Jorge Enrique Robledo Castillo
Contra la Corriente
Manizales, 7 de octubre de 1999.
Como era de esperarse en el “mercado libre” cafetero, la tendencia que se impone en los precios internacionales del café es a la baja, luego del respiro que produjo la helada del Brasil de 1994. Entre la disminución del consumo en los países desarrollados, el aumento de la producción de algunos países y sus desastres económicos que los obligan a vender casi que a cualquier precio, además de las maniobras de las transnacionales y los especuladores bursátiles, el grano colombiano ya se vende por debajo de un dólar y, como si fuera poco, pierde participación en el mercado mundial.
Pero si los acontecimientos externos atentan contra la sobrevivencia de un negocio que padece por la peor crisis de su historia -como de manera palmaria lo ilustra la gran baja de la cosecha de 1999, la cual debe disminuir en 2.7 millones de sacos con respecto al año anterior-, a los cafeteros también los golpean decisiones del orden nacional.
Como es sabido, el gobierno nacional invirtió 885 mil millones de pesos en el Bancafé y se quedó con el 99.5 por ciento de sus acciones. Todo lo que los cafeteros invirtieron en esa institución desde 1953 se perdió, pero el detalle del asunto merece comentarse.
El Bancafé perdió 509 mil millones de pesos entre 1998 y agosto de 1999. Mas esa pérdida no se debió a operaciones con los caficultores, porque en la cartera total del llamado “banco de los cafeteros”, que suma 3.6 billones de pesos, apenas 138 mil millones de pesos es deuda cafetera, es decir, el 4 por ciento; y de ésos, 20 mil millones de pesos están en mora. O sea que de los 700 mil millones de pesos de créditos vencidos que hay en Bancafé, los de los caficultores representan menos del tres por ciento.
Y el gobierno de Andrés Pastrana le impuso a los cafeteros, como a todos los colombianos, pagar el impuesto del “dos por mil” a las transacciones bancarias para el “rescate” del sector financiero. Pero además, y con el pretexto de “salvarlo”, el gobierno trasladó del Fondo Nacional del Café al Bancafé otros 400 mil millones de pesos (incluidos los últimos cien mil millones de pesos en bonos convertibles en acciones). Sin duda, la reciente baja solapada del precio interno, y la que puede estar en ciernes, tiene que ver con este asalto al Fondo Nacional del Café. El calibre de esta nueva exacción a los empobrecidos caficultores se entiende con unas comparaciones. Con esa suma se hubiera podido condonar casi tres veces toda la deuda cafetera en Bancafé o 20 veces la cartera vencida de los cafeteros en ese banco. También se habría podido respaldar la renovación de cafetales con 400 mil subsidios de un millón de pesos cada uno. Y si esos 400 mil millones de pesos se hubieran dejado para el precio interno, la carga hubiera podido subir en unos cincuenta mil pesos.
Para agravar las cosas, el gobierno nacional también decidió el despido de mil funcionarios del Bancafé y el cierre de cien de sus oficinas, lo cual golpeará nuevamente a los pueblos de las zonas cafeteras, ya lesionados por la liquidación de la Caja Agraria. Y lo que sigue, según las mismas determinaciones oficiales, es la venta del Bancafé a inversionistas extranjeros, lo que llevará a la clausura de más oficinas, al aumento de la concentración de los créditos y a mayores tasas de interés.
Así, la política neoliberal impuesta por las agencias internacionales de crédito no solo arruinó al Bancafé sino que, en la operación de despojar a los cafeteros de ese banco, les arrebató otros 400 mil millones de pesos, pérdidas que agravan las consecuencias de la baja de las cotizaciones externas del café. Y ¡ojo cafeteros!, que lo que podría estarse cocinando es la propia eliminación del Fondo Nacional del Café y de la garantía de compra y el precio de sustentación, el premio gordo al que aspiran las transnacionales del comercio internacional cafetero.