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HAY QUE HABLAR DEL TEMA DEL CAFÉ

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Jorge Enrique Robledo Castillo

Contra la Corriente

Manizales, diciembre 21 de 1995.

Existe muchísima preocupación por el futuro de los cafeteros colombianos. Y no es para menos. Que las cotizaciones externas apunten hacia niveles de un dólar, límite que podrían sobrepasar hacia abajo, tal y como ocurrió antes de las heladas del Brasil de 1994, es para colocarle los pelos de punta a cualquiera. Además, nada indica que en el gobierno exista el menor propósito de reversar la apertura, a cuya política minera y cambiaria le cabe no poca responsabilidad en una debacle cafetera que podría concretarse, a pesar de estar anunciada.

La diaria caída de la cotización externa amerita revisar cómo funcionan las cosas en la comercialización internacional del café, una de las cuestiones que tanto afectan negativamente a los cultivadores colombianos y, de carambola, a todos y cada uno de los pobladores del país.

Con el rompimiento de los acuerdos cafeteros sucedió lo que tenía que suceder: el mercado mundial quedó en poder de los compradores y las maniobras de éstos se encargaron de recordar que el tan mentado “mercado libre” ya no pertenece a la ciencia económica sino a la ciencia ficción. Mientras que por el lado de los productores actúan media centena de países que pertenecen a la pobrecía universal, por el lado de los consumidores se mueven un puñado de potencias que, literalmente, cada año se desviven por conseguir donde colocar la nueva y enorme riqueza que acumularon en los doce meses anteriores. En tanto millares de exportadores -casi todos ellos agentes de las trasnacionales- compiten con desespero por colocar su grano a cualquier precio, menos de cinco firmas controlan más de la mitad de la comercialización y procesamiento del café en el mundo. Y, como si fuera poco, al poder de los anteriores monopolios se suma ahora la actividad de los especuladores puros, quienes terminaron por convertir el mercado mundial cafetero en un auténtico casino donde todos se lucran especulando a costa de los productores.

Como un complemento a la especulación con los precios, las potencias están asegurando que aumenten las siembras de café en regiones del globo que -por sus bajos costos de producción y por sus localización cerca de los mercados del Asia, los únicos donde crece el consumo- les aseguren que su estrategia de bajar las cotizaciones sea sostenible en el futuro.

Así, en una información que no es exhaustiva, la revista Coffee and Cocoa International da los siguientes datos: el Banco Mundial le prestó 17 millones de dólares a Laos para promover inversión extranjera en siembras de café, al tiempo que Francia le brinda asistencia técnica. Alemania le dio 9.9 millones de dólares a Viet Nam para impulsar plantíos del grano. Y Nestlé invirtió 58.2 millones de dólares en una fábrica procesadora de café en Tailandia, país donde el gobierno le otorgó subsidios por 22.7 millones de dólares a sus cafeteros.

Y mientras esta auténtica arremetida contra los más caros intereses nacionales sucede, a Colombia le imponen como único punto de atención de sus relaciones internacionales el problema del narcotráfico. Cuánta falta hace que en el concierto internacional se escuche la airada voz de los gobiernos de los países cafeteros, reclamándole a las potencias por todo cuanto ocurre en el mundo del café.