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DESPLUMANDO A COLOMBIA

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Jorge Enrique Robledo Castillo

Contra la Corriente

Manizales, 25 de octubre de 1999.

Uno de los más importantes bienes del patrimonio nacional es ISA, (Interconexión Eléctrica S.A.), empresa estatal propietaria de las redes que distribuyen la energía eléctrica desde las diferentes centrales de generación, sean térmicas o hidráulicas, a casi todas las regiones de Colombia. Son esas redes las que garantizan que si falla o es insuficiente la producción localizada en una determinada región, hasta allí se pueda llevar el fluido eléctrico desde otra, integrando así a todo el país e impidiendo apagones o permanentes déficit regionales que de otra manera no podrían subsanarse. El carácter nacional de la economía colombiana está directamente vinculado con el carácter nacional de las redes de transmisión de ISA, en una situación equiparable a la del sistema de carreteras troncales del país. De ahí su carácter estratégico y el por qué la nación ha hecho enormes esfuerzos económicos para crearla, colocando 30 estaciones de distribución y líneas de conducción de alto voltaje a lo largo de siete mil kilómetros de la difícil geografía nacional, las cuales también interconectan a Colombia con Venezuela y Ecuador. Además, ISA posee otros activos de importancia capital: la única red nacional de microondas y de fibra óptica capaz de competirle a la de Telecom y muy pronto tendrá la mayor red satelital del país. También controla Transelca, la principal transportadora de energía de la Costa Atlántica. Y en 1998 tuvo utilidades por 164 mil millones de pesos.

 

Literalmente hablando, quien posea a ISA posee el absoluto monopolio de la distribución de energía eléctrica de alta tensión en Colombia y la capacidad para dejar a oscuras a la región del país que desee. Y es obvio que ningún capital privado emprendería la aventura de montarle un sistema de redes que pudiera competirle, aún si el Estado le autorizara construirlo.

 

Pero así y todo el gobierno nacional decidió venderle ISA al capital extranjero. ¿Y en cuánto valoró sus activos? ¿Siquiera en una suma que le permita “justificar” la enajenación de un bien que no debiera venderse por ningún motivo? De ninguna manera. La sacó en venta en apenas 457 millones de dólares, suma que es incluso inferior al precio en libros de la empresa y cuya escasez se ilustra con unas operaciones matemáticas elementales: así se saldría vendiendo a ridículos 130 millones de pesos el kilometro de línea de alta tensión y regalando el resto de los activos. De acuerdo con Carlos Guillermo Alvarez, Director del Postgrado de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, ISA tiene un valor comercial entre 3.500 y 10.000 millones de dólares (!!!), dependiendo de los supuestos con que se hagan los cálculos pero sin negarles tasas de ganancia atractivas al comprador. El mismo analista afirma que el precio de venta fijado por el gobierno “tiene implícita la estrambótica tasa de descuento del 20.5 por ciento” para el inversionista, tasa que es, aún “desde el punto de vista de las mismas finanzas privadas, inaceptable”, porque triplica las tasas de ganancia con que suelen invertir las transnacionales en los países desarrollados, dado que los intereses de los bonos del tesoro norteamericano de largo plazo no llegan al 6 por ciento anual.

 

Uno de los últimos inventos del gran capital internacional para desplumar de frente a los países del Tercer Mundo es el de exigir que los bienes que venden sus Estados se valoren a precios tan bajos que les garanticen utilidades de especulación a los inversionistas.

 

Coletilla: ¿En que queda el doctrinarismo neoliberal de que “todo lo estatal tiene que funcionar mal” cuando las diez más conocidas facultades de economía del país escogieron, en concurso organizado por Portafolio, a las Empresas Públicas de Medellín (EPM) como la Empresa del Siglo XX en Colombia?