemente el poder, en los mismos clubes y fincas de fin de semana y haciendo los mismos negocios y con sus hijos en los mismos colegios. Es un período sombrío de la historia. Y me estoy refiriendo a él porque abrigo el temor de que si no somos capaces de resolver ahora los horrores de la violencia y si se impone la polarización indeseable que estamos viendo, podríamos terminar repitiendo la historia en la que al pueblo lo pusieron a matarse entre sí moviéndole trapos rojos o azules, mientras la élite de ambos partidos celebraba enrumbada el control de la cosa pública y el manejo de la marrana presupuestal. Después llevamos medio siglo padeciendo los horrores de la violencia guerrillera y la violencia paramilitar.

El Polo, por una solución negociada del conflicto

Hay algo que el país no puede perder de vista y es que el Polo Democrático Alternativo, esta confluencia de fuerzas de izquierda democrática constituida hace seis años, nació señalando que éramos partidarios de una solución negociada al conflicto armado. Por ello fuimos incluso tratados como terroristas vestidos de civil por el gobierno anterior, incluido el actual presidente, como integrante del gabinete. Simplemente porque dijimos que éramos partidarios de una solución política del conflicto armado. Y al mismo tiempo afirmamos con todas las letras, y lo han ocultado cuidadosamente, que no éramos partidarios ni de la lucha armada ni de la lucha guerrillera en las condiciones de Colombia y que el Polo rechazaba la violencia viniera de donde viniera. Está escrito en documentos y en no sé cuántas declaraciones y resoluciones. Es un aspecto clave para tener en cuenta en el análisis. No es el Polo como partido el que haya auspiciado la violencia contra nadie en Colombia. Somos unos convencidos, particularmente yo, y si no fuera así, no habría entrado nunca al Polo, de que la lucha política puede darse incluso con ardentía, con vehemencia, pero también dentro de la lógica de la contienda civil, del debate ciudadano, que incluye movilización, marchas, paros e incluso confrontaciones con la fuerza pública, pero en el marco de la resistencia civil. Todas esas son características que están en el Ideario del Polo Democrático Alternativo y pensamos que deben convertirse en características de toda la sociedad colombiana.

Hoy santistas, ayer uribistas

Pero hay otro aspecto que me llama poderosamente la atención y es parte de las cosas que me preocupan. Hoy he oído aquí a los amigos del gobierno nacional, al santismo, recriminando con acritud o atacando o censurando, no importa la palabra, los puntos de vista del Centro Democrático y del senador Álvaro Uribe, con quien como Presidente y con cuyo partido político tengo todas las diferencias que ustedes quieran anotar. Y me llama la atención oírles unos ataques tan fuertes a quienes hoy son parte del santismo, pero ayer eran parte del uribismo. Muchos de quienes hoy forman en las filas de la Unidad Nacional santista hicieron parte del gobierno de Álvaro Uribe. Y el hoy presidente Juan Manuel Santos fue nada menos que ministro de Defensa del presidente Álvaro Uribe. Es más, fue Álvaro Uribe quien lo eligió presidente de la República, porque Santos no habría ni siquiera podido ser alcalde de una ciudad de hierro si se hubiera metido a esa campaña sin el respaldo del Presidente de la República. Pero ya es historia patria.

Y en su momento, casi todos los partidos que hoy están con Santos estuvieron respaldando a Álvaro Uribe. Es más, en el primer año y medio del gobierno de Santos todos estuvieron ahí, el partido de la U, Cambio Radical, el partido Conservador, el PIN o la denominación que quieran darle, unos y otros, todos estuvieron ahí, hasta el Partido Liberal, que no había estado a pie de juntillas en las administraciones de Uribe. Todos en general son herederos de la tradición liberal-conservadora. Es más, es normal que entre esos partidos se oiga decir a algunos: yo soy del PIN o de tal otro partido, pero liberal. Yo soy de la U o de tal otro partido, pero conservador. Y todo esto estuvo con Santos y todo eso estuvo en la misma medida con Uribe. No puedo aceptar, senadores y senadoras, de las distintas bancadas, que ustedes hagan caso omiso de esta realidad en un debate de cara al país, porque no es coherente y oculta una parte muy importante de la verdad. De todo hecho negativo sucedido en la administración del doctor Álvaro Uribe Vélez le cabe responsabilidad sustancial al doctor Juan Manuel Santos Calderón. Y ustedes podrán echar las teorías que quieran y guardar los silencios que quieran y lanzar las agresiones que quieran, pero no tienen como tapar este hecho. Ya es historia de Colombia.

O es que creen que a los del Polo Democrático Alternativo se nos olvidan las hazañas del doctor Santos en esta administración. ¿No dijo el doctor Santos que yo era un violento porque simplemente había respaldado las protestas campesinas? ¿No me intentó hacer un juicio aquí todo el santismo mintiendo sobre los sucesos para ver cómo crucificaban al senador Robledo, porque yo simplemente había dicho que soy amigo de la resistencia civil y respaldo las luchas ciudadanas y no voy a traicionar a los agricultores de Colombia? ¡Y qué tal la gavillita que me montó el propio jefe del Estado en alianza con el señor ministro del Interior!

Y en todos los temas que nos ocupan, en todos, sin excepción, incluido el tema de hoy, el señor presidente Juan Manuel Santos no le puede sacar el quite a sus responsabilidades, como tampoco los partidos que lo respaldan.

Reitero, por último, que estoy muy preocupado con lo que está pasando. No creo que esta confrontación entre el santismo y el uribismo sea una especie de actuación calculada desde el principio. Podría serlo, pero creo que no. Pienso que allí efectivamente hay una confrontación en el bloque de poder por definir quién firma los cheques, quién define los contratos, quiénes son los favorecidos, quién maneja la chequera. Pienso que esa contradicción existe, como existió en los viejos días del bipartidismo liberal-conservador, y por eso empecé por allí. Y llamo la atención a los colombianos para que no se dejen seguir polarizando, porque aquí han logrado crear otra vez el mismo fetiche de hace 50 años de que hay que escoger entre el demonio y Satanás. Es el viejo truco de la violencia liberal-conservadora, hoy de pronto un poco más sofisticado, pero en la práctica el mismo. Puede que no sea calculado como una actuación, pero la verdad es que a ambos les está sirviendo maravillosamente.

Debo hacer un reeconocimiento a la gente de la Unidad Nacional y del Centro Democrático por estar logrando un éxito histórico. Porque al final todos sabemos que entre el Centro Democrático y la Unidad Nacional hay muchas más coincidencias que diferencias. Entre las dos versiones no hay diferencias medulares en los asuntos de la economía y las relaciones sociales. No las hay. Es más, parece que en el tema que más los divide, el del proceso de paz, el debate no es que una de las dos fuerzas esté a favor de la violencia eterna y el otro no, sino que tienen un pleito en torno a cómo desarmar a las Farc, cómo desarmar a la guerrilla, con qué tipo de medios y de procedimientos.

Bajo la égida de la OTAN

Todo sucede bajo el amparo de Washington. Aquí denuncié ayer un hecho gravísimo y noté el silencio que se guardó. El señor Biden, vicepresidente de Estados Unidos, le manda una carta inicua al presidente Juan Manuel Santos en donde le ordena: doctor Santos, rapidito con la paz, que necesitamos tropas colombianas al servicio de la OTAN en quién sabe cuántos países del mundo. ¡Vergonzoso! Que no resultemos que la sangre de nuestros compatriotas deje de regarse en los campos de Colombia, y ojalá así sea, para terminar regándose en los campos de Irak o de Siria o de Afganistán o allí donde le interese al imperialismo norteamericano.

El Polo Democrático Alternativo se quedó solo cuando en días pasados rechazó que el gobierno vinculara a Colombia a la OTAN. Y en el debate de estos días sobre la salud también tomé nota la soledad en la que nos quedamos. Se robaron 1.4 billones de pesos los señores de Saludcoop y el desfalco parece que solo impresionara al Polo Democrático Alternativo. Para los demás es asunto como de menor cuantía. Les llamo la atención, no a los congresistas aquí sentados, sino a los colombianos que nos escuchan. Porque si tiene éxito esta falsa polarización que pretenden imponernos, Colombia no va a poder resolver nunca sus problemas. Ojalá las dos partes en contienda fracasen en el propósito de llevar esta polarización hasta el pueblo raso. No lo han logrado todavía de verdad. Han conseguido que el pueblo raso vote por una u otra opción, pero todavía no veo reflejado en los rostros del pueblo raso colombiano el odio y el deseo de venganza que nos tocó ver, en mi caso en mi niñez, en los pleitos entre liberales y conservadores. Sería un acto inicuo, absolutamente repugnante, que a este país se lo llevara a situaciones como esa, sobre todo cuando en los asuntos medulares de la economía y de las relaciones sociales, repito, no hay entre ambos sectores diferencias que uno pueda llamar protuberantes, porque todos defienden las fórmulas del Consenso de Washington, de los TLC, del libre comercio, del FMI, del Banco Mundial, de la desnacionalización de la economía, del proyecto minero.

Entonces llamo con todo cariño, particularmente a los polistas que me estén escuchando, ojo avisor, oído atento. La política es mucho más complicada de lo que parece. Aquí hay que aprender a leer entre líneas. No hay que confundir la gimnasia con la magnesia. Hay que ir al fondo de los hechos, porque estamos hablando es del futuro de Colombia, hoy en una encrucijada terrible. La condición del país es supremamente mala, no solo en el terreno de la violencia, sino en todos los demás campos.

Termino entonces reiterando la importancia de que este debate se haga muy a fondo y que se debatan a fondo también los demás temas. No debe haber tema vedado en el Congreso de la República, ni uno solo, ni siquiera el más escabroso. Y si el día de mañana el debate es contra mí o contra el Polo, ya veremos cómo resolvemos las cosas, pero ese es un riesgo que nos toca correr a cada uno de nosotros. El honor de ser elegido acarrea responsabilidades. No puede ser que aquí uno solo tenga los aplausos y los vítores que le propicia el pueblo generoso que lo elige. Hay que correr también con todas las consecuencias en debates como este.

Llamo al Polo Democrático Alternativo a que abra los ojos. Hace cuatro años, el primer acto retardatario de gobierno del presidente Juan Manuel Santos, cuando el Polo todavía se hallaba unido, fue sonsacarnos a Gustavo Petro, nuestro candidato a la Presidencia de la República en ese momento. Y es evidente que hoy, mis queridos polistas y colombianos, se confirma el trabajo de cuatro años del gobierno del presidente Juan Manuel Santos haciendo esfuerzos por dividir al Polo Democrático Alternativo, intentando obligarnos a escoger entre esta falsa disyuntiva que he mencionado.