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Defender el café y el resto de la producción

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Jorge Enrique Robledo, Bogotá, 27 de junio de 2008.

El café colombiano no puede sobrevivir con dólar a 1.700 pesos, cuando en marzo de 2003 estuvo a 2.953 pesos. Igual le pasa al resto del agro y de la industria, sea que vendan en el exterior o en el país, porque la revaluación del peso los golpea a todos. Entre otros, también agonizan los textiles y las confecciones, las flores y el banano y sufren pérdidas hasta los servicios que compiten con los extranjeros. Además ese dólar barato “constituye un importante estímulo a la automatización, a la mecanización y, en últimas, a la reducción del empleo” (Ricardo Villaveces). Por ello crecen las quiebras y el desempleo y bajan los salarios de los trabajadores.

Para ilustrar cómo golpea la revaluación a los cafeteros, también afectados por encarecimiento de los insumos, sirven unas comparaciones. De acuerdo con lo explicado en carta al ministro de Hacienda por Aurelio Suárez, presidente de Unidad Cafetera, en marzo de 2008 con el precio de una carga de café se pagaba 12.5 por ciento menos de jornales, 26 por ciento menos de fertilizantes y 18 por ciento menos de ACPM que en octubre de 2005, y eso que el precio pasó de 430 mil a 500 mil pesos.

Que el gobierno debe respaldar con generosidad a los cafeteros y demás productores entrampados no tiene dudas, y más cuando se sabe que por una sola rebaja de impuestos unas pocas empresas se ahorran 3.1 billones de pesos al año. Es lo que Uribe llama “confianza inversionista”… para unos pocos consentidos.

El momento se presta para explicar las causas externas e internas del fenómeno revaluacionista, fenómeno que constituye otra prueba de lo pernicioso que resulta para Colombia el modelo neoliberal y de la necesidad de modificarlo. La devaluación del dólar empieza en la calculada decisión de la Casa Blanca de desvalorizar su moneda, emitiendo dinero sin contemplaciones para paliar su enorme déficit comercial. Y también nos afecta la decisión de Washington de bajar la tasa de interés, de manera que se convierte en un gran negocio prestar dólares en el exterior a tasas bajas y traerlos a Colombia a colocarlos a tasas altas. Como es evidente, los dirigentes gringos manipulan su economía contra la del resto del mundo.

También causan revaluación los dólares que llegan al país para los proyectos mineros de las trasnacionales, para pagar las privatizaciones de las empresas que el Estado vende a menosprecio y para financiar operaciones clientelistas. Completan el cuadro los dólares del narcotráfico, que no se mencionan y menos se persiguen, los cuales además financian el contrabando y la subfacturación de las importaciones que tanto dañan la producción, delitos que ocurren en las barbas de las autoridades.

Pero las razones últimas de la incapacidad del gobierno y del Banco de la República para enfrentar el problema son dos: hay grandes poderes extranjeros y nacionales que se lucran con la revaluación del peso. Piénsese en los banqueros, especuladores e importadores, por ejemplo. Y el modelo económico neoliberal impone que el precio del dólar lo fije lo que llaman el “mercado”, palabreja tras la cual se ocultan enormes negocios y multimillonarias tesorerías, de lejos mejor dotadas que la que puede emplear el Estado colombiano para incidir en el precio de las monedas.

La mejor medida contra la revaluación que destruye la base productiva del país consiste en abandonar la llamada tasa de cambio libre, que es la que rige en Colombia para desgracia del país, así trine la tecnocracia neoliberal, la cual, según la experiencia nacional e internacional, cada vez tiene menos autoridad moral para insistir en sus recetas. Y que se elimine la supuesta autonomía del Banco de la República, de verdad independiente de todo menos de los dictados del Fondo Monetario Internacional y de las trasnacionales que manejan a los gobiernos que lo controlan.

Los colombianos deben saber que los Estados de muchos países –empezando por el de China, país que no sufre por la revaluación de su moneda aun cuando nada en dólares– ejercen control de cambios, es decir, definen el precio del dólar según las conveniencias de su economía. Y que, como es obvio, la condición ideal para estimular la producción reside en tener un dólar caro para exportar y otro barato para importar lo que se desee.

Ante la contundencia de los hechos, no más dogmatismo neoliberal. Que se busque la solución de los problemas atacando sus causas.