Tomado de: https://www.semana.com/nacion/articulo/de-moreno-oscuro/123606-3/
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“Me cansé de los chismes, calumnias, injurias, rumores y consejas”, dijo en tono dramático Samuel Moreno en la rueda de prensa que dio el viernes de la semana pasada. Era una respuesta al tsunami que le había caído el día anterior por cuenta de las denuncias de corrupción que le hicieron Gustavo Petro y Miguel Nule. Y no le faltaba razón. Porque en los últimos meses, los comentarios que se han tejido alrededor de la contratación de la Alcaldía de Bogotá se habían pasado de moreno a oscuro. Las conversaciones sobre el tema eran de tal nivel escandalosas que nadie se atrevía a hacerlas públicas. En los cocteles se hablaba abiertamente de Iván Moreno, hermano del Samuel y actual senador por el Polo Democrático, como el gerente del carrusel de contratación del Distrito; el cobro de comisiones era mencionado como una práctica universal y rutinaria; la casa de su madre María Eugenia Rojas sería el centro de operaciones y el gran interrogante era si todo esto podría suceder sin el conocimiento del Alcalde de Bogotá.
Incluso en el mundo de la política, donde reinan la envidia, la mala leche, las calumnias, los golpes bajos y en donde todo el mundo es acusado de corrupto, los términos en que se está refiriendo la gente a la Alcaldía de Bogotá no tienen antecedentes. Este boca a boca, sumado a los graves problemas de movilidad y a la parálisis evidente en obras tan importantes como TransMilenio por la calle 26, han disparado la desaprobación del alcalde Moreno, que en la última encuesta Invamer-Gallup llegó a un 75 por ciento.
En medio de este panorama sombrío se encendieron dos ventiladores. El primero de ellos fue el del ex candidato del Polo Gustavo Petro. Al presentar el informe de la comisión que creó para indagar sobre la gestión de su propio partido en la capital de la República, hizo graves acusaciones: que Iván Moreno maneja una rosca de cinco grandes firmas entre las cuales se reparten los contratos del Distrito; que se han violado normas de la Ley 80 para asignar obras a dedo, evadiendo la competencia que exige la ley, y que las firmas beneficiarias pagan coimas para que les otorguen los contratos.
Apenas se estaban asimilando las acusaciones de este ventilador cuando se encendió el otro. Miguel Nule, uno de los socios de la famosa firma contratista emproblemada, se despachó. En varias entrevistas radiales fue más lejos que Petro: dijo que en algunas licitaciones en que había participado le habían pedido el 6 por ciento para el senador Iván Moreno y el 2 por ciento para el contralor distrital, Miguel Ángel Moralesrussi. Agregó que por no haber hecho ese pago ilegal, Moralesrussi y la ex directora del IDU Liliana Pardo le habrían quitado el contrato de la avenida 26. Por si fuera poco, acusó a Tomás Uribe de participar en reuniones entre los Nule y la firma brasileña Odebrech para que licitaran conjuntamente en contratos públicos. Nule remató con un dardo al ex ministro de Transporte del gobierno de Álvaro Uribe, Andrés Uriel Gallego, a quien acusó de “corrupto e inepto”.
El mundo político capitalino quedó patas arriba. El Partido de la U, que ha formado parte de la coalición distrital de gobierno, publicó un comunicado en el que le retiró su apoyo al Alcalde, aunque tres de sus miembros se apartaron de esa decisión. El director del Partido Liberal, Rafael Pardo, dijo que su colectividad no forma parte del gobierno de Bogotá y que quienes tienen cargos en el Distrito los ejercen a título personal. Y no faltaron las amenazas de acusaciones penales por parte de Iván Moreno y Andrés Uriel Gallego contra Miguel Nule.
Cuánto de todo esto es verdad, cuánto es indignación, cuánto es política y cuánto es mentira es difícil de establecer. Pero lo que quedó claro es que en las agendas de cada uno de los participantes había elementos que no se hacían públicos.
Para el alcalde Samuel Moreno el asunto es de supervivencia. Su intervención para tratar de darle la vuelta a la opinión pública fue emotiva e impactante. Sin embargo, no aceptó preguntas y no contestó ninguna de las denuncias que le habían formulado.
En el caso de Petro, la agenda era política. Quería sacarse un clavo con el Polo, que no lo aceptó como presidente, y quedar posicionado como un gladiador contra la corrupción para una posible candidatura a la Alcaldía. Esta estrategia le funcionó ante el grueso de la opinión pública que ve televisión, pero no tanto ante los conocedores del tema. Porque más que aportar pruebas reales lo que hizo fue recopilar y ensamblar muy bien todo lo que estaba en forma dispersa sobre la mesa. En esta había muchos indicios, especulaciones y coincidencias que daban para sospechas y suspicacias. Sin embargo, no había ninguna evidencia contundente y era por eso que el escándalo no había explotado públicamente. Como la mayoría de las denuncias de Petro siempre han contenido carne de verdad, se pensó que en este caso sería lo mismo. No fue así.
En el caso de Nule, la agenda no era política sino económica y judicial. El apellido se había convertido en un símbolo de desfalco financiero y Miguel quería dejar claro que si iba a caer, se los llevaría a todos. Algunos de sus blancos parecían más culpables que otros. Aunque nadie pone la mano en el fuego ni por los contratistas, ni por los intermediarios, ni por el Ministerio de Transporte, muchos sí la ponen por Andrés Uriel Gallego como persona. El ex ministro es considerado por algunos incompetente, pero no corrupto. Su estilo de vida austero y monacal le da derecho a que se presuma su inocencia.
El ventilador de Nule tenía un problema de credibilidad en un asunto clave: el de que su grupo era el único que no pagaba comisiones. Teniendo en cuenta que los Nule se ganaron toda suerte de contratos a nivel nacional y distrital, con una hoja de vida que contenía poca experiencia, esta afirmación ha despertado más risas que escepticismo. Se comentó que estaba incurriendo en el mismo error que había cometido Fernando Botero en el proceso 8.000: decir que todos eran culpables menos él. Si Nule hubiera reconocido que pagó y a quién, habría definitivamente obtenido los objetivos que buscaba.
Jaime Granados, el abogado de los Nule, tan pronto Miguel arremetió contra el Alcalde y contra el gobierno de Uribe, renunció a defenderlo. Invocó no solo diferencias de forma sino de fondo con su cliente. Otro argumento que seguramente tuvo peso en su decisión, pero que no mencionó, es que al haber sido defensor del gobierno de Uribe no podía acabar de abogado de quien lo estaba atacando.
Del otro abogado, Álvaro Dávila, solo se sabe que es muy recursivo y se mueve como pez en el agua en el mundo de la contratación distrital. Los Nule lo contrataron por su cercanía con el Alcalde para que les salvara el contrato que el IDU les quería quitar y que efectivamente les quitó.
Del contralor distrital, Miguel Ángel Moralesrussi, se podría decir que, aunque tiene mala fama, fue la persona que denunció a los Nule como los gestores de una pirámide de la contratación, lo cual dio pie para un rompimiento total entre él y ellos.
Independientemente de cuáles sean las motivaciones y la veracidad de cada uno de los actores de esta telenovela, lo que es un hecho es que los hermanos Samuel e Iván Moreno están en el ojo del huracán. Es previsible que en el corto plazo se inicien una serie de investigaciones disciplinarias y judiciales en la Procuraduría y en la Fiscalía, pero eso tomará meses. El desenlace judicial es difícil de pronosticar. Dada la cantidad de testimonios que existen, parece ser un hecho que en el Distrito se han pagado comisiones por la adjudicación de contratos. Lo que la justicia tendría que determinar es quiénes están involucrados y quiénes no. Pero mientras estos testimonios no se presenten ante estrados judiciales, no habrá pruebas definitivas sino versiones o indicios que requieren comprobación. En el corto plazo, la opinión pública bogotana está desesperada por los interminables trancones, la parálisis de las obras y los indicios de corrupción.
Moreno, hasta ahora, ha gobernado con una curiosa fórmula de paz política en el Concejo y divorcio con la opinión pública. Ninguna de las bancadas representativas en el Cabildo estaba formalmente en su contra. En las encuestas, Samuel tiene la peor imagen de todos los alcaldes de las grandes ciudades del país y alcanza niveles de desprestigio que no tuvo ninguno de sus antecesores. Con los escándalos que se destaparon esta semana, la asociación política con el Alcalde se vuelve un mal negocio y es probable que, tanto en el Concejo como en la campaña electoral que se avecina, los partidos y candidatos pasen del distanciamiento a la oposición, como lo hizo Petro.
La otra dificultad que tendrá que enfrentar Moreno es la división de su partido. El sector de Petro y la otra ala -compuesta por la Anapo y los partidos tradicionales de izquierda- están enfrentados hace rato y han competido, en elecciones internas, por la jefatura del partido y por la candidatura presidencial. Pero ahora esa pelea se creció. Que una comisión del propio Polo, conformada por el ex candidato presidencial, un senador con prestigio como Luis Carlos Avellaneda y el concejal más reconocido, Carlos Vicente de Roux, encabece las denuncias por corrupción contra el gobierno polista, tiene un profundo significado.
El Alcalde, sin embargo, no tiene alternativa diferente que continuar con la defensa vehemente de su administración, lo cual seguramente agudizará la división del Polo. Las cosas han llegado tan lejos que lo más probable es que Gustavo Petro termine por fuera de las toldas amarillas y que siga los pasos de Lucho Garzón hace un año. No es claro si las directivas se atreverán a expulsarlo o si el ex candidato tratará de tomarse el Partido presentándose como la alternativa transparente.
No hay duda de que los dos ventiladores que se prendieron la semana pasada le han hecho un daño enorme a la familia Moreno y al Polo Democrático. María Eugenia, conocida como ‘la Capitana’, siempre ha sido considerada una líder popular que inspiraba simpatía y cariño. En este momento, su familia está atravesando unos problemas de imagen comparables solo con los que atravesó en la última etapa del gobierno de su padre Gustavo Rojas Pinilla en los años 50. De ese abismo éste no solo resucitó, sino que se recuperó a tal punto que llegó a empatar en votos con Misael Pastrana en 1970 y, cuatro años después, la propia María Eugenia sería la primera mujer candidata a la Presidencia de la República. Por todo esto, los Moreno no creen en las muertes políticas y piensan que es un chaparrón del cual habrá tarde o temprano una reivindicación. Para ellos, como el propio Alcalde lo dijo en la rueda de prensa citando a Pablo Neruda, “podrán cortar todas las flores pero no podrán acabar con la primavera”.
Y el sueño de una primavera no solo es una ilusión de los Moreno sino también del Polo Democrático. Como el propio senador Jorge Enrique Robledo dijo: “La extrema derecha debe estar de fiesta”. La pelea entre Caín y Abel de Petro y los Moreno acabó con cualquier posibilidad de que el Polo tenga un tercer alcalde en la próxima elección. Si Petro lo consigue, será por su cuenta. La izquierda solo triunfa cuando logra ser identificada como la alternativa a la corrupción y a la politiquería. Con esos dos vicios es que los colombianos identifican, hoy por hoy, al Polo Democrático.
La presidenta del partido, Clara López, dice que la inconformidad por los trancones y la mala imagen del Alcalde cambiarán durante el año 2011, en la medida en que se vayan concluyendo las obras que están en marcha. La experiencia de Enrique Peñalosa le da sustento para abrigar esa esperanza: en su alcaldía de tres años llegó a caer muy bajo en las encuestas, pero remató con una impresionante serie de inauguraciones que lo catapultaron como uno de los líderes políticos más populares del país. Esa es la apuesta de Samuel Moreno.
Todas estas historias, más allá de que terminen en fallos absolutorios o condenatorios en el futuro, le crean a la próxima elección para la Alcaldía un ambiente de antimorenismo. Estar en contra del Alcalde y de su hermano será buen negocio. Desde ya se sienten los ecos de los discursos de los candidatos de los partidos diferentes al Polo, que para ganarse la credibilidad buscarán posicionarse como la antítesis de la actual administración. A diferencia de las presidenciales de 2010, en las elecciones a la Alcaldía de Bogotá en 2011 los eslóganes que se van a ver en las vallas no van a ser de “terminemos la obra” sino más bien de “basta ya”.