Jorge Enrique Robledo
Bogotá, 11 de febrero de 2005.
Este caso ocurre en Manizales y Caldas. Pero se repite en todo el país, porque aunque es frecuente oírle a la gente decir que lo negativo que sucede en sus departamentos y ciudades solo pasa en ellos, lo cierto es que mientras mejor se conoce la política en Colombia, más se confirma la similitud de sus manifestaciones en las diversas regiones.
El título de este artículo se arma con los apellidos de los senadores que controlan el poder municipal, departamental y nacional en Caldas, más, como es obvio, el del Presidente de la República, y se refiere a una gran coalición cuya existencia muchos caldenses y manizaleños desconocen, porque en la política local esos senadores, más sus representantes a la Cámara, conforman dos coaliciones que se disputan cada parcela del mando regional y que, como se sabe hasta en los juzgados, no pueden verse ni en pintura. ¿Por qué entonces incluirlos en una sola corriente política? ¿Es equivocado afirmar que aunque aparecen como dos agrupaciones diferentes en realidad conforman una gran alianza?
El misterio se devela cuando se sabe que en la política local con toda acritud se disputan cada contrato y cada puesto, pero una vez elegidos para el poder nacional, actúan como siameses. Hoy, siameses uribistas y, como es de esperarse, partidarios de la reelección. Cualquiera que averigüe cómo han votado en el Congreso en los más de dos años que lleva la campaña de reelección del presidente-candidato, encontrará que todo lo de importancia lo han aprobado igual: referendo, reformas laboral, pensional, política y tributaria, medidas autoritarias, etc., etc. Y así ha ocurrido también en las presidencias anteriores. ¿Puede alguien mostrar algún voto de uno de estos personajes, o de los copartidarios que los antecedieron, en contra de alguna de las medidas neoliberales aprobadas en el Congreso desde 1990?
Incluso en los asuntos locales que hacen parte de las políticas nacionales siempre bailan al son que les toquen en Bogotá. Un caso, y bien grave, ilustra el punto: el reciente cierre del Hospital de Caldas, el centro que les prestaba el servicio a más de medio millón de caldenses y de habitantes de los departamentos vecinos, con quienes también se confirma el aserto de que mueren más colombianos por causa de la Ley 100 que por todas las violencias que martirizan a la nación. El centro hospitalario se cerró por la decisión combinada del alcalde de Manizales, que pertenece a una de las dos coaliciones, del gobernador del Departamento, que hace parte de la otra, y del ministro de Protección Social, quien actúa en representación del presidente de la República, el jefe único de la superalianza, y quien, como senador en 1993, fuera el gestor de la Ley 100. He aquí un elocuente ejemplo de lo que significa el Barco-Yepo-Sierro-Zuluago-Uribismo, así por estos días anden escogiendo los candidatos con los que cada una de estas corrientes políticas va a disputar la elección del nuevo alcalde de la capital de Caldas, campaña en la que, sin duda, también se jalarán de las mechas para entusiasmar a los electores.
Este caso ejemplifica la política tradicional en Colombia, y en especial la de este gobierno, aun cuando Álvaro Uribe Vélez haya ganado las elecciones y gobierne cabalgando sobre la afirmación de que él no tiene nada que ver con dichas prácticas. En resumen, el sistema opera así: el grueso de los votos se consigue empleando el poder regional y nacional para convertir en clientelas a las gentes que carecen de los medios que tendrían si el país se gobernara bien. Y los elegidos mediante el clientelismo se van a Bogotá a tomar las mismas medidas que hacen que muchos colombianos deban recurrir a ellos para atender o soñar con atender sus carencias. Por ejemplo, el obrero que pierde su empleo y sus derechos en salud por causa de la apertura, se convierte en carne de urna en la barriada en que vive, so pena de no poder conseguir ni una aspirina. Pero mientras que el despido del trabajo no tiene responsable político conocido, la víctima sí conoce muy bien el nombre del “doctor” que reparte los carnés del Sisbén.
Al presidente Uribe Vélez hay que hacerle un reconocimiento. En el país de la politiquería, nadie se había atrevido a practicarla en las dimensiones en que lo hace él cuando preside los consejos comunitarios televisados, que no tienen otro propósito que magnificar el reparto de los siempre insuficientes recursos públicos como si salieran de su bolsillo, actos que suele ejecutar rodeado de quienes le administran la clientela regional y que ocultan sus responsabilidades en el desastre nacional.