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CAFÉ Y PETRÓLEO

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Jorge Enrique Robledo Castillo

Contra la Corriente

Manizales, septiembre 19 de 1995

El tema del café‚ está que arde, y no solo porque la cosecha principal se va a comprar a un precio bajísimo. Luego del respiro relativo que produjo la helada del Brasil del año pasado, el precio externo volvió a colocarse en un nivel en el cual no cuadran las finanzas de unos caficultores en bancarrota y las del Fondo del Café. Y si esto ocurre con una cotización externa que es bastante m s alta que la que se produjo luego del rompimiento del Pacto del Café, ¿qué ocurrirá  en el futuro próximo, una vez la producción brasileña se recupere? Tan oscuro se presenta el panorama que, inevitablemente, surgen dudas de mayor calado: ¨son compatibles el llamado “mercado libre”, la apertura y la estructura cafetera colombiana? Inclusive, ¨asistimos a un reacomodamiento de la producción cafetera del mundo?

Como se sabía y como quedó confirmado, el regreso del café a la “libre competencia” fue el retorno a un negocio controlado por los comercializadores y los torrefactores extranjeros, hoy fuertemente reforzados por los descomunales capitales de los especuladores puros. Y como es fácil suponerlo, salvo heladas, guerras o sequías, en el futuro también se impondrán cotizaciones bastante m s bajas que las actuales.

Pero la crisis cafetera colombiana tiene, por lo menos, otros dos componentes: la política de revaluación de la moneda producto de la apertura cambiaria y la debilidad estructural de casi todos los productores. No existe ni la más remota posibilidad de que un sector en el cual los cultivadores vigorosos no llegan a cincuenta mil pueda aumentar su productividad al ritmo que ha tenido la valorización del peso frente al dólar y la que se pronostica tendrá por el manejo macroeconómico definido. Tan grave es este aspecto, que están amenazados hasta los cafeteros más tecnificados, víctimas también de cifras tan elocuentes como que -según la Federación de Cafeteros, y medido en centavos de dólar- el precio interno al productor ha pasado de 76.8, en 1989, a 104.3, en 1995, y aun así, para que los precios internos entre esas dos fechas fueran iguales, habría que elevar el actual en m s de cincuenta mil pesos por carga.

El tercer factor es el aparecimiento de nuevos países productores y la consolidación de otros ya viejos que no poseen los problemas de la estructura cafetera colombiana ni las características de su economía, y que podrían estar destinados a sustituir la producción nacional.

Surge, entonces, la inquietud de fondo de este artículo: ¿en los reajustes definidos en la división internacional del trabajo aparecer Colombia como país cafetero o como país minero? Aquí cabe recordar que si apenas ahora se está explotando el petróleo de los llanos orientales fue porque desde 1937, cuando el geólogo de la Shell Daniel Trompy certificó esos yacimientos, el país quedó colocado en la condición de territorio “de reserva”.

Y que conste que los problemas que se anotan son independientes de los errores cometidos en el manejo de la institucionalidad cafetera, los cuales deben corregirse, o de la insolidaridad gubernamental, o de las altas tasas de interés, o de tratamientos tan discriminatorios como los cerca de cien mil millones de pesos que le sacar n este año a los caficultores para obras públicas, en evidente sustitución de las responsabilidades oficiales.

Manizales, septiembre 19 de 1995