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El debate sobre seguridad alimentaria es sobre las importaciones de cereales y demás alimentos básicos

1946

Intervención del senador Jorge Enrique Robledo en el debate al ministro de Agricultura sobre seguridad alimentaria, Comisión Quinta del Senado, 26 de noviembre de 2008.

Empiezo por expresar mi solidaridad con la gente del Caquetá frente a los reclamos que han venido planteando. Cuanto más conozco todos estos asuntos de los mataderos, de la leche cruda, de los pollos, de las exigencias a los paneleros, más convencido estoy de que las normas sanitarias se están volviendo un martillo contra la gente.

Pueden ustedes echarle la teoría que le echen, pero el efecto práctico de esas normas es que le están amargando la vida a infinidad de colombianos, a quienes el gobierno, en vez de ayudar, los está persiguiendo. Y es que cada vez que uno examina este conflicto, más absurdos descubre. Como ese de obligar al campesino a comprar carne congelada, cuando él en su casa ni siquiera tiene nevera. Obligar a un campesino a transportar la carne congelada varios kilómetros es decirle que no puede comerla y se acabó el asunto, o que solo la coma en los restaurantes cuando baje al pueblo.

Son normas que no están pensadas para Colombia, sino que son impuestas desde el exterior para países desarrollados. Esto lo he denunciado cincuenta veces. He repetido incluso la frase de que aquí no estamos en Dinamarca sino en Cundinamarca. Y cómo es posible que se exija que los pollos solo se puedan sacrificar en determinados mataderos, cuando aquí nos acaban de informar que en el departamento del Caquetá no hay ni uno de esos mataderos. No, viceministro. No pueden ustedes maltratar a los colombianos de esa manera. Ocurre lo del chiste ese de que váyanlos fusilando mientras llega la orden de Bogotá. Primero hacen el daño y después empiezan a ver cómo corrigen. Y también hemos venido denunciando en esta Comisión que si usted no sacrifica su pollo en un matadero aprobado por el Invima, no le devuelven el IVA. ¿Y esto no lo sabía el Ministerio de Hacienda cuando expidió la norma? Lo estamos denunciando hace semanas y nada se corrige. Es el tipo de contradicciones frente a las que uno tiene que expresar su completo desacuerdo.

El gobierno no reconoce las realidades regionales y locales, porque la única manera de preservar carne no es con frío. De dónde sacaron ese cuento. Aquí lo acaba de aclarar el doctor Alonso Orozco, diputado del Caquetá. ¡Cuál es el problema de salar la carne como un método de preservación de miles de años! Qué va a pasar entonces en Santander, donde es común comer carne oreada. ¿Van a tener que congelarla para después orearla? Otro absurdo. Los países desarrollados reconocen sus realidades regionales. Los famosos quesos franceses no se hacen con leches pasteurizadas. Aquí leí el caso del comercio de gallinas vivas en Estados Unidos y mostré cómo las mismas autoridades de ese país insisten en que no se debe prohibir. Solo aquí nos empecinamos en hacerlo. Es demasiada la desconsideración del gobierno cuando aplica este tipo de medidas.

Hay otro punto que quiero denunciar y voy a hacerlo con entera franqueza. Hay que decir las cosas con su nombre, así moleste, porque parte de la lógica que nos ha impuesto el neoliberalismo es la de la hipocresía. Detrás de estas normas absurdas que están arruinando a los colombianos encuentro a tres tipos de personajes: unos, a los que yo llamaría los ayatolas de la sanidad, aquellos que se infartan si llegan a ver un microbio a mil kilómetros. Aceptemos que esos existen. Otros, que ignoran hasta en qué país viven y los terceros, los grandes negociantes. Detrás de todo este cuento de los mataderos y las gallinas y la leche cruda hay una gente que se va a enchapar en oro monopolizando estos negocios. Muy propio de la época. Se toma el pretexto de lo sanitario para perseguir a los competidores. Muy cómodo. Los grandes monopolios no tienen cómo arruinar al campesino que tiene una vaca en un pueblo perdido del Caquetá, no son capaces de derrotarlo en la competencia abierta y tranquila, y entonces le expiden una norma sanitaria que de inmediato lo saca del negocio. O a la señora que engorda una gallinita con lombrices y desechos de su casa le caen con un decreto que la arruina. También se dan casos, y en Colombia no son pocos, en que a la gente la asesinan para quitarles la plata. Como no la pueden arruinar en la competencia económica, la mandan matar.

Les expreso a las gentes del Caquetá toda mi solidaridad. Mientras más estudio este caso, más convencido estoy de que estamos ante un absurdo, y de que el ministro de la Desprotección Social, doctor Diego Palacio, no hace nada por modificarlo y el de Agricultura se queda bien corto.

Expreso también mi profundo desacuerdo con lo que usted acaba de decir, señor viceministro, con respecto al impuesto que intentaron ponerle a la leche. Quisieron ponerle un impuesto a la leche de 30 pesos por litro, un impuesto que pagarían los pobres de Colombia, la gente del común, que es la que toma leche. Y ese despropósito no lo corrigen ustedes aduciendo que con la plata les iban a dar unos vasitos de leche a los pobres, porque aquí lo que se discute no es qué se hace con los impuestos, sino quién los paga. Es supremamente regresivo gravar el consumo. Es del abecé de la cultura económica que el consumo no se debe gravar, sobre todo el de los bienes de primera necesidad, como la leche.

Lamentemos que no esté aquí el doctor Andrés Felipe Arias. Este sería el último debate del que hubiera hecho con el ministro. Entiendo que él tenga razones para no estar en el debate, pero es lamentable que no nos acompañe. Supongo que con todas las cosas que están sucediendo se encuentre en plena campaña electoral y antes de marzo esté renunciando para dedicarse de lleno a agitar su candidatura.

Saludemos al colega, senador Gonzalo Gutiérrez, a quien le falleció anoche su señora madre. Acompañémoslo en su pena.

La crisis ya está presente en el café

El doctor Gabriel Silva, gerente de la Federación Nacional de Cafeteros, ha estado dando unas declaraciones llenas de eufemismos sobre el negocio cafetero, de un grado tal de optimismo que uno se pregunta, ¿será que no vivimos en el mismo país? Hoy el periódico El Tiempo le hace el coro titulando: “Crisis mundial no ha sacudido el café”, “Precios del café están aguantando”. Pues les informo en cuánto han caído los precios internacionales del café entre marzo y noviembre de este año: de 1,72 a 1,30 dólares. ¡43 centavos de dólar ha caído la libra de café en el mercado internacional! Y que dizque la crisis internacional no ha sacudido al café. ¿Qué se necesitará entonces que pase? Silva y El Tiempo nos están pintando pajaritos de oro. Ojalá tuvieran razón, pero creo que hay una crisis muy grave y que esa crisis va a golpear duro a los cafeteros, a quienes hoy les están pagando unos precios muy malos. La crisis ya está presente en el café. 504 mil pesos que pagaron ayer por carga como precio mínimo, según Federación de Cafeteros, ó 507 mil como precio máximo, es un precio malísimo para un cultivador colombiano.

Lo otro que quiero comentar antes de entrar en materia es la situación de los indígenas. Para que nos pongamos de acuerdo de una vez por todas, senadores de la Comisión Quinta del Senado, el doctor Andrés Felipe Arias certifica, en las respuestas que me dio a este cuestionario, que los indígenas colombianos tienen títulos por unos 31 millones de hectáreas, redondeando la cifra, pero aclara que de esas, apenas el 10% es área productiva. Esperemos que nunca nadie más en Colombia, ningún ministro de Agricultura, ningún presidente de la República, como nos ha tocado, se atreva a aseverar que los indígenas colombianos acumulan demasiadas tierras, porque no es cierto, como lo acaba de certificar por escrito el propio Ministerio. Con respecto a si los indígenas son pobres o no, a si abrigan razones y derechos para reclamar, porque hasta eso se nos volvió una discusión, miren ustedes lo que dice el Banco Mundial, no el Polo: “Los pueblos indígenas representan el 10% de la población de la región y es el grupo más desfavorecido de América Latina. A pesar de que la incidencia del la pobreza en América Latina es alta, la misma es particularmente severa y profunda entre la población indígena”. Pongámonos también de acuerdo en esto: la pobreza indígena es dolorosísima. En ese sentido, más que vilipendiar y maltratar a esos compatriotas, se debiera asumir la actitud de escucharlos y de ver cómo se les encuentran soluciones a sus problemas.

Los alimentos, un bien que no se parece a ningún otro

Este es un debate sobre seguridad o soberanía alimentaria, y más adelante explicaré los matices entre este par de palabras. Es en últimas un debate, senador Vélez, sobre la importancia de los alimentos. Dejémoslo en claro, porque a veces se nos olvida: los alimentos son un bien que no se parece a ningún otro. Si el mundo se quedara mañana sin electricidad, habría un desastre y probablemente miles de millones morirían, pero seguramente la especie sobreviviría. Si el día de mañana se desaparecieran los medicamentos, habría un horror, pero también es probable que la especie sobreviva. Pero si mañana nos quedáramos sin comida, y no se necesita que sea un mes o dos, porque basta con unos cuantos días, la especie desaparecería. Y si en Colombia nos quedáramos sin alimentos, los colombianos desapareceríamos.

La primera idea que quiero trasmitir es que cuando hablamos de comida estamos hablando entonces de un bien que no se parece a ningún otro. Usted puede andar con la camisa rota, descalzo, sin medicamentos, algo muy grave y que probablemente hará que muera joven, pero si se queda sin comida, lo que sucede es que fallece en cosa de días. Esto lleva a que los estadistas serios distingan la comida de los demás bienes. Y en comida también incluyo agua, porque sin agua tampoco se puede vivir.

¿Cuáles son los problemas con los alimentos? Principalmente dos: hay comida pero no plata. Ahí están los alimentos pero yo no tengo recursos para adquirirlos, un problema gravísimo, porque si no hay recursos económicos, tampoco se tiene acceso a la comida. Y el otro, que es al que me quiero referir aquí, hay dinero pero no comida. Por muchas razones, porque yo tengo el dinero aquí, pero la comida está en Ibagué o porque el camión que debía traerla no llegó. El punto que quiero enfatizar en este momento del análisis teórico es que, habiendo plata para comprar, puede no haber la comida. Son dos problemas, pero me voy a referir principalmente al segundo y voy a explicar cómo la idea de seguridad y de soberanía alimentarias se refiere es principalmente al hecho de que puede no haber comida. Mencionémoslo desde ya: este año, por ejemplo, 20 países exportadores de alimentos pararon sus exportaciones de comida y hubo revueltas por hambre en más de 30 países donde físicamente no había comida. Además de que se había puesto muy costosa, no había la comida suficiente con la que espera contar la población.

Este hecho de que la comida es un bien distinto y que podría faltar aun cuando se disponga del dinero para comprarla, hace que en 1974 la FAO, la organización de la ONU sobre alimentos, haga una cumbre sobre la alimentación. Según la FAO, fue un año de escasez de alimentos no solo por los costos, sino también por condiciones meteorológicas y porque aumentó la demanda y porque además hubo especulación cuando subieron los precios del petróleo. En resumen, el año 1974 es muy parecido al 2008. Entonces a partir de ese año, la FAO se pone a trabajar para ver qué hacer y empieza a desarrollar el concepto de seguridad alimentaria. Dice Luis Jorge Garay que “el concepto de seguridad alimentaria se circunscribió a la disponibilidad de alimentos”, al problema de si había o no alimentos. En 1983, la FAO crea el Comité de Seguridad Alimentaria y miren el propósito: “Asegurar en todo momento la disponibilidad de suficientes suministros mundiales de alimentos básicos, en primer lugar de cereales, a fin de evitar escaseces agudas de alimentos en casos de malas cosechas generales o catástrofes naturales, sosteniendo una expansión constante de la producción y el consumo y reduciendo las fluctuaciones en la producción y en los precios”. No dice de cualquier comida, sino de alimentos básicos. Esto es importante y más adelante voy a explicar por qué. El texto hace referencia al problema de la disponibilidad, un problema de producción, porque puede haber escasez.

El neoliberalismo cambia el concepto de seguridad alimentaria

Con el aparecimiento del neoliberalismo cada vez con más fuerza, el concepto de la seguridad alimentaria, que era muy claro como un problema de disponibilidad, se empieza a convertir también en un problema del acceso referido a los precios, un problema que también existe como ya mencioné, es decir, a que puede haber comida pero ser muy costosa y no poderla comprar la población. El punto sobre el que quiero llamar la atención es que se empiezan a revolver los dos conceptos y, claro, muy astutos, los neoliberales empiezan a enterrar la idea de la disponibilidad y a levantar la teoría de que no importa dónde esté la comida mientras sea barata y se tenga con que comprarla. Ese es el proceso que sufre la definición. Aun cuando lo han venido trabajando ideológicamente y aquí el gobierno seguramente nos va a decir, no, senador, usted se está refiriendo es a la soberanía alimentaria, mientras que nosotros estamos hablando de seguridad, y la seguridad es que la comida sea barata. Sin embargo, la FAO, donde hicieron todos los esfuerzos por quitarle importancia al problema de la producción y dónde se producía y dónde estaba la comida, logra mantener en su definición la importancia del acceso, aun cuando queda algo imprecisa. Y miren cómo todavía hoy define la FAO la seguridad alimentaria, a pesar de la influencia neoliberal: “Existe seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos a fin de llevar una vida activa y sana.” (http://www.fao.org/docrep/003/w3613…). Esto de en todo momento es clave, porque nada saco con disponer de comida el mes entrante si este mes no tengo. Puedo durar un mes sin zapatos, pero no un mes sin comida. Incluyen la variante costo, pero mantienen la advertencia de lo físico, que el acceso esté allí, que en el supermercado estén los alimentos, porque podrían no estar.

Este es el gran debate. Y como la manipulación que ha venido haciendo el neoliberalismo es muy grande para eliminar la idea del problema del acceso, entonces qué sucedió. Que en el mundo, encabezados principalmente por una organización que se llama Vía Campesina, les toca crear un nuevo concepto, para defenderse de la manipulación, que es el de soberanía alimentaria. Ha venido sucediendo que los neoliberales, en la práctica, quieren referir la seguridad alimentaria solo al problema de los costos. No importa dónde esté la comida mientras se tenga con que comprarla. Y la soberanía alimentaria se ha venido centrando en el tema de si está disponible esa comida para adquirirla o para beneficiarse de ella. Sigo insistiendo en que en el concepto de seguridad alimentaria sigue estando incluido que son dos asuntos, el problema de tener con qué comprarla y el problema de si hay dónde comprarla, que es el aspecto en el que estoy haciendo hincapié.

Al final de cuentas, termina habiendo tres posiciones sobre este problema de la seguridad o de la soberanía alimentaria. Una primera, la de la globalización y el neoliberalismo, que no han podido imponer en la FAO, pero que en los hechos es la posición del gobierno de Colombia, y ahora voy a explicar por qué. ¿Qué es lo que dice la concepción neoliberal? Que lo que importa es que en el mundo haya comida, no importa en qué sitio, y que yo tenga dinero con que comprarla. Aquí nos decía el ministro Botero cuando discutíamos el TLC, que si tenemos petróleo y carbón compramos el trigo y compramos el maíz. Otros decimos: no, porque puede suceder que el trigo y el maíz no estén disponibles aun cuando tengamos con que comprarlos. Es las tesis neoliberal de concentrar la producción en ciertos sitios de la Tierra supuestamente muy eficientes y transportar la comida a lo largo del mundo en rutas descomunalmente largas, traer el arroz de Tailandia, por ejemplo, o llevar trigo de Argentina a Rusia.

La otra concepción, confusa a mi juicio, sostiene que la seguridad alimentaria se refiere solo a que el campesino en su finca produzca su comida. No me opongo a que el campesino mejore la cantidad de comida que produce en su parcela, pero es obvio que en el mundo de hoy ya nadie puede ser autosuficiente. La tesis le niega además al campesino la posibilidad de vender una parte de su producción en las zonas urbanas. Esto de pensar solo en el campesino evade una pregunta de fondo: ¿y dónde se produce la comida que se van a comer los bogotanos o los jornaleros? Esa teoría de la autarquía campesina no nos resuelve el problema, porque de lo que estamos hablando no es de alimentar a los campesinos, sino de alimentar a los 42 millones de colombianos. Ahora, repito, no me opongo a que el campesino mejore su producción en su parcela.

Producir la comida allí donde esté la gente

Y hay una tercera posición, a mi juicio la correcta, que es la inicial de la FAO y que es la que Colombia debiera tener como política de Estado, y que señala que este no solo es un asunto local y global sino también fundamentalmente nacional. El esfuerzo debe estar centrado en producir la comida lo más cerca posible de donde esté la gente para disminuir los riesgos de una hambruna. Alguien me dirá, bueno, pero es que en Arabia Saudita no se puede producir la comida (por ser un desierto). Sí, ese es un problema que tienen los de Arabia Saudita. Pero en el caso de Colombia nosotros debiéramos hacer esfuerzos por producir en el territorio nacional nuestra comida. Esto no quiere decir que no podamos importar ni un centímetro de comida. Nadie está proponiendo eso. No se trata de la autarquía. Eso es lo que me endilgan en el Ministerio, pero nunca lo he planteado así. Ni se trata tampoco de que Colombia no pueda exportar alimentos, porque se presentan situaciones deficitarias en uno u otro momento. De lo que se trata es de definir una política de autosuficiencia alimentaria, de seguridad alimentaria, de soberanía alimentaria, en la que lo que se importe sean déficit temporales y no lo fundamental de la dieta básica, porque vamos a mirar ahora que el trigo es más importante que las uchuvas, aun cuando el doctor Andrés Felipe Arias haya dicho que son mejores las uchuvas.

Enfatizo la idea. La propuesta que estamos haciendo no evade las relaciones internacionales, ni hacer en un momento dado importaciones, pero sí señala que cada país debe producir el máximo de sus alimentos y que la política agraria debe conducir a ello. Esa autosuficiencia alimentaria, esa seguridad alimentaria, esa soberanía alimentaría se debe sostener de manera dual: una parte la deben aportar los campesinos, y ahí incluyo a los indígenas, y otra parte la deben producir los empresarios y los obreros agrícolas. No hay para qué poner en contradicción absoluta la producción campesina con la producción empresarial. Se trata de una idea en que hemos venido insistiendo aquí todo el tiempo, la necesidad de un modelo dual que ponga el énfasis en la producción de los alimentos.

Lo discutíamos con el ministro que negoció el TLC con Estados Unidos, el doctor Jorge Humberto Botero, quien ha sido más franco en esto, pues aun cuando el doctor Andrés Felipe Arias ha defendido la posición de Botero, ha sido más cauto y ha dejado más confuso el asunto. El doctor Botero sí fue muy enfático en señalar que lo que importaba era tener con qué comprar la comida. Y han puesto en duda la idea, y este es el punto clave de este debate, de que pueda no haber alimentos. La teoría neoliberal presupone que nunca se interrumpirán los flujos de alimentos, que siempre los habrá y en todos los casos mientras Colombia tenga dólares con qué comprar su comida. Los que estamos en la posición que yo defiendo sostenemos que eso podría no suceder. La historia de la humanidad demuestra que los flujos de los alimentos pueden interrumpirse y cualquier análisis sensato permite pensar que aquí pueden ocurrir hechos muy graves. Voy a hacer referencia a unos cuantos, que no son de mi cosecha, para que ustedes vean que el problema es más complicado de lo que parece. Primer hecho, el sitio de Cartagena en 1811: las tropas de Pablo Murillo no permitieron que entraran alimentos a la ciudad y la gente primero tuvo que comerse los zapatos, los ratones y los gatos y después tuvo que rendirse. O sea, los alimentos utilizados como una estrategia militar. Alguien dirá eso fue hace mucho tiempo. Miremos entonces más acá. “Entre 1769 y 1770, los ingleses provocaron un hambre artificial (en la India) al comprar todo el arroz y venderlo a precios fabulosos”. Unos especuladores en la India tenían libras esterlinas y compraron todo el arroz, lo almacenaron y dijeron: ahora nos pagan como nosotros queramos.

La FAO, en la Declaración de Roma sobre Seguridad Alimentaria Mundial, Nov.13.96, remarca que “los alimentos no deberían utilizarse como instrumento de presión política y económica” (http://www.fao.org/docrep/003/w3613…). Si no “deberían” es porque se usa convertirlos en arma de presión o, si no, de dónde sale la frase, por qué la preocupación. Los de la FAO no es que vivan en la luna. Ellos saben en que mundo estamos y cómo funcionan las cosas. Jackeline Roodick, autora inglesa, en su libro El negocio de la deuda, cita a un Secretario adjunto Tesoro de Estados Unidos, quien explica qué le podría pasar a un país que entrara en contradicción dura con Estados Unidos en términos de los negocios, y después de describir una serie de sanciones que le podrían imponer a ese país, miren lo que dice ese secretario adjunto: “En muchos países, incluso la importación de alimentos sería restringida.” (Roddick, Jacqueline, El negocio de la deuda externa, El Áncora Editores, p. 80, 1990). Por ejemplo, que un país decidiera no pagar su deuda externa pudiera costarle severas represalias. Les cuento que el gobierno de Inglaterra acaba de aplicarle la ley antiterrorista a Islandia porque este país decidió que los bancos islandeses no paguen unas deudas con los ingleses.

El presidente George W. Bush afirma: “Es importante para nuestra nación cultivar alimentos, alimentar a nuestra población. ¿Pueden ustedes imaginar un país que no fuera capaz de cultivar alimentos suficientes para alimentar a su población? Sería una nación expuesta a presiones internacionales. Sería una nación vulnerable. Por eso, cuando hablamos de la agricultura (norte) americana, en realidad hablamos de una cuestión de seguridad nacional” (The Future Farmers of America, Jul.27.01, Washington). Y es el presidente de Estados Unidos, el dueño de la máquina de fabricar los dólares, al que nunca se le acaba la plata, el que tiene además el más poderoso ejército del Planeta y que tendría con que mover su ejército hasta cualquier despensa alimenticia del mundo para quedarse con la comida, como se está quedando hoy con el petróleo iraquí. Y sin embargo, miren lo que afirma el presidente de Estados Unidos: aquí vamos a producir nuestra comida, pase lo que pase, porque no nos vamos a arriesgar a que mañana algún país al que le compremos la comida diga que no nos la manda.

La ONU, la FAO, el Fondo Mundial Diversidad Cultivos, 11 instituciones agrícolas y 60 países están fabricando en Noruega unos silos subterráneos y blindados para guardar allí tres millones de semillas buscando que nunca falten en la humanidad. ¿Con qué propósito? La FAO dice que para precaverse de una guerra nuclear, de un impacto de asteroides, de un atentado terrorista masivo, de una pandemia, de catástrofes naturales o de un cambio climático acelerado. ¿Qué es lo que están diciendo estos personajes? No están locos, tienen toda la razón. Si uno piensa en el largo plazo, las posibilidades de una guerra, una pandemia, una catástrofe natural de proporciones descomunales no solo son un riesgo, sino una certeza en la historia de la humanidad. En 500, 1.000, 5.000 años cualquier cosa puede pasar y estos personajes están diciendo que van a almacenar semillas para tomar precauciones.

Vean lo que dice el señor Jacques Chirac, cuando ya no era presidente de Francia, y me van a permitir que lea un poco largo, pero cualquier persona seria que se preocupe por estos asuntos tiene que llegar a las mismas conclusiones. Esto no es un problema ideológico como nos lo han querido montar, sino un problema concreto. Dice el señor Chirac: “Ningún país ha salido del subdesarrollo sin primero haber ayudado a sus agricultores. A nivel mundial los debates sobre la agricultura, antes de ser en relación con el comercio internacional, son fundamentalmente debates sobre la soberanía alimentaria –una soberanía que se basa en el desarrollo agrícola.” Y agrega: “Quisiera añadir que un producto alimenticio no es y nunca puede ser sólo un producto ordinario.” “Nuestro objetivo en la agricultura debe ser garantizar la seguridad alimentaria para todos. Las conversaciones de comercio internacional no debe perder de vista esto.” Más: “Hay dos maneras de responder al imperativo de la seguridad alimentaria en los países en desarrollo. La primera –que es la del doctor Botero y la del TLC– es considerar que todo lo que necesitamos debe ser suministrado por productos alimenticios de bajo costo en el mercado mundial con el fin de hacerlos accesibles al mayor número de personas.” La primera idea, dice Chirac, es comprar la comida barata en el mercado mundial, y más adelante vamos a ver qué tan barata es. “El segundo se basa en el desarrollo de la agricultura local para permitir que un número máximo de países logren la soberanía alimentaria.” Es la idea que yo defiendo. Chirac coge el concepto de soberanía y lo revuelve con el de seguridad, pero machaca de qué es de lo que estamos hablando. Agrega Chirac: “Este segundo curso de acción es mucho más exigente. Sin embargo, la experiencia ha demostrado que es el más responsable y sostenible. No sólo consiste en dar a los países pobres los medios para sobrevivir. Se les da el control sobre su desarrollo. Lo que compensa las deficiencias de una liberalización del comercio agrícola que no beneficia a los países menos privilegiados.” (Congreso Mundial Jóvenes Agricultores, Jun.13.06, http://www.ambafrance-uk.org/World-…)

El señor Bill Clinton, en una conferencia ante la ONU, el 24 de octubre de 2008, hace un mes, asevera: “Los alimentos no son un producto básico cualquiera”. “Tenemos que regresar a una política de máxima autosuficiencia agrícola”. ¿Por qué dice que regresar? Por lo que yo expliqué inicialmente. Porque el neoliberalismo ha eliminado o ha intentado eliminar el concepto primigenio de la seguridad alimentaria. Entonces qué esta diciendo el propio Clinton, seguramente uno de los que ayudó a desmontar el concepto: hay que “regresar a una política de máxima autosuficiencia agrícola”. Y agrega esto: “Es una locura pensar que podemos desarrollar muchos de los países en los que trabajo sin incrementar su capacidad de autoalimentarse y tratando a los alimentos como si fuera un aparato de TV en color”.(http://www.fao.org/newsroom/en/news… http://www.fao.org/news/story/es/it…)

Lástima que no esté el ministro Arias, porque yo quiero enfatizar que este año los precios internacionales se fueron a la luna. El cuento de que la comida era barata en el mundo resultó ser paja, y además no la producíamos, y además varios de los principales países exportadores de alimentos cerraron sus exportaciones aun cuando estén violando las normas de la OMC. Ningún país va a exportar la comida de su pueblo. Les doy nombres: China, Argentina, Ucrania, Rusia, Malasia, Kazajstán, India, Vietnam, Serbia, Egipto, Indonesia y Camboya cerraron sus exportaciones de cereales, granos y oleaginosas o las limitaron. Apenas obvio. O es que ustedes creen que alguien va a permitir en un país coger la comida de su pueblo y exportarla que porque está muy cara. Ese cuento de que importamos la comida de donde esté resulta ser paja.

El Ministro de Agricultura, Silvicultura y Pesca de Japón, Takao Fujimoto, señala cómo es un absurdo depender excesivamente de las importaciones de alimentos. Dice que en el Japón hay gran preocupación, porque Japón es una isla y tropieza con grandes dificultades para sostener una política de seguridad o de soberanía alimentaria. (Se transcribe la cita, aun cuando el senador no la leyó en su intervención: “No es conveniente para los países importadores de alimentos, independientemente de si son países desarrollados o países en desarrollo, depender excesivamente de las importaciones de alimentos, teniendo en cuenta los posibles efectos negativos en los mercados internacionales causados por la gran cantidad de compras de un país importador, la posible incertidumbre de las importaciones de alimentos en tiempos de escasez de alimentos, y el futuro aumento de la población. Sería particularmente importante, por lo tanto, que los países importadores de alimentos, incluido mi país, promuevan la producción nacional de manera efectiva utilizando sus recursos productivos (…) Quiero subrayar que la promoción de la producción nacional facilitara el pleno despliegue de las múltiples funciones de la agricultura, distintas de la producción de alimentos (…) La autosuficiencia de Japón en cereales es bajo, de un 30 por ciento, un nivel excepcionalmente bajo en comparación con otros países desarrollados. Debido a estos antecedentes, la mayoría de nuestros ciudadanos están preocupados por el futuro de la situación alimentaria en nuestro país. Teniendo esto en cuenta, nuestra política agrícola hace hincapié en el mantenimiento y la ampliación, según proceda, de la producción nacional, haciendo un uso efectivo de nuestros recursos de producción existentes (…) Sin embargo, dado que es difícil suplir toda la comida necesaria de la producción nacional, debido a lo limitado de los recursos productivos como la tierra, nos esforzamos por responder mejor a las necesidades de nuestros ciudadanos con la adecuada combinación de las importaciones de alimentos y el almacenamiento, además de la producción nacional de alimentos. (http://www.fao.org/docrep/003/x0736…)

El ministro de Agricultura y Agroalimentación del Canadá, Ralph E. Goodale (http://www.fao.org/docrep/003/x0736…) dice: “No es razonable pedir a países importadores netos de alimentos liberalizar aún más el comercio y depender aun más del mercado internacional, si los exportadores siguen siendo libres de imponer impuestos y restricciones a la exportación de alimentos prácticamente a voluntad (…) Nosotros reconocemos que el comercio más liberalizado no es, en y por sí mismo, una solución global a la inseguridad alimentaria”, que es lo que aquí nos han dicho, que no protejamos nuestro agro, que aceptemos aranceles de cero por ciento que aquí nos llegará la comida de cualquier parte y que si los ineficientes de Colombia no la producen, se la compremos barata a los gringos. Esa es la posición del gobierno nacional y del TLC.

El señor Sung-Soo Lee, primer ministro de la República de Corea, señala cómo uno de los grandes éxitos de su país fue alcanzar la autosuficiencia alimentaria en los principios de los setenta. Y como están teniendo problemas en este momento, Corea está alquilando más de un millón de hectáreas de tierra en Madagascar para asegurarse el abastecimiento de maíz, preocupados después de las alzas récord en los precios internacionales de alimentos.

Quiero insistirles a los colombianos en que aquí hay un hecho nuevo y es que nadie puede decir hoy con seriedad que la comida está disponible en el mundo para el pueblo colombiano, y que sea más barata. Nadie puede defender la teoría de que la seguridad o la soberanía alimentaria es un problema global. No lo puede hacer nadie. Porque los hechos de este año sepultaron esta teoría como la habían sepultado en el año 1974, cuando el concepto empezó a plantearse. Se transcribe la cita del primer ministro coreano para ilustración de los lectores (http://www.fao.org/docrep/003/x0736…): “El componente básico más esencial de la seguridad alimentaria para cualquier estado es el activo compromiso político y los esfuerzos vigorosos de su propio gobierno para resolver el problema (…) Hace cincuenta años, la República de Corea era un país de bajos ingresos con una grave escasez de alimentos. A través de la reforma estructural y la innovación técnica, fuimos capaces de alcanzar la autosuficiencia en los principales cultivos alimentarios básicos a finales de la década del 70 (…) Este progreso fue posible gracias a los esfuerzos concertados del pueblo coreano y por el activo desarrollo de políticas adaptadas a las circunstancias particulares de Corea”. Daewoo invertirá US$6.000 millones Madagascar alquilar tierras (1.3 millones ha) por 99 años para “garantizar la seguridad alimentaria de Corea del Sur (…) Después de las alzas récord de los precios internacionales de los alimentos, Corea del Sur ha emprendido una operación a escala mundial para asegurarse suministros de alimentos”. Daewoo Logistics controla 50.000 ha de maíz en Indonesia (Portafolio, Corea siembra su comida en el exterior, Nov.21.08)

La teoría del libre comercio

¿Cuál es la teoría del “libre comercio”? Desarrollémosla un poco más en esto de los alimentos. Primero, ya lo mencioné, concentrar producción y comercio, porque es el mundo de los monopolios y de las trasnacionales, es el modelo Carimagua, el modelo de la gran plantación, “el modelo malayo”, dijo el doctor Andrés Felipe Arias en una entrevista en Semana, que era lo que había que defender. Y el “modelo malayo” es el modelo de la ultraespecialización en bienes de exportación. Malasia produce cantidades inmensas de aceite de palma, en plantaciones de cien mil hectáreas en promedio, pero importa toda su comida. Y eso les parece una genialidad. Porque mientras haya los dólares del aceite de palma dizque se puede importar la comida, ese es el modelo malayo. Lo que quiero enfatizar es que se trata de mover los alimentos por todo el mundo. Este modelo neoliberal no excluye de manera absoluta la producción campesina, pero sí la golpea, le parece despreciable, de menor cuantía. En esa misma entrevista dijo Andrés Felipe Arias que a los campesinos no se les debía dar tierra porque se volvían guerrilleros y paramilitares, no la quiero leer completa, pero por la cara del viceministro, voy a traer la cita exacta para la segunda intervención y la leemos, bueno, además la leí en la Plenaria, doctor, usted ha debido verla, no me haga esas caras.

Pero además y este es un punto crucial, cuando hablamos de seguridad alimentaria, y ojo con esto, colombianos, no estamos hablando de cualquier bien alimentario, sino de la dieta básica. Esto es muy importante en el debate. El café, sí, chévere tomarse un café, pero el café no es dieta básica. Perfectamente puedo pasarme la vida sin tomarme un café. Una uchuva, chévere que a uno en el plato le pongan una uchuvita, se ve muy bonito, pero no me quiero ni imaginar uno día y noche coma que coma uchuvas. Cuando hablamos de seguridad alimentaria y de soberanía alimentaria estamos hablando solo de ciertos productos. Cereales, primero que todo, lo leí en la cita de la FAO, porque además permiten almacenarse en condiciones relativamente fáciles. Y hablamos también de cárnicos, oleaginosas, verduras y frutas, pero fundamentalmente de cereales, cárnicos y lácteos, el tipo de alimento que es capaz de sostener viva a una persona. Una persona que coma solo verduras o frutas no puede mantenerse con vida. Pero miren a esos pueblos africanos que solo tienen subproductos de la ganadería y de eso viven. Los pueblos indoamericanos vivieron prácticamente de maíz y otros suplementos alimentarios menores.

¿Cuál es la política en Colombia? En estos debates siempre leo lo que dice el Plan Colombia. El Plan Colombia no son solo los helicópteros y el narcotráfico y las bombas y las fumigaciones. El Plan contiene 20 páginas sobre economía y modela toda la economía nacional. Dice cómo debe ser. Y sobre el agro hay un párrafo excepcionalmente franco. Encontrar en documentos internacionales tanta franqueza es un milagro. Miren lo que dice el Plan Colombia, porque además el Plan Colombia fue subsumido por un documento del FMI en diciembre 20 de 2001, siendo ministro de Hacienda el doctor Juan Manuel Santos. En otro país el doctor Santos no podría ser presidente ni de la ciudad de hierro, pero en Colombia no me sorprendería que le pongan la Cruz de Boyacá. Veamos entonces qué dice el Plan Colombia sobre lo que debe producir Colombia y eso es lo mismo que dice el TLC con otro lenguaje. Miren que el análisis es bonito, diputado Orozco. “En los últimos diez años –ya ha empezado la apertura del doctor Cesar Gaviria, el otro prócer de esta historia– Colombia ha abierto su economía, tradicionalmente cerrada (…) el sector agropecuario ha sufrido graves impactos ya que la producción de algunos cereales tales como el trigo, el maíz, la cebada, y otros productos básicos como soya, algodón y sorgo han resultado poco competitivos en los mercados internacionales –o sea Colombia no pudo competir en eso, no porque no podamos, sino porque frente a los subsidios gringos y europeos no se puede competir–. Como resultado de ello –agrega el Plan Colombia– se han perdido 700 mil hectáreas de producción agrícola frente al aumento de importaciones durante los años 90, y esto a su vez ha sido un golpe dramático al empleo en las áreas rurales.” O sea, lo primero que dice el Plan Colombia qué es: Colombia no pudo competir en cereales y en productos básicos frente a las importaciones, bueno, hay están las cifras, ellos mismos dicen que se perdieron 700 mil hectáreas, etc. Pero miren ustedes como es este mundo de arrevesado, la conclusión no es acabar con la apertura, sino seguir con la apertura, y miren lo que dicen que debe hacer Colombia, senadores, “La modernización esperada de la agricultura en Colombia ha progresado en forma muy lenta, ya que los cultivos permanentes en los cuales Colombia es competitiva como país tropical, requieren de inversiones y créditos sustanciales puesto que son de rendimiento tardío”.

¿Qué es lo que dice el Plan Colombia, en resumen, y el FMI, y el TLC? Que Colombia debe especializarse en productos tropicales. ¿Qué es un producto tropical? Es aquel que por razones del clima solo se puede producir en el trópico. Uno no puede sembrar banano ni café en Estados Unidos en Estados Unidos ni en Noruega. En el trópico tenemos un privilegio de la naturaleza: nosotros aquí podemos sembrar de todo, de lo nuestro, lo tropical, y lo de zonas templadas. Podemos sembrar maíz, trigo, lo que se nos antoje. Entonces qué es lo que hace Estados Unidos. La Casa Blanca, en esta imposición del Plan Colombia, nos dice, ustedes deben especializarse en cultivos tropicales y nosotros les venderemos, es así en la práctica, el trigo, la cebada, el maíz, las oleaginosas, incluso. Esta es la propuesta, este es el debate, y cuando hablamos de seguridad alimentaria hablamos es de esta discusión. ¿Es razonable, me pregunto, que Colombia venda café para importar trigo o venda uchuvas para importar trigo, como dice el doctor Arias, o vendamos petróleo o vendamos carbón? Este es el debate. Pienso que no es razonable, entre otras cosas por una razón también de fondo. Cuando los gringos nos compran café o bananos, nosotros no le hacemos ningún daño a la economía norteamericana, y no estoy porque le hagamos daño a nadie. No es ningún mal para Estados Unidos comprarnos café, baratísimo, además. Ganan más ellos que nosotros por el café. Entonces por qué se nos va a condicionar que para comprar nuestro café tengamos que comprarles a ellos el maíz que en las tierras de Córdoba se puede producir en excelentes condiciones. O por qué hay que importar el arroz que se produce tan bien en el Tolima.

Colombia cada vez importa más comida

¿Cómo estamos de seguridad alimentaria, o sea, cómo estamos de importaciones? Porque al final esta es una discusión que se concreta en seguridad alimentaria, soberanía alimentaria, autosuficiencia, y es un pleito con las importaciones. Les diría que estamos supremamente mal, muy mal. Miren ustedes. En el cuatrienio del doctor Cesar Gaviria se importaron casi ocho millones de toneladas de alimentos, en el del doctor Samper se importaron casi veinte millones, en el del doctor Pastrana casi 23 millones y en el del doctor Uribe hasta el año pasado ya vamos en casi 35 millones de toneladas de productos agropecuarios importados. De esos los alimentos y los básicos son un poco menos, porque el algodón es un caso diferente. Pero lo que estoy señalando es que la política ha sido ir aumentando las importaciones de productos básicos, de comida. Por ejemplo, en el primer gobierno del doctor Uribe se importaron casi 20 millones de toneladas de comida, de alimentos básicos. En solo 2007 se importaron 6 millones de toneladas de comida, también en el gobierno del doctor Uribe. Miren este dato, no menos grave, sobre cómo van creciendo las importaciones per cápita de alimentos. En el gobierno de César Gaviria se importaban 41 kilos por habitante; en el de Samper; 95 kilos por habitante; en el de Pastrana 102; en el de Uribe I, 114; y en el 2007, 133 kilos por habitante. La tendencia en Colombia es que cada vez importamos más comida. Es lo que quiero dejar en quienes nos están escuchando, cada vez la importación de comida es mayor.

Voy a presentar de otra manera la cifra, que es interesante. En 1990, la participación de las importaciones de alimentos en el consumo nacional representaba el 5,4%, o sea, éramos un país básicamente autosuficiente. Es lo que yo creo que es sensato. El hecho demuestra además que podemos ser autosuficientes. Bueno, ¿saben a cuánto llegamos en el 2007? Las importaciones representan ya el 24,34% de los alimentos. Estamos importando casi una cuarta parte de los alimentos. Me imagino que el doctor Salazar tendrá ahí listos los datos para resaltarme los otros, el 75%. Y alguien que no entienda de estas cosas podrá pensar que 25% es poco. No, 25 es un montón. Para intentar ilustrar el punto, imagínense que no hubiera alimentos para diez millones de habitantes, de los 40 que somos. Pero además veámoslo de otra manera: esa importación está concentrada en ciertos alimentos, que son los básicos. El país está importado el 98% del trigo, casi toda la cebada, una proporción inmensa del maíz, 90 por ciento y más de arveja seca, lenteja y garbanzos, claves en la dieta básica de un país, y más del 30% del fríjol.

Vamos a suponer que hay una catástrofe de estas de las que habla la FAO y no llega comida a Colombia, por ejemplo, una guerra mundial, que puede presentarse. En la Segunda Guerra Mundial las comunicaciones de Colombia con Europa desaparecieron. El país se quedó sin llantas. No las había porque se necesitaban para la guerra y aquí, en buena medida, había que andar a pie. Esas cosas pasan y pueden volver a pasar. Entonces si nosotros nos quedáramos hoy sin las importaciones, nos quedaríamos sin pan, sin pastas, sin casi todo el maíz, o sea, sin carne de pollo, sin huevos, sin carne de cerdo, sin lentejas, etc. El hueco que ya tenemos es bien grande. Lo de cereales es especialmente grave. Estamos importando el 54% de los cereales que se consumen en Colombia y quiero señalar que la FAO subraya que este es un problema especialmente de cereales, no solo porque tienen un poder nutritivo muy alto, sino porque pueden almacenarse con facilidad. Uno no puede montar seguridad alimentaria sobre leche ni sobre frutas, porque tropieza con muchas dificultades y además por los valores proteínicos. En 1990 importábamos el 15% de los cereales que se consumían y hoy estamos en el 56%.

Colombia tiende a perder su soberanía y su seguridad alimentaria, y no ha empezado el TLC. Demostré aquí en no sé cuántos debates que el TLC nos deja sin arroz, que hoy tiene un arancel de 80% y que el TLC los pone en cero. Lo puede eliminar por completo. Lo propio ocurre con el maíz. Porque no producimos el maíz tenemos una debilidad estratégica, el día que quieran nos ponen el maíz al precio que se les dé la gana y nos quedamos sin pollo, sobre todo si además nos están vendiendo el pollo ya congelado. Vamos a tener pérdidas grandes en carne de res. Creo que vamos a perder todo el cerdo o una porción muy grande y vamos a sufrir pérdidas grandes en lácteos. Eso depende de muchas cosas, pero es lo que está amenazado porque nos van a poner en aranceles de cero por ciento y hoy todos esos productos tienen aranceles bien altos.

La comida importada, cada vez más cara

La razón de estas pérdidas es bien sencilla. Todos los que aquí han dicho que Colombia puede competir frente a los subsidios extranjeros se han equivocado. Llevo desde 1990 diciendo que si Colombia se abre en “libre comercio”, perdemos el agro. Y desde ese año empezó el doctor César Gaviria, después el doctor Samper, luego el doctor Pastrana y ahora Álvaro Uribe Vélez, todos diciendo, tranquilos, que aquí vamos a competir. Pues bueno, ahí están las cifras. No somos competitivos, no porque seamos brutos ni vagos ni perezosos, sino porque no podemos contra los subsidios de ellos, porque nuestros respaldos a nuestros agricultores son infinitamente pequeños al lado de los de ellos y porque no hay una política de seguridad y de soberanía alimentaria. Quienes gobiernan a Colombia no creen en lo que yo estoy diciendo. La posición oficial del gobierno la expresó Jorge Humberto Botero: Colombia debe importar su comida. Jorge Humberto Botero, ministro de Comercio, jefe de la negociación del TLC, para rebatir nuestros argumentos sobre la seguridad alimentaria, le dijo al periódico La Patria, el 16 de mayo de 2004, “Mil y mil gracias por los subsidios (agrícolas extranjeros), porque nos permiten, por ejemplo, comprar trigo barato”. Nunca he visto una defensa más descarada de una política contraria a la de la soberanía y la seguridad alimentaria. Y escribió un artículo en el periódico La República donde dice que estas tesis de la soberanía y la seguridad alimentaria son caducas. El doctor Andrés Felipe Arias aquí mismo, en el debate del TLC, con figuritas y todo, nos mostró que era mejor producir uchuvas que trigo. ¡El ministro de Agricultura! ¡Nada menos! Porque las uchuvas eran un poco más caras en el mercado mundial. Que vendiéramos entonces unas uchuvas para comprar trigo. ¡Háganme el favor! Pero además tampoco las venden. Y aun si las vendieran, Colombia no resolvería el problema de la soberanía y la seguridad alimentaria, porque, repito, usted puede tener los dólares y no tener la comida, porque no se la venden.

Recuerdo al doctor Hommes y a no sé cuántos más diciendo: lo que pasa es el que senador Robledo es amigo de los latifundistas y de la ineficiencia y de la pereza de la gente del agro. Hay que traer la comida y que haya comida barata para los pobres de Colombia. Lo que pasa es que está defendiendo que los pobres no puedan comer. Y nos atosigaron con el cuento de la comida barata, cuántas veces, senadores, les tocó a ustedes ver este debate. Hoy pregunto: doctor Salazar, ¿está barata la comida extranjera? ¿Son baratas las importaciones de alimentos? ¿Pueden seguir sosteniendo esa tesis? Les doy este dato: entre agosto de 2002 y marzo de 2008 el maíz amarillo pasó de 96 a 249 dólares la tonelada, el trigo de 172 a 485 dólares, el arroz de 242 a 524, la cebada de 133 a 485, el maíz blanco de 148 a 259. El desastre de la inflación en buena medida es producido por los alimentos, por las importaciones de comida cara. Los colombianos hoy no están pudiendo comer pan ni arepa, porque no tienen con qué comprar. Para el mes de marzo y de abril en Colombia la inflación ya se había comido el alza del salario mínimo en un país lleno de pobres, de paupérrimos, de indigentes, de desnutridos por las políticas del gobierno nacional. Y claro, en las últimas semanas, con la debacle del neoliberalismo mundial, porque además se les hundió el neoliberalismo, doctor Salazar, se quedaron sin profetas, sin teorías. Se hundió este circo del “libre comercio” y la gente en todas partes se está muriendo de hambre por el “libre comercio”. Lo de las ‘pirámides’ es en buena medida “libre comercio” también por la vía de la desregularización. Es que el dogmatismo se los come. Claro, que dejen libres a los banqueros y los banqueros hacen fiesta y si aquí dejan libres a los otros, pues ni se diga. Banqueros son cada uno a su manera, unos con más pedigrí y más doctorados en las universidades extranjeras y otros más simplones, pero al final son básicamente las mismas ‘pirámides’. A unos los meten a la cárcel y a otros los nombran ministros y próceres y hasta presidentes de la República. Pero el punto es que no es barata la comida.

En estas últimas semanas ha bajado un poco el precio de los alimentos. No sé si el doctor Salazar me lo vaya a decir, pero sigue siendo altísimo, de junio para acá ha bajado 14%, pero a septiembre todavía era 51% más cara, digo el promedio mundial de los precios de los alimentos con respecto a hace dos años. Y dice el director de la FAO que los precios altos se van a mantener. Porque renglones como el de los agrocombustibles los encarecen. Al poner a competir el maíz de la arepa de un pobre contra una 4X4 por supuesto que el pobre se queda sin maíz. Esto no es lo único que sube los precios de los alimentos, pero cuenta, le pone su granito de arena.

Tengo que volver a lamentar que el doctor Andrés Felipe Arias no esté aquí. Ustedes saben que soy franco y que me gusta decir las cosas cuando la gente está presente. Cuando subieron los precios de los alimentos, trigo, maíz, el doctor Andrés Felipe Arias aconsejó: sustitúyanlos por productos más baratos y mencionó los tubérculos, me imagino que también la ahuyama. Y este es otro debate interesante. ¿La solución al alza de los precios de los alimentos es tener una política de autosuficiencia alimentaria que nos permita producirlos baratos o decirle al pobre que no tiene con que comprar maíz: cómase una ahuyama. O decirle al pobre que no tiene para comprar un pan: clávese un ñame. Estos son los más baratos. Cuando dijo esto el doctor Arias en una de sus desafortunadas intervenciones, escribí un artículo y recordé de una historia que es en cierto sentido aplicable, una historia famosa en la historia universal sobre María Antonieta, la reina de Francia que terminó en la guillotina. Estaba ella en un castillo jugando con sus cortesanos y cortesanas y se armó una pelotera en la calle. María Antonieta preguntó: y ese ruido que hay ahí afuera ¿qué es? ¿Por qué gritan y se quejan? Entonces el cortesano le dice: emperatriz es que no hay pan. Entonces María Antonieta dijo: pues que coman tortas. Así estamos con estas propuestas.

Y esto no es solo porque alguien dirá que es más sabroso un pan que un ñame y que ese es al final un problema de los gustos. No, es que los alimentos tienen valores proteínicos. La humanidad no inventa cosas por inventárselas. Uno no puede vivir de café o de banano y no es lo mismo comerse un tubérculo que alimentarse con maíz o con carne. Esto del valor de los alimentos está en un trabajo que con datos de la FAO desarrollaron Luis Jorge Garay y otros. La capacidad alimenticia de los granos frente a la de los tubérculos, y cuando hablo de granos estoy hablando de garbanzos, arvejas secas, fríjol, lentejas, y no olviden que importamos el 90% de los garbanzos, las arvejas secas y las lentejas y el 30% del fríjol, y el fríjol con el TLC se acaba y más con ese TLC que firmaron con Canadá que es igual de malo que el firmaron con Estados Unidos y el que nos van a imponer los europeos, terribles todos. Los granos tienen tres veces más calorías, tres veces más carbohidratos y diecisiete veces más proteínas que los tubérculos. Es un dato clave para la discusión, cójase como se coja, en este caso por la vía de lo nutritivo. Los cereales frente a los tubérculos: tres veces más calorías, cuatro veces más carbohidratos y seis y media veces más proteínas. Los granos frente a las frutas, casi seis veces más de calorías, más de cuatro veces en carbohidratos y treinta y dos veces más en proteínas. No me opongo a que se coman frutas y hortalizas, pero se trata de definir cuáles son los alimentos pilares. Por supuesto que una buena alimentación debe ser variada y debe incluir los distintos tipos de alimentación, pero uno sí tiene que saber cuál es el fundamental. Cereales frente a frutas: seis veces más calorías y carbohidratos y doce y medio veces más proteínas. Entonces cuando al doctor Andrés Felipe Arias les dice a los pobres que no tienen con que comprar trigo o maíz que compren otra cosa, se le olvida de esta historia. Y si llegáramos a sopesar los cárnicos en el debate, ni se diga. Y no olvidemos que los cárnicos cada vez son más un maíz con alas o las orejas de un marrano y lo estamos importando casi todo.

Concluyamos entonces anotando que esta política, que atenta contra la autosuficiencia alimentaria y la soberanía alimentaria, explica en buena medida la pobreza nacional de dos maneras. Primera, porque como no producimos la comida que podríamos producir, nuestros campesinos y nuestros jornaleros se quedan sin empleo. Si Colombia produjera el trigo, el maíz, la cebada, estén seguros de que las condiciones de vida de nuestros campesinos boyacenses o cordobeses mejorarían. Y la industria metalmecánica y el comercio tendrían a quien venderles más artilugios metalmecánicos y más camisas. Es que el agro no es solo seguridad alimentaria. Si la comida es cara, todos los problemas de desnutrición se agravan. Y aquí estamos hablando de que en la Colombia rural el 27% de sus habitantes están en la indigencia, senador Estacio, estoy seguro de que entre los indígenas el fenómeno es peor. O sea que por donde uno coja la política neoliberal, la del FMI, la del “libre comercio”, se encuentra con que es una política contraria al progreso del país.

Un campanazo de alerta

Qué hacer. Yo les hago un llamado cordial incluso a los sectores neoliberales o uribistas que pueden escucharnos a que entiendan que este debate no es un prurito para molestarle la vida al gobierno. No, este es un debate de fondo. Lo dicen el señor Chirac y el señor Clinton, este es el debate hoy del mundo serio. Tenemos un campanazo de alerta que dice que nos podemos quedar sin comida o volverse los precios astronómicos. Es lo otro que puede suceder, porque si a usted no le entra el 20 ó 30 por ciento de los alimentos, los precios se le pueden hacer inalcanzables. La Segunda Guerra Mundial fue eso. Se me olvidaba mencionarlo, pero esa es otra prueba de qué pasa cuando se pierde la seguridad o la soberanía alimentaria. Se acuerdan de la canción esa de Serrat de la señora que solo comía cebollas, sobre un poema de Miguel Hernández. Se quedaron sin comida.

Lo primero es un llamado a mirar el tema con dedicación, con seriedad, a que en las universidades se discuta de fondo. Repito, no estoy por la autarquía, por el aislamiento del país, porque no se pueda ni importar ni un grano, no se trata de eso. Pero sí de definir una política de autosuficiencia, de soberanía alimentaria. En Ecuador acaban de poner en la Constitución la soberanía alimentaria como un principio del funcionamiento de la economía nacional. Eso es sensato.

Toca decirle no al “libre comercio”. Es que no se puede decir que a un país como Colombia que tiene tierras de sobra, agua de sobra, gente de sobra, le está sobrando algo así como el 40% de las tierras agrícolas del país, senadores, que no se usan en agricultura siendo aptas, y no se usan porque las importaciones de alimentos las aplastan. Vuelvo con lo que dije inicialmente: si mi país es un desierto, pues probablemente me toque importar toda la comida. Pero Colombia no es un desierto, sino uno de los países privilegiados por la naturaleza. Podríamos estar produciendo toda nuestra alimentación y además exportando a países que puedan ser permanente o temporalmente deficitarios. Empecemos entonces diciendo no al “libre comercio” porque es un despropósito. El TLC que se firmó con Estados Unidos dice que Colombia tiene que eliminar en un plazo determinado toda la protección a su agro y nunca podrá subirla bajo ninguna consideración sin pedirle permiso a Estados Unidos. Este es el colmo de la desproporción. Si algún día se acaba la comida en la Tierra, Colombia no podría establecer un sistema de aranceles para proteger a su agro sin pedirles permiso a los gringos.

Les anuncio la idea de producir una ley de seguridad o de soberanía alimentaria, una ley que le hace falta a Colombia. Habría que ver qué nombre se utiliza, por las confusiones que ya expliqué. La ley tiene que decir qué es lo que queremos, qué se produzca allá o qué se produzca acá. Aquí hablar solo de nutrición, solo de que haya comida en abundancia evade la controversia. Repito: voy a presentar el semestre entrante una ley de seguridad o de soberanía alimentaria referida a estos temas, y si es el caso agregarla con otra que ha sido presentada, pero en donde estos asuntos no se evadan. Estamos importando una cuarta parte de los cereales que produce el país y con el TLC nadie sabe a dónde vamos a llegar. Ese tiene que ser tema de la discusión.

Termino por donde empecé. Y es repudiar que se utilicen los instrumentos sanitarios como arma de persecución contra la producción agropecuaria, porque eso es conspirar contra la seguridad alimentaria. En Colombia los campesinos producen en sus fincas cuarenta millones de pollos llamados “ineficientes”, son cuarenta millones, ¿vamos a acabar con eso? Hay millones de colombianos que compran leche cruda porque no pueden comprarla pasteurizada, y entonces ¿vamos a prohibirles que tomen leche? Aun cuando aquí se evada el tema, esas redes de frío que les están imponiendo a los mataderos encarecen el precio de la carne y aquí la gente se muere de hambre. ¿Y eso tampoco importa? Pero voy más allá. Miren ustedes, senadores, no sé si ustedes han tomado nota, están imponiendo a la brava montar una superred de frío en Colombia y pregunto: ¿esa red de frío no tiene nada que ver con las importaciones de carne de res de Estados Unidos? ¿No tiene nada que ver con las importaciones de carne de cerdo de Estados Unidos? ¿No tiene que ver nada con las importaciones de carne de pollo de Estados Unidos que vienen con el TLC? Sin esas redes de frío no pueden importar y aquí nos dicen que no, que son las redes de frío de las exportaciones. ¡Cuentos! No me van a decir que van a exportar una vaca desde lo más profundo de las zonas rurales de Colombia a Nueva York. No. Va es a entrar un pedazo de vaca desde Nueva York hasta ese rincón donde vive el campesino. Y esto se debiera discutir con franqueza, viceministro. Díganos con franqueza y en detalle por qué para exportar un chimbo de carne de Córdoba, que es de donde se podrá exportar un pedacito de carne a Nueva York y eso si a los gringos se les da la gana, hay que golpear la producción de carne de Caquetá o de Vichada o del Tolima o de cualquier parte. De dónde acá ese cuento de que en Colombia todo es igualito. Si quieren exportar una leche, expórtenla, pero por qué hay que perseguir al que se toma un vaso de leche hervida que la compró cruda en un pueblo de Colombia. Pongamos sobre la mesa todas las cartas en el debate.

Concluyo haciéndole un llamado a la gente de la universidad, de la academia, del agro, de la ganadería, a que entendamos que este es un debate serio y hay que darlo con seriedad. Yo estoy haciendo un esfuerzo por estudiar esto minuciosamente, por no ser dogmático, por bregar a entender lo más que se pueda el fenómeno, pero se necesita que mucha gente se meta en el debate. Dónde está la razón, qué es lo que vamos a hacer. Esa es la discusión en Japón y en Corea y en Estados Unidos y en Francia y en todas partes y eso aquí no importa, les parece una genialidad que porque es que el mundo es así. Cuál mundo es así, paja, es el mundo que se están inventando.

Réplica a la intervención del viceministro de Agricultura

Con franqueza tengo que decirle, viceministro, que me pareció floja toda su explicación. Y pienso que cuando el doctor Arias encontró alguna razón para no venir a este debate se debió de haber alegrado muchísimo, porque para él no hubiera sino nada conveniente culminar su gestión con este debate. Porque en cierto sentido así va a ser. Seguramente el semestre entrante ya no va a estar y por supuesto este era un debate de gestión y la de ustedes es bastante mala. Y a usted no le va mejor, porque clona la actitud y la posición del ministro. Por supuesto que no le puede ir bien en el debate, para la gente que entienda en qué consiste la discusión. Porque cuando al auditorio se lo emborracha con cifras y cifras y cifras, da la impresión de que supieran mucho, cuando lo que hicieron fue evadir los cuestionamientos. Si usted se hubiera limitado solo al tema de la seguridad alimentaria, que era el tema del debate, ese tiempo largo que se gastó haciendo la explicación se habría podido recortar por lo menos en media hora, ahorrándose un montón de cosas que no tenían nada que ver con el debate.

Comentemos algunas de las afirmaciones que usted hizo. Lo primero, el Ministerio de Agricultura reconoció por fin que las tierras de los indígenas, las tierras agropecuarias, no son 31 millones. Espero que el doctor Uribe y el doctor Arias nunca vuelvan a dar esa cifra. Pero si van a corregir, corrijan de verdad, porque usted no puede hacer lo que hizo: como son cuatro millones de hectáreas el total de las tierras agrícolas, miren cómo los indígenas tienen de hartas. No se puede saltar de una manipulación de las cifras a otra. Si usted hace la comparación como debe ser, y usted me entiende bien de qué estoy hablando, debe cotejar los 3.1 millones de hectáreas de usos agropecuario de los indígenas contra los 45 millones de hectáreas de uso agropecuario que hay en Colombia. Les voy a pedir que seamos serios en esto. Si ustedes no les quieren dar nada a los indígenas, no les den nada, pero no les maltraten las cifras, porque en estos debates lo menos es que las cifras se pongan con claridad sobre la mesa. Y le voy a dar otra más que le puede ayudar a aclarar este asunto para demostrar que no es cierto que los indígenas sean latifundistas, como ustedes han intentado demostrar todo el tiempo. Los indígenas representan el 14% de la población que vive en el campo en Colombia y tienen solo el 6.8% de las tierras de uso de uso agropecuario. Esta es la cifra verdadera. Lo demás son cuentos. Lamento que usted, viceministro, que todavía se ve joven, esté haciendo curso en ese tipo de astucias matemáticas para tergiversar los hechos, y pienso que los indígenas colombianos lo menos que se merecen es que no les falsifiquen las cifras. No les den nada, repito, si no quieren, pueden tener razones para no darles nada, pero no les falsifiquen las cifras, porque no me parece sensato.

Lo segundo es que usted, en algún momento de su intervención, insinuó cómo que coincidíamos en este tema de la seguridad o de la soberanía alimentaria. Quiero decirle que no coincidimos en nada. Usted ni siquiera tuvo el gesto de aceptarme que la comida es un bien distinto a los demás bienes. Ni siquiera puso en duda o aceptó o refutó un argumento fundamental: ¿sí se pueden o no interrumpir los flujos alimentarios en el mundo? ¿Estoy loco yo cuando digo que de pronto puede no llegar comida a Colombia? Usted ha debido darme o negarme la razón. Me referí a que el fundamento de la alimentación son los cereales. Eso puede estar mal planteado, pero discútame el punto, vámonos al debate de la soberanía y de la seguridad alimentaria, que fue para lo que convocamos el debate. Usted en algún momento dice que echarle cal a las tierras de la altillanura es costoso, pero esto no tiene nada que ver con la discusión. Este es un debate fundamentalmente para establecer si se produce en el territorio nacional o se importa la comida y cuánto se importa. Ese es el debate. No me opongo absolutamente a las importaciones, pero lo fundamental es producir internamente la dieta básica en Colombia. Es un punto que usted evade por completo en la discusión.

Y las cifras los matan. Es que en el gobierno del doctor Álvaro Uribe Vélez las importaciones totales han pasado de 6 millones 93 mil toneladas a 8 millones 53 mil. Y le concedo esto, viceministro. Estoy usando las cifras del gobierno, porque si uso las de la SAC, el saltó es de 4 y medio millones de toneladas a ocho, porque parte del problema que tenemos es que no hay estadísticas. Es parte del problema. El sector agropecuario ha sido tan mal manejado por los distintos gobiernos, que desde 1970 no hay en Colombia un censo agropecuario. Aquí es inventando cifras, a ojo, en buena medida, pero lo cierto es que las cifras sí evidencian que estamos importando el 24% del total de los alimentos que consumimos. Y que cuando se trata de cereales, estamos importando el 54% de los que consumimos. Esa es la cifra que tengo sobre alimentos básicos e importaciones: 5.874.000 toneladas de alimentos básicos.

Usted sale con un sofisma con el que también sale el doctor Arias. Sí, pero en dólares es un poquito mejor o un poquito peor. No, para efectos de estos debates de la seguridad alimentaria ese no es el punto, no tiene nada que ver. Es que estamos en el debate de la seguridad o de la soberanía alimentaria, no en otro. O díganme que es que ustedes no comparten el concepto y que lo que les importa es que haya plata para importar los alimentos. Si tenemos café, podemos importar el trigo, es un poco lo que ustedes han dicho, pero entonces reconózcanlo en la discusión. Es lo que ha dicho el doctor Arias. Que si tenemos uchuvas, no importa que carezcamos de trigo o de maíz, o por lo menos, es un problema secundario. Pero además demos este dato: las importaciones han crecido 4.3 veces más que las exportaciones en el gobierno de ustedes, un desastre. Ahora que los precios de las exportaciones han subido un poco, sí, pero algunos, algunos, porque no son todos y en el caso del alza de los precios de café lo fundamental no es que haya exportaciones de café de mejor calidad o este tipo de cosas, viceministro, sino que tiene que ver con que subieron los precios de todo.

Usted hace una disquisición muy larga sobre por qué subieron los precios internacionales de los alimentos. Creo que eso no venía mucho al caso, no había necesidad de detallar tanto, pero ya que usted se mete un poco en el detalle, le hago tres anotaciones. La primera es que el hecho de que los precios internacionales sean los responsables del alza de los precios de los alimentos en Colombia me da a mí la razón cuando le digo que no es bueno depender de los precios internacionales y de los productos extranjeros. Porque si no fuéramos tan dependientes, no habría ese impacto en la inflación nacional. Lo segundo es que usted curiosamente da muchas razones para explicar esos incrementos, pero silencia una que es muy importante, que es la especulación, haber convertido los alimentos en comoddities. Si han bajado un poco ahora, es precisamente porque cayeron los precios de la especulación de los comoddities. Esto ya se lo había corregido yo al ministro Arias a raíz de un artículo que él escribió en El Tiempo, y El Tiempo me publicó la corrección. Le preguntaba que por qué mencionan todo, como diez razones y evaden la de la especulación. Este punto es clave, porque en el debate global de cómo se maneja la economía del mundo surge otro pleito entre quienes pensamos que la riqueza debe ir a la producción y entre quienes piensan que la riqueza se debe quedar en la especulación.

Usted soslaya además el peso de los agrocombustibles en la inflación. No puede hacerlo. Eso de los fletes, el precio del petróleo, es verdad, pero no evada todas las razones. Y un elemento importante en el incremento del precio de la comida son los agrocombustibles. Lo han dicho la FAO y el Banco Mundial y a diario salen estudios que lo ratifican. Y usted hace una astucia que es decir, no, como en Colombia tenemos tierras, entonces los agrocombustibles aquí no impactan el precio de la comida. Eso tampoco es cierto, porque compiten con los demás recursos, pero además usted oculta otra cosa, viceministro. Resulta que en Colombia estamos importando el maíz y el trigo y ese maíz y ese trigo llegan impactado por la producción de agrocombustibles en Estados Unidos y en el resto del mundo. Reconozca entonces los agrocombustibles como un factor de gravedad en la discusión, factor que además cada vez hay que mirar con más cuidado y de manera más crítica, porque es que ya no tienen ustedes petróleo a 140 dólares justificándoles el proyecto, sino a menos de cincuenta dólares el barril. ¿Entonces qué empieza a suceder? Que cambian los hechos y es como si no pasara nada. Aquí a ustedes se les cae el mundo encima y ni se despeinan, como si no sucediera nada.

Ustedes se ufanan de las cifras de la producción nacional y nos muestran pollo, carne de res, carne de cerdo, huevos, arroz, pero ocultan dos hechos cruciales, uno, ya mencionado por el senador Jaramillo y que quiero enfatizar, es que buena parte del pollo y del huevo y del cerdo se sostiene con maíz importado, y ahí está perdida la soberanía y la seguridad alimentaria. Un pollo es en buena medida un grano de maíz con alas y el marrano se está volviendo un grano de maíz con orejas. Pero ahí la seguridad y la soberanía alimentaria están perdidas. Si a Colombia no entraran importaciones de maíz, no habría esa producción de pollo ni de cerdos, es así de simple. Y con la soya pasa algo parecido, porque está entrando soya en grande, algo así como 300 mil toneladas. O sea que no se ufanen, porque repito, en el debate de la seguridad alimentaria, ustedes pierden la posición.

Sacan pecho con el arroz. Pero ocultan otro asunto clave. El arroz existe porque tiene arancel del 80%. Y la política de ustedes es ponerlo en cero por ciento. Y existe en Colombia arroz, ojo, porque los arroceros han luchado. Sin gente como Ángel María Caballero no habría arroz en Colombia, porque la política de ustedes es la del neoliberalismo, la del Fondo Monetario Internacional, de aranceles de cero por ciento. Y en general aquí la leche y la carne de res y el pollo están protegidos. Con los aranceles que ustedes quieren no podrían mostrar ese penúltimo cuadro que mostraron de la comida que se produce en Colombia. Y lo que es más grave, vamos para el TLC con Estados Unidos, y como al que no quiere caldo le dan dos tasas, también con Canadá y con Europa. Y resulta que esos son feroces competidores contra los productores nacionales.

¿Que está sucediendo aquí? La seguridad alimentaria está perdida en proporciones muy graves, no digo que absolutamente. Pero hay una pérdida, diría, que de tipo estratégico, y la resumo con esta idea: si no hubiera mañana importaciones de comida, nos quedaríamos sin pan, sin pastas, sin cerveza, sin carne de pollo, sin huevos, sin buena parte de la carne de cerdo, sin una porción muy grande de los granos, o sea, habría un problema de hambre sin importaciones de alimentos. Pero qué es lo más grave. Que si estuvieran corrigiendo, yo les diría bueno, lo han hecho mal y por fortuna van a corregir. Pero es que lo han hecho mal y se empeñan en empeorar, porque con el TLC vamos a perder el arroz. Los gringos vienen por el arroz, lo han dicho en todos los tonos. Seguramente vamos a perder el pollo y vamos a ser golpeados durísimo en carne de cerdo y de res. Entonces en qué estamos y adónde vamos. Este es el debate que ustedes no pueden evadir.

Este es un debate en el que llevamos seis años. Ustedes aduciendo que el senador Robledo no abriga la razón y que la razón la tiene el gobierno. Y sobreviene un hecho que nos da la razón a nosotros: la economía del mundo se hunde, los precios de los alimentos se disparan, los países exportadores cierran sus exportaciones, diciéndoles a ustedes que no les venden la comida ni porque la paguen a precio de oro. Esa es la realidad que está sucediendo, pero ustedes no modifican ni un milímetro la política, directo al precipicio, como caballos cocheros. No la mueven un centímetro y cambió el mundo, viceministro, doctor Arias, si alguien me oye allá en Palacio: cambió el mundo. Los hechos demuestran que la razón está de nuestra parte. El hambre se cierne sobre el mundo y sobre Colombia y ustedes no se inmutan y siguen felices que porque tienen carbón, soñando que con el carbón se van a conseguir los dólares para comprar el maíz, lo que es un despropósito.

Si cambió el mundo, cambien ustedes la política. Tomen la verdad de los hechos. Ahora, ¿por qué no la cambian? Porque siguen sumisos ante las órdenes de Washington, del Fondo Monetario Internacional, de la Casa Blanca. Ese es el problema de fondo. Tenemos perdida la soberanía nacional. En Colombia no mandan los que producen, sino los intermediarios, los especuladores financieros, las trasnacionales. Este es el problema de fondo. Y por eso es que esto tan simple no se puede entender, porque hay intereses más poderosos de por medio. Frente al interés de los arroceros, el interés de los que quieren importar el arroz. Frente al interés de los maiceros de Córdoba, el interés de quien importa el maíz. Con actitudes, además, absolutamente miopes. Los de los pollos no se han dado cuenta de que después ya no se va a importar el maíz, sino el pollo. Los de las trilladoras de arroz, que están haciendo fuerza para que se importe el arroz, no se dan cuenta de que después se los van a importar ya blanco, trillado e incluso empaquetado. Cada uno como caballo cochero detrás de sus cuatro pesos, mientras el interés nacional se ve socavado, y su propio interés termina siendo amenazado. Porque esto es una bola de nieve que se va quedando con todo. Lamento entonces que, a pesar de los hechos, el gobierno insista en mantener una estrategia económica agropecuaria absolutamente fracasada.