Jorge Enrique Robledo
Por unanimidad, el II Congreso del Polo Democrático Alternativo aprobó dos resoluciones. En su párrafo inicial, la primera dice: “El Polo Democrático Alternativo tendrá candidato en las elecciones presidenciales del año 2010. Dicho candidato se seleccionará entre los precandidatos afiliados al partido”. La segunda afirma que “El Polo Democrático Alternativo promoverá, en forma inmediata, la creación del más amplio acuerdo de unidad nacional en contra del propósito antidemocrático del Presidente Álvaro Uribe Vélez de modificar la Constitución para reelegirse”.
En desarrollo de esas resoluciones y por abrumadora mayoría, la Dirección Nacional reglamentó el proceso mediante el cual el Polo seleccionará, “entre los precandidatos afiliados al partido”, su candidato para las elecciones presidenciales de mayo de 2010. También en concordancia con ellas, el Presidente del Polo, Carlos Gaviria Díaz, se reunió con el jefe del Partido Liberal, César Gaviria Trujillo, y acordaron coordinar esfuerzos en contra del referendo con el que Álvaro Uribe busca perpetuarse.
Y estos hechos pretenden ser convertidos en cabeza de proceso contra Carlos Gaviria, a quien acusan (!!!) de cumplir con las decisiones estatutarias del Partido, a las que a su vez presentan como incoherentes porque definieron que iríamos a las elecciones con candidato propio y, al mismo tiempo, promoveríamos acuerdos con otras fuerzas en contra el referendo.
Maniobras de corto vuelo. Porque nada tiene de raro hacer acuerdos para una cosa y descartarlos para otra. ¿No coincidimos con el partido liberal contra el recorte de las transferencias, pero no divergimos en la votación del TLC? ¿Qué tiene eso de extraño? Nada. ¿O no somos fuerzas diferentes? Lo absurdo sería que de un acuerdo contra el referendo reeleccionista obligatoriamente hubiera que concluir una alianza con el liberalismo para escoger un solo candidato a la Presidencia, incluso a costa de sacrificar el programa del Polo y hasta de terminar votando por Germán Vargas Lleras.
Es natural que los partidos puedan acordarse con otras fuerzas políticas, y esa posibilidad la tiene definida el Polo Democrático Alternativo. Prohibir las alianzas es sectarismo. Pero también es cierto que efectuarlas sin razones suficientes se llama oportunismo. Si al Polo le imponen que siempre debe unirse con una fuerza diferente o alianzas contrarias a sus objetivos, esos acuerdos, que se suponen son para fortalecerse, se vuelven autodestructivos.
Ya es bien llamativo que quienes anuncian que no se acogen a las decisiones estatutarias del Polo arguyan que son militantes suyos pero para hacerle daño, al atacar en público la táctica definida por la casi totalidad del Partido. Ojalá no sea mucho pedirles que aunque sea le den altura al debate, renunciando a la astucia de confundir la gimnasia con la magnesia.