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HAY LUZ EN LAS TINIEBLAS

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Jorge Enrique Robledo

Bogotá, 19 de marzo de 2010.

Otra vez, y no obstante las advertencias, el clientelismo, la corrupción y el delito definieron las elecciones colombianas. Los observadores de la OEA avisaron que habría compra de votos en abundancia, y ello se dio. La Misión de Observación Electoral (MOE) advirtió que en un tercio de los municipios se coaccionaría a los electores, y así sucedió. También se denunció que desde la cárcel se dirigían campañas electorales, y sin duda se dirigieron. ¡Son 22 los senadores electos tocados por la parapolítica!

 

Nuevamente alcaldes y gobernadores violaron la ley y abusaron de su poder para determinar ganadores. Son incontables las denuncias de fraudes exitosos o fallidos antes, durante y después de la votación. El presidente Uribe indujo a votar en la consulta de un partido diferente al suyo y por un candidato presidencial que escandaliza hasta al Departamento de Estado norteamericano.

 

Sin duda, las elecciones en Colombia apestan, nos avergüenzan ante el mundo. Y esta enorme corrupción y coacción a los electores cabalga sobre la pobreza que los mismos corruptores, desde el poder, definen. Con una mano desemplean y empobrecen al pueblo y con la otra lo extorsionan para que vote por ellos. Y no es casual que quienes llegan al poder mediante estas prácticas abominables sean partidarios del libre comercio.

 

Escandaliza que Álvaro Uribe no llamara a rechazar la enorme corrupción electoral, así fuera para cubrir las apariencias. Solo le faltó decir que “vayan adquiriendo los votos mientras los meten a la cárcel”. Pero sí pudo, con la complicidad del director del DAS, su siniestra policía secreta, hacerle la enésima agresión al Polo días antes de las elecciones y aprovecharse de las deficiencias de la Registraduría para tomar venganza irresponsable. Entre lo peor de su herencia está el haber convencido a tantos de que todo vale.

 

Con todo el cinismo, los partidos gobiernistas salieron a ufanarse de su éxito “democrático”. Por su parte, los formadores de opinión del uribato les cayeron a los del PIN, pero tratan con suavidad que estos son uribistas –y seguramente santistas– y que pares suyos abundan en la U, el conservatismo y Cambio Radical. En sus comentarios, como era de esperarse, también le decretaron el “hundimiento” al Polo Democrático Alternativo.

 

Es cierto que el Polo perdió unas curules, pero es falso que redujera su votación. Los 848.908 votos ya escrutados deben llegar a 900 mil una vez se contabilice el seis por ciento que falta por contar, lo que da 25 mil votos más que en 2006 y una respetable bancada de trece congresistas, que rendirá tanto como la anterior. En este resultado cuentan, por supuesto, decisiones del partido o de dirigentes que habrá que examinar y corregir. Pero constituye ingenuidad o astucia que en los análisis se haga caso omiso de que el Polo es víctima de la corrupción electoral y del uso del Estado para extorsionar a los electores.

 

Es más inaceptable aún que no se tenga en cuenta que el Polo ha sido objeto de la peor persecución política de décadas en Colombia, persecución abierta y sistemática que encabeza, mediante calumnias, infamias y manipulaciones, nada menos que el presidente de la República. Y es obvio que en esta persecución, en la que actúa el propio Procurador General de la Nación, participan, voluntaria o involuntariamente, no pocos medios de comunicación. La resistencia del Polo prueba que es, sin duda, un gran partido, que librará bien la batalla presidencial con Gustavo Petro.

 

En el análisis me toca incluir mi votación al Senado, que debe pasar de los 160 mil sufragios, una cifra muy alta que se valora más si se tiene en cuenta que es toda de opinión, con un punto de vista contrario al del régimen y promovida con escasos recursos por un equipo nacional de voluntarios a quienes no los mueve nada distinto que sus convicciones. Resalta también que entre los votantes estuvieron los polistas, como es obvio, pero también otros que no lo son y que hubo electores entre el pueblo raso, las capas medias y los empresarios, hecho que dice que una posición clara de izquierda democrática sí tiene capacidad para generar la unidad nacional que necesita el país para salir adelante. El resultado además muestra que, en medio de la confusión y el desastre económico, social y político de la Colombia de hoy, existen reservas democráticas que permiten afirmar que el país sí tiene arreglo y que vale la pena promoverlo.