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BALANCE ELECTORAL

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Jorge Enrique Robledo

Bogotá, 4 de junio de 2006.

 

Lo primero es lamentar que las elecciones del domingo pasado las haya ganado el Presidente-candidato, porque tiempos aún peores les vendrán a los colombianos. Y serán más malos porque el peor jefe de Estado es aquel que teniendo posiciones retardatarias (y Uribe sí que las tiene) logra desarrollar una fuerza política especial (como la que le dio la reelección), pues con ella mejora sus posibilidades de sacar adelante hasta sus más retardatarias concepciones.

La otra cara de la moneda, esa sí de signo positiva, la constituye el gran avance del Polo Democrático Alternativo, que logró más de dos millones seiscientos mil votos y se convirtió en la primera fuerza política del país, dado que la votación uribista tiene origen en varias organizaciones diferentes, incluidas las que, con calculada y astuta falsedad, fueron descalificadas por el Presidente. Este hecho, que sin duda configuró un fenómeno, se explica, de una parte, porque con el Polo se logró el viejo anhelo de la unidad de la izquierda, requisito indispensable para cualquier proyecto de profunda transformación de Colombia, y de la otra, porque acertó al escoger como su candidato presidencial a una persona de la condiciones excepcionales de Carlos Gaviria, quien tanto aportó en hacer cierto que la izquierda es capaz de representar incluso a sectores que nunca se han sentido representados por ella.

El éxito del Polo y de la candidatura de Gaviria tienen otro encanto que no debe dejar de mencionarse, porque sin este su avance sería pírrico: se dio con propuestas de auténtica estirpe izquierdista y sin pedirle permiso a esos colombianos de derecha que con una buena fe que nadie puede creerles le dan consejos a la izquierda sobre lo que más le conviene a sus concepciones e intereses. Que estos anden por ahí rumiando su inconformidad, dando consejos que nadie les ha pedido y criticando que el programa económico, social y político del Polo no coincida con sus recetas, que son las mismas del Fondo Monetario Internacional, se convierte en un argumento más para confirmar que no andamos con el rumbo equivocado.

El desastre del partido liberal se explica con facilidad. Por no pocas razones que generaron creencias, unas ciertas y otras falsas, su candidato de las tres últimas elecciones terminó con un grado de resistencia ciudadana tal que probablemente fue el único que no se dio cuenta de lo que sucedería. Y en la debacle jugó un papel preponderante que la dirección de la que fuera la primera organización política de Colombia hubiera quedado en manos de César Gaviria, a quien pocos le creen que represente algo diferente a lo que representa Álvaro Uribe Vélez.

Con respecto al futuro, hagamos votos porque el liberalismo decida hacerle oposición, sin los acostumbrados adjetivos que se ponen para no ejercerla, a la administración Uribe Vélez, la cual, sin duda y como norma, impulsará proyectos regresivos. Y si su actitud resultare ser la de dejarse cooptar por las canonjías de que dispone la casa de Nariño, es bien probable que su profunda crisis se convierta en su seguro fin, situación que escasos lamentos les generaría a quienes en sus bases luchan por una Colombia mejor.

En el caso del Polo Democrático Alternativo, Carlos Gaviria, convertido por la contundencia de los hechos en su jefe natural, ya trazó la línea de hacerle oposición al gobierno, que es la única política que de manera consecuente puede aplicar una fuerza que tiene profundas contradicciones con las principales concepciones del uribismo, salvo que decidiera traicionar los intereses que representa.

Digamos, por último, que no es cierto que Gaviria haya dicho que no será candidato presidencial del Polo en 2010. Lo que ha afirmado es que no se candidatizará a alcaldía o gobernación alguna y que sobre su candidatura presidencial definirá en su debido momento, luego de haberse dedicado a organizar y mantener férreamente unida la organización. Y es obvio que somos muchos lo que consideramos que Gaviria debe ser el candidato presidencial del Polo dentro de cuatro años. ¿Hasta cuanto insistirán algunos ideólogos de la derecha en decirle a la oposición lo que debe hacer, ofreciéndole a cambio mantenerle el rótulo de representante de la izquierda?