Jorge Enrique Robledo Castillo
Manizales, 22 de febrero de 2002.
Hace unas semanas, en el programa del senado en la televisión, salió Juan Gabriel Uribe opinando sobre cualquier tema. Y en la parte baja de la pantalla apareció un letrero que decía: “senador independiente”, a pesar de que, como se sabe, éste es un pastranista Triple A.
En medio del enorme descrédito que toda razón acompaña a los viejos caciques liberales y conservadores, aparecer como independiente en política se volvió un buen negocio. No obstante, en muchos de esos casos ese rótulo apenas intenta ocultar que la autodenominada independencia es solo un truco que se esgrime para adquirir ventajas en la lucha política por el poder burocrático local y nacional, pues, en los asuntos de fondo, en los que le determinan el rumbo a la nación, unos y otros son pájaros de la misma pajarera.
La independencia, en sí misma, no constituye ninguna virtud. Por ejemplo, Pablo Escobar fue independiente de la policía, y no por ello se hizo merecedor del respaldo ciudadano. Y lo mismo puede afirmarse de quienes no tienen ninguna relación de dependencia con el concienzudo estudio de los problemas nacionales, o con el patriotismo o el valor civil. La independencia clave en la Colombia de hoy es la que se asuma frente a la políticas neoliberales que destruyen el país, medidas que tienen indiscutible origen en imposiciones del Fondo Monetario Internacional que violan de manera flagrante la soberanía nacional, es decir, la capacidad que debemos tener los colombianos de decidir sobre lo que mejor le conviene a nuestros asuntos, sin injerencias externas.
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Cuando, hace un año, Unidad Cafetera y Salvación Agropecuaria anunciaron su marcha nacional a Bogotá, el ministro de Agricultura le opuso a su propuesta de condonar las deudas el llamado Pran Cafetero para refinanciarlas. Luego, a mitad de año, en medio de la preparación del Paro Nacional Agropecuario, el personaje volvió y habló, para estorbar su realización, del Pran Cafetero. Después, el día en que Pastrana anunció el subsidio del Estado al precio interno que ganaron con su lucha los caficultores, también presentó el ya famoso Pran. Y en octubre del 2001, para calificar como sin razones el Congreso Nacional Agropecuario, el gobierno nacional volvió a vociferar sobre la misma medida. Pero hoy, después de un año, mientras los intereses bancarios se comen lo poco que les queda a los productores endeudados, el Pran Cafetero todavía no se aplica, en tanto el ministro de Hacienda ya anunció el recorte del subsidio al precio del café. Ahora, con doce meses más de razones, hay que insistir en la lucha por ganar que el Estado respalde con generosidad el precio interno y condone las deudas bancarias de los cultivadores del grano.
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No cesa la arremetida contra la educación de los colombianos. Por iniciativa del Ejecutivo, el año pasado el Congreso aprobó el Acto Legislativo 012 y la Ley 715, que apuntan a privatizarla, empeorar su calidad y golpear los derechos salariales y prestacionales del magisterio. Lo que sucede en escuelas y colegios, más las cada vez mayores protestas de los alcaldes engañados por la propaganda oficial, demuestra que las denuncias de Fecode sí eran ciertas. Además, el 31 de diciembre pasado, de manera subrepticia, el gobierno expidió el Decreto 2912, el cual, al golpear de varias maneras los derechos del profesorado, también atenta contra la educación de los colombianos.
Y, en el colmo de los colmos, el Ministerio de Educación acaba de sacarse de la manga una disposición que señala que en los colegios de Colombia no más de dos estudiantes de cada curso pueden perder el año lectivo, medida que nos tiene indignados a los directivos y profesores de las instituciones públicas y privadas de educación del país, pues estimula el facilismo y la mediocridad de todos los estudiantes. Si no se conocieran los propósitos del neoliberalismo, cualquiera pensaría que se trata de un error.