Por: Jorge Enrique Robledo / @Jerobledo
Si se exceptúa el proceso de paz con las Farc, porque conduce al fin de un conflicto armado asaz doloroso y larguísimo, en todos los demás aspectos claves de la vida nacional el 2016 fue un pésimo año. Y todo dice que 2017 será peor, porque Juan Manuel Santos tiene decidido mantener las políticas que causan los problemas.
Concluido el ciclo de los altos precios de las materias primas agrícolas y mineras y de los otros factores internacionales que les permitieron a los dos últimos presidentes gobernar en condiciones diferentes a las de la crisis del modelo neoliberal que le estalló a Andrés Pastrana, se impusieron las realidades de una nueva crisis, así intenten taparlo con las falacias oficiales.
Las cifras son elocuentes. La tasa de crecimiento del PIB, que viene cayendo desde el 2014, llegará si mucho al dos por ciento en 2016, porcentaje malísimo para un país como este, y más porque unos pocos se quedan con la porción del león. Esto, a pesar de medidas neoliberales heroicas, como elevar la deuda externa de 64.792 a 116.176 millones de dólares entre el 2010 y septiembre de 2016 (41 por ciento del PIB), maltratar la economía para reducir la demanda interna y mantener por la nubes los déficit gemelos, fiscal y de la cuenta corriente. Si la tasa oficial de desempleo no resulta peor –la segunda más mala del continente–, ello se debe a la economía del rebusque y a que crecen los trabajadores “desalentados”, los que ya ni buscan empleo.
Muy mal les fue también a la industria y al agro y se acentuó la privatización de la educación. Qué decir de la crisis del sistema de salud, muy grave en sus finanzas, en las deudas a las IPS públicas y privadas, en el maltrato a médicos, enfermeras y demás trabajadores y en especial en la atención a los pacientes, más las incontables corruptelas, mientras que quien funge de ministro de Salud, pero que en verdad es el de las EPS, se solaza en la retórica populista. Y desastrosa también ha sido la política ambiental, en tanto el país se consolida como uno de los más corruptos del mundo, corrupción que es parte del neoliberalismo, público y privado, nacional y trasnacional –Saludcoop, Isagén, Reficar, ¡Odebrecht!–. Por razones de espacio, y exceptuando lo dicho, ¿algo les salió bien al común de los colombianos en 2016?
Para empeorar el balance, según las últimas cifras de la Dian, la reforma tributaria ordenada por la OCDE para favorecer a las trasnacionales se resume en que, entre 2017 y 2022, los pobres y las clases medias pagarán más impuestos regresivos –IVA y demás– por 85,7 billones de pesos, en tanto el impuesto de renta disminuirá en 1,99 billones (http://bit.ly/2isO9ee). Con toda razón, cuánto ha indignado la relación entre el empeoramiento de la estructura tributaria y el escaso aumento del salario mínimo, acto de despotismo de la Casa de Nariño que tuvo un único encanto: fotografió de cuerpo entero a Santos y a sus ministros.
Entre las peores herencias de Santos están tres tratados internacionales, aprobados en el Congreso por la Unidad Nacional y el Centro Democrático, para mandar tropas nacionales a las guerras del interés colonialista de Estados Unidos y las potencias europeas. Los pactos se firmaron con la Unión Europea, la OTAN y la ONU, para las acciones militares más agresivas que las de los cascos azules que exige la Casa Blanca. De acuerdo con el vicepresidente norteamericano Joseph Biden, la reducción del conflicto armado debe llevar a Colombia a “involucrarse en más lugares” del mundo, al servicio de las andanzas de la OTAN y la ONU (http://bit.ly/2jMQoLw).
Y el gobierno ya anunció que enviará a África y el Medio Oriente cinco mil soldados colombianos (http://bit.ly/2isXKSs), a actuar en actos de guerra, que llaman “de paz”, en contra de pueblos que no nos han hecho nada, agresiones que además pueden conducir a retaliaciones y a que dichos poderes militares aumenten su injerencia en los asuntos internos de Colombia y de los otros países latinoamericanos. ¿No son patéticos quienes toleran que Santos use el proceso de paz como cortina de humo para desproporciones como estas y, además, reclaman para ellos una supuesta superioridad moral frente a los que no nos sometemos?
Bogotá, 13 de enero de 2016.