Trabajador destacado por más de dos décadas en la Organización Mundial de la Salud (OMS), de la cual fue director del Programa de Medicamentos; doctorado honoris causa de varias universidades y actual consejero especial para políticas y salud del Centro Sur (organización formada por más de 59 países con sede en Ginebra).
Desde esa esquina y con sus firmes posturas, Velásquez habló con EL TIEMPO sobre las vacunas contra el covid-19, las patentes que rigen en su mercado y las posibilidades de los países pobres de acceder a este mercado caracterizado por la inequidad.
El mundo necesita vacunarse contra el Sars-CoV-2. ¿Cómo ve ese proceso?
Avanza mal y no es nuevo ni sorpresivo. ¿Qué pasó? Los países industrializados, en la ausencia de un organismo rector con capacidad de ejecución, acapararon las vacunas que empezaron a llegar, las producidas y las que estaban por producir. Muchos europeos y Estados Unidos compraron hasta dos, tres o cuatro veces más que el número de habitantes. Se creó el Covax, que no ha funcionado simplemente porque no tiene autoridad para ejecutar el compromiso voluntario de los países. Como lo dijo el director de la OMS: solo el uno por ciento de los habitantes de los países menos desarrollados ha sido vacunado, cuando los países industrializados ya consiguieron vacunar más del 50 por ciento de su población.
Estas vacunas se han producido muy rápidamente. ¿Quiénes han invertido en este desarrollo?
Una inyección masiva de dineros públicos sin precedentes en la historia. Más del 90 por ciento de la inversión ha sido pública, Estados Unidos, la Unión Europea han financiado la investigación y desarrollo de las vacunas y los ensayos clínicos y han incluso comprado las vacunas antes de que estas fueran desarrolladas. Todos los países en desarrollo han sido víctimas de lo que se ha llamado el ‘nacionalismo de las vacunas’ y del acaparamiento por parte de los industrializados.
Si hay dineros públicos, ¿qué opina de que al final parezca que solo las farmacéuticas han respondido con esta tarea?
Los Estados están arrodillados frente a las compañías farmacéuticas que hacen sus anuncios ‘científicos’ sobre la eficacia, venden a los que ellos quieren, normalmente a los que más alto pagan, exigen que no se les hagan responsables por los posibles efectos adversos de sus productos, solicitan garantías de pago con bienes públicos que son un patrimonio nacional. Es conocido el caso de una compañía farmacéutica norteamericana que le pidió a Argentina como garantía de pago el glacial del Perito Moreno en Calafate. No hay jefe de orquesta y la industria toca todos los instrumentos a destiempo y sin armonía. Hoy un europeo que haya recibido las dos dosis de AstraZeneca no puede entrar a Estados Unidos o un argentino que haya recibido la vacuna rusa no puede venir a Europa. Vacunas todas autorizadas por la OMS. ¿Se trata de un asunto sanitario? No, más bien geopolítico de protección de mercados.
Las patentes y la propiedad intelectual son elementos inamovibles de las farmacéuticas. Ante una crisis mundial, ¿esto se debe seguir manteniendo?
Más de diez jefes de Estado declararon el año pasado que las futuras vacunas y tratamientos para covid-19 tenían que ser declarados bienes públicos comunes, cosa que no ocurrió. Las vacunas en circulación fueron patentadas por un período de 20 años, con el argumento de que tenían que recuperar la inversión. Y sucede que la inversión no la hizo la industria, sino los gobiernos, fueron dineros públicos. Además, en los primeros diez meses de comercialización ya recuperaron ampliamente su inversión. ¿Por qué entonces 20 años de exclusividad?
¿Se podrán liberar las patentes?
La India y el África del Sur y más de 100 países reclaman desde octubre una excepción al uso de patentes durante el tiempo que dure la pandemia, pero los países industrializados, Brasil y Colombia, entre otros, se oponen. Periódicos del mundo entero reportaron que la nueva administración norteamericana aceptó la excepción en la OMC, lo que no es correcto. El anuncio real fue que están dispuestos a negociar un texto, nada nuevo. Hace décadas se negocian con Estados Unidos asuntos de propiedad intelectual y acceso a medicamentos. Yo, personalmente, como director del programa de medicamentos de la OMS, participé en esas negociaciones, ejercicio frustrante porque negociar con ellos equivale a hacer lo que quieren, o mejor, lo que su industria farmacéutica exige.
Si no existieran patentes, ¿la distribución de las vacunas sería más equitativa?
Este es justamente el argumento de quienes apoyan la excepción a las patentes en la OMC. La capacidad instalada de los actuales fabricantes que comercializan sus productos bajo los monopolios que permiten las patentes está estimada entre 3 y medio y 4 billones de dosis. Si debemos vacunar el 70 por ciento de la población mundial con dos dosis, estamos hablando de 10 o más billones de dosis que se necesitan. La asociación internacional de productores de genéricos nos dice que hay en el mundo entre 40 y 45 fábricas (en 13 países) que podrían producir si no existiera la barrera de las patentes.
¿Por qué es una barrera de acceso?
Las patentes son normalmente una barrera porque la exclusividad les permite fijar precios altos que no son accesibles a los ciudadanos o sistemas de salud, como es el caso hoy de muchos productos para el cáncer o la hepatitis C. En el caso de las vacunas anticovid, son una barrera no solo por el precio, sino por la insuficiencia de la oferta. ¿Por qué no hay vacunas para todos en Colombia? Simplemente porque no hay suficientes en el mercado mundial.
Algunas farmacéuticas exigieron negociaciones secretas y manejo confidencial de la información con los gobiernos. ¿Qué opina de esto?
La falta de transparencia en las compras públicas es considerada un delito en muchos países. Cuando se trata de medicamentos o productos relacionados a la protección de la salud y de la vida, no estamos hablando solo de la violación de las normas de mercado, sino de comportamientos no éticos.
Patentes y precios de las vacunas van de la mano. ¿Cómo ve usted esta ecuación en un mundo en crisis?
Nadie sabe cuáles son los costos de investigación, desarrollo y producción de las vacunas actuales, son secretos industriales. Esto quiere decir que desconocemos esos costos y, por lo tanto, no tenemos elementos para evaluar los precios a los que nos están vendiendo. Lo que sí sabemos es que no todos los países están pagando lo mismo. ¿Por qué AstraZeneca le vende a Sudáfrica al doble de lo que le vende a Inglaterra?
Una corriente mundial pide el levantamiento de las patentes de las vacunas contra el covid-19. ¿Ve esto posible?
Claro que sí, y existen mecanismos en los acuerdos internacionales que rigen el comercio. Me refiero al ‘Acuerdo de la Organización Mundial del Comercio (OMC) sobre los aspectos de los derechos de propiedad intelectual relacionados con el comercio’ (conocido como el acuerdo sobre los Adpic). El articulo 73 B dice que “ninguna disposición del presente acuerdo se interpretará en el sentido que impida a un miembro la adopción de medidas que estime necesarias para la protección de los intereses esenciales de su seguridad”. Nadie podrá estar en desacuerdo en que la situación que viven Colombia y otros países es un asunto de seguridad nacional. Otra vía sería que la OMS acepte la excepción solicitada por más de 100 países.
Las farmacéuticas dicen que sin patentes no hay innovación, en razón a que tienen que recuperar sus inversiones en investigación. ¿Cuál es su opinión?
En la revolución terapéutica de 1940, cuando llegaron las primeras sulfamidas y antibióticos al mercado, no existían patentes en la mayoría de los países. Es verdad que en principio se ha argumentado desde hace 20 años que las patentes que otorgan el derecho a la comercialización en exclusividad a precios altos permiten la recuperación de la inversión y aseguran la futura innovación. Lo que pasa es que el sistema se ha distorsionado y manipulado de tal manera que la innovación no está hoy ligada al acceso. Entonces, ¿para qué sirve la innovación si las personas que necesitan el producto no pueden acceder a él? Recordemos que en el caso de las vacunas contra el covid-19 la inversión ha sido principalmente pública y no privada.
Los países ricos acaparan la mayor parte de las vacunas producidas, ¿cómo deberían manejarse esos excedentes?
Un organismo rector como la OMS tendría que fijar cuotas de carácter obligatorio. Cuando la OMS repite el eslogan de que ‘nadie estará seguro hasta que todos estemos seguros’ no se trata de una consigna ética, sino de una afirmación científica. La vacunación masiva hoy en los países industrializados puede venirse abajo con la llegada de una variante del virus proveniente de un país con baja cobertura a la cual no respondan las vacunas que se han utilizado en los países ya vacunados.
También dicen que si se liberan las patentes, la calidad de los fármacos será menor…
El argumento de que los medicamentos genéricos son de menos calidad es un argumento viejo que ya nadie se cree. Más del 50 por ciento de los medicamentos que circulan en Estados Unidos son genéricos. Algo similar ocurre en muchos países de Europa.
En estas condiciones, ¿la estrategia COVAX sí atenúa la inequidad?
El mecanismo COVAX ha fracasado hasta ahora por dos motivos. Primero porque es un arreglo que no tiene los instrumentos para ejecutar lo acordado por los que participan. Los países se comprometen a financiar y respetar una compra conjunta que asegure la equidad y al mismo tiempo se precipitan a comprar bilateralmente a aquellos que se suponía iban a abastecer el COVAX.
Usted ha defendido las excepciones legales que existen en el sistema de patentes. Explíquenos, ¿cuáles son y si se pueden aplicar hoy con las vacunas?
En el acuerdo de los ADPIC existe el artículo 31 que permite que una autoridad judicial o administrativa autorice una licencia a un tercero sin permiso del detentor de la patente. Este mecanismo se conoce con el nombre de licencia obligatoria, utilizado en los últimos 15 años por muchos como India, Brasil, Ecuador, Filipinas, Indonesia y Malasia, entre muchos otros.
¿Considera que los laboratorios que hoy son dueños de las patentes pueden producir vacunas para toda la población mundial?
No, simplemente porque no tienen la capacidad de producción instalada para producir para toda la población mundial. Cubrirían escasamente un tercio de las necesidades mundiales.
Si la vacunación es la herramienta para mitigar la pandemia, ¿qué hacer con los países que no pueden acceder a este recurso?
Lo grave, como ya dijimos, es que si hay países que no logran vacunarse, ponen en riesgo a los ya vacunados. La distribución con equidad no es solo una exigencia ética, es un argumento científico para poder controlar eficazmente la actual pandemia y otras similares que puedan llegar en el futuro.
En el negocio de las vacunas están de por medio componentes políticos y de competencia investigativa. ¿Cómo ve eso?
Los actores principales del ejercicio del acceso a medicamentos eran dos: los poderes públicos por un lado y los productores, es decir, la industria farmacéutica. Todo el asunto giraba alrededor de estos dos grandes actores, con acuerdos, contratos, negocios, controles y tensiones. Hoy, con la llegada del covid-19, ha surgido un actor nuevo, el político. Los gobiernos (o la oposición a los que están en el gobierno), el tratamiento de las vacunas y la vacunación no son un arma sanitaria sino también política. En el ámbito internacional hemos observado la geopolítica y la diplomacia de las vacunas: “Solo le vendo a mis amigos”.
En este sentido, ¿qué recomendaciones le daría usted a las autoridades de Colombia, su país?
Suelo hacer recomendaciones a gobiernos que lo solicitan a nuestra organización, pero el Gobierno de Colombia no ha hecho ninguna solicitud.