Al completar pocos días de debates de campaña a la alcaldía podemos comprobar que, entre todos los candidatos en contienda, solo el de Dignidad y Compromiso, Jorge Enrique Robledo, está desentrañando la profundidad de la crisis en la que la Capital está sumida desde hace varias décadas y, por consiguiente, está apuntando a dar soluciones enmarcadas en las causas de los males y no solo en sus síntomas.
Es como lo que ocurre en la seguridad social, que mientras las malas entidades de salud se guían solo por lo que al paciente le duele, y lo tratan con paliativos a pesar del cáncer que lo aqueja, las que son responsables recurren a los análisis para encontrar la razón de las dolencias y atacar el tumor maligno con los procedimientos adecuados.
La posición del aspirante Robledo emana de toda una vida de lucha —más de 50 años— al lado de las mayorías discriminadas y expoliadas del país, para entender que su situación se explica por las estructuras políticas y económicas que han predominado en Colombia, lo que le ha permitido, mediante un análisis riguroso plasmado en más de 15 libros e innumerables artículos y columnas de opinión, esclarecer el rumbo que debe tomar un país que está dominado por la politiquería y la corrupción, instrumentos perversos que mantienen los privilegios de una minoría que ha entregado la soberanía, amenaza la democracia y profundiza los niveles de pobreza, desigualdad, desempleo e inseguridad que sacuden a Colombia y a su Capital.
Por eso, el luchador Robledo cree que un mandatario local puede cumplir lo que a su nivel pueda realizar, porque es demagogia plantear que los problemas que tienen origen nacional un alcalde los pueda resolver.
Jorge Enrique Robledo conoce como pocos las causas de los problemas de las ciudades colombianas, porque como arquitecto y docente por 26 años les enseñó a los futuros diseñadores cómo responder con conocimiento y buen juicio a la consecución de la calidad de vida urbana, tan ausente en la generalidad de las grandes ciudades.
Para eso, siempre se guio por preceptos de orden técnico, pero sujetos a los requisitos sociales y ambientales que permitieran la consecución de objetivos enmarcados dentro del derecho a la ciudad de miles de desplazados del campo a la ciudad: la adecuada relación del trabajo formal y estable con la vivienda digna, la seguridad social y la educación, la recreación, el transporte colectivo rápido, cómodo y barato, etc.
Por eso, ha detectado que, en las ciudades del país, incluida Bogotá, siempre se pueden percibir dos ciudades, por un lado, la que cumple con los anteriores requisitos, que hay que conservar, pero que también debe servir de modelo para ayudar a construir la otra ciudad, la que han emprendido los propios ciudadanos por su cuenta y riesgo, la carente de los mínimos recursos para vivir en condiciones civilizadas.
Los veinte años como senador de la República —de los cuales diez escogido por líderes de opinión como el mejor— los dedicó a desenmascarar la corrupción en los gobiernos de Uribe, Santos y Duque, y como integrante de la Comisión quinta a estudiar las causa de los problemas socioeconómicos y ambientales de Colombia y presentar respectivas propuestas que nunca fueron aprobadas por las mayorías que ponen intereses mezquinos y amañados por encima de los nacionales.
Entre los más de 200 debates de control político que realizó, hay que recordar por ejemplo uno que apuntaba a denunciar la nefasta decisión del alcalde Peñalosa, en 2015, de echar a la basura dos estudios serios y complementarios sobre la primera línea de metro para Bogotá, la que se había iniciado en 2008 para recomponer el camino errado que había trazado el mismo alcalde en su primera administración (1998-2000), con el argumento absurdo de que “TransMilenio hace lo mismo que el metro”.
Pero como en su segunda ya no podía desechar el metro, de su manga sacó una ocurrencia conveniente para él, la de proseguir con su disparate de que la columna vertebral del transporte colectivo continuara siendo TransMilenio, aceptando al metro solo como un mero subsidiario de los buses articulados.
Esto es muy importante señalarlo, porque el interés de ese mandatario local era, de un lado, continuar poniendo a Bogotá como vitrina en el mundo para vender a los países subdesarrollados ese sistema de menor capacidad y calidad, y por otro, publicitando el metro con simulaciones irreales que ocultaban el desastroso impacto ambiental que ocasionaría su propuesta elevada.
Hoy el candidato Robledo continuará con lo contratado y construido hasta el momento, incluida la primera línea del metro, porque no hacerlo sería violar la legalidad constitucional. Pero apuntará a que la ciudad, apoyado en una estricta planificación a corto, mediano y largo plazo, se enrumbe definitivamente hacia la meta de una red estructurante de metros, que es lo que le conviene a las grandes y complejas ciudades en el mundo.
Porque además de que los metros son los modos de transporte más tecnificados, con mayor capacidad y velocidad y menos nocivos para el medio ambiente, al construirse una red por conductos totalmente segregados del tráfico tradicional a nivel de superficie sería un alivio para bajar la aglomeración vehicular de la que es hoy la ciudad más congestionada del mundo.
Con respecto a la seguridad, el otro grave problema que padece la ciudad, también parte Robledo de que con los recursos de Bogotá es imposible atender la falta de pie de fuerza policial. A pesar de que se puede hacer mucho en tecnología para detectar el crimen, para combatirlo es necesario que se aumente y se eficientice el número de policías para que por lo menos iguale a la media de Colombia y Latinoamérica, que es de 300 por cada cien mil habitantes —Bogotá tiene 200—, y eso corresponde a decisiones y recursos del orden nacional.
Entonces cantidad, pero también calidad es lo que reclama y propone el candidato, poniendo énfasis en la necesaria mejoría en las relaciones entre la policía y los bogotanos, tan deteriorada en detrimento del aumento de la inseguridad.
Y sobre el origen de la criminalidad, cada vez más estructurada en bandas organizadas que se aprovechan de la miseria y el hambre para reclutar a los excluidos que no encuentran oportunidades para sobrevivir, el exsenador insiste en la solución a las causas de este caldo de cultivo que propicia la inseguridad: generar miles de fuentes de empleo formal.
El trabajo digno, que es el único medio civilizado para que las mayorías puedan por lo menos hacer tres comidas al día —una tercera parte de los bogotanos no lo puede hacer—, es también la base de la creación de riqueza, indispensable para que una ciudad resuelva sus complejos problemas. Al respecto, Robledo está comparando la enorme diferencia entre Bogotá, con solo $12.000 dólares por habitante al año, con San Francisco, California, que tiene $120.000.
Por eso, su propuesta central, que engloba todas las demás, es decir, la más urgente y decisiva, es promover la industrialización en la ciudad, que genere trabajo productivo y empleo formal, para lo que el aspirante propone un gran acuerdo en torno a ese propósito para crear cien mil puestos de trabajo.
Claro que, advierte, cambiar en ese aspecto a Bogotá cuenta con la traba de la situación nacional, en que las imposiciones del capital transnacional desde hace 30 años le impusieron al país el libre comercio que ha atentado contra la seguridad alimentaria y ha desindustrializado las ciudades.
Y los gobiernos nacionales, incluido el de Gustavo Petro, no han hecho nada para resistir los embates del neoliberalismo, como renegociar los Tratados de Libre Comercio y cuestionar el endeudamiento de Colombia con la banca internacional, que hoy alcanza niveles insostenibles.
Sacar a Bogotá de su crisis estructural es pues una tarea de enorme envergadura, que es posible comenzar a implementar, pero, so pena de hacer demagogia prometiendo lo imposible, cuenta con el tropiezo de que la situación del país no tiene atisbos de dar un viraje real hacia el desarrollo.
Nota tomada de: https://mascolombia.com/el-candidato-robledo-es-el-unico-que-senala-las-causas-de-los-males-de-bogota/
Por: Jorge Enrique Esguerra
Arquitecto, Magíster en historia y teoría de la arquitectura, Universidad Nacional de Colombia. Profesor durante 28 años en la Universidad Nacional de Colombia, sede Manizales, y miembro correspondiente de la Academia Caldense de Historia.